Análisis del ecosistema brasileño de iniciativas político-electorales
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INTRODUCCIÓN
n marzo de 2016, en medio a la turbulencia política causada por la destitución (o el “impeachment”) de la entonces Presidenta Dilma Rousseff, un grupo de activistas se reunió en un espacio colectivo en Sao Paulo para discutir las elecciones que ocurrirían en octubre del mismo año, precisamente 6 meses después de aquel primer encuentro.
Hasta este punto no hay novedades. Las reflexiones y las decisiones que se tomaron a partir de ahí fueron las que dan a ese tipo de movimientos una perspectiva diferente de lo que conocíamos. ¿Cómo organizarse? ¿Por qué no participar dentro de un partido político? ¿Cuál es el mejor tipo de apoyo que se puede brindar a los candidatos que se busca elegir? ¿Cómo brindar ese apoyo?
La convocatoria se hizo vía Facebook, en un post que convocaba aproximadamente a 40 activistas de la ciudad y los apuntaba como la Bancada de los sueños para ocupar la Cámara de Concejales de Sao Paulo.
¿Es posible (legalmente hablando) hacer campaña por candidatos de distintos partidos? ¿Cómo hacer campaña electoral con casi nada de dinero (y ¿de dónde podemos sacar el poco dinero que necesitaremos)? Si no es un grupo, y tampoco es un partido, organización o empresa, ¿cómo llamar a lo que se estaba conformando?
El diagnóstico político realizado en la reunión ya lo habían hecho algunos grupos de otras generaciones antes. Por un lado, la conciencia de que los activismos chocan sistemáticamente con la política institucional, que se muestra incapaz de responder a las aspiraciones colectivas cotidianamente generadas por la sociedad civil. Por el otro, la percepción colectiva de no sentirse representado por la clase política, reforzada por la vergüenza sentida al asistir la votación del “impeachment” de la Presidenta algunas semanas antes.
Fue al intentar responder a esas preguntas que surgió la Activista; un movimiento político independiente, voluntario y pluripartidista que tiene como objetivos elegir activistas para el poder legislativo en Sao Paulo, innovar en la forma de hacer política y volver pedagógica la política para el ciudadano común. Durante los siguientes 6 meses, la Activista movilizó voluntarios y trazó un plan de acción para fortalecer con ímpetu y consistencia a los 8 activistas a los cuales se decidió apoyar en las elecciones de 2016. No fue un movimiento de masas, aunque su grupo fundador, con cerca de 40 personas y su núcleo más comprometido de 15 personas logró movilizar cientos de otras personas de
La solución parecía obvia: “Nosotros, activistas, necesitamos “ocupar la política” institucional, y el camino es organizarse para disputar las contiendas electorales”. La pregunta que siguió fue a la vez obvia e incómoda: “¿Quién de los aquí presentes tiene el coraje de lanzar su candidatura?”
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