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Prólogo

Por la Dra. Arq. Ana María Romano

Prologar un libro siempre es una responsabilidad, es abrir entusiastamente la puerta para dar la bienvenida al lector, siendo fiel al sentido del texto donde con tanta generosidad se exponen pensares y sentires.

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Este es un escrito franco, sencillo y profundo, cuya lectura la facilita el estilo próximo, coloquial y amistoso con el que el autor nos acerca a un tema trascendental, como es la necesidad de preservación de nuestro mundo, del único que tenemos.

Eduardo Saldivia cursó parte de su carrera de arquitecto, como él dice en la introducción, en el taller de arquitectura que yo integraba y en el cual me tocó ser testigo de su formación disciplinar, su entusiasmo de estudiante en el cual ya sobresalía su capacidad, dedicación y tenacidad pero, sobre todo, su pasión por la profesión que abraza con tanto amor y compromiso.

Durante muchos años esas cualidades se fueron afianzando y ampliando en el ejercicio profesional, con la fuerza de las verdaderas vocaciones hasta alcanzar el lugar desde donde hoy redacta estas páginas, con el sentimiento ecuménico de quien no quiere pasar por la vida sin

hacer algo que mejore el mundo recibido y sin trasmitirle a sus hijos esas mismas convicciones.

Lo hace desde la intimidad de la tierra misionera, el lugar que lo albergó y que el acogió como propio, donde la vida y la naturaleza se manifiestan con tal pujanza y desenfreno que no permiten mirar para otro lado a la hora de preservarla.

Desde su lugar en el mundo Eduardo piensa sobre el mundo.

“Green is more” o “verde es mejor” son las palabras que elije para contagiarnos el amor por el planeta, que no admite desmayos ni claudicaciones.

Copio sus propias palabras “a lo largo de este libro podremos ver como el “verde es mejor atraviesa todo el mundo de la arquitectura, el urbanismo, el paisajismo y la construcción actual”

Es un texto que habla del futuro, actúa en el presente y abreva en la cultura del pasado, desde la cual señala algunos referentes que nos muestran el espejo desde donde mirar hacia adelante.

Los capítulos reúnen textos breves y profundos narrados con el mismo espíritu de las mateadas misioneras entre amigos en la pausa distendida de la sobremesa.

Fueron anticipados en sus notas semanales para el diario El Territorio y, quizás por eso, la prosa es sencilla y clara, puesta al alcance de todos, sin renunciar a la profundidad del concepto, desde allí advierte sobre la crisis terminal del planeta sin permanecer en la crítica improductiva sino sugiriendo activamente soluciones a distintas escalas.

Es un planteo optimista sobre las perspectivas futuras, a condición de comprometernos personal y socialmente con esa empresa, convencidos, como decía la Madre Teresa de Calcuta que “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”

Eduardo comienza hablando de Nuestro Planeta y de la necesidad de un cambio de paradigma. En el primer capítulo propone los micro-mecenazgos, que impulsan nuevos proyectos con pequeñas contribuciones colectivas, e invoca la idea de la encíclica donde Bergoglio nos dice que ya no dependemos de grandes entidades para luchar contra el cambio climático, trasmitiendo la idea de que el cambio depende de cada uno de nosotros, de la suma de las gestiones individuales, solidarias y mancomunadas.

Todo el libro refuerza con múltiples ejemplos esta idea donde fundamenta su optimismo, sin concesiones y dejando claro que si insistimos en una huella ecológica mayor de la tolerable nos dirigimos inexorablemente a una destrucción irreparable.

Como contrapartida menciona los programas que tienden a revertirla y las campañas amigables con el ecosistema, con iniciativas sustentables y sostenibles en el tiempo.

Nos ofrece numerosos ejemplos y advierte que el tiempo se agota.

No se trata de un planteo fatalista, tampoco ingenuo, no desconoce los potentes intereses que obstaculizan los buenos intentos, pero nos presenta soluciones y una visión esperanzada, de profundo humanismo, a sabiendas de que “no tenemos un planeta B”.

Por eso se ocupa entre otros temas, del problema de la basura y su recuperación, de la producción de energías limpias, de distintas formas de reciclaje y de las pequeñas acciones cotidianas que pueden revertir el impacto de la huella de carbono, sin olvidar la necesidad de formar, capacitar y enfrentar los problemas a través de la educación.

En el segundo capítulo nos dice de las ciudades y nos lleva a la vanguardista Posadas y sus sucesivos programas de desarrollo que la conducen a consagrarse como ciudad inteligente (según la definición establecida por la ONU) en el Plan Posadas 2032.

Al tiempo que nos lleva desde el pago chico a los desafíos del Siglo XXI, expone ejemplos de arquitectura y urbanismo que demuestran que las

propuestas no son una utopía y pueden lograrse, encontrando un equilibrio entre los intereses contrapuestos y buscando mediaciones posibles.

No deja de involucrarse con la arquitectura doméstica y la necesidad de dar solución a marcados déficit cualitativos y cuantitativos, reivindicando soluciones para una vida digna, que prolonga al ámbito de los espacios urbanos, siempre con la gente como protagonista y la urgencia de recuperar espacios para la vida, multiplicando superficie verde, saneando y abriendo los cursos de agua entubados y generando más lugares saludables para juego y esparcimiento.

Sirven de ejemplo ciudades que han cambiado su fisonomía y la vida de sus habitantes como Medellín, que ya exhibe sus resultados, conectando sus barrios, reduciendo la violencia, sacando a los jóvenes de la calle y brindando el equipamiento necesario, fruto de una gestión gubernamental sostenida a pesar de los cambios políticos.

Demanda, de acuerdo a los tiempos una conectividad plena, acorde a la disponibilidad de las tecnologías, otro modo de ejercer la proximidad a distancia en la era digital.

Eduardo extiende su mirada crítica, sus propuestas concretas y alentadoras, cuando nos habla de Movilidad y Transporte, en el capítulo 3, haciéndose cargo de la máxima “más amor, menos motor”, con soluciones sencillas, económicamente factibles donde la capital misionera ofrece soluciones ya implementadas.

Aboga por una ciudad de cercanías, medida en tiempos, donde el peatón y el ciclista se impongan sobre el predominio vehicular, se recuperen espacios para la gente, veredas anchas y arboladas con lugares de permanencia y donde los espacios peatonales celebren la vida en una ciudad segura, amable, inclusiva y diversa.

En esa línea, una vez más muestra las carencias sin dejar de proponer y ofrecer los recursos, ilustrando con ejemplos de distintos lugares del mundo y distintos momentos de la historia que mejorar es posible.

En el capítulo 4 se aboca al tema de las tecnologías limpias para la producción de energía, el uso eficiente del escaso e irrecuperable recurso del agua potable, su utilización sin desperdicios, su recuperación en usos alternativos, la utilización del agua de lluvia y nos da sólidos referentes, mostrando que todo lo dicho ya está probado, sólo hay que llevarlo a la práctica … y no es tan difícil.

El capítulo 5 mira hacia distintos lugares como ejemplos de urbanismo. Lugares que han sabido ganar batallas medioambientales, como Portugal y Holanda, entre otras.

Una Holanda donde, al tomar conciencia del impacto negativo de su estilo de vida, los habitantes han decidido revertir el proceso asumiendo un reto acorde a los tiempos.

Nos habla de las cuencas a cielo abierta de ciudades como Brujas y la recuperación de la vida cotidiana de lugares donde la gente se apropió de la calle, recreando la vida vecinal en la proximidad barrial con aroma local.

Enfatiza la importancia de recuperar la participación ciudadana creando formas de gestión donde se puedan tomar decisiones conjuntas.

Pero no solo es mirar hacia afuera y nos lleva nuevamente a su Misiones, orgullosamente vanguardista. Una ciudad que asume el desafío del futuro repensándose y que reconoce su posición estratégica, abriéndose a la vinculación fraternal con los países limítrofes, en el turismo, la industria, el comercio, con un gesto en el que no sólo amplía sus límites, sino que se compromete con su tiempo, inventando un nuevo futuro, porque “las fronteras no son muros” y todas las transversalidades son bienvenidas.

El capítulo 6 es un homenaje, a los “héroes” que Saldivia admira, arquitectos, urbanistas, paisajistas de ayer y de hoy, de aquí y de allá, los que están en su corazón, aquellos que se animaron a los cambios, los que dieron ejemplo con sus obras, los que pensaron su arquitectura en un marco ampliado de respeto, sabiéndose ciudadanos del mundo

y proponiéndose protegerlo con su obra, aún antes de que esta crisis amenazara con tanta proximidad.

El libro cierra con ricos caramelos surtidos, diciendo lo que sentía que le faltaba decir, resaltando modos de gestión solidaria y volviendo a su otra pasión, la educación, la maravillosa aventura de enseñar, ser profesor y cómo serlo, las competencias profesionales y una mirada crítica que propone como corolario nuevas formas de habitar.

En el cierre asume y reivindica, por si no quedó claro, su pasión por la arquitectura.

Después del recorrido por estas páginas debemos volver a la propuesta, “verde es mejor”.

Lo hacemos en un momento particular del mundo, una pandemia que nos obliga a mirarnos, volver a nuestros afectos, apreciar nuestro entorno, honrar lo cotidiano y el mundo que nos da albergue, pensar el daño que le infligimos y abandonar nuestra actitud adolescente.

A los pocos días de la cuarentena que nos tiene dentro de casa, la contaminación retrocedió al nivel de los años 70.

Era necesario “guardarnos” involuntariamente para darnos cuenta del daño perpetrado como especie y la confirmación de que el planeta no nos necesita, más bien todo lo contrario, vive mejor sin nosotros.

En este contexto las palabras de Eduardo toman una dimensión inesperada.

No hay un planeta B y este planeta, el único que tenemos, nos reclama sin darnos opciones. Ni la mirada apocalíptica, ni la esperanza ingenua, sólo la demanda de acciones concretas de salvataje.

Para empezar a pensar en ellas estas páginas nos dan algunas pistas.

Todo lo demás depende de nosotros.

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