Máskara. Año 2, Número 7, Julio 2021

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CUENTO

El viaje C de Nahuac Aurelio Gambirazio Keller Cirugía General

uando Nahuac emprendió el largo camino que lleva desde Cerro Blanco hacia el Bajo Caral, tuvo la sensación de que las jornadas siguientes cambiarían su rutina de poderoso señor del Valle Alto del río Supe. Como en otras ocasiones, dispuso que se haría acompañar solo por dos músicos. Esta decisión no alarmó a Jachoc, sacerdote menor responsable del culto, acostumbrado a las excentricidades de su señor. No era motivo de sorpresa para los pacíficos pobladores del valle ver pasar a tan importante personaje seguido solo por dos o tres acompañantes. El bajo pueblo había aprendido que Nahuac apreciaba la soledad casi tanto como al silencio y por ese motivo se limitaban a detener sus labores y, con la cabeza gacha, mostrar su respeto. Nahuac revisó cuidadosamente el atuendo que le había preparado Loc, su anciano sirviente. Constató con agrado que la túnica de algodón era de tejido compacto y de un tono de ocre brillante, rematada en sus extremos por pespuntes de fibra vegetal. Las sandalias, fuertes pero flexibles, tenían largas cuerdas de algodón que permitían ajustarlas hasta las rodillas. El morral, de color rojo intenso, guardaba pequeños atados de sardinas secas y saladas, lúcumas frescas, habas y un cuenco con tapa tallado en un zapallo seco que le permitía transportar agua para una jornada. El tocado de plumas de guacamayo era, tal vez, el único elemento que podía denotar el carácter principal de este viajero, quien con una leve sonrisa aprobó el trabajo de Loc.

Éste, por su parte, se cuidaba muy bien de comparar el austero ajuar de viaje de Nahuac con el de su fallecido padre, el antiguo señor de esas tierras en tiempos de mayor boato. La pareja de músicos sabía muy bien cómo comportarse durante esos viajes. Nahuac disfrutaba de la música monocorde y melancólica que producían con sus flautas talladas de hueso de ala de pelícano, y que contenían un trozo de arcilla en el fondo que servía como modulador del sonido; detalle que asignaba a cada flauta un timbre único y característico. Tocadas a dúo, resultaba una melodía bitonal que un hombre sensible como Nahuac sabía apreciar.

No era motivo de sorpresa para los pacíficos pobladores del valle ver pasar a tan importante personaje seguido solo por dos o tres acompañantes. Como en otras ocasiones, partió al alba siguiendo el sendero que llega al anexo de Peñico. El frío de la madrugada terminó de despertar a los adormilados músicos quienes tocaron una melodía semejante al canto temprano de las cuculíes. Nahuac había permanecido despierto las horas previas a

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