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En estos 6 años de librería en la calle Zapatería son muchos, muchísimos, los libros que han pasado por nuestras manos. Miles de libros que han tenido una segunda, incluso tercera, cuarta o quinta oportunidad. Facilitar el encuentro entre los libros que ya llevan demasiado tiempo cerrados y las personas que tienen ganas de devorarlos es la parte más gratificante de nuestro trabajo. Aunque las muestras de alegría por encontrar libros largo tiempo buscados casi siempre son verbales, hay quien, saltándose todas las normas de contención emocional, ha dado saltos de felicidad. De esto hablaremos hoy, de momentos maravillosos, personas y detalles que hacen mejor nuestro día a día. Entre la muy variopinta clientela, tenemos a E., siempre pendiente de que no falten flores en nuestro jarrón, a T., que no duda en traernos el almuercico cada vez que pasa por aquí, a I., de cuyo horno salen los mejores bizcochos y pastas que hemos probado y a P., que nos provee de rica verdura de la huerta ribera cada vez que pasa por el pueblo. También tenemos a L., que no olvida nuestro cumpleaños y siempre tiene algún detalle. Pero no solo el estómago, también nuestro espíritu se llena con otras anécdotas. ¿Os imagináis ir a una boda y que el regalo recuerdo sea un libro? Pues eso decidieron una pareja que pasó por la librería hace dos veranos, entre ellos y nosotras hicimos una variada selección. También nos gusta pensar en esa profesora que compra libros para regalar a sus alumnos. El último día de clase, junto con las notas, les da el libro que ha elegido especialmente para cada uno de ellos y les dice “creo que te gustará”. A quienes ponen en tela de juicio nuestra honradez y señalan que hemos contado un libro de menos cuando se los compramos (recordad que pagamos 20 céntimos por libro y que sí, a veces con las prisas nos equivocamos), les diremos que, una vez, aparecieron 1.000€ dentro de un libro, cual marca páginas y no dudamos en devolverlos. Si hubiésemos querido vivir del timo habríamos abierto un banco, no una librería de segunda mano.
- RE-READ IRUÑA Pero sin duda las situaciones más curiosas se dan en las casas a las que acudimos cuando el volumen de libros que se va a retirar es grande. Aquí ya pasamos a situaciones más delicadas, no son pocas las veces que hemos estado en casa de alguien que ha fallecido y están vaciando el piso. Retirar los libros es una parte más del duelo. Hemos estado en bajeras, trasteros, casas minimalistas, casas laberínticas y en casas abarrotadas de cosas, donde teníamos que retirar figuritas, fotos y múltiples objetos con su correspondiente polvo acumulado para acceder a los libros. También nos hemos encontrado con quien guardaba cada libro en una funda de plástico para que no se deteriorasen. Suele coincidir que no solo se están quitando los libros, también muebles y demás objetos y, como recicladoras compulsivas que somos, más de una vez nos hemos ido con los libros y una silla o un atril o una lámpara o con la figura de porcelana de Pippi que ahora nos acompaña en el mostrador. También hay que decir que hemos pasado un poco de miedo, como con aquel gato que se volvía loco cada vez que oía el ruido de la cinta de embalar y no dudaba en atacar al enemigo. ¡Ni su dueña podía controlarlo! También nos hizo sentir muy incómodas una pareja que discutía todo el rato, ella quería que nos lleváramos los libros, él no. Apunto estuvimos de irnos. Luego están los relajados, los que nos dejan las llaves de su casa y se van a tomar un café o incluso se echan la siesta en el sofá mientras trabajamos. Y por tener, tenemos hasta superhéroes de carne y hueso, “Salvadores de Libros”, J. y J. que, sin conocerse entre ellos y desde el principio, aparecen cada semana en la tienda con libros que han rescatado de la basura. Increíble pensar en los libros chulísimos que nos han llegado así. Vamos, que no nos aburrimos. Y tampoco, como piensan algunos, que montamos la librería para leer mientras trabajamos. ¡Ja! Nuria y Sole.