T E M A
D E L
M E S
Todo pasó en los noventa L
os noventa fueron una década intensa, como todas; de grandes cambios, como todas; pero, eso es cierto, quienes entonces despertamos a la consciencia percibíamos un hálito que lo impregnaba todo. El siglo xxi asomaba ya su cresta y el intensísimo siglo xx se agotaba. A la vuelta del cambio de siglo, se decía, una catástrofe cibernética se agazapaba para colapsar las bolsas de valores de todo el mundo, estrellar aviones en vuelo y resetear los sistemas de cómputo. Nada de eso ocurrió, lo que no dejó de influir en la sensación de que algo más grande que nosotros mismos estaba por morir y algo desconocido estaba por nacer. Noticias de los noventa En esta década la literatura se ensanchaba. En ella se publicaron algunas de las obras que, andando los años, definirían -y definenel consumo de los lectores de estos días. Esto es notorio desde la publicación de los primeros libros de la serie Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, hasta la aparición de Harry Potter. Así, durante los noventa se fraguó buena parte del catálogo de gustos masivos de la actualidad. Sin embargo, detrás de los castillos y las criaturas fantásticas, el runrún del desengaño se materializaba en libros virulentos, con la sonrisa ladeada y furiosamente críticos de una particular visión edulcorada del mundo y sus avatares. De pronto, el “héroe” unidimensional, muy bueno e irreprochable colgó la armadura y abrazó el descontrol, se rió de lo que lo rodeaba, se drogó hasta las cejas y se preocupó por su salud mental, o simplemente por ir bien vestido. Cuatro libros que sonríen torcido Una historia sin fin. Fue en los noventa cuando las delirantes aventuras literarias tuvieron oportunidad de concretarse. Ahí estuvo David Foster Wallace y las más de mil cuartillas de La broma infinita, una novela “infinita” -al menos para los estándares actuales leer mil cuartillas es una medida mensurable del infinito- y corrosiva. En ella, Canadá, Estados Unidos y México se han fusionado para dar lugar a un país de nombre evocador: ONAN (Organización Norteamericana de Naciones). Este súper Estado se halla bajo
asedio por una larga fila de organizaciones terroristas, entre las que se cuenta Les Assassins des Fauteuils Rollents (Los asesinos de las sillas de ruedas), quizá la más importante por su radicalidad y violencia, y quienes buscan proyectar públicamente una película devastadora pues, de tan entretenida, quien la ve sólo puede atinar a verla una y otra vez hasta la inanición: La broma infinita. Y en medio de ese mundo violento y retorcido, un personaje, Hal Incandenza, se ve gradualmente disminuido a pesar de su inteligencia genial y memoria prodigiosa. Esta novela fue un éxito de ventas; su recepción ante la crítica fue casi unánimemente favorable -algunos la describieron como “un libro de cualquier cosa”-. Tan influyente resultó que la revista Times la colocó entre las 100 obras más importantes del siglo xx. 20 miligramos de felicidad La medicina define épocas. Lo hizo cuando la penicilina revocó la seguridad de la muerte por las heridas de guerra o cuando la pastilla anticonceptiva amplió las opciones vitales de las mujeres. Algo así de trascendente logró la fluoxetina o, simplemente, el Prozac. Si bien a finales de los ochenta su producción se industrializó, fue durante los noventa que su consumo se hizo masivo, para fortuna de muchos. La llegada de la pastilla a la vida de Elizabeth Wurtzel fue lo suficientemente poderosa para dedicarle un libro completo. Wurtzel había sido diagnosticada con depresión desde pequeña, lo que no le impidió mostrar su brillantez tanto en la academia -estudió en dos de las universidades más prestigiadas de los Estados Unidos: Harvard y Yale-, como en el periodismo -en 1986 fue premiada por la revista Rolling Stone con el Premio al Periodismo Universitario-. Su testimonio sobre la depresión y el coctel de antidepresivos con los que surcaba sus dolores y angustias llevaría por nombre Me odio y quiero morir; sin embargo, su editor vio una gran bandera roja en el título y la conminó a cambiarlo. Finalmente, su diario de dolencias llevó por nombre Prozac Nation¸ un indirecto comercial, polémico y, hasta la fecha, muy popular por su estilo brutal.