12
ana pagola Además de una notable actividad como pintora, la portadista de este mes gestiona un interesante espacio creativo en el número 61 de la Calle San Fermín en el Segundo Ensanche. Háblanos un poco de tu trayectoria... Después del primer ciclo de económicas en la UPNA salí escopeteada a Barcelona a estudiar Bellas Artes. Durante la carrera estuve trabajando en cine, televisión y publicidad como ayudante de atrezzo y vestuario mientras me especializaba en pintura. Después, sin dejar de pintar, hice el doctorado y al terminar, en 2010, volví a Pamplona y alquilé mi primer estudio en la plaza San José, hasta este año, que cambié a la calle San Fermín. Durante estos diez años me he dedicado exclusivamente a mis proyectos y a exponer. He expuesto en México, Colombia, Francia y en distintas ciudades de España. También he pasado temporadas en Berlín, México, Dublín y Francia. Ahora estoy en mi nuevo local que, además de estudio de pintura, funciona como una especie de coworking. Mucha gente te conoce por esos cuadros tan divertidos en los que homenajeas a Velázquez a la vez que tomas elementos del Pop Art... Sí, mi primer proyecto, y el más grande de todos, fue versionar de forma irreverente la obra de Velázquez. En los primeros me centré más en el personaje de la menina, explorando con elementos, telas, colores… Poco a poco fui escogiendo distintas obras, tratando de conocer más el color, las formas, la puesta en escena y, sobre todo, dándole un carácter irónico y pícaro, para expresar cómo me gusta ver la vida y lo poco que me caso con los formalismos y la seriedad. Nos gusta mucho también una serie de retratos de niños muy alejada de ese estilo... Este cambio tiene mucho que ver con un cambio
a nivel personal. Fue dejar atrás mi parte más naif, por no decir pava, para tomar conciencia de las cosas. Algo así como un sopapo de realidad. En mi segundo viaje a México, me encontré con situaciones tan desagradables a nivel humano que hasta hicieron que me planteara si merecía la pena seguir pintando en un mundo tan feo. Claro está que al final uno ve que no todo es negro o blanco. Soy una persona pasional y muchas veces voy directa a los extremos hasta que mi nervio se calma y me deja ver la infinita paleta de colores. Este trabajo es fruto de muchas emociones y sensaciones que no podía entender bien en aquel momento. A través de cada cuadro fui comprendiendo que se trataba de emociones opuestas a las que había plasmado hasta entonces a través del color. Este trabajo fue esencial para mí, supone un equilibrio personal entre mis extremos. ¿Qué clásicos del arte son imprescindibles para ti? No tengo artistas concretos, nunca he sido seguidora ni fan de nadie. Admiro, respeto, aborrezco, me aburren y me entusiasman muchos clásicos. Esto me recuerda a la madre de una amiga que decía “todos necesarios pero nadie imprescindible”. No pretendo molestar a nadie con este comentario pero dependiendo del momento a unos los tengo más presentes que a otros. Lo que sí te aseguro es que de todos siempre aprendo algo. Y no, no tengo ninguna fijación por Velázquez, simplemente cayó como víctima y he estado lo suficientemente a gusto como para seguir metiéndome con él. (risas) ¿Y si hablamos de artistas actuales? Pues te diría lo mismo, todos y nadie. Lo bueno de hoy en día es el escaparate que dan las redes sociales, si algo bueno tienen es la facilidad con la que puedes conocer el trabajo de otros artistas. Personalmente se me dan fatal y no me gusta estar pendiente de ellas pero te permiten acceder a cientos de mundos distintos al tuyo. La parte mala es que a través de una pantalla y a la velocidad que lo hacemos perdemos mucha capacidad de observación. Ahora mismo me interesa el Street Art, me gustaría aprender de artistas que trabajan un arte más social y espontáneo y conocer más técnicas.