Máskara. Año 2, Número 7, Julio 2021

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Ascenso al Fujiyama José Luis Akaki Blancas Médico Internista (México)

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a ascensión al monte Fuji (Fujisan, en el habla japonesa, y Fujiyama, en el habla castellana) es una costumbre centenaria en el Japón y para todo japonés es una meta a conseguir. Consideran que deben llegar a su cima por lo menos una vez en su vida, y hacen lo posible por lograrlo. El monte Fuji, el pico más alto del Japón, es un volcán de 3776 metros de altura, una pendiente de 30° a 45° y una base de 40 Km de diámetro y 125 Km de circunferencia. Su cráter, de 700 metros de diámetro y 221 metros de profundidad, presenta ocho crestas que

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rodean sus márgenes, conocidos como “los ocho pétalos del Fuji”. Fujisan, la montaña divina de la cultura japonesa, es reverenciada desde hace siglos como “la diosa del fuego”, o “la morada del fuego”. Aún hoy existe la secta religiosa de los Fujikos, fundada en 1558 por Takematsu, encargados de la vigilancia divina del Fujisan. Durante siglos, poetas, pintores y escritores japoneses intentaron aprender el espíritu de la bella montaña venerada. Las “Treinta y seis vistas del Fuji” realizadas por Katsushika Hokusai, son conside-

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radas las más famosas representaciones pictóricas del Fujiyama. La perfecta simetría de la silueta del Fujiyama es, desde hace mucho tiempo, el símbolo definitivo de la belleza japonesa. La montaña está cubierta de nieve la mayor parte del año y sus laderas bajas tienen exuberante vegetación. Fue lugar prohibido para las mujeres hasta 1868. La primera que lo ascendió fue la esposa del embajador británico en Japón. Hasta el final de la segunda guerra mundial, la cima era la meta de todo devoto seguidor del shinto.


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