EL MONO #81 "LIVING IN A MAGAZINE"

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Factor de impacto. Factor de impacto. Factor de impacto. Se rumorea que si dices 3 veces “factor de impacto” delante de un espejo se te aparece el Ministro de Ciencia e Innovación y te concede un Juan de la Cierva. Pero luego resulta que por un fallo administrativo no te lo pueden pagar hasta 2025. El factor de impacto es algo que trae por la calle de la amargura a la gente que hace ciencia. A mí se me atragantó bastante durante mis años mozos, cuando crecía plantas de guisante en hidropónico y hacía western blots a cascoporro en el Instituto de Agrobiotecnología de Mutilva. Ese numerito de marras es muy importante para la carrera investigadora porque define la calidad de las publicaciones científicas. Pero para entender esto primero tendríais que saber qué carajo son las publicaciones científicas.

Estas revistas no son todas iguales. Unas valen más y otras menos, según las veces que se citen los artículos publicados en ella. Sí, esa es otra, en un artículo científico debes citar y referenciar cada una de las fuentes en las que basas tu trabajo. No puedes poner “Miami me lo confirmó” ni “Lo dice Txumari Alfaro”. Si un artículo se cita mucho —el sueño de todo científico— aumenta el factor de impacto de la revista que lo ha publicado. Es como cuando tienes muchos likes o te retuitean a saco en redes sociales, que suben tu prestigio y tus seguidores. El factor de impacto de una revista tan top como Nature es de 16,3 mientras que Biomedical Microdevices tiene un factor de impacto de 2,3 (datos de 2018). La diferencia es notable. Si publicas en revistas de factor de impacto alto tendrás más posibilidades de acceder a subvenciones, proyectos, becas… Para seguir publicando. Y seguir publicando. Y seguir publicando. Esto se conoce como Publish or perish o “Publica o muere”, un tema no exento de controversia que últimamente está suscitando un debate muy interesante. A raíz de esta manera de hacer ciencia surgen las indecencias: revistas que te cobran por publicar, por consultar artículos — gracias, Alexandra Elbakyan, eres la Robin Hood de la ciencia—, que inflan su factor de impacto con artimañas… Por suerte gran parte de la comunidad científica ha comenzado a poner en duda este sistema injusto. Y cada vez somos más. La ciencia requiere sus tiempos para reflexionar, pensar, crear, equivocarse y volver a levantarse, y la calidad de una investigación no puede definirse por un maldito número que sólo provoca pesadillas, depresiones y disgustos. Science is not a number!

eljardindemendel.wordpress.com

La ciencia avanza porque los investigadores publican los resultados de sus experimentos en revistas de manera más o menos periódica: cuantos más artículos publiques mejor, no sabéis qué estrés. Pero la Cuore o la Super Pop no valdrían, debes publicar en revistas científicas como Nature, Science, The Lancet, o Astronomy & Astrophysics. Estas revistas se conocen en el mundillo como journals y si un hallazgo no se publica en ellas no se considera que tenga validez científica. Para que estas revistas te publiquen un artículo debe pasar un proceso llamado “revisión por pares” o peer review, que es un filtro complicado de pasar. A través de este sistema, especialistas en el tema sobre el que vayas a publicar critican tu trabajo con el objetivo de asegurar su calidad. En resumen, si no pasa el filtro no se publica. Esto pasa más de lo que imagináis y es motivo de numerosas crisis

nerviosas, ansiedad y depresión. Pero ese es otro tema.


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