Camino de la Vereda 2019

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Contenido Veredas de vida y paz - Néstor Fernando Zuluaga Giraldo Alcalde municipal El Carmen de Viboral

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La cultura más allá de las artes - María Eugenia García Gómez Directora Instituto de Cultura El Carmen de Viboral

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Introducción

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El Carmen de Viboral y el Núcleo Zonal Aguas Claras

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Poblamiento Acción comunal: hacia la atención de las necesidades Cultivos Flores Parcelaciones, valorización y nuevos vecinos

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Celebraciones, sabores y sonidos

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Las romerías El convite La Virgen María Auxiliadora en Samaria Historia del Cristo de El Cerro Bonifacio Receta Tapetusa Receta de la Morcilla José Nicholls Vallejo

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Comentario final

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Escritos estudiantes Institución Educativa Santa María

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Bibliografía

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Créditos

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Agradecimientos

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Veredas de vida y paz Desde mi quehacer como tomador de decisiones, nunca he sido ajeno al hecho de que El Carmen de Viboral es un municipio principalmente rural y que como tal es en las veredas donde se debe promover el desarrollo social y económico al que todos como carmelitanos tenemos derecho. Históricamente, y no solo en nuestro municipio, en las zonas rurales, especialmente en las más alejadas, los recursos y el acceso a bienes y servicios básicos como la salud, la educación, el agua potable y la electricidad, que son elementos que dignifican y facilitan la vida de las personas, han llegado tardíamente a las comunidades.

El Carmen de Viboral históricamente ha tenido un territorio rural empoderado, lleno de gente trabajadora y líderes sociales que por medio de las Juntas de Acción Comunal (JAC) y los lazos de vecindad y amistad de las personas que habitan los territorios, han desarrollado proyectos y programas que dinamizan el desarrollo no sólo económico, sino a escala humana, al incrementar las condiciones de dignidad de los habitantes. Los convites, las celebraciones de las fiestas patronales, las romerías, la venta de postres, empanadas y demás, se configuran como un motor de desarrollo comunitario que permite la construcción de casetas comunales, escuelas, acueductos veredales y vías de acceso, que son fundamentales para las comunidades.

Es por este motivo que el campo ha sido dentro del trabajo realizado en estos cuatro años, un pilar fundamental en el desarrollo del municipio y un propósito por parte de la administración municipal, pues para soñar El Carmen de Viboral como un territorio de vida y paz, tenemos que trabajar de la mano de los campesinos, conocer sus necesidades, sus sueños, anhelos y por supuesto ser respetuosos y apoyar los procesos sociales y políticos que se dan en las veredas y que permiten que las comunidades, como lo plantea Amartya Sen, sean auto gestoras de su desarrollo.

Esta edición de Camino a la Vereda se constituye precisamente como una forma de valorar el trabajo de los campesinos e indagar sobre las formas de habitar el territorio, cómo se configuran las veredas del núcleo zonal Aguas Claras y cuáles son las dificultades y retos que se tienen para que desde las entidades del estado a nivel municipal, continuemos trabajando por el campo como una apuesta clara por un desarrollo sostenible y armónico con el medio ambiente y estilo de vida de las comunidades. Néstor Fernando Zuluaga Giraldo. Alcalde municipal El Carmen de Viboral 2016- 2019. 3


La cultura más allá de las artes sinas de El Carmen de Viboral desde diversas dimensiones, entendiéndolas y potencializándolas a través de la investigación, Pues la ruralidad guarda una riqueza cultural inmensa que en muchas ocasiones es desconocida debido a que la institucionalidad o las políticas públicas no impactan de igual forma las comunidades campesinas y a las urbanas.

En el Instituto de Cultural El Carmen de Viboral, creemos que la cultura se configura como un pilar fundamentales del desarrollo social y humano, por este motivo desde mi rol como directora, he expresado en diferentes escenarios que la cultura, entendiendo está va más allá de las artes, es un eje estructurante y articulador de las dinámicas de vida de los carmelitanos, pues determina nuestra forma de ser, pensar y soñar.

El proceso investigativo que se presenta a continuación, ustedes podrán encontrar información sobre el Núcleo Zonal Aguas Claras, conformado por las veredas Samaria, Quirama, La Sonadora, El Cerro, La Milagrosa, Guamito y Aguas Claras, las formas de organización y cooperación de sus habitantes, sus cultivos, sus fiestas, sus recetas de cocina tradicional, sus creencias religiosas y sobre todo sobre sus cambios habitacionales y de uso de suelos a lo largo del tiempo.

En este orden de ideas, el proceso cultural y artístico del municipio, es un ejemplo de cómo desde tiempo atrás, las personas de este terruño querido se han atrevido a soñar en un desarrollo autóctono, que no busca asemejarse a modelos preestablecidos de otros lugares, sino que parte desde el dar valor a lo propio, fortalecerlo y mostrarlo con orgullo. Nos sentimos orgullosos de nuestros gestores culturales y artistas, de nuestros actores de teatro, músicos, pintores y ceramistas, pero ante todo, no podemos perder de vista el hecho de que en El Carmen de Viboral, la cultura va más allá de las artes, pues como se plantea desde el Plan Municipal de Cultura 2016-2016, es ese “conjunto de rasgos distintivos” que genera identidad y dinamiza el territorio.

Esto permite pensar en la ruralidad como un escenario en el que se mezcla lo social y lo ambiental y permite hacer una lectura amplia del territorio al comprender que el desarrollo va más allá del cemento y las vigas de acero para construir infraestructura, pues agrupa aspectos sociales, organizativos y la idea de un forma de vida armónica con el entorno que apunta a la idea del Buen Vivir que se encuentra proyectado en nuestro Plan Municipal de Cultura 2016 – 2026.

Esta cartilla de camino de la vereda, es precisamente una forma de dar valor y reconocer las tradiciones campe-

María Eugenia García Gómez Directora Instituto de Cultura El Carmen de Viboral 4


INTRODUCCIÓN El Núcleo Zonal Aguas Claras se encuentra ubicado en la parte occidental de la cabecera municipal y comparte límites geográficos con Rionegro y La Ceja. Este trabajo se centrará en estudiar las veredas: Aguas Claras, El Cerro, Guamito, La Milagrosa, La Sonadora, Quirama y Samaria pertenecientes al Núcleo Zonal en cuestión. Por su cercanía al área urbana del municipio, son veredas que cuentan con una buena conectividad en términos viales, pues desde mediados del siglo pasado los habitantes de este sector emprendieron la realización de caminos que favorecieron la integración del campo a las dinámicas económicas y sociales de la zona urbana. Francisco Betancur (2001), refiriéndose al desarrollo general del municipio, resalta que el aumento de la población y la apertura de mejores caminos “fueron

Camino de la Vereda es un proyecto del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral que busca aportar al conocimiento del territorio en la zona rural del municipio, generando reflexiones que permitan conocer y entender aspectos de la vida campesina, de sus habitantes, prácticas, saberes y costumbres. En el marco de los objetivos del proyecto para la presente edición, queremos seguir valorando la diversidad de sus gentes y la riqueza cultural del municipio, pero, además, contribuir a la comprensión de los procesos de transformación –en el ámbito social, económico y territorial–, que, durante los últimos años, de manera más notoria, han tenido lugar en el Núcleo Zonal Aguas Claras y la forma en que sus habitantes viven sus efectos.

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sina del sector, que, como pasó con la agricultura, tendería a fortalecerse y después a reducirse en gran medida.

configurando una red de circuitos comerciales y un más amplio sentido de relaciones sociales entre los pobladores de la localidad” (p. 109). También la cobertura de servicios básicos es buena; el agua y la electricidad hacen parte de la vida cotidiana de sus habitantes, incluso, la vereda La Sonadora cuenta con sistema de alcantarillado, de igual manera un sector de la vereda Guamito.

Por lo general, esta zona del municipio presenta una fuerte tradición de organización, participación e integración comunitaria. Sentimientos de solidaridad y los lazos de pertenencia por su territorio, desembocaron en la movilización activa de sus pobladores orientada a atender necesidades prioritarias de la comunidad en temas como la consolidación y ampliación de servicios, educación, carreteras, entre otros. En este sentido, jugaron un papel muy importante eventos promovidos y realizados por la comunidad, como: festivales, romerías, convites, ventas de empanadas y el trabajo de miembros de las veredas, indistintamente de género o edad, en el proceso de constituir diferentes obras. Muchas de estas formas de acción estuvieron coordinadas a través de las Juntas de

Hasta hace apenas un par de décadas, en estas veredas, predominaban, en mayor medida, los cultivos de papa, fríjol, maíz, legumbres y hortalizas; en un primer momento puede caracterizarse a esta actividad como agricultura de subsistencia, pues las familias cultivaban para su consumo destinando una parte de su parcela para la siembra, otra para el ganado, otra para el corral de animales y así. La ganadería también significó una actividad productiva importante en la vida campe-

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siembra de flores, la construcción de casas y la conformación de parcelaciones que tienen influencia en aspectos tan distintos de la vida en la vereda como la configuración del espacio o las relaciones vecinales.

Acción Comunal conformadas en cada vereda. Pero la integración de la comunidad no se ha limitado al trabajo, pues existe una marcada tradición de festividades religiosas que comprenden desde celebraciones a la virgen de cada vereda hasta la reunión en torno a las novenas navideñas. También la música y el teatro marcan un punto importante en la vida cultural de distintas veredas. De igual forma, la comida ha reunido a familias y comunidad, en algunos casos con cierta intencionalidad social, y, por lo general, con el mero interés del compartir. Los tradicionales frijoles con coles, la arepa de mote, la mazamorra pilada y la natilla de maíz, formaron parte del conjunto de platos típicos de la región y de las reuniones cotidianas en la vida rural del municipio, y aunque para ser justos, hoy siguen estando presentes, son significativos los cambios que se presentan alrededor de su producción y preparación.

Las trochas y los caminos de herradura quedan en el recuerdo de los mayores. Las veredas del Núcleo Zonal cuentan con carreteras transitables y con servicio de transporte que conectan directamente con el área urbana del municipio, lo que permite generar un espacio de intercambio más efectivo entre la zona rural y y la cabecera municipal abriendo la posibilidad de acceso a bienes y servicios de muy distinto orden. Hoy, el elevado costo de vida y la valorización de los predios en todas las veredas del Núcleo Zonal están operando casi como una medida de desalojo para muchos habitantes que han vivido toda su vida en estos lugares. Los nuevos equipamientos y las grandes parcelaciones que aquí se han asentado, en algunos casos, generan un carácter de inhabitabilidad para los residentes nativos que no tiene la capacidad económica de asumir tales costos.

La vida de los habitantes del Núcleo Zonal Aguas Claras hace 50 o 60 años, tenía rasgos muy distintos a los que observamos en la actualidad. Hoy, por ejemplo, la producción de alimentos ya no constituye la principal actividad productiva de las familias y en lugar de Para Camino de la Vereda, cada uno estos cultivos encontramos grandes de estos aspectos es de especial imextensiones de tierra destinadas a la portancia, pues inciden en la vida de 7


territorio. Por otro lado, ofreceremos una discusión de asuntos que actualmente están derivando en problemáticas para la comunidad como consecuencia de los cambios presentados; en esta medida, abordaremos temas como: los usos del suelo, el proceso de valorización, los nuevos residentes y los hechos producidos por ello.

los habitantes del Núcleo Zonal, en sus tradiciones y formas de habitar la ruralidad, es por eso que en esta cartilla queremos documentar parte de esos cambios aclarando que somos conscientes de que son múltiples las esferas de la vida social que se podrían estudiar y para ello necesitaríamos no solo más espacio, sino, además, más tiempo para conocer la historia y las particularidades de cada vereda.

Para la realización de este trabajo, contamos con el apoyo de diferentes Así pues, el lector encontrará en esta habitantes de las veredas, en los que cartilla una aproximación histórica al se incluyen: miembros de las Juntas desarrollo de la vida en las veredas de Acción Comunal, adultos mayores, donde se dará cuenta de anécdotas, estudiantes de la Institución Educativa eventos importantes de su confor- Santa María que cursan octavo, novemación, sus luchas, celebraciones, no y décimo grado y que residen en disputas, tradición culinaria, entre estas veredas –algunos participan en otros temas más; esto con la finalidad el proceso de elaboración de esta carde mostrar cómo era la vida en estos tilla con escritos y dibujos– y miemlugares y tener elementos que nos bros de la comunidad. Sin su compropermitan hacer un contraste con el miso y colaboración, nada de esto se presente, y así identificar las transfor- hubiera materializado. maciones que han tenido lugar en este

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El Carmen de Viboral y el Núcleo Zonal Aguas Claras Por: Julián González Ríos.

El Carmen de Viboral es un municipio ubicado en la Subregión Oriente del departamento de Antioquia, históricamente conocido por la calidad y belleza del decorado de su loza. La cerámica se constituyó durante mucho tiempo como el elemento principal de la economía del municipio, alcanzando su mayor auge entre 1938 y la década de 1970, aproximadamente. Este, “fue el tiempo en el que más empresas se fundaron, llegando a existir 37 fábricas, incluyendo los pequeños talleres” (Restrepo, Giraldo, Betancur, Pareja, Pérez & Giraldo, 2002, p. 98) Los cimientos de las fábricas de ce-

rámica en el municipio se remontan a abril de 1898, cuando Eliseo Pareja Ospina constituye su empresa de locería Pareja y Compañía, liderada “en sociedad con don Domingo Navarro, Rafael Ramírez Hoyos, Froilano Betancur B. (hijo) y Eleázar Mejía” (Betancur, 2001, p. 74). A ellos les sucedieron muchos más en la idea de establecer procesos de producción de cerámica en las tierras de El Carmen. A la experiencia y conocimientos obtenidos por estos hombres en las locerías del municipio de Caldas se le sumó:

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La pródiga anuencia de la naturaleza local con maderas, piedras, arcillas, agua y materias primas para la cerámica, además de un buen contingente de recursos humanos que encontró en el oficio de ceramista la posibilidad de subsistir sin tener que recurrir a las masivas migraciones a las zonas cafeteras (Betancur, 2001, pp. 74-76).

En su desarrollo, desde 1898, la cerámica de El Carmen de Viboral atravesó por crisis cortas seguidas de bonanzas. Las guerras, el contrabando, la competencia de sólidos capitales y el cambio técnico, la sumergieron en una crisis de la que solo han escapado algunos. En épocas de crisis los carmelitanos, muy a su pesar, tuvieron que volver los ojos a la tierra y aprender a cultivarla como forma de subsistencia (Citado en, INER, CORNARE, Arcila, & Villegas, 1993, p. 67).

A decir de Betancur (2001), “la cerámica se convirtió para El Carmen de Viboral [...] en eje dinamizador de la vida de los carmelitanos” (p. 158), y aunque la agricultura ha estado presente históricamente en la vida de las personas del municipio, en su mayoría se constituía como una labor de subsistencia presentándose de manera muy incipiente en los primeros años de historia del municipio1, ésta, aunque poco significativa en valor y volumen, suplía en algo las necesidades de la unidad familiar. A lo anterior, siguiendo a Betancur (1964), cabe sumar que:

Las veredas consideradas en este estudio, no vivieron el asentamiento de las fábricas de cerámica como sí se materializó en las veredas Campo Alegre y La Chapa; sin embargo, en la vía que conduce a Samaria y La Sonadora, en el sector conocido como El Sacatín, se asentaron dos pequeños talleres que existieron a la par de las antiguas fábricas en la década de 1950. Así pues, esta zona del municipio se caracterizó, especialmente, por desarrollos agrícolas como constitutivo de la vida familiar, pero con expansión al comercio en años más recientes debido al fortalecimiento de las vías de comunicación internas del municipio y en aprovechamiento de su cercanía con el área urbana; las carreteras permitían la salida de los productos del cam-

1 Según lo descrito por Betancur (2001), en diferentes apartados de su obra, en las primeras décadas del siglo XIX, la economía de El Carmen era de subsistencia con predominancia de los cultivos de pancoger seguido de la cría de ganado que presidió al crecimiento y auge de la industria ceramista.

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Así pues, el Núcleo Zonal Aguas Claras podemos referirlo dentro del polo de desarrollo productivo y social –atendiendo a aquel señalamiento de que en El Carmen existen “dos Carmen”– comprendido en una zona bien comunicada con la cabecera y con los servicios básicos que abarca desde el norte de la cabecera hasta la vereda La Chapa al sur, y se le denomina El Valle2 (INER et al., 1993, pp. 47-48). Pero, como hemos dejado notar, hoy, el uso del suelo, presenta variaciones significativas. A continuación, ofreceremos una exposición en la que abordamos diferentes aspectos de la vida campesina y como se ha presentado su evolución.

po para el comercio y favorecieron la apuesta por el mercado mayorista del fríjol cargamanto, el maíz y la papa. Estos productos consolidaron la base de la agricultura del sector, aunque también se cosechaban ampliamente legumbres y hortalizas, además del fortalecimiento de espacios para la producción ganadera. De esta manera la agricultura servía tanto para atender las necesidades alimentarias de las familias campesinas, como para la comercialización en el área urbana de El Carmen y fuera del municipio en Rionegro y Medellín.

Ilustración: María José Silva

2 “El otro”, corresponde a las tierras cálidas bañadas por los ríos Santo Domingo y Melcocho cuya producción es diferente y en ellos se puede encontrar: café, plátano, frutales, entre otros

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Poblamiento

Jiménez, hijo del dueño del terreno donde hoy es el sector Villa María, en la vereda Guamito, al respecto cuenta: “aquí donde estamos solo había dos casas: la de mi papá y la mía y ya fue creciendo a como lo ven hoy ustedes” (A. Jiménez, comunicación personal, 07 de octubre de 2019). De la misma forma, es común que, en otras veredas, los dueños eran familias como los Vargas, los Pérez, entre otros. En cualquier caso, para ese momento, gran parte del territorio era monte, lo demás producción agrícola y ganadería, aunque no de gran extensión y las necesidades por atender eran muchas, los caminos eran trochas, las escuelas funcionaban en casas particulares, el agua se sacaba de los pozos o quebradas, se llevaba a las casas con ariete o con dos baldes que se colocaban en los extremos de un palo que se cargaba sobre los hombros. En fin, aquellos eran tiempos en los que había mucho por construir.

Primero, esto era puro monte, luego abrieron para agricultura. Daniel Vargas, habitante de la vereda Samaria. Es difícil precisar el momento en que se emprende el poblamiento en las veredas del Núcleo Zonal, tal tarea requiere de una revisión de archivos que permita ubicar estudios o patrones que apunten a la descripción de tales rasgos, pero lo que sí podemos señalar es que en la segunda mitad del siglo XX se da el fortalecimiento de tal proceso en la zona. La información más cercana que tenemos la encontramos en los testimonios de los habitantes más antiguos de las veredas; ellos, dan cuenta de la escasa población que habitaba estas tierras 40 o 60 años atrás, pues, por lo general, eran muy pocas las familias y sus tierras abarcaban lo que hoy está poblado por numerosos grupos. Es el caso de Arturo 12


Acción comunal: hacia la atención de las necesidades

En esta medida, el trabajo organizado de la comunidad ha sido el mecanismo por el cual los habitantes de El Carmen han solucionado muchas necesidades mejorando las condiciones de vida de los habitantes (Restrepo et al, 2002, p. 108). Por lo general, a tal participación se le ha conocido con el nombre de “convite”. En palabras de Toño –habitante nativo de la vereda Quirama–, el objetivo del convite era “atender las necesidades prioritarias para todos” (T. Cifuentes, comunicación personal, 08 de octubre de 2019). El esfuerzo colectivo se desarrollaba para concretar obras con impacto y beneficio social sin esperar más retribución que la posibilidad de dar solución a aquello que se presentaba como prioritario para el bienestar de todos.

Esto no tenía ni entrada, agua, luz, o alcantarillado. A nosotros nos tocó hacer todo. Carlos Castro, habitante de la vereda Guamito. Trabajamos con alma vida y sombrero por la vereda. Gerardo Martínez, habitante de la vereda Samaria. Aún con la cercanía, que ya hemos resaltado, del Núcleo Zonal con la cabecera municipal, las necesidades particulares de las veredas, en muchas ocasiones, tuvieron que encontrar solución sin apoyo institucional. En El Carmen podemos encontrar un fuerte desarrollo de la participación comunitaria, la Junta de Acción Comunal alcanzó tal relevancia en las veredas del municipio que se lograron conformar 42. Por ejemplo, la vereda Quirama obtuvo la personería jurídica para la Junta en el año 1962, y, más recientemente la vereda Guamito fue reconocida en el año 2001.

La apertura de carreteras, la construcción de escuelas, la consolidación de los servicios básicos y todo lo que apuntaba al mejoramiento de las condiciones de vida en la vereda, se construyó por convenio comunitario, normalmente promovido por personas que ejercían poder –por su capacidad económica o de liderazgo– en ocasiones por el alcalde, o a través de las Juntas. A los convites se sumaban las romerías, recolectas comunitarias, festivales, rifas y ventas de empanadas para obtener los recursos que permitieran materializar las obras 13


teras no se acercaban al estado de las que conocemos, significaban un avance indiscutible. A decir de Nohelia Valencia, habitante de la vereda Guamito, “eso no había camino por ninguna parte, eran trochitas chiquiticas” (N. Valencia, comunicación personal, 07 de octubre de 2019). Por ejemplo, Daniel Vargas, líder comunitario de la vereda Samaria, recuerda cómo se fue conformando y evolucionando el camino de la vereda Samaria, al respecto, cuenta:

que necesitaban. Carreteras y escuelas condensaron los primeros esfuerzos, luego la cobertura de servicios y así hasta llegar a unos niveles de comodidad y satisfacción que dejan la sensación de que, como lo expresa Argemiro Jaramillo, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Samaria, “nos hemos relajado” (A. Jaramillo, comunicación personal, 09 de octubre de 2019). Toño Cifuentes, recuerda que lo que llamaban “caminos reales” eran muy pendientes, y, para hacer la carretera que conecta a Quirama con El Carmen:

Nosotros a punta de pala fuimos abriendo la trocha, la fuimos anchando porque en ese tiempo una máquina era muy difícil. Daba tristeza, como me tocó a mí, ir a Medellín para que vinieran a prestar una colaboración para la carretera, era muy berraco. Entonces fue a punta de pala. El camino estaba hecho hasta San Antonio y abríamos a lado y lado, en ese tiempo no había problema por nada, los vecinos no se oponían. Hoy ponen una máquina a ampliar la carretera un metro de tierra y ahí mismo brincan, en ese tiempo no (D. Vargas, comunicación personal, 12 de octubre de 2019).

Se empezó a pico y pala, pero eran herramientas muy rústicas, no como las de ahora, esas no tenían ni filo. Después, miembros de la vereda gestionaron medios para el trabajo y trajeron bueyes para seguir abriendo la vía; luego, José Gómez Córdoba trajo un buldócer, con ese se alcanza el camino hasta El Salado, hace unos 55 años (T. Cifuentes, comunicación personal, 08 de octubre de 2019). Movilizados por las ventajas que genera en la población poseer vías de comunicación con otros lugares (en términos comerciales, pero también sociales), se unieron esfuerzos en las distintas veredas y aunque las carre-

Ceder una parte del terreno para atender una carencia de la comunidad, no se limitaba solo al momento de 14


Pero este solo fue el primer paso ya que posteriormente, la comunidad se responsabilizó de lo demás, “si llegaba un viaje de teja a la gruta, hacían convites pa bajarla; adobes, arena, cemento, todo eso lo bajaban en convites. De allá se traían en bestia, eso se comenzó por ahí en el 72” (T. Jaramillo, comunicación personal, 09 de octubre 2019).

ampliación de la vía y fue más común de lo que se piensa. También llegó a suceder con los terrenos donde luego se construirían las escuelas. Muestra de ello es el testimonio de don Antonio, un adulto mayor de la vereda La Sonadora, que cuenta cómo aportaron las personas para hacer realidad dicha obra en la vereda: El papá de Fabiola Zuluaga y el mío fueron los que donaron el terreno pa’ la escuela y pa’ la cancha, porque primero había que ir hasta El Cerro o al pueblo a estudiar. Ahí nació la idea. Se pidió casi primero la profesora que la escuela. Nombraron la profesora y estaban los muros no más (Antonio, comunicación personal, 09 de octubre de 2019).

Las escuelas de La Sonadora y Samaria, fueron de las primeras en el municipio que se hicieron por acción comunal (Restrepo et al., 2002, p. 109). Gerardo Martínez cuenta que, en Samaria, empezaron a reunirse en un plan en la finca de Emilio Baena “allá hicimos un festival a campo abierto. Armamos dos o tres fogones con leña y pusimos la venta de las empanadas, el aguardiente, la cerveza y el equipo de sonido con seis tacos de pilas”. El objetivo era recoger fondos porque los Vargas –Heriberto y Joaquín– habían donado el lote: Allá había una casita vieja, antigua, y ya la teníamos como nuestra. Como ya contábamos con que eso era de nosotros, de la vereda, de la Acción Comunal, no nos importó que no pudiéramos tener todavía niños, que no tuviéramos profesora, pero ya estábamos trabajando porque la teníamos 15


a la asociación de juntas. A mí no se me olvida, habíamos regresado a trabajar después del desayuno cuando mi mamá salió: ‘oíste Luis, que vengan que aquí hay unos niños de la escuela que mandó Margarita’, entonces, nosotros paramos el azadón y nos fuimos, subimos a la casa y había cuatro niños y le entregaron una boleta a Luís Ángel, y era porque el director del Núcleo, don Guillermo Álvarez, estaba en la escuela porque había ido a llevarse una profesora. El argumento de él era que había tres profesoras y no teníamos sino dos salones. ‘Hay una profesora que está trabajando en los corredores con los niños y eso no lo podemos aceptar, eso no lo puedo pasar, me tengo que llevar una profesora de aquí’, decía.

que conseguir. Nosotros nos reuníamos y hablábamos de que nos teníamos que conseguir la profesora; pues así fue, el 16 de abril de 1974 llegó Margarita Jaramillo a dar la primera clase (G. Martínez, comunicación personal, 09 de octubre de 2019). Gerardo, resaltando la capacidad de cooperación y el interés de la comunidad de la vereda Samaria, destaca una anécdota que cuenta con entusiasmo y que es testimonio del compromiso de las personas aportando a las soluciones de las necesidades compartidas: - Ya teníamos la escuela con dos salones, ya no era la casita vieja y teníamos tres profesoras (Margarita, Socorro y Marta Sonia). Entonces, Luis Ángel (mi hermano) en ese tiempo era directivo de la acción comunal de la vereda y era delegado

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Historias como estas son prueba de la preocupación por generar procesos de cambio al interior de las veredas, y afianzar espacios en favor de mejorar las oportunidades para la comunidad. Sin la efectiva integración de las personas y los aportes de todos, mucho tiempo hubiera transcurrido hasta que la institucionalidad se hiciera cargo de aquellas necesidades. Aquellos eran tiempos en los que se construía desde las bases, es sabido que en muchas zonas la presencia del Estado es limitada, pero aquí, las iniciativas eran promovidas por aquellos que se enfrentaban a las carencias.

Entonces nosotros nos fuimos volaos a hablar con él y nos dijo: ‘¿qué me garantizan ustedes?’ y le dice Luis: ‘que doña Margarita, que era la directora, por medio de los niños, nos va a citar a todos los papás y a todos los habitantes de la vereda a una reunión extraordinaria mañana a las 7 de la noche y usted está cordialmente invitado don Guillermo. Le garantizamos que aquí mañana a las 7 de la noche usted encuentra 50 o 60 personas para que lo escuchemos y le anticipamos que usted la profesora de aquí no se la lleva’. Al otro día estaba la escuela llena y nos dio plazo de un mes para construir el aula, ¡hasta medidas nos dio! En 20 días teníamos el aula construida con piso y todo. En dos meses la teníamos dotada, nos fuimos hasta la secretaría de educación y allá nos conseguimos la dotación. Y, ¿sabe qué le dijimos a don Guillermo cuando lo invitamos a inaugurar el salón? le dijimos: ‘don Guillermo, nos está haciendo falta una profesora’ (risas). Ya necesitábamos cuatro porque la meta era terminar la escuela (G. Martínez, comunicación personal, 09 de octubre de 2019).

De igual modo sucedió con los servicios básicos para las viviendas. Se abogaba con entidades gubernamentales, pero, en ocasiones, eran pocos los resultados y las respuestas positivas. Para abastecerse de agua, muchas familias construían sus casas con cierta proximidad a las fuentes hídricas, bien fuera en los valles o cerca del cauce de las quebradas. Los pozos, el balde y el ariete, también fueron recurrentes en la tarea de hacer llegar a casa el agua para la satisfacción de las necesidades domésticas. En el marco de estas dificultades, en la década de 1970, surge la iniciativa de construir acueductos veredales. Por ejemplo, en 1980, Samaria y Quirama 17


emprendieron la construcción de uno. Al no contar con recursos hídricos en mayoría, los buscaron en las veredas El Cerro y La Milagrosa; en principio, estas se opusieron porque con tal obra se iba a emplear el agua sin abastecer las veredas donde nacían las fuentes. Al final, las cuatro veredas se unieron y llegaron a un acuerdo; luego iniciaron los trámites para buscar la financiación requerida, donde la comunidad participó con la mano de obra por valor de dos millones setecientos mil pesos (Acueducto, 2018, pp. 1112). De igual manera, en 1989 se iniciaron trabajos de ampliación y mejoramiento del servicio, en ellos, “la mano de obra fue aportada por la comunidad” (p. 12). A decir de Daniel, “trabajamos por todas las veredas del acueducto para pagar el derecho. Todo se hizo a nivel comunitario” (D. Vargas, comunicación personal, 12 de octubre de 2019). De manera pues, que, el modo de pago del derecho al servicio del agua de los socios iniciales del acueducto, fueron los jornales de trabajo: abrir zanjas e instalar tuberías.

desde aportes en la mano de obra para hacer las zanjas (lo que representa parte del trabajo más duro), hasta hacer de comer a los empleados del municipio mientras realizaban la obra. Si hablamos de espacios de integración, y que además eran una forma eficaz de conseguir el dinero para subvencionar las obras requeridas, fuera de los festivales, las romerías tienen un lugar por derecho propio: Se recogía plata era por las profesoras. Los muchachos venían y eran felices que porque bailaban con las profesoras. Eso era, ‘¿cuánto da pa bailar con la profesora?’ y el que más diera bailaba con la profesora; se recogía plata por montones (M. Vargas, comunicación personal, 08 de octubre de 2019). Las limitaciones geográficas, económicas e incluso estatales, hicieron que el sentido de pertenencia hacia el territorio y la dedicación para llevar a cabo obras de interés común fuera muy sólido. Tales características aún persisten, pero no con la misma intensidad y el compromiso del pasado. Existe la tendencia de mirar atrás con nostalgia. El ejercicio de memoria hecho alrededor de lo sucedido permitió en las

Experiencias similares surgieron en las comunidades de las demás veredas y en algunas, por ejemplo La Sonadora y Guamito, instalaron servicio de alcantarillado, donde el involucramiento de la comunidad iba 18


acuerdo que les enseñaban cómo llevar un bombillo de una pieza a otra, cómo hacer una conexión, algo muy básico para que ellos se desbararan (A. Valencia, comunicación personal, 08 de octubre de 2019).

comunidades valorar de manera más profunda lo conseguido hasta la actualidad. Fueron muchas disputas y adversidades afrontadas para llegar a lo que existe hoy: acueductos veredales, escuelas con profesoras, vías de comunicación en buen estado, electricidad, transporte, placas deportivas, espacios comunitarios, entre otros. Con relación a lo anterior, Angélica Valencia, habitante de la vereda Quirama, resalta:

A pesar de esto, quedan personas como Marcela Lotero, habitante de la vereda Quirama, que creen en la Junta de Acción Comunal como espacio dinamizador de los procesos organizativos, a través de la cual es posible unir nuevamente a las personas, sobre todo a las nativas de las veredas, pues las que han llegado recientemente de otros lugares, no muestran mucho interés por las iniciativas comunitarias (M. Lotero, comunicación personal, 08 de octubre de 2019). Sin temor a equivocarnos,

Extraño mucho las reuniones de la Acción Comunal donde de verdad se hacían proyectos. Yo me la pasaba detrás de mi papá para todas partes y me acuerdo cuando trajeron el proyecto de la luz a la vereda [Quirama] y lo primero que hicieron fue capacitar a los señores. Y me

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podemos señalar que la Acción Comunal, fue la que promovió el desarrollo veredal y realizó obras significativas que transformaron las distintas veredas; sin el ímpetu y el trabajo duro de aquellos pobladores que desarrollaron un vínculo y un interés con su territorio, más allá del mero acto residencial, mucho de lo que hoy es el Núcleo Zonal Aguas Claras, hubiera tardado más tiempo en concretarse. Es claro que hoy no se tienen las necesidades existentes 50 años atrás; hasta aquí hemos intentado dar cuenta de un panorama general de lo construido. Actualmente, las Juntas afrontan problemas diferentes con posibilidades diferentes. Aunque hoy

el convite sigue siendo protagonista, los medios disponibles no hacen necesario, por ejemplo, que 30 trabajadores se reúnan a arreglar la carretera; basta con la disposición de un día de trabajo de una máquina para optimizar el estado de las vías y uno o dos trabajadores que puedan realizar acabados en las cunetas. Hoy, muchas necesidades están satisfechas y eso demuestra que el esfuerzo mereció la pena. Actualmente, las comunidades viven otro tipo de conflictos, como el cambio del uso del suelo o la valorización de sus tierras. Atender cuestiones como estas, requiere otras formas de asociación pero el mismo compromiso y sentido de pertenencia por el territorio de sus padres o abuelos.

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Cultivos

«Primero sembraban mucho por aquí, pero ya no siembran nada». Esta es una frase mencionada con frecuencia cuando indagamos por aspectos generales de la vida campesina en décadas pasadas.

Por lo general, el ciclo de cosecha de un año estaba conformado por dos siembras de papa, luego el maíz y finalmente el fríjol, de esta forma se aseguraba una rotación de los cultivos y se cosechaban los alimentos necesarios para el sustento familiar y para el comercio local. Al respecto, Maruja Vargas, recuerda sobre las cosechas de maíz años atrás, “eso hacían unas cosechas grandes y después se almacenaban en lo que llamábamos “La Troja”. Eran varias camas de maíz, como de cinco o diez Ilustración: Manuela López pisos, para comer todo el año. Con eso se hacía la mazamorra, las arepas” (M. Después de que llegamos hicieron Vargas, comunicación personal, 08 de muchas casas, eso se llenó de casas. octubre de 2019). Antes eran terrenos sembrando Pero, como es sabido, también se papas, coles, repollo. cultivaban coles, zanahoria, lechugas, Después de que se acabó eso repollo, brócoli, cebolla, remolacha, pusieron todo aplanado para hacer fríjol mocho, fríjol cachetón, fríjol casas, ya no había más cosechas. pepina, batatas, cidras, arracachas, vitorias, entre otros. Algunos de estos Jesús Aníbal Castro Ríos, habitante de alimentos no necesariamente tenían la vereda Guamito. una gran demanda en el mercado. Como se ha indicado, los productos que mayor importancia económica tenían eran: el maíz, la papa y el fríjol cargamanto. 21


Lo demás, si bien podían tener algún uso comercial, era más limitado, pero, eso sí, se empleaban en la cocina del hogar. “hacíamos lo que cosechábamos aquí en el arado, eso era lo más bueno”, cuenta Rosalba Valencia, habitante de la vereda Samaria; y añade, “se hacía con lo que hubiera, papas, zanahoria, coles, guasquilas” todo procedente de la parcela, y por lo general, sin el uso de compuestos tóxicos (R. Valencia. comunicación personal, 12 de octubre de 2019). Los alimentos se sacaban en tractor o a caballo, semanalmente se recogían cargas para llevar a la plaza de El Carmen, a Medellín o a Rionegro. También, llegaba hasta El Raizal una escalera que se cargaba con la producción de Aguas Claras, El Cerro o La Milagrosa, y más adelante, en El Salado, recogía lo que salía de Quirama o Samaria “salía de todo y por cantidades”. Para aquel momento, “el que tenía la finquita la cultivaba y de eso vivía. En este momento si usted

necesita una cebolla tiene que ir a la galería a comprarla” (M. Tabares, comunicación personal, 07 de octubre de 2019). A partir de la década de 1980, y como consecuencia del uso indiscriminado de compuestos tóxicos en el cultivo se produjo una intoxicación de los suelos de El Carmen, pero además, “el rompimiento de los ciclos naturales de siembra y cosecha, la alteración en la flora y fauna, la contaminación del agua y del aire” (Tobón, Restrepo, Giraldo, Arbeláez, Betancur, Muñoz, Pareja, Pérez, Giraldo, Agudelo & Castañeda, 2002, p. 70), que derivó en la erosión de los suelos, inmunidad de las plagas, eliminación de insectos benéficos para el equilibrio ecológico y en enfermedades respiratorias para muchas personas. Todo esto, sumado al elevado costo de los insumos y la poca rentabilidad del trabajo operó para que muchos campesinos dejaran de sembrar.

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Flores

medio a 2500 o 3000 pesos, pero bultos grandes, imagínese pues. Me puse a sembrar flor y volví y me levanté con la florecita (T. Jaramillo, comunicación personal, 09 de octubre de 2019).

Tiberio Jaramillo, era habitante de la vereda El Cerro, lleva alrededor de 25 años viviendo en La Sonadora. Durante más de 45 años trabajó la agricultura. Dice que la misma agricultura casi le quita lo que había conseguido con tanto esfuerzo y años de trabajo; fue tal la situación que tuvo media finca hipotecada para pagar las deudas que le dejó la agricultura. Nos cuenta que, por esta razón, hace más o menos 8 años tuvo que hacer un cambio:

Esta situación la vivieron muchas personas; era común encontrar que al final de la cosecha no se alcanzaban a cubrir los gastos del trabajo y los materiales empleados. Así pues, para muchos dejó de ser rentable, “valía más un frasco de veneno que lo que uno sembraba; hubo momentos de mucha plaga y los insumos eran muy caros” (Daniel Vargas, comunicación personal, 12 de octubre de 2019). En las épocas más difíciles, no merecía la pena sacar el revuelto a la plaza, había que dejarlos perder o echárselos al ganado; en otros, llegaba un

Tuve que ponerme a sembrar florecita porque ya la agricultura no daba sino pérdidas. Un kilo de papa lo vendía uno a 200 pesos, pagando trabajadores en esa época a 30 y 35 mil pesos, el bulto de abono por ahí 70 mil y así; y uno vendiendo bulticos de 23


comerciante y ofrecía, pero “lo que le ofrecía uno se lo ofrecían todos” y entre más rato pasaba, más se estaba perdiendo.

lo que alguna vez hubo. En cada vereda quedan parcelas dedicadas al cultivo de diferentes productos, aunque la incursión de las flores y las parcelaciones se extiende rápidamente. El maíz y el fríjol siguen teniendo presencia en el cultivo, también la arveja, el repollo, el brócoli, la lechuga, la cebolla larga, entre otros. Como medida de aprovechamiento de la tierra, y en parte para reducir la dependencia del mercado, hay hogares donde se han mantenido huertas en las que siembran cebolla, coles, zanahoria, cilantro, remolacha, plantas aromáticas y medicinales.

Con la denominada crisis de la agricultura3, las floristerías tomaron parte importante en la dinámica del trabajo para muchas personas en las veredas del Núcleo Zonal. En Aguas Claras, La Milagrosa, El Cerro, Quirama y Samaria, los cultivos de flores han presentado un desarrollo fuerte en las últimas dos décadas; a la par, estas veredas viven un proceso de expansión inmobiliario que actualmente deriva en la parcelación de grandes lotes, aunque en cada una se presenta con diferente intensidad; a este aspecto es más cercana la vereda Guamito y en contraste, en menor medida con el tema de las flores. En el caso de La Sonadora, la agricultura sigue teniendo una presencia sólida, pero también se afianzan proyectos En el oriente antioqueño se ha afianzado el desarrollo de proyectos residenciales y cultivos de flor. inmobiliarios producto de la La producción a gran escala de expansión de infraestructura del alimentos, no se ha desplazado en departamento y el aumento de la su totalidad, pero la que subsiste oferta en materia de construcción. En no se compara, en cantidad, con El Carmen se presenta una situación afín a estos sucesos departamentales y 3 En El Carmen de Viboral, ésta crisis estaba regionales. El área rural del municipio, relacionada con “la carestía de los insumos, la brusca fluctuación del precio de los productos, el atraviesa por un momento de aumento exagerado y resistencia de las plagas y el valorización producto de los nuevos poco estímulo para el agro por parte del gobierno, equipamientos establecidos en la entre otros aspectos” (Restrepo et al., 2002, p. región (asentamientos industriales, 136).

Parcelaciones, valorización y nuevos vecinos

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la parcelación que lleva el mismo nombre de la vereda y que, según los habitantes de Guamito, ocupa parte del territorio de esta. Otro caso es el que se lleva a cabo en Quirama y Samaria, donde es posible identificar más de 15 parcelaciones, algunas de ellas son: San Antonio La Rioja, La Provincia, La Selva, El Olival, Lomas de San Ángel, Yarumos, Serranías de Quirama, La Guadalupe, Palmares de Samaria, Guaduales de Samaria, Panorama, La Colina, entre otras.

conexiones viales, centros educativos, estaciones de servicios, almacenes de cadena y demás obras de infraestructura). Actualmente, todas las veredas del Núcleo Zonal, viven los efectos de este crecimiento en diversos ámbitos de la vida veredal. Una vez que la agricultura dejó de tener el mayor protagonismo en la dinámica económica de las veredas consideradas en este análisis, como hemos señalado, se dio apertura a la siembra de flores y más recientemente a la venta de lotes y el establecimiento de parcelaciones que han ocupado grandes extensiones de tierra en veredas como Aguas claras, Quirama y Samaria; pero tal situación también se presenta en las demás veredas. Actualmente, El Cerro y La Milagrosa tienen en marcha procesos de consolidación de parcelaciones; en Aguas Claras se vienen desarrollando hace algunos años estos proyectos residenciales; entre ellos se encuentra

Según información suministrada a Wilfer Cifuentes, presidente de la Junta de Acción Comunal de Quirama, “entre los años 2007 y 2017, esta vereda fue la que más licencias de construcción pagó, pasando de 4,9 % a situarse en un 11,37 %” (W. Cifuentes, comunicación personal, 08 de octubre de 2019), hecho que deja ver la importancia que está tomando en el sector el desarrollo de edificaciones.

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La ocupación del territorio por parcelaciones y fincas de recreo han incrementado el valor de la tierra en todas las veredas mencionadas. La percepción general es que el alza del impuesto predial es desmesurada. Al respecto, son ilustrativas las palabras de Carlos Osorio, oriundo de la vereda La Milagrosa: Ahora hay muchas fincas de recreo y han llegado las parcelaciones; para mí eso ha sido un problema porque ese estrato que llega con los ricos que vienen de las ciudades a comprar la tierra hizo que se disparara el impuesto predial y entre eso caímos los campesinos, los nativos de la región. Los que vivimos en el campo toda la vida y vivimos del campo, nos metieron en el mismo costal del mismo impuesto. Por ejemplo a mí me subió en el 2015 un 800% el impuesto predial y no hay forma de proceder (C. Osorio, comunicación personal, 08 de octubre de 2019).

Ante medidas como estas, para los pobladores nativos, resulta casi imposible mantener su porción de tierra. Fincas que estaban avaluadas en cuarenta millones quedaron en trescientos millones de pesos, pero a pesar de esto, vender no parece una opción especialmente para los campesinos establecidos allí desde siempre. La historia del señor Daniel Vargas de Samaria, quien formó parte de la construcción de muchas cosas en la vereda, recoge una mirada a la forma en que se vive esta situación: Yo manejé la agricultura toda la vida, después la dejé y me pasé a lechería y de la lechería me pasé a hacer nada. Sembraba papa, maíz, fríjol. La dejé cuando no fui capaz de trabajar; esos venenos y los insecticidas me estaban haciendo daño y tuve que dejarlo. Ahora, arrendé la finca, pero nada me gano con eso. La arrendé en cuatrocientos mil pesos mensuales y tengo que pagar cuatro millones de pesos de impuesto predial al

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año. Cuatro millones por tres cuadras y media de tierra. Que porque estamos viviendo al bordo de ricos; a nosotros ¿qué nos importa eso? ¿Qué nos importa que haya una cabaña bien hermosa, aquí al lado? El impuesto predial nos tiene llevados. Y si uno vende, ¿para qué vende? ¿Para irse al pueblo a hacer qué? (D. Vargas, comunicación personal, 12 de octubre de 2019).

Con anterioridad hemos referido la tendencia a la poca integración de los nuevos habitantes de las veredas en la vida comunitaria. Es oportuno resaltar que algunos se muestran interesados en colaborar con asuntos prioritarios como la seguridad o el apoyo económico para los regalos de los niños en las novenas navideñas. A diferencia del pasado, en ocasiones, la interacción se reduce a un asunto monetario en el que simplemente aportan el dinero pero se mantienen ajenos a la vida en comunidad.

Los adultos mayores son quienes más arraigo demuestran por sus hogares, han vivido allí toda su vida, formaron parte de los sucesos más significativos de la vereda, su familia, sus hijos, sus amigos, toda su vida se encuentra allí. Con la edad de muchos de ellos, trabajar es imposible y de las pocas rentas que pueden recibir está relacionada con el alquiler de los terrenos, que, como en el caso del señor Daniel, prácticamente solo alcanza para cubrir el costo del impuesto, y eso sin contar con las necesidades básicas que se deben cubrir. En estas condiciones, la valorización está actuando casi como una medida pasiva de desalojo; cada vez es más difícil para los campesinos sostener su parcela y la expansión sigue su curso.

Por otro lado, una opinión compartida sobre las personas que llegan a las veredas es que traen muchos caprichos y en ocasiones muchos problemas. Casi pretenden imponer condiciones y su estilo de vida desde el momento en que llegan: “no ponga música”, “corra su casa para allá porque me tiene que respetar 10 metros de distancia”, “no cuelgue la ropa afuera que se ve muy feo”, son algunas de las diferencias presentadas actualmente con los nuevos residentes. Un sector de la comunidad de Guamito ha recibido quejas por parte de un miembro de la parcelación Aguas Claras, pidiendo que quiten el alcantarillado que hizo la comunidad por recomendación de municipio, aunque está en un predio que nada tiene que ver con su propiedad. Alguien que vive cerca de 27


una parcelación en Quirama, cuenta que los que viven allí, “a veces sienten que están guadañando, salen y meten el grito diciendo que, ‘¿qué es el ruido?’, ‘¿están talando el bosque o qué?’”. Al final, nos dice “resultamos de mayordomos de ellos”.

originarias del territorio están afrontando consecuencias que ponen a prueba sus prácticas de sobrevivencia. La preocupación general evidenciada en las siete veredas que recorrimos tiene que ver con una valorización desproporcionada de la tierra que no deja espacio para las viejas formas En cierto sentido, hoy la promesa de de habitar el campo; asistimos pues desarrollo se está haciendo realidad a un momento en el que pareciera para el oriente antioqueño, obras no haber cabida para las gentes del de gran importancia territorial están pasado. tomando lugar en la región, pero en el proceso vemos cómo las personas

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Celebraciones, sabores y sonidos Por: Guillermo Federico Rey Sabogal

Para poder hablar de las prácticas comunitarias que se dan en el Núcleo Zonal Agua Claras y que han permitido la integración sobre todo de sus miembros nativos durante mucho tiempo, merece la pena considerar tres aspectos vitales que aglutinan a la comunidad: las celebraciones, las comidas y la música. Estos tres aspectos logran vincular el espacio de la vida individual, de la familiar, de la vecindad, e incluso la comunidad veredal, porque sacan a flote lo mejor de cada uno de sus miembros, desde sus conocimientos y saberes heredados y ensayados hasta el aprendizaje de nuevos quehaceres que construyan comunidad. De ahí

que las maneras de hacer, cocinar, celebrar y hasta percibir la música se constituyen en propiedades intangibles en la búsqueda de resistencia cultural a través de sus propias manifestaciones. Las maneras de hacer estas celebraciones, comidas y músicas encuentran asidero en sus propias estructuras elementales que las constituyen, y que permanecen y se difunden por todas las veredas del Núcleo Zonal, de ahí que funcionen como adherente, a pesar de las transformaciones que las ponen a prueba constantemente. A lo largo de las siete veredas

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documentadas se cuentan historias de lo que fue y de lo que es ahora el funcionamiento de estas prácticas, en un ir y venir por la memoria que denotan los vestigios que las estructuran a través de las transformaciones. Por ello, hablemos de dos prácticas que pueden pensarse como reminiscencias de lo que ahora llamamos las Juntas de Acción Comunal, que como vestigios, funcionan a la par de esta organización relativamente moderna: las romerías y el convite.

Las romerías Se refieren a actividades que colectivizan la creencia católica para conmemorar su fe a través de recorridos, a manera de procesión, al interior de la vereda. Generalmente, son organizadas por los colectivos de feligreses de cada parroquia o junta de las fiestas religiosas. A sus recorridos que podían durar hasta 3 o 4 días asistían todos los grupos etarios, convirtiéndose en un ritual de integración comunitaria a través de la fe. A esta práctica venida de las celebraciones católicas se les agrega la música de las bandas de las procesiones en algunos casos, y en otros más particulares, la música de guitarra (Trujillo, 2018, p. 95). De

igual manera, la comida tomaba gran protagonismo al servirse para recibir a los participantes de las romerías al finalizar el recorrido y como espacio para propiciar el encuentro, la interacción y el compartir. La institucionalización de la vida religiosa a través de las juntas de las fiestas de cada patrono, ha permitido disgregar y transformar un poco el uso de esta práctica, en celebraciones más complejas que han perdido un poco el itinerario desarrollado en las veredas.

El convite Acerca del convite se han hecho algunas precisiones en un apartado anterior; de este se resaltaba el constituirse plenamente como práctica comunitaria de integración en pro de la solución de alguna necesidad colectiva, familiar y/o comunitaria. A este rasgo de necesidad se sumaba el marcado sentido de pertenencia de las personas que gestionaban lo necesario para sobrepasar sus carencias, en ocasiones superando dificultades incluso institucionales, como la ausencia del Estado en algunas regiones del país. Para esta parte, interesa destacar que a esta forma de asociación se vinculan otras como la música y la comida, aunque esta vez no solamente como 30


De igual manera que la romería, el convite ha quedado relegado de manera paulatina a la gestión veredamunicipio-gobernación que realizan las Juntas de Acción Comunal de cada vereda. Estas han integrado estas prácticas de manera más sistematizada a la consecución de recursos e infraestructura requerida en sus veredas, y además, para la organización de las fiestas patronales y todo lo que estas requieren.

catalizador, sino, en el caso de la comida, como productos de venta para la recaudación de dinero en pro de dar solución a los requerimientos comunitarios. La venta de empanadas, pasteles, tamales, fritanga, Tapetusa, y todo el proceso de hechura de estas, también se construye comunitariamente, pues el excedente se transforma en la infraestructura necesitada en la comunidad. Los procesos culinarios se delegan a las familias con tradición de saberes en la cocina, pero integran a todos los miembros que deseen aportar a través del aprendizaje de estos conocimientos que se colectivizan en función de la misma comunidad. Mientras tanto, la música ameniza como bien colectivo, cada una de las actividades a realizarse, pues el convite tiene varios momentos, unas referidas a la preparación de los eventos de recaudación y gestión, y otros referidos a la construcción en sí de cada parte de la infraestructura. Desde niños y mujeres embarazadas que llevan rocas desde el río hacia la futura cancha, hasta adultos que labran la tierra reconvertidos en obreros de cemento y ladrillo que transforman un cultivo de tomates privado en una nueva escuela para los hijos de todos sus vecinos.

Esto nos lleva a la siguiente forma de reunión integradora de la comunidad, con fechas y espacios claros dado los calendarios festivos católicos: las fiestas patronales que adoptó cada vereda. Entre estas encontramos: conmemoración del día de la Santa Cruz el 3 de mayo en El Cerro, fiestas a la Virgen María Auxiliadora el 24 de mayo en Samaria, fiestas a la Virgen del Perpetuo Socorro en La Sonadora el 27 de junio, fiestas a la Virgen del Carmen el 16 de julio, altar y feria de San Isidro en Aguas Claras en el mes noviembre, Presentación de la Santísima Virgen el 21 de noviembre en en El Cerro y La Milagrosa. Estas celebraciones conllevan una organización previa, una recaudación de fondos, un orden de los eventos y demás parafernalia, como las salves, los juegos pirotécnicos, los arreglos florales, la procesión y 31


el contrato de bandas marciales, además de orquestas y/o papayeras en algunos casos. De igual manera, la comida transversaliza los eventos integradores, el sancocho de gallina de campo, las empanadas, la fritanga, y el licor artesanal llamado Tapetusa, a base de caña y con anisados en algunos casos.

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La Virgen María Auxiliadora en Samaria El otro caso extraordinario en la vereda, fue cuando construimos, que ya teníamos las tres aulas bien bonitas, construimos un Nicho para la Virgen, y en una reunión nos pusimos de acuerdo sobre qué Virgen. La mayoría dijimos: “La María Auxiliadora”. Empezando por la familia Vargas, que era muy devota a la María Auxiliadora, y Don Argemiro Restrepo. Le hicimos un Nicho a la virgen muy bonito. Entonces, trajimos al padre, al párroco de aquí, Don Ramón Arcila, lo trajimos desde Sabaneta. Que se fue en 1956 de aquí para Girardota, y de Girardota pasó a Sabaneta. Entonces, lo trajimos para que nos hiciera una misita y nos bendijera la María Auxiliadora. Y entonces, allá no se nos fue solamente los campesinos, sino el pueblo entero se fue para allá. Porque como él era Santo. Él era un tipo carismático. Él fue cura aquí como 30 años. Se nos fue el pueblo para allá. Imagínese que tuvimos que coger todos los adultos y los muchachos desde los 15 años que nos pudieran y que nos ayudará a separar. Porque la gente era: “¡que es que ahí está el padre Arcilla!”. “No, necesito que me toque el

padre a mí”. “Qué es que el dolor mío es aquí”. Que le sobara y le echara la bendición. Así que, la persona que quería arrimar a verlo tenía que arrimar hasta donde él. Tenía que ser de a uno, pero ¿cómo hacíamos? Eso fue muy difícil. No hubo una vereda que hiciera algo parecido (G. Martínez, comunicación personal, 09 de octubre de 2019). Con relación a las celebraciones patronales, la música requerida puede ser de dos tipos: una banda marcial que sigue a la procesión y que interpreta desde valses italianos hasta ritmos fúnebres, manteniendo la liturgia necesaria por el fervor religioso mientras recorren los recovecos de la vereda; o bien, una orquesta que ameniza la víspera de la fecha culmen del patrono; así, interpretará la música que representa el festejo más prominente de la comunidad, por ello este formato de agrupación debe seleccionarse colectivamente y con anterioridad. En este proceso, entran en juego los gustos musicales de las generaciones antiguas y las nuevas, aunque por lo general, se pretende una orquesta que interprete música bailable, parrandera y pachanguera, que invite a la comunidad a estar feliz durante toda la 33


noche, consumiendo los productos preparados para el evento. Otra modalidad venida de la lírica católica se refiere a la ejecución de las salves, que son principalmente cada uno de los días del novenario hacia la santa patrona de la vereda. La salve está compuesta por las oraciones y rutinas requeridas día a día, pero que se le otorga a cada estamento vital de la vereda, impregnándolo de las pro-

piedades características de cada agrupación, tales como: los jóvenes, la parroquia, la Junta, la escuela o alguna familia con marcada tradición religiosa. Cada grupo queda a cargo de convocar a sus integrantes y a entregar funciones y acciones para su día. La pólvora y los globos caracteriza a los más jóvenes, mientras que las de mayor contenido litúrgico corresponde al salve de la parroquia.

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Historia del Cristo de El Cerro Bonifacio arriba. Fuimos se inauguró. Le hicimos una misa allá. Cuando un día, ¡cómo te parece! Que estos bandidos se llevaron el Cristo. Entonces, yo llamé al padre y le conté: -»se llevaron el Cristo estas groserías»- , pero me dijo: -»ve, ¿cómo así? Vamos a conjurarlos»-. Y otro padre de El Carmen lo conjuró también. Otro padre de El Carmen llamó a otro que tiene mucho carisma y me mandó a decir: - «Dejé que él aparece, cuando menos piense, el Cristo llega y se lo traen a la casa a usted, se lo van a traer a la casa»-. Yo dije: Bueno, pueda ser que aparezca. Un día me llamó Noé y me dijo: «Don Ramiro, ¿cómo le parece? Unos muchachos que estaban por ahí recogiendo orquídeas, encontraron al Cristo, ¿qué hacemos? ¿Ponemos la

Bueno, primero, había una cruz que entre todos la subimos. Un día, yo pensando: “¡Qué tan bueno poner ahí un Cristo!”. Y ya, no le dije a nadie. Un día llamé a un sacerdote, que es amigo mío, y le dije: “Padre, usted porque no me colabora para conseguir un Santo Cristo para ponerlo ahí en El Morro”. Me dijo: “Sí, claro que sí”. Otro día me llamó y me dijo: - “Ramiro, yo ya averigüé el Cristo y le vale millón quinientos. Usted verá si quiere o pida a toda la comunidad”-. Yo dije: - ¡qué va! Mi Diosito me ha socorrido a mí-, ¡hágale! Entonces, un día me fui a la terminal, y ahí me estaba esperando el padre, y fuimos al taller de la curia. Entonces, allá negociamos el Cristo y ya, me lo hicieron. Y ya después le dije aquí a la gente para hacerle el ranchito allá 35


denuncia o qué?»-. Y yo dije: No, que me lo traigan aquí a la casa o que me digan adónde voy -. Entonces, cuando un día llegué de trabajar, cuando lo encontré aquí en la casa, en la puerta, como me había dicho el sacerdote. Entonces, yo hablé con el padre Jaime, para volverlo a organizar, pues estaban las manitos y las piecitos rayados. Entonces, ya lo llevé a Medellín y lo arreglaron allá, y quedó normal. Volvimos y lo pusimos, y allá fue el padre Jaime a bendecirlo (R. Castañeda, comunicación personal, 11 de octubre de 2019).

También encontramos las fiestas del campesino, que como su nombre lo indica, constituye una celebración de retorno a la tierra que les da año a año, para iniciar la temporada de cosecha de algunos productos, o sencillamente como momento y espacio de sublimación a través de la música, el baile, la comida, y toda la producción que estos conllevan. Como fiesta descentralizada conservaba ciertas características que permitían celebrar con arraigo los eventos y actividades que denotan el ser campesino. Actualmente, tal celebración se integra al resto de veredas del municipio en una celebración que se realiza en la cabecera municipal y que sirve como escenario de exposición de las prácticas, costumbres, saberes culinarios y musicales ante el resto de la comunidad campesina, pero también demás visitantes y habitantes de El Carmen y otros municipios. Por otro lado, los músicos en tarima para la espectacularización que trae la competencia y diferentes concursos, así como la idea de atraer a más personas, van en detrimento de la muestra veredal de estos saberes, restringiéndolos a una o dos canciones por agrupación veredal, como argumentan los músicos entrevistados. En este proceso de recentralización de la fiesta del campesino, el desánimo 36


agria, de sidra, de coco, etc. mientras cantan los villancicos y rezan las oraciones propias de la navidad. Pero además, se centraliza una gran novena en la escuela o espacio comunal, en esta, también se acumulan entre rifas y juegos teniendo como momento diferencial la entrega de regalos a los niños que han participado en ella teniendo previa inscripción.

a la participación de los nativos de las veredas también responde a las complejidades burocráticas y financieras que involucra a la gestión de las Juntas de Acción Comunal, como expresan las mujeres que dejaron de participar en la hechura de los productos desde hace varios años. De todas formas, es el momento para festejar sin medida, la ingesta de licor artesanal y de comidas impregnadas de la memoria ancestral de la vida campesina estimula su propia conservación, aunque esencialista, es también actualizadora.

Con relación a celebraciones con un carácter más privado, encontramos las fiestas de cumpleaños, matrimonios, días de la madre y del padre, entre otras celebraciones que requieren comidas más específicas y músicas más complejas. Entre sancochos de gallina de campo, sudados de carne y frijoles con diversidad de revueltos, las familias se agrupan alrededor de innovadoras cocinas que mezclan el horno estufa de leña de leña con las nuevas cocinas integrales. Los que son a leña traen consigo las memorias de antaño a través de los sabores específicos que genera la combustión de diversas maderas en los alimentos.

Otra época de celebración comunitaria es la que se refiere a las fiestas decembrinas que conmemoran la natividad anualmente, iniciándose con una novena diaria hacia el Niño Jesús. Aquí la preparación de la natilla y los buñuelos se vuelven comunitarios mientras cada gran familia coordina, para su propia novena, una variada oferta de atenciones que van desde la preparación de dulces y comida relacionada con la festividad decembrina, hasta juegos, rifas y dinámicas que favorecen la El pandequeso campesino con integración de todos los participantes. chocolate en estos hornos contienen esa reminiscencias de una vida difícil De ahí que los chicos construyan un que ha quedado atrás, conociendo recorrido de novenas por toda la los daños de estos humos, a pesar vereda, degustando esos entremeses de direccionarlo con chimeneas, ya que ofrecen los anfitriones, tales como cocinar en ellos se convierte en un dulces de tomate de árbol, de naranja evento especial para la familia donde 37


todos aportan. Desde el que consigue la leña hasta el que sirve los platos, pasando por los recolectores de los aliños y el que sacrifica a la gallina, todo venido de las granjas y huertas caseras. Pero también, dependiendo la tradición familiar y sus gustos, y la envergadura de la conmemoración, contratan músicos de cuerdas para que los hijos les bailen alrededor a sus madres en su día homenaje, por ejemplo. En todos estos eventos las comidas juegan un papel preponderante, no solo en el campo nutricional como tal, sino en el integrador y en el pedagógico, pero sobre todo, en la conservación de saberes y como motor de las reformas veredales. A la frase de que a punta de empanadas se construyeron todos los espacios colectivos de las veredas, sigue siendo poca forma de describir la importancia de este dispositivo en la consecución de objetivos comunales y familiares. Era el motor de las romerías y de los convites y ahora lo es de todos los eventos organizados por las Juntas de Acción Comunal, hasta las formas de sobrevivir y sacar adelante a varias familias. Por ejemplo, en esta misma lógica de subsistencia, encontramos

a la realización y venta de la morcilla casera, tortas para fiestas y el licor artesanal (Tapetusa). Todas impregnadas de conocimientos que recogen años de tradición en riesgo de extinguirse si no se documentan y se les da la importancia que las amenazas reales y externas le quitan.

Receta Tapetusa Uno pone a vinagrar una cantidad de agua y se le echa panela; pero que sea regional. ¡Entre más perillúa mejor! Traída del monte. Se le echa una cantidad de agua y de panela, la pone en un barril de agua a vinagrar unos 15 ó 20 días hasta que de punto. Cuando ya está a punto, uno arma el alambique y empieza a meterle leña y a sellar esto bien, porque esto es puro sudor. Y a meterle candela. Hasta que el agua llegue al alambique. Hasta que por el alambique salga otra agua un poquito más fría, más tibiecita. Pero no dejar que el alambique se sobrecaliente por encima. Ahora mismo le estoy echando anís estrella. Eso le da coto o mamas. Entre más coto o mamas, más ligero vinagra porque queda el asiento de vinagre ahí para la siguiente tanda.

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Receta de la Morcilla Ya hace varios años hago la morcilla. De hecho cuando la niña estaba pequeña, yo estaba haciendo la morcilla para ayudarle al esposo con el estudio. Y la dejé de hacer porque entré a trabajar a las flores pero la gente me seguía pidiendo morcilla, así que bueno, ahora me está quedando mucho mejor. Cada 20 días hago unas 50 libras. La gente me va diciendo que le eche esto y aquello, y así a la gente ya le sabe el gusto mejor y me compra más. Yo lo aprendí un poco de las hermanas mías. Yo voy y compro los menudos los lavo con mucho limón y al otro día lo dejo en la nevera. El día anterior, cocinamos el arroz. Si es para tres menudos, usamos 10 libras de arroz y 3 olladas de papas en la olla a presión grande de 8 litros. Y ya la papa se cocina y la migamos al otro día. Al arroz se le echan los aliños, lo que es la sal y el comino molido, la cebolla

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picada en rama y blanca de huevo. También le echamos ‘el empella’ que venden en las carnicerías. Eso es lo que les da el gusto. Por ejemplo a 3 menudos le hecho 5 libras de ‘empella’. Queda más sabrosita y más buena. La ponemos fuego alto, y se demora entre tres o cuatro tandas, y la saco, luego se reposa. Los vecinos nos la piden por el whatsapp de mi hija, porque yo tengo un celular de los sencillos (B. García, comunicación personal, 11 de octubre de 2019). Con los efectos de los nuevos modos de cultivar, que cambian las maneras de cocinar y comer, encontramos en riesgo la diversidad de los frijoles en sus especies, además de las variedades de uso de la sidra o guasquilas, de las coles, o las papas y sus dificultades intrínsecas de protección a su fruto. Además, la competencia de los productos foráneos no les permite a las nuevas generaciones concebir el sustrato alimentario y ancestral de las


plantas cultivadas desde siempre por sus familias y vecinos. Son extraños los jóvenes que disfrutan de unos frijoles con coles o con guasquilas, así como es extraño encontrar frijoles cachetones en veredas diferentes a El Cerro o La Milagrosa, pero más extraño es encontrar a sus adeptos comensales. El cargamanto es el frijol rey, no solo del Núcleo, el municipio, la subregión o el ámbito nacional. El fríjol cargamanto de El Carmen de Viboral ha sido campeón mundial entre sus especies y afines, es un orgullo regional: debe brillar y sonar al contacto. Entre sus formas, se esconden rasgos propios de las más de 32 mil especies de frijoles existentes (J. Carreño, comunicación personal, 24 de octubre de 2019). En todas las siete veredas, a manera de resistencia, encontramos huertas constituidas, que pueden tomarse como testimonio de lucha contra los errores propios de las maneras de cultivar que les costó la vida a muchos, por el uso indiscriminado de compuestos tóxicos para mejorar las cosechas y combatir las plagas. También lucha por el agua y los costos del uso del suelo que les ha pertenecido desde siempre, a través de producir su propio alimento, con un excedente para distribuir sus productos a los nuevos clientes

con nuevas maneras de consumo responsable, ofreciendo, no solo el producto, sino el conocimiento para que se difunda. Cultivando en círculos, procesando sus propios compostas, plantando barreras orgánicas que defienden y recuperan el hidrógeno del terreno, todo esto, sin usar productos tóxicos que vuelvan a envenenar a la tierra como sucedió antaño. Resisten desde la agroecología postmoderna, pero que siempre estuvo ahí como epistemología vital ancestral, destruida por las expansiones productivas transnacionales: se recuperan estos conocimientos para re-existir. Por otro lado, la música de cuerdas también resiste, y sus músicos empíricos salvaguardan y difunden ese conocimiento como se ha hecho siempre: tocando y escuchando. Encontramos estos valores musicales como la muestra del espíritu que cataliza la vida festiva de las gentes de estas veredas y su arraigo a la tierra. Los mayores adoran esta música que corresponde una variedad en sí, que caracteriza como música campesina, que va desde boleros y tangos hasta merengues y sones, pasando por rancheras, corridos, carrilera, pachanguera, parrandera, bambuco, cumbias, torbellinos, valses y vallenatos. De igual manera, los 40


conocimientos empíricos que se aprendieron haciéndose, bajo unos usos que fomentaban la unión de la familia y la comunidad, desde las serenatas de enamorados y días de la madre hasta las parrandas familiares y los festivales comunitarios, pasando por las consabidas romerías y convites y las contrataciones en las diferentes veredas y municipios cercanos.

instrumentos que han sido usados por estos músicos son la guitarra, el tiple, el requinto, la lira, la raspa o guacharaca, y por último, y más que importante, la voz. Los músicos nos dieron cuenta de este conocimiento en las veredas, pero que se ha fragmentado, son realmente pocos los que continúan tocando y ensayando, ganándose la vida con este arte. Hablamos de

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José Nicholls Vallejo Llevamos a José Nicholls Vallejo, locutor y director de La Voz de Las Américas. Era el «Papá de los Campesinos»; así lo llamaban. Todo el mundo en todo el departamento de Antioquia escuchaba La Voz de Las Américas. Todos los campesinos. Entonces, como él mismo anunciaba. A él lo invitaban y él iba a las veredas y llevaba un botiquín bien surtido para cada escuelita; porque él iba a las escuelas y el mismo hacia la difusión por La Voz de Las Américas, en Medellín. Lo escuchaba todo el campesinado. Entonces, lo empezó anunciar: La llegada a la Vereda La Samaria en El Carmen de Viboral, él mismo en la emisora. Entonces, imagínense ustedes, eso iba a hacer el sábado el 25 de mayo del 74. Entonces, se nos llenó la vereda porque fueron todos los campesinos de todo el pueblo, de todas las otras veredas. Eso fue una cosa que se nos convirtió casi que en un problema de orden público (F. Martínez, comunicación personal, 09 de octubre de 2019).

Entonar las canciones propias y las aprendidas desde otros autores toca los corazones de los escuchas, porque cuentan historias que encuentran eco en los relatos de los demás, resuenan en los huesos de los bailadores y el resto de la comunidad. Estas músicas son la base rítmica y estética de las músicas modernas que llaman música popular y que a final de cuentas se distribuye discográficamente y que amenizan fondas de los cascos urbanos en los centros municipales y regionales. Así que, su importancia trasciende la vereda, de la misma forma como lo hacen las celebraciones religiosas y qué decir de las bases y saberes nutricionales de toda región que llega a las mesas de toda la nación.

Ilustración: María José Silva

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Comentario final en que a un campesino del sector no le faltaba la siembra de comida, la vaca para la producción de leche, las gallinas y demás elementos del campo. La eliminación o sustitución de los cultivos de alimentos trajo consigo un gran nivel de dependencia del mercado y la pérdida de lo que actualmente podríamos enmarcar dentro de la categoría de soberanía alimentaria; aunque, eso sí, valga reconocer que hoy las posibilidades de acceso a todos estos productos, son mayores y con menos dificultades.

Entre los pobladores de las veredas consideradas en este estudio se observa una desvinculación gradual del modo de vida campesino y de sus costumbres. El desarrollo de carreteras y demás formas de comunicación, aportaron a la ampliación de las relaciones sociales entre pobladores de diferentes localidades, especialmente con el área urbana del municipio derivando en una apertura tanto social como cultural, que ha posibilitado el acceso a diferentes servicios y bienes de consumo.

La relación con el medio ambiente, su entorno más inmediato, se ha visto afectada por el cambio en la estructura del trabajo; es notable el desarrollo de nuevas habilidades y la capacidad de adaptación a diversas actividades productivas relacionadas con el sector floricultor, la ganadería (aunque en

En la mayoría de los casos, es evidente el contraste del entorno rural actual y la forma de vida campesina hace un par de décadas. La ausencia del aprovechamiento de la tierra para la producción de bienes de subsistencia deja en claro la diferencia con los años 43


menor medida), el trabajo técnico en empresas con asentamiento en las cercanías o en el municipio, etcétera. Con la crisis de la agricultura y el afianzamiento de nuevos escenarios económicos y laborales, se dio paso a otras formas de explotación del suelo. La ganadería no llegó a desarrollarse en proporciones desmesuradas, pero mantuvo cierta importancia. De manera más notoria, durante las últimas dos décadas, se viene fortaleciendo el uso residencial del suelo, a través de unidades cerradas y parcelaciones de gran extensión, este hecho está, apenas, en consonancia con el auge inmobiliario vivido en el oriente antioqueño en las últimas décadas. Los lotes que cayeron en desuso tras la crisis de la agricultura, gradualmente han venido a convertirse en parcelas para la construcción de residencias, derivando en un poblamiento del sector más acelerado, hecho que ha tenido consecuencias de distinto orden. Entre las principales dificultades surgidas con esto, se encuentran la imposibilidad de integración de los nuevos residentes a las dinámicas propias de la vida veredal y comunal, y otra serie de disputas relacionadas con el estilo de vida y la forma particular que nativos y los nuevos pobladores tienen de habitar lo rural.

Durante mucho tiempo se fortaleció una amplia tradición organizativa e integradora de la comunidad alrededor de las Juntas de Acción Comunal. Hoy, esta forma de asociación enfrenta dificultades relacionadas con el desinterés de los habitantes de las veredas (de manera más marcada en los nuevos residentes) o el inconformismo frente a las decisiones o gestiones adelantadas por ellas. Sería impreciso hablar de un rompimiento total de las comunidades, pero destaca la pérdida de solidaridad que hasta hace un par de décadas implicaba ser vecinos y que en el pasado permitió realizar obras que siguen siendo referentes debido al trabajo aunado que entrañaron. Actualmente, es un reto mantener vivo el espíritu de apoyo mutuo y el sentido de pertenencia por el cuidado de la vereda y la atención de las privaciones que hoy se presentan, aunque, por supuesto, están lejos de ser aquellas que movilizaron de manera amplia las comunidades hace algunos años.

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La alimentación era un poco básica pero sana y libre de venenos, fumigaciones, conservantes, colorantes y demás cosas que en la actualidad llevan muchos de los productos que compramos. Aunque los mercados y alimentos procesados, empacados o listos para el consumo han traído facilidad y comodidad en las personas, ya que no tienen que cultivarlos ni hacerles el proceso de preparación, desafortunadamente estos alimentos traen graves consecuencias para el cuerpo humano, pues, en algunos casos, estos producen enfermedades e incluso la muerte. En cambio, en el pasado, cada familia tenía en su casa su huerta o siembra de alimentos como lo era el maíz, el frijol, las papas, entre otros que hacen parte de la agricultura, pero se cultivaban de manera orgánica sin que se utilizara algún tipo de fumigación en la siembra y ningún tipo de conservantes o productos nocivos para la salud, no se empleaban ni en el proceso de cada alimento ni en la siembra o cultivo de este. Cada integrante de la familia se encargaba de algo en especial en la agricultura, cada alimento, o en su mayoría, era consumido y utilizado para alimentación de cada integrante del grupo familiar. Algunos de los alimentos que se consumían eran las arepas de mote, la mazamorra pilada (se cultivaba el maíz y se procesaba de manera diferente para conseguir así las llamadas arepas de mote o la llamada mazamorra pilada), el fríjol, las guasquilas, las vitorias, entre otras. En conclusión, la alimentación ha cambiado significativamente, tanto los hábitos, como su preparación, e incluso su consumo.

Por: Mariana Villada González

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Por: Manuela Jiménez Arbeláez. Al salir a caminar oigo un susurro a mi espalda, es el campo que me dice ¡que viva la libertad! Libertad que solo se vive en un lindo campo, lleno de flores y frutas y una plena tranquilidad. Veo rosas, girasoles, turquesas y margaritas y al aspirar su dulce olor me sacan una sonrisita. También puedo observar a mis amigos vecinos que se levantan temprano a cuidar a sus animalitos. Solo gente luchadora es la que yo veo a diario que como verdaderos campesinos trabajan a pesar de su salario. No todo ha sido perfecto, pero hay que rescatar que somos un municipio lleno de variedad. Variedad en los sabores, olores y sueños, pues como lo sabemos hay miles de proyectos. Ojalá que en un futuro podamos avanzar pero no en tecnología sino en personalidad que ayudemos a la tierra, cultivemos y seamos paz, y que juntos construyamos un hermoso y grande hogar

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Para mi abuela todo antes era campo. Mi campo se ha convertido en edificios y centros comerciales con todos los coches aparcados y un sinfín de parcelaciones. Antes no había más que huertas y, como mucho, un poco más al fondo un caserón destartalado que pertenecía a una familia que vendió sus tierras y se fue. La abundancia de terreno sin asfaltar permitía que de niños “pudiéramos correr por la calle jugando a la pelota sin tener que estar pendientes de los carros” y la baja densidad de población hacia posible que la gente dejara la puerta abierta de sus casas porque todo el mundo se conocía y no había peligro. En el campo se podían ver las más variadas cosas, desde gritar y rodar por una manga, a ir tras el arado de las mulas, y cuando no se podía arar se hacían muchas otras labores manuales que eran muy necesarias para la buena marcha de una vida buena y labradora. Es muy triste ver que hoy en día nadie quiere la tierra. Por ejemplo, en mi familia cuidábamos mucho el campo, pero ahora el que lo cuida, lo hace por interés monetario. Si hay presupuesto se cuida, si no que quede feo, contaminado y lleno de cosas malas. Son muchos factores que me deprimen por ver esta situación así, me duele el campo, me duele la vida pero más me duele esta población de víboras destructoras y modernizadas.

Por: Manuela Jiménez

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María Celina muñoz es una señora de 86 años, perteneciente al sector del Ojo de Agua, toda su vida ha habitado allí. “En general el sector de ojo de agua siempre fue un buen punto para la cultivación de papa y maíz, mi esposo era en gran parte el dueño de este espacio; el junto a sus hermanos y familia se encargaban de mantener la agricultura siendo esta para el consumo de la casa y cada fin de semana sacaba un puesto en el pueblo para vender su producción”. Con respecto a lo que nos contestó, quisimos preguntar ¿por qué no siguieron cultivando? ella nos responde: “la agricultura siempre ha sido muy mal remunerada y de acuerdo a esto fue más fácil vender algunos terrenos”. “Mi esposo y yo no teníamos los recursos suficientes para que nuestros hijos tuvieran una buena calidad de educación puesto que él era el único que trabajaba mientras que yo me encargaba de las labores de casa, y, como dije anteriormente, la agricultura no fue, ni es bien remunerada; y con respecto a los terrenos que vendimos en realidad no era tanta plata en aquel tiempo, y esta misma fue establecida para la subsistencia de la familia mientras que mi esposo en aquel tiempo estaba enfermo”. “Respecto al sector que hay ahora y el de antes hay una gran diferencia y en realidad no sé si todo sea bueno o malo, tal vez todo ha cambiado porque de una u otra forma la vida evoluciona cada vez más, es triste pensar que aun la agricultura está en el mismo punto bajo siendo así un trabajo muy mal recompensado y para más tristeza es una labor bastante bonita pero dura. De esta forma y volviendo al tema, eso ya ni me compete porque todo lo que era agricultura, largas y bellas siembras, ahora son casas y tierras que cada vez son más grandes pero más pobladas he invadidas”.

Por: Kelly Villa Castañeda y Baleria Jaramillo.

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Bibliografía Acueducto, A. (2018). Gestión comunitaria del agua, patrimonio social y cultural de nuestras comunidades (1ra ed.). El Carmen de Viboral: Asociación de socios del Acueducto El Cerro - Samaria. Betancur, F. A. (2001). El Carmen de Viboral 1850-1950. Una historia local. (1ra ed.). El Carmen de Viboral: Sin publicador. Betancur, J. (1964, July 18). El Carmen, población que trabaja y progresa. El Obrero Católico. No. 1894., p. 9. INER, CORNARE, Arcila, M. T., & Villegas, L. (1993). El Carmen de Viboral, Antioquia. (H. Henao Delgado, Coord.) (1ra ed.). Medellín: INER. Restrepo, A. C., Giraldo, A., Betancur, F. A., Pareja, J. I., Pérez, L. de J., & Giraldo, M. (2002). El Carmen de Viboral: su territorio, sus pobladores y sus relaciones. Vol. II (1ra ed.). Bogotá: Centro de historia de El Carmen de Viboral. Tobón, A., Restrepo, A. C., Giraldo, A., Arbeláez, B., Betancur, F. A., Muñoz, I., … Castañeda, M. (2002). El Carmen de Viboral: su territorio, sus pobladores y sus relaciones. Vol. I (1ra ed.). Bogotá: Centro de historia de El Carmen de Viboral. Trujillo, A. (2018). Entre el río y la montaña los hombres cantan para espantar la guerra: caminando por las trochas de las músicas campesinas de El Carmen de Viboral, Antioquia (1ra ed.). El Carmen de Viboral: Rocco Gráficas.

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Créditos Administración Municipal El Carmen de Viboral “Territorio de Vida y Paz” Néstor Fernando Zuluaga Giraldo, Alcalde Instituto de Cultura El Carmen de Viboral Maria Eugenia García Gómez, Directora Ministerio de Cultura Programa Nacional de Concertación Cultural Ángela Ordónez Velásquez, Supervisora Oficina de Comunicaciones Instituto de Cultura El Carmen de Viboral Viviana Andrea Cardona González Laura Zuluaga Mejía Diseño de piezas entregables: Fabián Rendón M. Fotografía: Juan Carlos Guillermo Federico Rey Sabogal Ilustraciones: Manuela López María José Silva Mariana Villada González Oficina de Turismo Instituto de Cultura El Carmen de Viboral Jeniffer Ramírez Betancur Hugo Fernando Trujillo Alzate Verónica Marín Institución Educativa Santa María Arturo Gómez Alzate, Rector Jorge Iván Salazar, Coordinador John Franklin Bolivar, Docente

Equipo investigador Guillermo Federico Rey Sabogal Julián González Ríos Edición de textos Juan José Ossa

Estudiantes

Grado octavo José Manuel Cardona Valencia Dahiana Castañeda Muñoz Manuela López Tejada María José Silva García Paola Bedoya López Thomás Osorio Giraldo

Grado noveno Anitichely Estrada Osorio Baleria Jaramillo Zuluaga Daniela Villada Daza Isabella Portillo Lozano Kelly Alzate Jaramillo Kelly Villa Castañeda Leidy Paulina Castro Castañeda Manuela Jiménez Arbeláez María Fernanda Restrepo Guerra Mariana Villada González Ximena Osorio Arbeláez Grado décimo Angie María Valencia Vargas Juan Esteban Parra María José Valencia Cardona Valeria Posada Castañeda

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Agradecimientos Arnobia Arcila Horacio González Álvaro Castañeda Amparo Otálvaro Olga Otálvaro Carlos Palacio Ramiro Castañeda Blanca García Blanca Inés Jaramillo Graciela Castaño

A los presidentes de las Juntas de Acción Comunal Luis Henao, Guamito Wilfer Cifuentes, Quirama Carlos Mario Hernández, La Milagrosa Argemiro Jaramillo, Samaria Noé Hernández, El Cerro Carlos Valencia, Aguas Claras Tiberio Jaramillo, La Sonadora A la comunidad en general Arturo Jiménez Cardona Mauricio Tabares Carlos Castro Nohelia Valencia María Eugenia Giraldo María Celina Cardona Jesús Aníbal Castro Lázaro Baena Clara Ríos Echeverri Angélica Valencia Ezequiel Tamayo Lina Marcela Lotero Maruja Vargas Toño Cifuentes Carlos Osorio Gerardo Martínez Francisco Martínez Argemiro Aristizábal Alfonso García Daniel Vargas Rosalba Valencia Tiberio Jaramillo Fabiola Zuluaga Antonio Gómez Efraín Zuluaga

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