Nudo Gordiano #2 - [Música y Literatura]

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[Música y Literatura]

ENTREVISTA CON ALBERTO CHIMAL

Por Brian Mendoza p. 63

EXPLORANDO EL DYLANISMO EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA Opinión por Isa Serrato p. 51

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No. 2

Septiembre/Octubre, 2018

NUDO GORDIANO Número 2: Música y Literatura

DIRECTORIO Consejo editorial: Adrián Alcántara Solar Eduardo López Albarrán

© Nudo Gordiano, 2018. Todos los derechos reservados. Revista literaria de difusión bimestral.

Enrique Ocampo Osorno Julia Isabel Serrato Fonseca

Dirección: Enrique Ocampo Osorno

Esta revista se edita desde Toluca de Lerdo, México. Contacto: revistanudogordiano@gmail.com

autor@enriqueocampo.com

Difusión: Osiris Domínguez Erasmo W. Neumann

Jefe de Diseño Editorial: Ernesto Sauce

Todos los textos e imágenes publicadas en este número son propiedad de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier medio sin el consentimiento expreso de los autores. Los comentarios u opiniones expresados en este número son responsabilidad de sus respectivos autores, y no necesariamente representan la postura oficial de Nudo Gordiano.


La Espada - Cuentos

ÍNDICE

Tchaikowskys Opfer, por Erasmo W. Neumann……………….. 4 Pauta de notas paralelas, por Ximena Candia C. …………….. 6 La muerte de Guty Cárdenas, por Omar Serrano García…… 13 El Síndrome Syd, por Gilberto Bautista……………………….. 18 Y entonces subió el volumen, por Adrián Alcántara Solar……………………………………… 25 A, por Enrique Ocampo…………………………………….…….. 27

La Lanza - Poemas Clave de sol, por Neopoeta en Viejo York…………………….. 35 Palacio de la Soledad, por Luis Ortega………………………… 37 Capriccio no. 5, por Mónica Sánchez Escuer…………………. 39 (sin título), por Alegría Agosto………………………………….. 40 Chopin, por Alfadir Mireles……………………………………… 45 Mandora, por Víctor Ruiz………………………………………… 46 Donde nadie te juzgue, por Eduardo López Albarrán……………………………………. 47

El Yugo - Opinión Un poco más sobre Bob Dylan: Explorando el Dylanismo en la literatura contemporánea, por Isa Serrato…………….……… 51

El Buey - Ensayos Preludio de la obscenidad, por Leonardo Páramo………….. 57

La Carreta - Entrevista Mirada personal: Entrevista a Alberto Chimal, por Brian Mendoza……………………………………………………………… 63

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LA ESPADA

CUENTOS


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Tchaikowskys Opfer Por: Erasmo W. Neumann

Erasmo Mónica W. Sánchez Neumann Escuer Autor de ficción. Articulista. Productor y locutor de radio. Twitter: @VonRotterdam

Tchaikowskys Opfer Por: Erasmo W. Neumann Por la mañana, el capitán Dorofeyev, del Cuerpo Especial de Guardias, confirmó el reporte de sus subordinados: había un cuerpo despedazado en un baldío de Yakimanka. ¡Triste coincidencia! A unos metros delataba un orbe férreo que el arma homicida era uno de los cañones disparados durante el estreno de Tchaikovsky la noche anterior. Con todo Moscú apiñado al otro lado del río con motivo de la Exhibición y el concierto, buen lugar y momento eligió el infeliz para pasear. Tras ordenar el levantamiento de los restos, y más por un genuino deseo de fastidiar que por deber, fue el capitán en busca del compositor. Lo encontró en el Yar, como esperaba. Bebía un té sin más compañía que sus cavilaciones, una sombra pesimista en sus ojos. Tomó asiento frente a él sin avisar e, indiferente a la sorpresa de su intromisión, le dijo lo ocurrido. Tchaikovsky, quien no gustaba de la Guardia y su afán por husmear en su vida, se limitó a escuchar, cabizbajo. Mas conforme el hombre hablaba, la sonrisa bajo su bigote se borraba para dibujarse, discreta, en labios del músico. —¿Acaso le parece gracioso? —le reprochó el uniformado.

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Por toda respuesta, el compositor colocó un billete sobre la mesa y, como Napoleón, emprendió la retirada. Ya en la puerta se detuvo y, de espaldas al comedor, impuso su voz al cuchicheo: —¡Es una espléndida ironía, capitán! ¡Lo único que le faltaba a esa obertura del demonio era un muerto! ¡Que tenga buen día! Con este deseo se echó el sombrero a la cabeza y salió de ahí. Aún en la mesa, Dorofeyev se rascaba la nuca, incierto del motivo de aquella repentina alegría

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Pauta de notas paralelas Por: Ximena Candia C.

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Ximena Candia C.

Soy psicóloga clínica, vivo en las afueras de Santiago de Chile, cerca de paisajes de cordillera. Comencé a escribir cuentos este año, cumpliendo un anhelo postergado por mucho tiempo. Este es el segundo que se publica en una revista literaria digital. Me encuentro en etapa de exploración de estilo, temáticas y voces. Publico cuentos en un blog y participo de un taller literario. La convocatoria de literatura y música me atrajo de inmediato porque la vida de muchos transcurre con una banda sonora que fusiona palabras y melodías. De algún modo la música potencia las palabras y encapsula de un modo atemporal las emociones. Transporte directo a los recuerdos y fantasías.

Pauta de notas paralelas Por: Ximena Candia C. Nota de Nudo Gordiano: Este cuento menciona 13 canciones que representan las emociones descritas. La lista pública de Spotify se encuentra disponible en https:// open.spotify.com/user/hxbr9dxckrw27kxhcghuckhue/ playlist/1xMcttziO5hK00glESWF6p

Beached, de Orbital (1). Comienza suave, anticipando una subida de ritmo. Como quien se prepara para recorrer, a buena velocidad, una autopista sin rumbo definido. El ritmo invita a moverse. Es una secuencia de pocas notas, con el clásico punchi punchi de la música electrónica bailable. Pero algo tiene; la letra recitada por DiCaprio, tal vez la asociación con la película. Escucha una y otra vez la misma canción, ya puede hacer calzar su voz con la de DiCaprio, cuando dice “Hit me”. Eso -una experiencia que golpee- pensó. Deja fluir su imaginación y conduce, como cada día, hacia su trabajo. En un semáforo en rojo, comienza a pensar cuál sería una experiencia que la golpeara ¿cambiar de ciudad? ¿de trabajo? ¿de hábitos? No era fácil pensarlo a los 45 años.

Blog: nopoderdecir.blogspot.com

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Especialmente cuando se ha alcanzado, punto por punto, la anhelada estabilidad descrita hasta la saciedad en checklists, por quienes dictan lo que se debe hacer en una vida correctamente vivida. La última parte de la canción no le gustaba mucho: la clásica moraleja que trae el que se ha ido de buena juerga y luego dice “no lo hagas, el cambio está en tu interior”, ¡pff! Qué detestables le parecían esos discursos que se repiten, conversación tras conversación, en reuniones de amigos, celebraciones familiares, reuniones de apoderados. Esas leyendas de quien se fue por el mal camino y sufrió toda clase de desventuras por hacerlo. Se imaginaba una pequeña aldea en donde los habitantes se controlaban unos a otros a través del miedo. Lago en el Cielo, de Cerati (2). El solo de guitarra es, sin duda, uno de los momentos iluminados del artista. A pesar de poder ser categorizado como un tema rock, tiene algo de melancólico en su cadencia y su letra. El clímax está al final. La espera por él genera expectativas cumplidas de sobra. La letra, un tanto críptica, tenía un par de versos que se repetía durante el día; “vamos despacio para encontrarnos, el tiempo es arena en mis manos” y más tarde otro “sentir lo que nunca sentiste”. Ahí estaba la fascinación por esa canción. Por lo pronto, sabía que se demoraba 3 Lagos en el cielo para llegar desde Plaza Egaña hasta Av. Colón a esa hora de la mañana. Por un tiempo, ese fue un ritual. “Vamos despacio para encontrarnos”, podía ser alguien o algo. Recorría su entorno o sus posibilidades y no hallaba nada que pudiera asociar con la canción. Como cada día, llegaba a su trabajo, recibía el saludo del guardia y de quienes habían llegado antes a sentarse en la gran sala dividida en cubículos. No le gustaba particularmente ese diseño. «Se acabó la música», pensaba. Como sea, se las arreglaba para tener de fondo algún aparato para escuchar algo en su espacio, aunque tuviera que bajar el volumen cada vez que era requerida.

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Rain Song, de Led Zeppelin (3). Violines, guitarra. Por un buen rato una balada suave y de pronto en los sones de batería varía la intensidad, hasta alcanzar un punto cúlmine que suma guitarra, batería y la voz de Robert Plant, justo con los versos de: Hey, I felt the coldness of my winter
 I never thought it would ever go
 I cursed the gloom that set upon us, but i know that I love you so Cuando escuchaba esta, simulaba tocar la batería. Esta canción le parecía un buen recorrido por las emociones, de eso se trataba, las estaciones como metáforas de ellas. Se sentía pegada en el verano. Tanto sol, el invariable sol. Quería que algo cambiara, unas pocas nubes, algo de viento, idealmente una lluvia intensa, aunque fuese breve. Tenía la música indicada para ese anhelo de tormenta. Su teléfono contenía todas las canciones que necesitaba. Podría buscar más si fuera necesario. Invierno Porteño, de Astor Piazzola (4), esa combinación de ritmos, velocidad, intensidad de cuerdas, piano y bandoneón. Un paseo por armonías cambiantes, a ratos de aguda presencia y otras de suave caricia al oído. Eso era; se parecía al paseo por las emociones que buscaba. Desde Vivaldi se asociaban, en la música, las emociones y las estaciones del año. Tal vez antes, pero eso era lo que conocía. Piazzola era lo más parecido a lo que quería que fuera su vida ahora: intensidad, cambios inesperados, ansiedad, ratos de calma, de espera y tormenta, mucha tormenta. Podía pasear por horas escuchando al maestro. Una tormenta como la que describe Murakami en Kafka en la Orilla, la que cambia de dirección persiguiéndola a una. Los violines de Piazzola suenan a suspiro, a llanto, a abrazos, a besos y a gritos en esa zona emocional inespecífica del dolor y el placer. Según el tráfico, alcanzaba a escuchar más o menos canciones, conocía los números de sus favoritas en las playlist que construía cada cierto tiempo.

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Stop Loving You, de Toto (5), tan típicamente ochentera. Los compases simulan a ratos una cabalgata, la melodía y los agudos parecen ir aumentando en velocidad y altura. La batería sobresale por el resto de los instrumentos con una fuerza que energiza el aire por donde circula el sonido. Hacía poco que había puesto atención a la letra; habitualmente se dejaba llevar por el ritmo y esta canción casi la hacía bailar en el auto. De pronto escuchó: times passes quickly and chances are few, y otras frases sueltas Funny how a look can share a thousand meanings You're never really sure what someone else is thinking
 Someone's broken something new, another altered point of view
 Just a certain someone's conscience playing What lives inside the wind that cries her name
 Tried to catch a shooting star, what seems so close can't be that far
 I'm living in a dream that's never ending. Todas esas frases trasuntaban la ansiedad de quien ama y no sabe qué pasa por la cabeza del otro ¿qué siente? ¿Qué hace? ¿Estaremos juntos algún día? Y de pronto pensó que podría poner un rostro, un alguien a sus canciones; podía inventar un nombre, un carácter. Escuchar canciones se volvió entonces un viaje fantástico. Cada día inventaba un detalle, un episodio a la historia. Diálogos imaginarios, situaciones que resolver. «No pararé hasta que deje de amarte”» ese sería su lema, la frase del coro de la canción.

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Lover, You Should´ve Come Over, en la versión de Jamie Culllum (6), tiene el tempo que la nostalgia requiere, la voz e interpretación de Cullum llenan de sentido la letra, y la musicalización casi minimalista da aún más fuerza a las emociones que lo que los versos describen. La cadencia de un blues es fortalecida por un piano respetuoso y unos platillos que hacen florecer la melodía. Con esta canción lo llamaría, le haría saber que quería estar con él en alguna instancia de la vida, el título era sugerente y la letra no daba lugar a dudas de su deseo de estar con él: But tonight you're on my mind so You'll never know; Broken down and hungry for your love With no way to feed it” No era muy sutil, pero las letras de canciones no tienen por qué serlo. La cantaría muchas veces hasta que él escuchara. También recurriría a Thinking About You, original de Frank Ocean, pero para su gusto, mejor interpretada por Jamie Cullum (7) en sus sesiones de improvisación. Le diría que lo recordaba mucho, independientemente de lo que estuviera haciendo. Cuando él escuchara su llamado, al fin, después de tanto, lo estaría esperando con Llegaste, de Cerati. Una melodía suave, acogedora y sin palabras. Así sería con él. Lo abrazaría y atesoraría cada sensación en los momentos en que estuvieran juntos. La melodía envolvente le haría vivir sin prisa una historia que, por improbable, debía ser breve. Por supuesto estaría Piazzola siempre presente. Intensidad, temor, pasión y dolor. Receta infalible para el caos emocional que sobrevendría. Sería el marco musical perfecto para encuentros, desencuentros, cercanías y distancias. Soledad (8), Romance del Diablo (9) y Oblivion (10) eran solo algunas que incluiría.

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Había que buscar canciones para la despedida, hay tantas que es difícil escoger. Leaving Me Now, de Level 42 (11), puede ser una de las mejores. Es la melodía que permite saborear la amargura de la despedida, con una letra expresiva e inteligente. Tiene el melodrama justo. Y aunque fuera ella quien decidiera que no había que seguir, lo sentiría como un abandono, porque él tendría que estar de acuerdo y no haría nada para revertir la situación. «Así, la historia se vuelve civilizada y creíble», pensaba mientras armaba el playlist. Otra canción, igualmente sensible y racional es Amar y Dejar Partir, de Pedro Aznar (12), la melodía perfecta para llorar sin aspavientos y tratar de alcanzar consuelo. Unos versos dulces y que interpretarían sus sentimientos en el momento de la despedida: Cuando no estés
 serás una sed
 hebra de luz
 en mi ser
 tu ser Y la esperanza de no ser nada para él una vez que todo hubiera terminado; el anhelo de ser recordada, Cuando no esté
 me harás florecer
 en tu recuerdo
 y seré
 seré Ciertamente, ella sería quien recordaría más, porque su metabolismo de pérdidas tenía fallas estructurales, él estaría bien en un breve plazo. Ella no, cuando la tristeza fuera demasiada, escucharía Sanar, de Jorge Drexler (13), tratando de recordar que así sería inexorablemente. Un día dejaría de llorar, los recuerdos se harían menos vívidos y el tiempo sería el verdugo de todas sus emociones. “Cuando menos lo esperes, tu corazón va a sanar”

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Terminó las compras del supermercado, las puso en el auto y desconectó su playlist. Lloró desconsoladamente, sin tener claro por qué. Se repuso, se fue a su casa y, cuando llegó, saludó a su marido, 3 hijos y las mascotas, todos felices por su llegada. Otra música sonaba

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La muerte de Guty Cárdenas Por: Omar Serrano García

La muerte de Guty Cárdenas

Omar Serrano García

Por: Omar Serrano García 5 de abril de 1932.

Omar Serrano García (Ciudad de México, 1993) es licenciado en Letras Hispánicas por la UNAM. En la misma institución ha colaborado como profesor adjunto. Junto con Pável Granados, ha escrito textos para la SACM y la Fonoteca Nacional. Publicó su primer cuento la Antología Cuentos desde fondo… (Monosílabo, Ciudad México,2018) compilado por maestra Claudia Fulgencio.

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Amante de la música popular mexicana (desde la trova, los boleros, las rancheras) y un obsesivo caminante de la Ciudad de México. Disfruta las buenas bebidas, las largas caminatas y las conversaciones que no acaban.

Aquel día de abril, Guty Cárdenas, el popular cantante y compositor yucateco, salió de la XEW luego de grabar su más reciente tema, una canción popular mexicana llamada “Piña Madura” a la cual había agregado algunos arreglos para otorgarle su particular sello personal. Era un día soleado. El Mallorquín, otro artista del momento, pasó por Guty en su flamante Ford para dirigirse a la cantina llamada Salón Bach, ubicada en la avenida Madero a sólo unas cuadras de la estación de radio. Tras su llegada, aproximadamente al mediodía, comenzaron a pedir tragos, a compartir canciones —Guty era un extraordinario conversador y bebedor—; se les unió la cantante de flamenco Rosita Madrigal. La tarde transcurría con completa normalidad. Ciertamente, las bebidas comenzaban a hacer estragos en los comensales, pero para unos bohemios de esa época apenas se estaba entrando en calor. Cárdenas aprovechó para comentar un problema profesional y un tanto personal:

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—Fíjense que tuve problemas con un caballero que es compositor. Le he grabado ya varios temas, pero ahora resulta que quiere cobrarme el doble por las regalías., dice que sale muy mal parado y que todo el éxito por sus composiciones me lo llevo yo. Pero dejemos la conversación de los tres contertulios porque, en ese mismo momento, apenas a unos pasos de ese lugar ocurre algo que cambiará el resto de esta historia. Tres hombres platican en la esquina de la calle, en la misma cuadra de la cantina. Dos de ellos muy parecidos, son los hermanos Peláez, zapateros españoles que habían emigrado buscando mejor fortuna en este país. El otro, un hombre de unos treinta años, muy delgado con un traje cuya elegancia resultaba forzada y con una enorme cicatriz del lado izquierdo de la boca. Hablaban: —Ya está dentro, ya saben qué hacer —dijo el hombre de la cicatriz. —Esta bueno, Agustín, pero ya quedamos que son mil pesotes por el favorcito —respondió uno de los hermanos. —Nomás no nos vayas a jugar chueco, porque también te quebramos —reviró el otro hermano en tono amenazante. —¿Cómo creen? Si me conocen, soy hombre de palabra. Sin darse ningún tipo de despedida, pero mirando a todos lados con discreción, la reunión se disipó. Los hermanos Peláez, José y Ángel, se dirigieron a Salón Bach. El otro hombre, llamado Agustín, se perdió por las calles. Al entrar, los hermanos echaron una mirada rápida por la cantina. De inmediato, se dirigieron a la barra para pedir unos tragos. Los bohemios ni siquiera se percataron de su arribo.

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Para las nueve de la noche, Guty, el Mallorquín y Rosita se encontraban bastante entrados en copas. No obstante, la necedad de Guty era seguir tomando y cantando. Debido a su estado de ebriedad, los dedos se le resbalaban al querer pisar las cuerdas de su guitarra. Los hermanos aprovecharon para hacer burla: —Y a ese le llaman “El Ruiseñor Yucateco” —expresó José con tono de la más cruel burla. Su hermano sólo se rio a carcajada suelta. El cantautor oyó claramente la provocación. Así que se paró de inmediato, dejó su guitarra en el asiento y retó a José a que viniera a decírselo a la cara si tenía los pantalones. Ambos hermanos, con completa calma, dejaron sus bebidas y se encaminaron al encuentro con Guty. —Tranquilo, Guty —dijo el Mallorquín—, no vale la pena empezar un pleito por esto. Pero Cárdenas no le hizo caso. Cuando los hermanos ya estaban frente a la mesa de ellos, el cantante les dijo: —¿Así que no le gusta cómo toco la guitarra, eh? —su ebriedad le hacía arrastrar las palabras— Bueno, muéstrenos sus habilidades —dijo al tiempo que les ofrecía su guitarra. —Nosotros no tocamos, disculpe —respondieron un tanto avergonzados. —¡Mire qué cosa! Y ¿qué habilidades tiene? Los hermanos miraron al suelo sin abrir la boca. El compositor había resultado más bravo de lo que pensaban. —Ya sé —agregó Cárdenas— unas vencidas solucionaran el problema. ¿O me van a decir que tampoco tienen fuerza?

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Más forzados que por voluntad, uno de los hermanos se sentó a la mesa y apoyó el codo; Guty hizo lo propio de su lado. El duelo comenzó; aunque el compositor era realmente fuerte, pues siempre le había gustado ejercitarse, estar horas bebiendo le restaba muchas fuerzas, lo cual beneficiaba al español. De pronto, Cárdenas se dio cuenta de que su rival estaba haciendo trampa. —Trampa —gritó Guty. —¿Qué? —respondió fingiendo sorpresa el contrincante. Guty trató de asestarle una cachetada. Rosita y el Mallorquín lo impidieron. El español, por su parte, ya estaba desenfundando un revolver. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores. Los hermanos regresaron a la barra; sin embargo, se les notaba preocupados. No habían cumplido su misión. Guty, no obstante, no estaba nada contento con el agravio, buscaría su venganza. Un par de horas más tarde, con el pretexto de ir al baño, se acercó a la barra. Sólo estaba un hermano, José. —Ahora sí, amigo —dijo Cárdenas—; el que me busca me encuentra. De inmediato, José tomó una botella de la barra y se le reventó en pleno rostro al compositor, quien, por el golpe, retrocedió unos pasos. Al sentir, la sangre que bañaba su rostro, su mano busco en su cinto el revolver que cargaba. A media vista, apuntó y disparó dos veces. Dio en el blanco. José cayó herido en el brazo y el abdomen. En ese instante, Ángel regresaba del baño. Al ver la escena, sacó su pistola y le descargó seis tiros al yucateco. Cuatro hicieron blanco.

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Cuando el famoso compositor tocó el suelo, ya estaba muerto. Con apenas veintiséis años, más de doscientas canciones grabadas y el reconocimiento de toda América y parte de Europa, la vida le fue arrebatada. Ya en la cárcel, Ángel Peláez, conversaba con el hombre de la cicatriz. —Tú no te apures, mano, mañana mismo hablo con un amigo que te sacará de aquí. —Confío en ti, cabrón, porque ya me eché a toda la prensa encima. —Confía en que estarás fuera en una semana. Estoy seguro de ello, tanto como de que me llamo Agustín Lara

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El Síndrome Syd Por: Gilberto Bautista

Gilberto Bautista Gilberto Bautista Salgado (México, D. F. 1977) estudia la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas (FFyL, UNAM). Formó parte del Curso-Taller de Novela, Escuela de Escritores de la SOGEM (2001). Publicaciones: Poema, “Nocturno que acaricia”, recopilación “Turdus Merula”, España, 2014. Cuentos, “Dentro de la taza”, revista “Avión de Papel”, abril 2018. “Fotografía”, Bitácora de Vuelos ediciones, mayo 2018. “En el principio”, Revista Palabrerías, agosto 2018.

El Síndrome Syd Por: Gilberto Bautista El síndrome de Syd es una enfermedad muy rara y de las más peligrosas para el ser humano. El trastorno ataca a cualquier persona sin importar edad o sexo; aunque se ha visto que en un 80 % ataca al sexo masculino. Es implacable. Entre los primeros síntomas encontramos la falta de apetito y la concentración extrema. La obnubilación es una consecuencia del tiempo que el sujeto pasa dentro del mundo creado por él. Ese mundo se observa a veces en ruinas, pero se construye de nuevo con las notas salientes de sus pensamientos, armonizados por su consecuente falta de estabilidad emocional. A veces, también podemos observar al individuo en medio de una banda de música, dentro de cuatro paredes llenas de colores llamados “cósmicos” por los especialistas. Todo eso embota sus sentidos de tal manera que trastoca su entorno y los sonidos se agudizan. El cuerpo adquiere una tonalidad luminosa y su cabeza casi siempre está fuera de la realidad, en un mundo alterno donde su musicalidad le perfora los sentidos.

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Parecen ser síntomas confusos, pero son muy comunes. Se ha detectado que gran parte de la juventud de esta década es propensa a caer en las garras alargadas de este síndrome. Con mucha frecuencia, tres de cada cinco jóvenes presentan alguno de los síntomas y los padres no pueden hacer nada para ayudar a sus hijos; son proclives a caer bajo los influjos de la enfermedad. Los alienistas —muy a su pesar— se dan por vencidos y no los tratan con los métodos aprendidos de sus maestros. Rascándose las cabezas y mordiendo sus plumas, se enfrascan todos los días en una lucha con infinitesimales tomos de variado grosor y en alocadas charlas con otros doctores allende el mar. No pueden dar con la causa de tan recalcitrante mal y los jóvenes se pierden día con día en un universo lleno de color, tonalidades vocales extrañas y una musicalidad fuera de toda lógica. Se les puede ver en ocasiones por la calle como volando en el espacio; ese espacio que sólo ellos ven y sienten… — ¡Porque lo sienten! —gritan al unísono todos los doctores reunidos en el consultorio del más renombrado psiquiatra de la ciudad. —En las calles —dice uno, relegado en una de las esquinas del consultorio—, los jóvenes se vuelven locos cuando ya han desarrollado el síndrome en su totalidad. Su actitud cambia por completo ante la sociedad. —Eso ya lo sabemos. Díganos algo nuevo —lo interrumpió un colega. Todos quedaron en silencio ante la ignorancia instalada en sus pequeños cerebros.

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Dentro del cuarto, la veintena de doctores se quedaron estáticos, ni uno sólo se atrevió a moverse o a pronunciar palabra. Eran los únicos en el edificio de seis pisos frente al obelisco en el centro de la glorieta emblemática de la isla. El silencio apenas era horadado por los gritos de la treintena de jóvenes alborotados en la glorieta; ellos no se percataron. Todos a los ojos de los doctores, estaban enfermos, tenían el síndrome en su etapa intermedia. En esa etapa ya casi nadie podía hacerles frente, eran una turba de “energúmenos”, como diría en su momento el doctor Jackson, la eminencia más grande del país, ahora sentado alrededor de la mesa escondido detrás de sus espejuelos redondos. Pero eso solo era a la vista de los doctores. Los gritos no eran propiamente gritos. Todos los jóvenes visitaban el mundo creado por ellos al estar más de dos juntos. Volaban unos y caminaban los otros. Dormían algunos en camas de nubes de colores brillantes y otros velaban a la espera del regreso de los durmientes, o de los caminantes, o de los viajeros de los aires llenos de musicalidad hecha por sus manos extendidas al querer tocar el suelo a su regreso a él. Todo era una pléyade de ideas y música dentro de sus cabezas y los adultos no lo veían así. Para ellos, sus hijos se encontraban inmersos en un mundo totalmente diferente y malvado. Ahí sus jóvenes se inmiscuían en cosas fuera de su alcance y eran libres; esa libertad para ellos negada. En ese mundo de los jóvenes, todos podían entrar y salir en cualquier momento, nada les impedía el paso. Sus ideas eran el pasaporte al mundo de los ecos y las pipas humeantes en las fábricas de sus cerebros; siempre en constante creación. A cada segundo algo surgía con la forma de edificios altos como el cielo, mares tan profundos y cristalinos para sumergirse y salir del otro lado del mundo tan sólo con una bocanada.

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“¡Es tan irreal! ¡No puede ser posible!”, exclamaron un par de doctores al unísono al escuchar por fin los cánticos entonados por la multitud reunida en la plaza del obelisco. Todos se alarmaron al punto de ponerse de pie y asomarse unos cuantos por la ventana. Los tres doctores cerca de la ventana se retiraron asustados. La plancha de concreto era una masa informe de carne. Todos los jóvenes cantaban el blues de la banda Jug; muy de acuerdo con la fecha y la celebración. Decenas de policías reunidos en la plaza desde muy temprano, vigilaban a los jóvenes cautelosamente y con la consigna de no hacer nada hasta que les fuera ordenado. Su excelente entonación los abrumaba. Ante eso no sabían como reaccionar. Los doctores enloquecidos dentro de la oficina debatían gritándose unos a otros, la calma los había abandonado; el caos imperaba y por momentos un par de médicos llegaron a empujarse. “¿Algo debemos hacer?”, dijo uno, calmando un poco los ánimos de los rijosos. Sin prestarse atención se sentaron en silencio, desesperados sobándose las cabezas. Afuera el sonido creado por los jóvenes, los llevó a un éxtasis jamás visto por ser humano con vida. Los policías atónitos, no lo creían. Vieron imágenes danzando por encima de las cabezas de la multitud; llenas de color y brillantez. Eran una copia exacta de todos los jóvenes volando de un lado al otro sin tocarse, las que lo hacían, se fundían para crear un ser totalmente nuevo. Esa unión los llevaba a mejorar, a ser uno en sí mismos y el espacio circundante. Las notas musicales taladraron los oídos de los policías, haciéndolos caer de rodillas. Las figuras nunca tocaron el suelo; se elevaron hasta perderse en la tierna noche citadina.

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A pesar de la fabulosa armonía originada por los cerebros y corazones de los jóvenes, los policías sólo oían vociferar a una horda de bestias. A ellos, esos ruidos infernales los volvían locos. No les importaba cuando les mostraban estar equivocados; en lugar daban un golpe con el tolete o con los puños. El salvajismo era empuñado por otros seres. A pesar de la violencia generada por los policías, un enorme muro se elevó entre las bestias y las figuras armonizadas; un muro de enormes ladrillos blancos, y en la cima un faro lanzaba un haz de luz de colores, casi igual a un arcoíris hecho de música. — ¡Son unos lunáticos! —gritó el doctor Jackson. —Tenemos que darle una solución al país y al mundo… —dijo otro doctor. —No sea tonto, doctor Hawkings, no se le olvide que el mundo en estos momentos no sufre como nosotros de esta epidemia. Hasta el momento sólo hay unos brotes en América y en otros lugares del globo. Es aquí donde tenemos que ponerle fin. Todos los doctores salieron a la calle con miedo en su interior, pero esgrimiendo jeringas con medicamentos experimentales para probarlos con los jóvenes sin el menor escrúpulo o ética medica. Aquello fue una masacre digna de los ecos registrados en las paredes calcinadas de la ciudad de Pompeya, cientos de eones atrás. La multitud se arremolinó al centro de la plaza rodeando el obelisco. Sus imágenes se fueron desvaneciendo poco a poco. Las inyecciones mandaron a dormir a algunos jóvenes mientras sus dobles doloridos desaparecían a cielo abierto. Otras figuras iban a descansar a verdes prados en el lado oscuro de la luna. Otros se desintegraban hasta el último átomo. Algunos dicen que no eran de nuestro planeta; eran de otra dimensión parecida a la nuestra;. Venían del planeta Gumma, en la constelación de Umma. Eso dicen.

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El doctor sin nombre quedó asustado debajo de una de las mesas. No pudo salir detrás de sus furibundos colegas. Sólo imaginó la masacre y tembló de miedo, de horror al sentir el dolor en carne propia, sin siquiera moverse. Con todo y esa masacre en nuestro país —reza el artículo del doctor Louis S. Davidson—, el Síndrome Syd no se pudo erradicar y ha alcanzado a todo el mundo, se ha convertido en una pandemia mortífera. Los adolescentes fueron el primer campo de cultivo del extraño virus que desembocó en el Síndrome Syd. De ahí pasó a los adultos en pocas proporciones, sin embargo también fueron afectadas ciertas poblaciones de ancianos. En ellos el síndrome fue acuciosamente letal. Con los niños ocurrió un algo singular. Ellos no parecían ser afectados por el síndrome Syd, sus vidas continuaron normalmente. No desarrollaron ningún síntoma y con el paso de los años, sus vidas transcurrieron sin contratiempos. Al menos eso pareció… Este fragmento del articulo aparecido en la revista “Milenio Bizantino”, en su número de octubre del año de 1968; lo encontré en un baúl lleno de extraños objetos, éstos contenían sonidos incomprensibles para el oído común. Estaba incompleto; tal cual lo reproduje agregando las grabaciones de unas cintas dentro de una caja de un color bastante estridente. Llevé la cajita de madera con varios especialistas y me dijeran qué color era; y digo esto porque al quedársele viendo fijamente a la caja, uno sentía alejarse del mundo real. Me sucedió en varias ocasiones y a otras personas —amigos míos—, dignas de todo crédito, también.

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Pensé que debía reproducir todo lo encontrado para que no pasara… a otras personas. No he podido dormir bien en mucho… pero espero que se acabe… Ya voy a descansar por fin en mi cama… no sé qué va a suceder mañana, las noticias no dicen… Acabo de ver cómo mi buen amigo Mason se ha quedado dormido para… y Roger ha sucumbido… yo espero ser el últ… ya no sé nada… los sonidos, esos… ya voy… sólo dejaré constancia… e iré a reunirme contigo…

Peter Wright

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Entonces subió el volumen Por: Adrián Alcántara Solar

Adrián Alcántara Solar Adrián Alcántara Solar (Atlacomulco, México, 1997): Se declara lector y escritor desde los quince años. Es ganador de tres premios nacionales de la Cátedra Alfonso Reyes en las categorías de cuento largo, cuento corto y poesía. En 2017 concluyó un diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores “Juana de Asbaje”, en Metepec, Edo. de Méx. Ha publicado una edición no definitiva de su primer libro de cuentos cortos, Inapelable, con la editorial independiente Entelequia, en Monterrey, Nuevo León; y ha publicado su primer poemario, Viaje del poeta adolescente, con la revista La Colmena, en Toluca, Edo. de Méx. Actualmente estudia la licenciatura de Comunicación y Medios Digitales con una concentración en Literatura y Discurso.

Entonces subió el volumen Por: Adrián Alcántara Solar Pasaron los meses y la guerra avanzaba con facilidad, como la espuma devorando los castillos de arena. Pero ese día sonó el primer atisbo de rock en el planeta. El adolescente estaba sentado en el piso, con la espalda apoyada en su cama y la cabeza recostada en el colchón. Escuchaba música. Miraba el techo como quien mira cuando tiene los ojos cerrados. Entonces, de la radio que tenía colgada con un gancho de la pared, comenzó a sonar eso que algunos años después sería considerado como la primera semilla del rock en la historia de la música. Era la primera vez que algo así se transmitía en cualquier estación del mundo. El adolescente levantó la cabeza. La armonía le recordó los colores del atardecer en el que el padre se fue a la guerra. Sintió cómo se le acumulaban las lágrimas en el borde de los ojos. Las contuvo tanto que finalmente se le derramaron hacia dentro, acumulándose en su cabeza. Sentía como si Dios le estuviera contando un secreto. La música estallaba con fuerza y el adolescente tenía la sensación de que en cualquier momento todo se iba a reventar.

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De pronto, a lo lejos, cayó una bomba. El ruido se estrelló contra la ventana de su habitación. Sonaron también alarmas y gritos. El adolescente no hizo caso, cerró las cortinas y se arrodilló frente a la canción. Miró la radio como quien mira un crucifijo. Miró la radio como probablemente todas las madres en ese momento miraban sus respectivos crucifijos en sus respectivas habitaciones. Miró la radio como probablemente el padre en ese momento miraba el atardecer por última vez en su vida. Entonces subió el volumen. Y pensó que subir el volumen de una canción siempre es un acto sagrado. Pensó también que escuchar música se siente exactamente igual que contemplar un atardecer, y pensó que toda contemplación de atardecer es un acto sagrado. Pensó, pues, en todo lo sagrado. Así, el adolescente rezaba sus propias plegarias. Adentro, las música reventaba con fuerza, afuera, reventaron en ese momento dos bombas más. Era complicado diferenciar. Afuera, la gente gritaba “Dios santo, sálvese quien pueda”; adentro, la radio cantaba “Dios santo, algo está cambiando”. El adolescente, con la cabeza llena de lágrimas y el cerebro remojado en sal, no entendía bien qué era lo que estaba cambiando, pero sí entendió que una guerra se desataba con fuerza dentro de su radio. En ese momento, la madre golpeó su puerta con brusquedad

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A Por: Enrique Ocampo

Enrique Ocampo Es un escritor y guionista originario de Toluca, Estado de México. Sus cuentos han ganado premios municipales, estatales y nacionales, y un cortometraje escrito por él fue la selección oficial del 1er Festival de Cine Contemporáneo Mexicano en Orlando, 2016. Su primer libro, Salto de fe, es una antología de diez cuentos de ficción fantástica publicado en 2016. Su libro, Tiempo dividido, será publicado en la plataforma Living a Book como libro interactivo en julio del 2018. Soñador eterno, disfruta de escribir casi tanto como de leer. A veces, gusta de jugar a ser músico, principalmente cuando la luna brilla en el cielo y nadie escucha al otro lado de la puerta.

A Por: Enrique Ocampo Nota de Nudo Gordiano: Este cuento alude a cinco canciones que se relacionan con el contenido de cada carta numerada. La lista pública de Spotify con las canciones puede encontrarse en: https://open.spotify.com/user/ hxbr9dxckrw27kxhcghuckhue/playlist 57a0a8KuU3EjLxiuJloDsn

1 Lunes 22 de abril 10:27 pm El bautizo de la ceniza y el evangelio del la menor. El desamparo y la humedad. Las cuerdas saltan la cuerda entre las paredes agrietadas; despertar sin ti es la elegía de la soledad. Despertar bajo tu ausencia, aunque duermes a mi lado, es la epopeya de la frustración. De tanta soledad, apenas cabe la música. Me apeo, sigiloso, del tren del desencuentro y el humo amargo inunda los pulmones bajo la cegadora oscuridad nocturna. Duermes y en sueños tiritas, pero tu hermosura no descansa. El cabello avellana te baña entera y la música suena para ti. Si tan solo recordara a qué suena tu voz.(…)

www.enriqueocampo.com

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(…)Colilla en mano, salgo de la habitación y empiezo esta carta. Para que sepas que te extraño. Para que la música sobreviva. Para que estas paredes, teñidas de melancolía, no olviden que existimos. Aunque sea en las letras. Aunque rueden lágrimas por la página de este block. Aunque el último Re se vista de oquedad. Que existimos aunque sea en la música. Tuyo, siempre.

2 Martes 23 de abril 6:00 am Nada más que dar, nada que perder. Despierto y la música ya empezó. Me siento como tonta cuando escucho el la menor, la segunda nota. De la puerta todavía cuelga tu partida tibia. Una esperanza hace un charco sobre la alfombra. No está la guitarra, solo el cenicero. Enciendo la última gota moribunda de una colilla: solo así puedo tenerte en mis labios. Tu música ya suena en otra geografía. Voy al escritorio y leo tu carta. Saboreo el rescoldo de tu voz en cada frase y la abrazo contra mi cuello. Las comas las salto: saben a otredad. Nado enamorada en el perpetuo mar de tu desaparición y empiezo esta carta. En esta carta, como en la de todos los días, están todas mis canciones. Tus canciones están en otra parte, siempre del otro lado de la puerta, siempre en el bando equivocado de la guerra del reloj, siempre empapadas de tinta y de silencio. Siempre suenas en otros labios. Pero suenas pasajero e intrascendente; corean lo que te conocen. En los míos resuenas como un eco melifluo; yo canto a pulmón desgarrado lo que no te conoces ni tú mismo. Eres mío. Soy tuya. Let’s not fuck around. Y que este la menor final resuene junto con mis labios. Tuya, eternamente.

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3 Martes 23 de abril 8:02 am Descuelgo mi partida de la puerta al entrar y la guitarra bañada en nostalgia vuela hasta el sofá. Del estéreo se arrastra un la menor. El mundo es muy pesado, muy grande para mis hombros: ¿dónde estás para quitarme el peso de encima? Un cigarro arrugado se enciende maquinal y el regusto sopla ron. El concierto de hoy duró dos horas sin ti. La vida sin ti bien podría durar un segundo y duraría para siempre. Agotado, leo tu carta y me inyecta de energía. Un día, ya verás, vamos a resonar juntos. Te imagino detrás de la caja, una botella de vino sin bolsa, por favor. Son catorce euros, gracias. Y yo aquí, empezando esta carta y recordando como si fuera ayer que siempre cruzas una puerta con el pie izquierdo por delante, que tienes veintitrés sonrisas distintas para estar contenta y cómo sacabas la cabeza por la ventana del coche al son de otro la menor. Recordando como si fuera ayer, deseando que fuera mañana. Hay algo que no te he dicho. Pero los créditos ruedan por la esquina de horizontes que no he descubierto aún. Pero el Fa final marcha inclemente y la canción se acaba. Y cuando se acaba la canción, se acaba la carta. Un brindis: porque nunca nos acabemos nosotros. Ya nos encontraremos en otra música.

Tuyo, irremediablemente.

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4 Martes, 23 de abril 6:30 pm “Hay algo que no te he dicho”. Hay el mundo entero que me queda a mí por decirte. Un la menor bautiza el crepúsculo y desde la entrada saboreo la cadencia de tus suspiros en la habitación. Lo poco que sabes; cómo me rompo mientras te quedas dormido. Despertarte. Despertarte y enamorarme de mi reflejo en tus pupilas: siempre lo hicieron ver mágico. A la mierda la casa, vestido y sustento. El mundo entero viviría cien siglos solo de nuestros besos. Pero acaricio tu mejilla, áspera y dulce a la vez; por lo menos en sueños te he visto. Entre sueños, canciones y cartas. La cena pobre bajo la luz de una vela tacaña sobre mi soledad opulenta. Escribo esta carta, presa del hueco en mi interior. Pero la partitura no está completa todavía. Un día la terminaremos juntos. Mientras tanto siempre tendremos la música. Siempre la epístola. Hasta que el sol se muera. Tuya, inexorablemente.

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5 Martes, 23 de abril 10:23 pm Una vez más, me tortura tu silueta dormida y perfecta. Pero no tengo tiempo que perder. La canción ya comenzó en la y, sin siquiera encender el cigarro, me apresuro a empezar la carta. “Hay algo que no te he dicho”. Camino a través de una tierra vacía; sé el camino como la palma de mi mano. Años de amor oprimido y solo tres minutos cincuenta y seis. Para empezar, te amo. Te amo entre la distancia y el silencio, entre las pesadillas inquietantes y las alboradas pesadas, entre las letras confusas de la vida y los compases vertiginosos de la muerte, entre las dos peonias mágicas que cayeron de las nubes hace seis abriles y entre las dos golondrinas muertas que aparecieron en la almohada hace ya no recuerdo cuántos marzos. Pero estamos aquí. Año nuevo a medias y pascuas a completas. Te veo perfecta cada noche y te extraño ajena cada mañana. Creo que todavía sé hablar contigo. Pero entre registradoras y amplificadores, relojes inmisericordes y esta vida que quién puede entender, creo que ya no sé hablar contigo. Por eso te escribo. Y te propongo que hoy no. Que hoy lo hablemos en algún lugar que solo nosotros conocemos: en nuestra presencia extática, pasional y simultánea. Te estaré esperando. Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra. El último la resuena mientras firmo. El último la solitario, me atrevo a esperar. Tuyo, esperanzadamente.

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Despierto de un sueño extraño y del ascua de tu lejanía emana un calor extraño. Lo recuerdo, distante de hace más de mil ayeres, pero lo recuerdo. Algo es diferente. Inquieta, enciendo un cigarro y me olvido de encender el estéreo; son las 6:00 am y ningún la bautiza mi mañana. Trastabillo hasta tu carta y el papel acaricia las yemas de un modo indescriptible. Algo es diferente. Alterada, leo la carta y comprendo sin comprender. Te amo tanto que las palabras y la música son insuficientes. No escribo ninguna letra ni pongo ninguna música. Te busco detrás de mis párpados y te siento cerca. Te siento real. Nos siento nuestros, por fin y para siempre. Y entonces los abro. Me sonríes desde la cocina, con un velo de nicotina sobre el rostro. Todavía sostienes la vela etérea que encendió tu cigarro. Y nada importa. Te beso por primera vez en un millón de eternidades y se hace el silencio abrumador. No suena ninguna música, excepto la que brota de nosotros

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Clave de sol Por: Neopoeta en Viejo York

Neopoeta en Viejo York Córdoba, 2002. Kamel, ha pasado los diez últimos años de su vida estudiando la educación obligatoria en el grandísimo y perfecto (ironíese la notoría) sistema educativo español -y dos años que todavía le quedan, aunque ya no obligados por el Windows-. Parece ser que después de enloquecer con Alegríace (de amor y odio y aburrimiento y admiración), dejarse crecer una barba de letras de 2000 y pico páginas del que sale en Amanece que no es poco, inyectarse Lorca en vena, perder la noción del tiempo con Borges y fotografiar en el alma a Juan Rulfo, al fin consigue que sus escritos sean leídos por alguien. ¡Bendito poeta Miguel, que le tolera en su librería! ¡Bendito Tomás que es Sócrates

Clave de sol Por: Neopoeta en Viejo York A W.H.G. Clave de sol. Mi sueño, mi verdadero sueño. Mi más preciado y respetado sueño. Solo. Solo. Solo poder practicar, solo, tan, tan solo poder. La mayor ofensa de unos padres es serlo, y sí, serlo así, así. Silencio jamás: fácilmente imitan esos niños un autista Pierrot Lunaire, porque son autistas, sí, la más grande pandilla de abortos no hechos a tiempo. Clave de só, só, só caballo. Eso gritan. Seguro que la madre los deja montarse unos a otros, así aprenden el oficio. Clac. Claqué. Bailaría yo así sobre sus tumbas, sus tumbitas pequeñas, hechas a medida, sin barnizar y de planchas en una fosa común de ratas, porque la puta de su madre jamás ha abierto suficientes braguetas como para garantizarles a sus hijos una plaza en el camposanto y a la vez pagarse todos sus vicios. Clave de sol. Respira. Eso es. Fluir, armonía. Espalda y piernas rectas. Un nuevo mundo. Escúchalas, esas sí, aunque mamá, ay mamá, ella nunca las quiso escuchar. Quería que yo activase su escucha, pero no quería escucharme. ¿Y entonces para qué, puta vieja? Veinticinco años de mi vida en esto. Mereciste el cáncer. Paz, paz y tranquilidad. Paz sobre la tumba de esa bruja.

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Clave de sol. Todos iguales. Ella, mi madre, la de arriba. A todas les va lo mismo, a todas les irá siempre lo mismito. Nota nota nota nota nota. Ni armonía ni melodía. No hay música. Hay golpes, chillidos, berridos, qué gordo estoy, qué calvo. Calva ella y merecido. Clave de sol de sol de sol y de luna. Debí haber aprovechado y tomarla aquí. Lo haría delante de todos si pudiera, si la muy me dejara. Clavos de sol. Lanzas que mataron a Dédalo en mi sien. Nota y nota. Luz y sudor y semen, abajo. Blancos dientes blancos como el esperma. Aporréalos como sabes, aporrea, pa, y no suenan como deben. Suena algo que no es. Alaridos, furor, odio. Eso debería sonar al golpear la boca de la vieja. Ahí tienes tu piano. Ahí tienes tu fracaso. Porque después de todo. Lo sabes. Clavos de Cristo. No hay perdón, que significa que no lo quiero. Lo hay para ella, seguro, con el fagot haciéndola vomitar, hondo y grave, grave, pesado. Eso decía. Con eso en la boca no podrá decirlo más. No quiero el perdón de Cristo. Quiero mi clave de sol. Llave del sol. A tres tiempos distintos y los mismos. Pescado como sus platillos, mi sudor. Lorzas. Los gorriones, los gorrioncillos. ¡No se preocupe, señora Ligera! Pase, adelante, pase con todos, seguro que caben. ¿Qué? ¿Eso que sus hijos están destrozando? Ah, debe ser mi piano, seguro que es mi piano y no el de mi amada madre. ¿Eso que pisan? No se preocupe, Sra. Ligera, es mi vida; ¡y ya ha sido pisada muchas veces antes! ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajajajá! ¡Ríase, Sra. Ligera, como sus hijos! A lo mejor pronto deja de hacerlo. Claves de Dios. Yo. Yo. Yo. Yo. Resfollar. Brutalidad. Orgía en las teclas. No hay paz. No habrá paz para los falsos músicos enfadados. Y más y más y más. Pegan, golpean. Ríen, gritan. Éxtasis, mística en el infierno. Vieja zorra. Vieja devorahombres y cigarros y whiskies y aplausos y negros. Haz algo bueno para mí por una vez en mi vida y mátalos. Clave de sol. Vamos a ello

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Palacio de la Soledad Por: Luis Ortega

Luis Ortega

Palacio de la Soledad Por: Luis Ortega PALACIO DE LA SOLEDAD

LUIS ORTEGA (Mérida, Yuc., 1970). Poeta y cantautor, promotor cultural y docente de Educación Artística. Es Licenciado en Educación Musical y Maestro en Educación para la Interculturalidad y la Sustentabilidad, ambos grados por la Universidad Veracruzana. Miembro del Centro Yucateco de Escritores, A. C., fundador de la Casa de la Cultura de Playa del Carmen, Q. R. Ha publicado poemas, cuentos y ensayos en revistas y suplementos regionales, nacionales y extranjeros. Sus textos aparecen en las antologías “Horas a salvo” (CYE/ICY, 1994); “Desde otra torre” (Issste/ICY, 1995); “Litoral del relámpago” (Cervecería Yucateca/ CYE, 2001) y “100 poetas del mundo” (2002). Su poemario “Bitácora de vuelo” fue publicado en el Estado de México por “Ediciones Lice”, en 2003.

El claustro es expiación irredenta bujía insomne en el salón del duelo destierro en muros donde la aflicción roe olvido al despojar la duda tirano en la ventana de la espera. No hay amargura más terca que los celos la calma es depresión sobre piel desierta pudriendo de angustia la ignominia para incertidumbre bajo pórtico de la derrota. Mi sueño terraza para la decepción es fugitivo que añoran los ojos al alejar la esperanza de esta alcoba como paz agrietando sus demonios desde un cielo incrédulo de luz que devora sin piedad el cuerpo de la noche. Mi casa pabilo del orden distanciado es el palacio de la soledad.

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VIGÍA DE TUS DESEOS

La noche que te vislumbro pende del balcón donde huye la madrugada La noche se esfuma entre melancolías recién descubiertas e inquietudes

¿Qué falta para ocupar un lugar en tu jardín de muertos? ¿huir como la noche de la cripta que me aguarda? ¿sembrar el cadáver de la indecisión y esperar a que su ardor se extinga? No soy musgo entre tus piedras vigía de la quietud y el ansia sino guardián de los deseos que derrotan tu resistencia asesino extinguiendo tus ganas de morir

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Capriccio no. 5 Por: Mónica Sánchez Escuer

Mónica Sánchez Escuer Escritora y profesora interdisciplinaria, maestra en Creación Literaria (Universidad de Texas) y Artes Visuales (UNAM), ha publicado los libros Atar de ser (IMC, poesía), Brújulas (Ficticia, cuentos) y Eva (P. Uccello, fotografía y poesía). Es autora del libreto de la ópera Ana y su sombra y de una novela perdida en la Red. Vive en Playa del Carmen.

Capriccio no. 5 Por: Mónica Sánchez Escuer Queda la vergüenza y una cuerda rota enredada en la punta del arco. La rasposa respiración. Y el capriccio no. 5 ahogado entre mis piernas. No moriré a tiempo si espero la condena. La burla. Hacer algo: partir la boca en risas, el ojo en rayas, el cello en cachos. O fugarse. Abandonar el delito en ese cuerpo que huye. Ese otro capricho que se pone de pie y en su gesto me grita: “ya no lloverán claveles en ningún escenario”. “No podrás”, augurabas. “El violín es violín y no cello”. Hoy tu docta pluma se correrá en algún otro vientre. Y desatarás decires –mi inquisidor y avezado labrador de columnas de chisme–. Y tratarás de colgarme con esta cuerda rota. Pero las más cruentas críticas vendrán, lo sé, del oscuro pasillo de mis palabras: “te lo dije”, “su corazón es sólo eco y su oído absoluto, un tímpano de hielo”. Entonces, la rabia. Y la mano que sacude el arco. Y la cuerda que cae. Y Paganini vuelve y con tres cuerdas te grita: “el cobarde eres tú.”

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(sin título) Por: Alegría Agosto

Alegría Agosto Escritora, maestra, y miembro del Colectivo de Artistas Independientes de Yucatán, A.C Ha colaborado y publicado poemas en Revista Peninsular, en la Gaceta Columba, en la revista Tropo a la Uña y en el suplemento El juglar del Diario del Sureste. Es ganadora del concurso Creación Dante 2001, con el Poemario Libre De Prohibiciones Ha publicado 6 LIBROS de poesia erótica, y su obra ha sido traducida en el Idioma Croata, y ha llevado su obra a Beirut Libano Es la única escritora yucateca que presentó en la Filey 2018 dos libros el mismo día.

(sin título) Por: Alegría Agosto

De nuestro amor He guardado aquella caricia en mi escenario La alegria Mi pecho que se abrió cada noche Tus ojos de gorrión Puntos complicados Por la orilla menguante de la luna Perpleja flama siempre henchida Trasparente lenguaje minucioso del insomnio Conservo tu brazo por el talle Último beso en la frente Amor prohibido levanta Entre las nubes hacia el oriente Cautiva Trémula Rondo tus antiguos vocablos Mis índices danzantes En espíritu de la flama y la carne.

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Tú mi más grande amor El sueño se esfumó en una verdad Nunca en éxtasis alguien me sometió Pero te ofrecí la voluntad entera Delirante instinto que desvaría Certidumbre en la pasión Amanecí subyugada por certezas Abro la ventana Y exhibe pertinente el eco de tus mil caricias El amor por vestir tu espalda con mis besos Garabatear mi nombre sobre tu plexo Un trozo de mi alma entre tus manos Y en el centro de los muslos la confitura de tus labios Bordaré misterios quince Sólo una vez he jurado amor Sé que este tiene dulce principio

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Desde mi cuarto Escribo desde aquí Territorio que coincidimos En el cual guareciste mis heridas Y te deshojé mis penas Escucho tu risa, percibo tu aliento Una simple lluvia se enjuga en mi rostro Diluyo la carga Sobre la prudencia Que antes guardé Y el viento intenta alejar El aire viciado de ti Mis brazos cansados Toman un respiro Futuro hipotético Y esquivo preguntas La pasión retorna Me baña el misterio Le consulto al cielo Revivo tu búsqueda ¡Quisiera mi amor que hoy durmieras conmigo!

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Te extraño Te extraño amor mío El alma lo confiesa Añoro el momento cotidiano De amarnos hasta el fondo El olor a nardos de tu sexo Esas tardes de lluvia entre tu pecho El declive de tu espalda mi refugio Esa boca tuya paseando la entrepierna Instintos aumentados Caricias milagrosas Esa voz de sinfonía renovada Descubriendo los misterios Tu saliva mojando mi llanura Tus labios de durazno Y tu lengua saboreando despertares ¡En los ecos del orgasmo te he hallado!

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Un crepúsculo Lucha mi barca en el más alto alcázar de tus refulgentes hondas Son tu silueta y voz la inmensa presencia Del deseo que al aire vierte el sudor traslucido Mis latidos desatan apetencia La sed por la copa de tus fuentes Mi luna entre tus manos Y que tu lengua desflore mi recato Es idea fija amarte tan solo un crepúsculo Un minuto al desnudo Y en tu mirada me juzgue satisfecha Que mis besos queden congelados entre tus formas Para que nunca la noche los diluya ¡Bullen los pensamientos tumulto de aves; tú no duermes conmigo!

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Chopin Por: Alfadir Mireles

Alfadir Mireles Originario de Torreón, Coahuila. Soy comunicólogo y actualmente estudio la maestría en Gestión sociocultural. Soy profesor de Filosofía y Literatura. Mi Twitter es: https://twitter.com/Alfadir

Chopin Por: Alfadir Mireles

Intenté servirle a la noche ser de verdad en algunos puntos claros de la existencia intenté ser feliz o algo más eligiendo a una diosa sin piedad Ola de tiempo Espejo de todo lo que alguna vez amamos. Luz que navega hacia el pasado sonrisa que inventé quise llegar desde otro cielo Hermana Madre Tu voz se parece al silencio Metáfora de la muerte del sendero ante ti pierdo mi nombre Así de pobre soy solo te ofrezco esta verdad opaca

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Mandora Por: Víctor Ruiz

Víctor Ruiz

Mandora Por: Víctor Ruiz

Toda música sueña con sus danzas Desde 2015 trabajo como Profesor Investigador de Tiempo Completo en el Colegio de Artes Plásticas de ARPA/BUAP. Tengo una maestría en Estética y Arte y la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica por parte de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Actualmente preparo el examen de Candidatura para el Doctorado en Literatura Hispanoamericana bajo la dirección de Raúl Dorra. Pertenezco al Seminario de Estudios de la Significación desde 2006. Durante 2013 participé en el PECDA del CONACULTA y el Gobierno del Estado de Puebla dentro de la categoría Jóvenes Creadores en el área de Ensayo Literario. En 2009 gané el X Premio Filosofía y Letras en la categoría de Ensayo. De 2006 a 2009, por parte del SNI y el CONACyT, fui Asistente de Investigador de Raúl Dorra. Twitter: @victorrrale

Subrepticia la memoria revira los contornos de un poema Que acaso fuere melodía de un canto ya perdido. La lluvia repercute sus ritmos disonantes.

Se vuelve melodía el gesto del paseante. Mandora, un compás entre cuerdas y madera te hace vivir y resucitas siglos intercadentes de sonoridades en la nada

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Donde nadie te juzgue Por: Eduardo López Albarrán

Eduardo López Albarrán

Donde nadie te juzgue Por: Eduardo López Albarrán Donde nadie te juzgue A Chavela Vargas

Estudiante de Comunicación en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Ganador del Concurso Nacional de Creación Literaria 2014 que organiza la Cátedra Alfonso Reyes de dicha universidad. Fue Coordinador Editorial de la Revista Metrópoli Digital con sede en la Ciudad de México durante el primer año y medio de la revista. Poemas suyos han sido publicados en revistas como Espora, Monolito, Revista Marginal entre otras. Ha formado parte de diversos talleres de narrativa y poesía dentro de su universidad. Poemas suyos aparecen en la antología Se oyen voces en el pasillo. Antología Resortera. Autores jóvenes, (Resortera/UANL, 2014). Es autor de los poemarios Estigmas de Luz (Letras de Pasto verde, 2016) y Rosebud (Sangre Ediciones, 2018).

Si el dolor fuese mujer tú habrías sido el más grande de todos. Mujer amarga tú eras el propio alcohol en las venas. No hay manera de fingir tu silencio hace falta tu voz en las noches. Tu voz como un cuchillo en la garganta. Tu voz como una herida que no cierra. Desde el fuego sembraste tu alma cerraste tus ojos bajo el cuerpo enfermo del aire. El amor como el maricón de tus vigilias nunca te quiso. A nadie le importaban los pulmones rotos de tanto llorar como a ti.

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(Mujer que no quiso serlo porque no se le pegó la gana) quédate allá donde nadie te juzgue aunque un día venga a verte el amor no vuelvas no regreses aunque te llame el amor. Porque el dolor te abrazó como nadie más lo hizo

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Un poco más sobre Bob Dylan: Explorando el Dylanismo en la literatura contemporánea Por: Isa Serrato

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Un poco más sobre Bob Dylan: Explorando el Dylanismo en la literatura contemporánea Por: Isa Serrato

Me gradué de Ingeniería Industrial y de Sistemas del Tecnológico de Monterrey en el 2017 y actualmente curso una Maestría en Ciencias de la Ingeniería. Independientemente de mi perfil ingenieril, siempre me ha apasionado la escritura creativa y el ensayo académico. En el 2016 obtuve una mención honorífica por presentar uno de los 10 mejores ensayos en el «LAC English Essay Competition» convocado por la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial a nivel Latinoamérica. Actualmente soy colaboradora de escritura creativa en el colectivo de literatura independiente «Letras & Poesía». Mi perfil es https:// letrasypoesia.com/nuestrosescritores/isa-serrato/, mi blog es https://isaserrato.wordpress.com y mi Twitter es @Isa_Serrato.

Es 13 de octubre de 2016 y la Academia Sueca hace de nuestro conocimiento su decisión quizá más controversial en las últimas décadas. Bob Dylan es acreedor del Premio Nobel de Literatura y al público le cuesta creer que no se trate de una broma. Para muchos representa una descalificación enorme para los demás autores nominados, principalmente porque aparentemente se premia un género ajeno al que concierne a la Academia. Su mensaje es demasiado claro: anhelan estar al filo de la vanguardia y es momento de reconocer la grandísima capacidad lírica y potencial de expresión poética que inviste la música. La explicación que nos regala la Academia a su polémica resolución es concreta, entendible y no deja resquicios para las dudas: «for having created new poetic expressions within the great American song tradition». Los motivos, como dije, son muy nítidos y comprensibles. Creo que se puede criticar la novedad de reconocer géneros supuestamente no emparentados con la literatura, pero que poco se puede debatir sobre la calidad poética de Bob Dylan y su contribución a lírica americana, desde su debut hasta Triplicate, haciendo especial énfasis en su trabajo en la década de los sesenta.(…)

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(…)Dicho esto, creo que sería mucho más interesante explorar la influencia de Dylan en la literatura contemporánea que discutir si meritaba o no el Nobel. Lo dijo Andy Gill en «Desde Bob Dylan hasta Nashville Skyline»: Bob Dylan es, sobre todos los demás artistas de su género, el que más ha influenciado y perdurado en nuestra cultura. Y después de escarbar un tanto, creo que su influencia, ya sea como músico, personaje o autor, se puede rastrear en tres diferentes géneros literarios. Por un lado, están los textos biográficos, que son tantos que pareciera que acaparan en su mayoría la influencia «dylanista». Abundan los trabajos compilatorios, como el de Sean Egan que presenta una colección selecta de entrevistas, ensayos, opiniones, entre otros, del mismo Dylan y de algunos allegados. Otro de los más conocidos –o debería decir, más vendidos– es el de Philippe Margotin y Jean-Michel Guesdon, que presenta el «detrás de grabación» de cada uno de sus entonces 492 temas en el 2015. Y en un sentido biográfico más literal, proliferan los títulos sencillos como «Bob Dylan», por Scott Marshall, Dennis MacDougal, Bob Batchelor entre muchísimos otros, incluyendo hasta autores hispanohablantes como Manuel López Poy. Sobresalen algunos trabajos novedosos que proponen un pequeño twist al trabajo biográfico común y que pueden considerarse habientes de un valor literario único y muy diferente al de la biografía habitual. «Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera», escrito por Sam Shepard y publicado por Anagrama, es una crónica narrada desde los ojos del autor –famoso dramaturgo y guionista estadounidense– sobre el Rolling Thunder Revue, un espectáculo que transitó varias ciudades del noroeste de EE.UU., resultado de la polémica detención del boxeador «Hurricane Carter». Una travesía en la que formaron parte de los escenarios: Joni Mitchell, Allen Ginsberg -el mismísimo autor- y hasta Muhammad Alí, entre muchos otros.(…)

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(…)Un clásico del rock-literature pensado como un bosquejo que serviría de inspiración para el guion de una película que desafortunadamente jamás se pudo concretar, tiene valor literario en la calidad de redacción del cronista y en la aleación cultural astutamente retratada, que mezcla en dosis justas la mitología nativa norteamericana, la poesía angloparlante y las cualidades únicas de las minorías inmigrantes que revolotearon alrededor del Rolling Thunder Revue. En segundo lugar, se encuentran los trabajos ensayísticos que giran en torno a la discografía y activismo de Bob Dylan. Empezando por «Why Bob Dylan matters»: “The coolest class on campus”, de acuerdo al New York Times. Un texto escrito por el profesor de Harvard, Richard F. Thomas, erudito de la poesía clásica, aleja a Bob Dylan de la atmósfera Rock N’ Roll y lo posiciona al ojo de la crítica poética. El autor se cuestiona planteamientos del tipo ¿qué hace a un clásico un clásico?, mientras desmenuza el valor lírico, intención metafórica y propósito de las composiciones de Bob Dylan. «Bob Dylan and Philosophy: It’s alright Ma (I’m only thinking)» por otro lado, es un texto excepcional de alto valor filosófico –que se puede inferir evidentemente por el título–. Dieciocho filósofos distintos analizan su trabajo discográfico en relación con su conocido activismo socio-político para desempañar las metáforas folk y entender mejor las posturas de Dylan frente a la ética, la política, la religión, el género y la sexualidad, entre otros. Me parece que este es uno de los trabajos que más denotan la influencia de Bob Dylan en la cultura contemporánea, ya que se deja entrever claramente que gran parte de la «filosofía dylanista» fue adoptada por varios movimientos norteamericanos de la época. La ideología antiwar y pro derechos civiles es muy nítida en varios temas de Bob Dylan y no olvidemos que la compartió y esparció abiertamente en los rallies políticos en los que participó como cantautor activista.(…)

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(…)La corriente hippie, como principal movimiento ideológico que perseguía en un plano idealista, la paz y la libertad en los sesenta, ya no se puede desentender de Blowin’ in the wind, siendo que hasta se le considera actualmente a la canción protesta como un himno representativo del movimiento. Por otra parte tenemos a «Dylan’s Vision of Sin», escrito por el académico y crítico literario británico Christopher Ricks, otro texto de gran valor literario. Publicado a principios de la década pasada, fue uno de los primeros trabajos y espacios que propusieron entender el trabajo de Bob Dylan como literario, además de evidentemente musical. Es muy interesante porque analiza la lírica de Bob Dylan desde el pensamiento cristiano que concierne a las tres gracias celestiales, cuatro virtudes cardinales y siete pecados capitales. El autor transparenta la percepción «dylanista» frente al cristianismo y es fácil de empatar con la inclinación religiosa de la época. Por último, están los trabajos narrativos ajenos en teoría a la biografía de Dylan, que son en mi opinión los más entretenidos. Podemos empezar con «As Bob Dylan said», un pequeño relato en el que un lyric de Bob Dylan juega un papel esencial en el desarrollo de la relación entre los personajes protagónicos y que acompaña el largo del relato. Sin ahondar en el argumento del texto, porque es imposible comentarlo sin caer en spoilers, precisamente por la brevedad del mismo, cabe mencionar que es posible descargarlo en formato ebook gratuitamente en la Librería Gandhi virtual o en iTunes. Y concluimos con mi trabajo narrativo favorito de esta categoría, «Adiós a Dylan», que originalmente se llamaba «Una canción para Dylan». Escrito por Alejandro Carrillo, ganó el Premio Mauricio Achar 2016 para nuevos escritores. Narra la historia de amor trágico entre el protagonista, que casualmente es un gran fanático de Bob Dylan, y Sara, personaje que curiosamente comparte nombre con la esposa de Dylan, por lo que esto lleva al protagonista a trazar paralelismos entre su propia historia y la vida de Bob Dylan.(…)

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(…)Una obra de redacción muy sencilla y transparente, hace un fiel retrato de lo que me parece el «chilango millenial», que en este caso termina buscándose a sí mismo lejos de sus raíces, en los fríos rascacielos de Nueva York. Cada capítulo está nombrado a partir de una canción de Bob Dylan, cuidadosamente elegida con el propósito de que la experiencia literaria sea también musical. Antes, después o durante la lectura de cada capítulo, Alejandro nos recomienda escuchar el soundtrack correspondiente que nos propone. Si entrelazar la polifonía y la letra no te motiva lo suficiente para leer esta novela, tal vez te convenza saber que este autor ganador del gran premio que es el Mauricio Achar, es además mexicano. Naturalmente, faltan muchos trabajos literarios por mencionar, pero con lo poco que he compartido, espero que se haya ampliado tu percepción sobre Bob Dylan y te hayas convencido de que sus ideas y personaje han influenciado en cierta medida en la literatura y cultura contemporáneas, y que por lo tanto, no es tan desatinado empezar a hablar de «dylanismo»

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Preludio de la obscenidad Por: Leonardo Páramo

Leonardo Páramo 23 años. Toluca, México.

Preludio de la obscenidad Por: Leonardo Páramo Escuché con atención aquella voz matinal que volaba sin permiso, y sin siquiera entenderlo enrojeció mis mejillas percudidas por el hastío cotidiano. Desde entonces comprendí que el sonido que cuantifica el tiempo y endulza la armonía -el cual llamamos música- logra conmover a aquellos corazones desilusionados y encantadores en plausibles consuelos. Sin embargo, también he escuchado la descomposición del mal uso en el tiempo y la armonía, en música que entretiene y que Mario Vargas Llosa denomina como “Ennui”1 . Cada vez más se valoran en el mercado las piezas que se colocan en la industria como hits, y más que derretirse junto a la piel, se entienden, como una simple palabra vacía que no tiene sentido. El talento de los nuevos músicos está medido por la inmediatez; es decir qué tan rápido pueden ser escuchados por la mayor cantidad de personas, y así poder validar a través de las redes sociales el impacto que una canción produce en la población. Esto significa que la música -principalmente del siglo XXI- se valora no por transmutar el alma en arte, o poder ser el medio por el cual el artista logre desahogarse por desgranar el día con día, si no por prostituir a los propios placeres en la mayor de las vulgaridades, por temor de no aceptar su propia muerte y no entender su propia vida.

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¿Podría un músico de nuestro siglo escuchar las obras de Rachmáninov o las gymnopedias de Satie, sentir el misticismo de Saint-Saëns y conmoverse por el vals vienés? Escucharlos significaría aceptar su propia obscenidad, puesto que la música representa nuestra cultura, y también representa la fragilidad de nuestra sociedad. La dificultad de entenderse con otras personas en términos musicales no prescinde de entenderse en términos literarios, pictóricos, arquitectónicos, escultóricos y, en general, en términos artísticos; el único consuelo se fundamenta en que cualquiera puede tener acceso a este universo alegórico -pero no todos lo pueden entender- pero para todas aquellas almas solitarias el acceso será bajo su propia responsabilidad. Al sentenciar este aforismo me centro en la idea principal de que, así como la felicidad se concentra en la ignorancia, el dolor se centra en el arte. Por lo tanto, los músicos se pueden multi-clasificar en aquellos dotados de virtuosismo y los dotados de sensibilidad, y en el mejor de los casos dotados por ambas. Para aquellos dotados de virtuosismo, el ejecutar una pieza con alto grado de dificultad incluso representa un reto personal: complejidad mayor en partituras y una gran habilidad de ejecución; sin embargo cuando carecen de sensibilidad, la verdadera dificultad representa poder componer algo, ya que no siempre encuentran la forma de transmutar un sentimiento en música. Por el otro lado hay los músicos dotados de sensibilidad, los cuales pueden transformar los sentimientos en música, pero explorar en los abismos de uno mismo representa una gran lucha que produce un gran dolor. Para el caso del músico con ambas cualidades, tenemos un listado histórico de músicos doctos, los cuales nos hacen sentir la nostalgia de su época.

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Es decir, escuchar la tersura del aire rompiéndose por la boquilla de Chet Baker en un jazz suave, muchas veces sin voz, transmite melancolía; escuchar la efusiva obra oscura de Tchaikovsky, la inmensidad de Wagner, la tristeza dulcísima de Sarah Vaughan, y un listado interminable, dejan en claro que el menester supremo de los músicos es hacer música; me refiero a que ninguna ideología se antepone a una necesidad, tampoco que se institucionalice un pensamiento o sensacionalice alguna polémica, pero sí que haya libertad artística desinteresada -el arte por el arte-. La dificultad para poder crear música docta en este siglo tiene múltiples explicaciones, pero una muy importante resalta en que la gente se evade, y caen en el absurdo de Camus: “El mundo absurdo más que ninguno es noble por ese nacimiento miserable. En ciertas situaciones responder “nada” a una pregunta sobre la naturaleza de sus pensamientos puede ser una ficción en un hombre. Los seres amados lo saben muy bien. Pero si esa respuesta es sincera, si describe ese singular estado del alma en el cual el vacío se hace elocuente, en que la cadena de los gestos cotidianos se rompe, en el cual el corazón busca en vano el eslabón que la reanuda, entonces es el primer signo de la absurdidad”2 . (Camus, 2013, p.25). Por consecuente, el hombre de nuestros días, hoy más que siempre, vive enajenado, olvidado de sí mismo, sin conocerse y sin entender el mundo, divorciado de sus propios sentimientos. Esta condición es la que vuelve al hombre desinteresado del propio arte, pues negarlo es negar la propia vida. Es, por consecuente la cobardía de las propias emociones; no es lo mismo escuchar La Campanella de Franz Liszt, una pieza suprema, enorme, inmensa, cuando aquello que conmueve produce temor, a escuchar una pieza simplona, sin contenido, producida con intenciones mercantiles, y para resumir, placeres inmediatos que no son producidos por la razón.

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Tanto en la música como en la poesía existen similitudes, y consideraría también similitudes en sus artistas, como el término acuñado por Paul Verlaine a los poetas malditos: Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud, Mallarmé, etcétera. Esta afinidad también se encuentra en músicos, que llamaría de la misma manera -los músicos malditos- quienes fueron presas de su propio talento, genios de retratar la tragedia de su época y de su propia condición: Schumann, Rachmáninov, Mozart, Rezső Seress, Tchaikovsky. Todos a quienes la tragedia los acompañó y no negaron la propia vida, por aceptar la llamada bilis negra, y pudieron componer las obras más hermosas, y aunque para la mayoría de las personas estén enterrados, siempre serán recordados por algunos cuantos hombres libres, que pueden escuchar sin temor a no ser reconocidos socialmente. Pero para el humano incomprendido, para aquellas almas sensibles, siempre habrá un consuelo en la música. Aquel que sufre la vida, puede encontrar cobijo en la música olvidada por nuestro siglo, sepultada al final de cada recuerdo, y saber que si el malestar o la felicidad son demasiado intensos, habrá la opción de escuchar o atreverse a crear. Para los que encuentran cobijo en el vacío, también los hay en el todo, como aquella voz matinal de María Callas que me cubría en un todo que no comprendía y que con temerosidad emprendí a seguir

Referencias: 1 Mario

Vargas Llosa (2016). La civilización del espectáculo. Editorial Penguin Random House, 1ª edición de bolsillo. (p.18) 2Albert

Camus (2013). El mito de Sísifo. Editorial Losada, 1ª ed. 1ª reimp. ( p.25)

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Mirada personal: Entrevista a Alberto Chimal Por: Brian Mendoza

Brian Mendoza Estudiante de Ingeniería Industrial por el Tecnológico de Monterrey y comunicólogo por elección, vive día con día con felicidad, ejerciendo sus pasiones como la oratoria, conducción, radio, debate, lectura, matemáticas, su carrera; disfrutando ver crecer a las personas en diferentes ámbitos. Ha sido conductor de radio, presentador de eventos, ganador de concursos de oratoria. Ha estudiado en McGill Univesity, L’Université Laval, en Canadá, así como en en Harvard y MIT en Estados Unidos, diversos cursos de comunicación y liderazgo. Recientemente publicó un papel sobre PyMEs, el cual fue presentado en la universidad número 1 del mundo, el MIT. Y cuenta con un canal de YouTube y radio llamado “Cafeteando con los Grandes” en el cuál entrevista empresarios, deportistas, actores, políticos, etc. Su canal de YouTube es: https:// www.youtube.com/channel/ UCcfNSnx1iMyMCkF7e_vMZUQ

Mirada personal: entrevista a Alberto Chimal Por: Brian Mendoza Alberto Chimal es uno de los escritores mexiquenses más reconocidos en la actualidad. Su dinamismo literario le ha dado relevancia en géneros distintos, como novela, cuento e incluso microficción. La combinación de su prosa poco usual y su fuerte presencia en línea, a través de una página web con un concurso mensual de microficción y un canal de YouTube con consejos y notas literarias, lo han convertido en un referente en la literatura mexicana contemporánea. En esta entrevista, Brian Mendoza conversa con Alberto Chimal en un tono casual y toca temas como sus estudios universitarios, su labor social como divulgador literario y su próximo libro, Manos de Lumbre (Páginas de Espuma, 2018).

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Brian Mendoza: Buenas tardes, Alberto. Mi nombre es Brian Mendoza y esta entrevista es para el segundo número de Nudo Gordiano. ¿Cómo te va? Alberto Chimal: Hola, Brian, mucho gusto. Muy bien, gracias. BM: Mucho gusto. Me dio mucho gusto ver que eres del Tec de Monterrey; yo también estudio ahí. Veo que estudiaste Ingeniera en Sistemas ¿cierto? Y bueno, escribir es una vocación que bien se podría hacer estudies lo que estudies; sin embargo, me gustaría saber, ¿por qué Ingeniería en Sistemas? AC: Con toda franqueza, fue un poco por asuntos familiares. Desde aquel entonces, ya me interesaba mucho la escritura, pero en casa de mi mamá no creían que eso fuera una profesión adecuada. A mí me interesaba mucho desde chico esta cuestión de las historias, un poco de anticipación acerca de tecnología. Mi película favorita de toda la vida es 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubric. Entonces me dijeron que si me gustaba eso, estudiara algo relacionado con la tecnología; y pues por ahí fue la presión y me decidí a estudiar la ingeniería y pues no me fue mal. BM: Te graduaste con honores, ¿cierto? AC: Sí, sí (risas). Pero ya después decidí que quería dedicarme a la escritura. Para cuando entré a la carrera, incluso ya tenía un libro publicado y algunas cosas localmente, en Toluca. De algún modo, la ingeniería fue como una especie de incursión en otra cosa. No es como que empecé como ingeniero y luego me puse a escribir, sino que empecé a escribir y luego continué después de graduarme. BM: Entiendo. ¿En qué momento dijiste “quiero dedicarme a la escritura al cien por ciento”? ¿Hubo algún momento en tu vida en que dijeras “ya, tengo que hacerlo”? ¿Te llegó la inspiración en algo que hiciste; algún libro o cuento, por ejemplo?

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AC: Yo creo que tuve siempre la inquietud, desde la infancia en que supe que existían los escritores. Sin embargo, creo que el momento definitivo fue en los años 90, cuando decidí no solamente ponerme a escribir lo más que pudiera, sino que además salí de Toluca y me mudé para empezar de nuevo en la CDMX, donde resido actualmente. BM: ¿Qué hubiera pasado si no te hubieras dedicado a la escritura? Si hubieras continuado con la línea de Ingeniería, ¿crees que Alberto Chimal estaría trabajando como ingeniero en sistemas en una empresa? AC: Probablemente sí. Algo relacionado con sistemas administrativos o nóminas, probablemente. En realidad, aunque la carrera prometía mucho de desarrollo, investigación y creación de nuevas tecnologías, no había tantas oportunidades laborales. Probablemente habría sido necesario buscar alguna otra cosa si quería yo realizar esa aspiración. Estaría casado ya, tendría un par de hijos, quizás. Y bueno, estaría profundamente frustrado.

BM: ¿Aplicas en tus historias algo de lo que aprendiste en la ingeniería? AC: Yo creo que ciertas ideas que vienen de la ciencia están en mi carrera de escritor. Varias de las nociones matemáticas y filosóficas que están en la base de los sistemas computacionales, son de por sí temas interesantes en la literatura, desde la epistemología, por ejemplo, o alguna clase de filosofía que tomé en la ingeniería, hasta una cierta consciencia de lo que puede hacer una tecnología digital, de cuáles son sus posibilidades y limitaciones, de cómo es posible interactuar con ella de una manera profunda e intrincada. La mayor parte de las personas que se encuentran con tecnología digital en nuestra época, tienen una capacidad tecnológica muy baja, gente que no es capaz de manejar una interfaz de Facebook o que no distingue entre Internet y Facebook.(…)

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(…)En cuanto a mí, ya estaba yo prevenido de las dificultades que iba a tener la transición tecnológica cuando iban a empezar los 90s; eso me dio cierta ventaja y curiosidad para ver cómo podrían usarse esas herramientas no solo como temas, sino como utensilios en el proceso de la escritura. BM: Platícame de tu más reciente libro, Alberto. ¿Podrías darme una pequeña sinopsis? AC: El libro más reciente que se estrena en España y México en septiembre, lo publica la editorial Páginas de Espuma, que es una editorial especializada en cuento, y se llama Manos de Lumbre. No sé si a ti todavía te tocó escuchar cuando una mamá regañaba a un niño al tirar un plato, por ejemplo, y le decía “¡tienes manos de lumbre!”. De ahí surge el título; es una serie de historias diferentes entre sí acerca de personajes que de alguna manera “tienen manos de lumbre”; que por imprudencia, vanidad, etc., rompen cosas a su alrededor y ocasionan daños para ellos mismos o para otros. Uno de los cuentos, por ejemplo, es acerca de una mujer que está en fase terminal de cáncer y se somete a un experimento para transferir su consciencia a una computadora. Para ese texto, y para las dificultades que vienen para los personajes a partir de los personajes de la protagonista, me puse a repasar varios temas de mi aprendizaje de ingeniería, me puse por ejemplo a releer a un científico y divulgador que se llama Douglas Hofstadter, quien desde los años 80 escribe sobre inteligencia artificial, sistemas de representación, modelos de la consciencia, etc. BM: Suena increíble, Alberto. Nos va a dar mucho gusto leerlo. ¿Algún otro cuento acerca del que quieras platicarnos?

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AC: Hay uno, por ejemplo, acerca de un plagiario. No un plagiario de personas, sino de textos. Ha habido casos durante los últimos años de autores acusados de plagio. En esta época en donde el plagio, engaño y falseo de la verdad son tan comunes, me parece un tema muy interesante, y creo que la figura del plagiario es una muy enigmática e interesante. Primero, se da a la tarea de robar un texto y no dar ningún tipo de reconocimiento, pero después, al ser descubiertos, he descubierto que los plagiarios siguen un proceso casi de manual: primero niegan que haya pasado, luego dicen que no fue para tanto, luego le echan la culpa a la víctima y luego intentan seguir adelante como si nada hubiera pasado. El personaje de mi cuento escoge textos de autores poco conocidos publicados con pequeñas editoriales y los saca en periódicos de renombre. En el cuento, el plagiario se encuentra con que alguien a quien plagió se vuelve muy reconocido de repente. BM: Platícame ahora acerca de las minificciones. En tu página en línea (www.lashistorias.com.mx) , mantienes un concurso mensual de microficción, ¿cierto? ¿De dónde surge este interés por la microficción y qué se necesita para realizarla? AC: El interés viene desde mi infancia; algunos de los libros que encontré primero en casa de mi mamá, incluían cuentos muy cortitos. El primero que identifiqué como tal es Confabulario, de Juan José Arreola, un autor muy interesante con narraciones breves. Desde entonces, me interesé por el género y lo desarrollé para algunos proyectos. Cuando salió la idea de hacer el sitio de Las Historias, en 2005, a mí se me ocurrió que sería interesante hacer alguna actividad que involucrara a otras personas. Mucho de lo que se publicaba en los blogs de aquel tiempo eran más como anotaciones de diario. Como a mí no me interesaba mucho ese tipo de escritura, decidí iniciar el concurso de microficción. BM: ¿Cómo fue que decidiste crear Las Historias, independientemente del concurso?

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AC: A principios de este siglo, estaba increíblemente de moda usar los llamados “sistemas de manejo de contenidos” para crear blogs o páginas personales. Yo acababa de experimentar con uno por algún tiempo y tuve la idea de tratar de hacer un sitio que no parecía obligado, pero sí relevante para usar las nuevas tecnologías; un sitio con cosas de mi interés y que fueran útiles, por lo que decidí dedicar el sitio completo a la narrativa. Hay el concurso, hay una antología virtual de cuento que he elaborado durante bastante tiempo, algunas veces tomando cuentos de otros autores, otras traducciones o escritos míos y, estos últimos años, una iniciativa que creé con mi esposa, Raquel Castro, que se llama #Escritura2018. BM: El proyecto suena muy interesante, Alberto. ¿Podrías contarnos un poco más al respecto? AC: Claro. #Escritura2018 es un proyecto para apoyar a gente que quiera hacer su propio libro. Está en mi sitio, en las redes sociales, en un canal de YouTube que se llama Alberto y Raquel Mx, donde damos consejos, transmisiones sobre literatura y otras cosas del estilo. Ambos pensamos que es muy importante ofrecer algún tipo de información valiosa al involucrarnos con las personas a través de redes sociales. Crear un tipo de comunidad y ofrecerles algo es muy importante para nosotros dos. BM: Me parece interesante que nos cuentes la rutina de un escritor. ¿Cómo es tu rutina? AC: En un día de descanso, salgo a desayunar con mi esposa y con frecuencia nos acompaña su papá. Luego vamos quizás al cine o a ver alguna película en casa. Los días de trabajo, por el contrario, son más apremiantes. Mi esposa trabaja en un archivo histórico, entonces todos los días se va y regresa hasta la tarde, mientras yo me quedo en casa. Habitualmente, me quedo en este espacio que es la sala/comedor o en un estudio, trabajando en alguno de los pendientes que tenemos.(…)

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(…)Siempre tenemos más de un proyecto en marcha, entonces si me bloqueo con alguno, me paso a otro. Tengo una serie de compromisos, sobre todo editoriales, como cumplimiento de contratos o proponer nuevas ideas para libros. Un buen día de trabajo puede durar incluso hasta seis u ocho horas, aunque por lo general son menos porque se interrumpen al salir a comprar cosas, comer o realizar pendientes. La rutina definitivamente es muy variada, pero creo que es importante siempre, sin importar lo demás, escribir por lo menos una cuartilla al día. Escribir es una cosa que requiere entrenamiento, como hacer un deporte, y al hacerlo con frecuencia y constancia, se consigue un impulso que vuelve el oficio más fluido; si se pierde el impulso, no es raro encontrarse con bloqueos de escritor, por ejemplo. BM: Por último, Alberto, ¿qué consejo le darías a los jóvenes con talento literario que tienen la pasión de escribir, pero no encuentran suficientes espacios u oportunidades? AC: Yo creo que lo primero es que busquen las oportunidades disponibles. Revistas como Nudo Gordiano son precisamente una oportunidad para muchas personas porque son más asequibles y abiertas. Hay que buscar medios en donde dar el primer paso, que es la primera publicación. Por otro lado, lo más importante es tener algo que ofrecer a las publicaciones que ofrecen oportunidades; esto implica practicar, leer todo lo que se pueda, ir con constancia, disciplina y autocrítica y, principalmente, tener paciencia. Incluso las personas con ventajas sociales o de cualquier otro tipo, necesitan tener un texto que mostrar, y para tenerlo tienen que hacerlo. Un ejemplo que pongo con frecuencia es el siguiente: Si un día te habla tu editorial favorita y te ofrece hacer un tiraje de un millón de libros con una novela tuya, pero no tienes una novela escrita, ¿qué harías? Es importante escribir con frecuencia, mejorar, y siempre tener algo que ofrecer.(…)

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(…)Sin embargo, el proceso de la escritura no se basa únicamente en un producto final, como un manuscrito o un libro, sino que también incluye un proceso de familiarización con el lenguaje, que constituye un beneficio increíble pues nos ayuda a entendernos mejor a nosotros mismos, incluso si el producto final no se acabara publicando. Mucho de lo que yo hago de divulgación, por ejemplo, está dirigido a personas que no necesariamente quieren ser autores profesionales, sino que quieren acompañar su vida con la literatura como un pasatiempo, por ejemplo. BM: Alberto, muchísimas gracias por darte el tiempo para platicar conmigo para Nudo Gordiano. Te deseo lo mejor con los proyectos que vienen para ti y para tu esposa. ¡Muchas gracias! AC: Muchas gracias, Brian. ¡Un gusto!

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CONVOCATORIA PERMANENTE La revista Nudo Gordiano es una revista literaria colaborativa que acepta permanentemente propuestas en forma de cuentos, poemas, ensayos, fotografías y reseñas literarias. La convocatoria para recepción de propuestas para cada número se abre automáticamente cuando el número anterior es publicado. Considerando que algunos números son temáticos o tienen requisitos especiales para los textos a considerar, suplicamos a los interesados que revisen cada convocatoria vigente en la página oficial, www.facebook.com/RevistaNudoGordiano, o en nuestra cuenta de Twitter, @NudoGordianoMx, que será publicada un día después del estreno de cada número. Las propuestas, independientemente de los requisitos especiales para cada número, deberán siempre ser enviadas al correo revistanudogordiano@gmail.com en español y en tipografía de 12 puntos con interlineado de 1.5. El consejo editorial se reserva el derecho de juzgar las propuestas para seleccionar los textos a publicar en cada número. Los autores de textos e imágenes publicados en Nudo Gordiano conservan siempre los derechos intelectuales de su obra y solo ceden a Nudo Gordiano los derechos de publicación para cada número.

Gracias a todos ustedes, lectores y escritores. Les debemos todo. www.facebook.com/RevistaNudoGordiano www.twitter.com/NudoGordianoMx www.issuu.com/RevistaNudoGordiano


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Mirada personal: Entrevista a Alberto Chimal, por Brian Mendoza - Entrevista

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pages 64-71

Preludio de la obscenidad, por Leonardo Páramo - Ensayos

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