Nudo Gordiano #20

Page 18

Diana Guiland Mederico El sonido de los grandes cascabeles de plata inundaba el pantano y hacía ondear con levedad las hojas de los árboles. El sol estaba en su punto en medio día, aunque por la poca luz que atravesaba la corona tímida de los árboles hacía parecer que era más tarde. Se podía ver que montados en canoas y rompiendo la escorrentía, iban un grupo de personas vestidas con batas blancas impolutas y con los rostros ocultos con máscaras de luto pintadas de animales. Nadie hablaba. Todos estaban ensimismados con sus pensamientos dedicados a Jadiel, el hijo de Ariet, la tabernera, quien en contra de lo estipulado por la tradición, no estaba liderando la procesión, sino que se encontraba al final de la misma con la cabeza gacha y el rostro cubierto por una cara pintada de una tortuga de agua. A falta de otro pariente dispuesto a liderar la marcha, el jefe del pueblo, un hombre de pocas palabras y temeroso de cualquier alimaña que habitara el pantano, había tomado ese papel. En toda la marcha había apresurado a los remeros para salir lo más rápido de ese sitio. Los niños de la procesión, que por su corta edad no podían ostentar el prestigio de hacer sonar cascabeles, tenían lirios de agua y totoras en sus manos para demostrar el afecto del pueblo por el fallecido.En una canoa de menor tamaño, iba el difunto en completa soledad y amarrado a otra para que no se perdiera en el basto pantano. El cuerpo había sido envuelto en paños marrones, perfumado con jazmín con una ligera 18

mezcla de ungüentos para conservar lo máximo posible el cadáver antes de ser entregado a la tierra de la diosa Ooa. El sonido de los cascabeles se fue haciendo más rítmico y presuroso, revelando a cualquier ser vivo que la procesión estaba cerca del último lugar de descanso de Jadiel, cuya ida del mundo terrenal había sido demasiado temprano para el potencial que este demostraba. Los sepultureros comenzaron a cavar y con cada palada en la tierra blanda y húmeda, era como un clavo en el corazón de Ariet, y permaneció apartada, jadeando por el llanto que no paraba desde la salida. Se sentía tan pequeña e impotente ante la situación. La vida le daba un fuerte golpe y un escupitajo en su cara. Quería ser ella a la que iban a enterrar en ese instante o haber padecido el inmenso dolor que su hijo tuvo que pasar por esa enfermedad desconocida que apareció en el cuerpo de éste, de un momento a otro. Los cascabeles entonaron una canción de despedida del ánima del buen Jadiel, donde de vez en cuando se inmiscuían pensamientos de pena, dolor y perdones por parte de los presentes. Todos habían querido al hijo de la tabernera. Su pérdida se haría sentir por varios meses. Él siempre había tenido una sonrisa para todos y daba amabilidad a mansalva sin ningún tipo de distinción. Fue un muchacho joven, dispuesto a ayudar a cualquiera si estaba en sus capacidades y que tenía el corazón ganado de todas las chicas del pueblo, solo por su encanto y su aura gentil. Una vez hecho el hueco, con cuerdas y con la fuerza de los hombres más robustos fue


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.