Revista Ecología & Desarrollo N°4

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Sin ánimo de alarmar, estamos convencidos que nuestro querido planeta Tierra se encuentra en un estado de emergencia ecológica. Y ante situaciones de esta naturaleza creemos más que oportuno “desideologizar” nuestros pensamientos y acciones con el fin de trabajar unidos por un mundo más natural. Gracias al aporte de proyectos e informes de personalidades de la vida política argentina, organismos gubernamentales, independientes, etc., se abre este espacio en donde no se mencionará la extracción política de los participantes, sino que se bregará por el acceso hacia una forma de POLITICA PURA E INTEGRAL. Por razones de espacio y debido a la extensión de los trabajos recibidos se publicará parte de ellos, sin que por este motivo se pierda su contenido esencial.

Ruralizar la urbanidad 1. Desde el advenimiento de la modernidad capitalista occidental, como paradigma de estructuración de las sociedades y como modo de relación de los seres humanos entre sì, con la naturaleza, y con los medios de producción y reproducción de la vida; y más particularmente desde la revolución industrial, se viene produciendo un tipo de ciudad en el mundo, una urbanidad concentrada que tiene como punto de partida la expropiación, la migración forzada y el vaciamiento poblacional del mundo rural. Los campesinos son expulsados y se les expropian las tierras, que se destinaron a la ganadería ovina extensiva, sustituyendo a los huertos y granjas para el autosustento alimentario e intercambio local de excedentes. Toda esta población es arrojada a las ciudades, sólo con su prole (de aquí la palabra “proletariado”), dueña únicamente de su fuerza de trabajo, la que, para sobrevivir, tienen que vender por un salario a los patrones capitalistas, que son quienes organizan la producción a escala industrial. Estos proletarios, hacinados en las ciudades y suburbios, concentrados en fábricas, realizan un tipo de producción fraccionado y repetitivo, perdiendo su relación y contacto con la naturaleza y con el proceso productivo y productos finales. El capitalismo conlleva una lógica concentradora: de capitales y medios de producción; de materias primas e insumos; y de mano de obra y fuerza de trabajo humana. En Argentina, màs tardíamente, sucedió un proceso similar, con las grandes migraciones hacia las metrópolis a partir de la década del 30 y 40. Hoy son la soja o la minería las que cumplen esa función expulsiva que en la Inglaterra del capitalismo originario cumplió la ganadería ovina. Esto expulsa población de las áreas rurales y semirurales, vacía el interior del país, y amontona la población en la región metropolitana, el AMBA, gran Rosario, Córdoba, Mendoza, Resistencia, y otras capitales de gran crecimiento.

Por Pablo Bergel Sociólogo, diputado de la CABA Presidente de la Comisión de Cambio Climático y Vicepresidente de la Comisión de Ambiente de la Legislatura Porteña. Tel.: 4338-3066

2. A todos se nos ha vendido y hemos incorporado a nuestro sentido común y a nuestra cultura, que este tipo de ciudad, de urbanidad y este modo de vida son los únicos posibles. La compensación, el premio y el éxito se orientan al hiperconsumo. La promesa es vivir un poco hacinado, tener algunos embotellamientos de tránsito, tener que viajar dos horas apretado en un tren, pero a cambio uno se puede comprar un plasma, ir a un Shopping; así el verdadero espacio de libertad pasa a ser el Shopping. Este modo de vida, la ciudad moderna que conocemos, y Buenos Aires como ejemplo de ella, no cabe duda que ha dado enormes beneficios hacia un salto en un desarrollo civilizatorio de la humanidad, en muchos aspectos, en la ciencia

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moderna, en la salud y prolongación de la vida, en la sociabilidad, en la creación cultural e intelectual, pero también trae enormes tragedias: empobrecimiento, hacinamiento, formas degradadas de vida. Este paradigma urbano y metropolitano ya hace tiempo que ha tocado su límite y debemos pensar nuevas formas de urbanidad. No se trata de volver atrás 500 años en la historia y regresar a las comunidades primitivas o medievales precapitalistas. La historia es irreversible y tiene saldos beneficiosos; pero sí tenemos que tener conciencia de que esta forma de urbanidad ha llegado a su límite y no es posible continuarla, por razones de capacidad física, energética, estructurales, sociales y culturales. Esta urbanidad ya se tornó anacrónica; subsiste por inercia social y cultural, y por los intereses del capital que la impulsan. 3. Pero esta urbanidad capitalista en crisis terminal, así como es el resultado de un proceso històrico, puede ser cambiada por otro paradigma de urbanidad y civilización, siempre que haya fuerzas sociales dispuestas a impulsarla. “Ruralizar la urbanidad”, tiene que ver entonces con pensar, planificar e impulsar colectivamente desde la sociedad y el estado, un modelo de ciudad y de país diferente. Esto lleva implicado un doble movimiento: por un lado, repoblar el territorio nacional mediante la generación de 100 o 200 polos rurubanos, de hasta doscientos mil habitantes; volver a ocupar demográfica y productivamente el territorio con los beneficios de la civilización urbana, pero con escalas y tamaños que permitan una reconexión de los humanos con nuestro entorno natural, con la producción local en cercanías de nuestros lugares de vivienda, de los alimentos frescos y de los productos de necesidad de consumo directo. Todos los productos que sea posible dada la disponibilidad y calidad de la tierra, el agua, sol, capacidades laborales, tecnologías. Hoy en


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