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Los jardineros que cambiaron el mundo

En 1851, se celebró en Londres la primera Exposición Internacional. Se trataba de un encuentro donde se mostraba al mundo todos los progresos de cada país y las nuevas tecnologías. Por lo que los organizadores decidieron llamar a un concurso de proyectos para lo que sería el pabellón principal de la feria.

Ese año, la Revolución Industrial ya era un hecho. Los avances estaban cada vez más a la vista, en Inglaterra las fábricas de Manchester y el puerto de Liverpool eran el epicentro de un nuevo mundo. Pero la arquitectura seguía mirando al pasado, a los héroes del Renacimiento en Italia, 300 años atrás.

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Los arquitectos diseñaban fachadas atendiendo a los órdenes griegos. Las columnas se escondían adentro de los muros y aunque los edificios estuvieran construidos con ladrillo tradicional, se revocaba todo con trabas robustas para que parezcan paredes hechas de piedras apiladas. Los arquitectos eran estudiosos de los edificios de la antigüedad y se habían subido a un pedestal desde donde le decían a los demás qué era bello y qué no.

En esa misma época vivieron dos jardineros, que no se imaginaba que con su trabajo iban a ser los diseñadores más influyentes del mun-

do moderno. En ese momento no había una conciencia por el medio ambiente como hoy, pero sin embargo ellos se animaron a cambiar el mundo desde el paisajismo, desde la jardinería.

Uno fue el escocés Tom Morris Senior, que vivió en Reino Unido entre 1821 y 1908. Hasta entonces se jugaba al golf en espacios abiertos naturales, pero él decidió intervenirlos, enriquecerlos, mejorarlos. Fue el primer diseñador de campos de golf, hizo unos 75 en los cuales aún hoy se sigue jugando. Cambió el deporte para siempre y fue incluido en el Salón de la Fama del Golf Mundial en 1976. Su sueldo en el club Saint Andrews era de una libra esterlina por día, pero su legado es invaluable.

El otro jardinero influyente hasta hoy en día se llamó Joseph Paxton, oriundo de Bedfordshire, vivió entre 1803 y 1865. Era un autodidacta, inquieto, apasionado. Su talento lo llevaba por los jardines de las casas más lujosas de Inglaterra, donde se destacaba por su gran trabajo. Fue así como aprendió a diseñar y construir jardines de invierno para sus clientes, familias adineradas. Esqueletos de metal, paños de vidrio y un gran espacio verde alrededor.

Al concurso por el Pabellón principal de la Exposición Internacional se presentaron cerca de 250 proyectos. Todos parecían un templo griego con escalinatas de mármol y pesadas columnas que marcaban el acceso, menos uno. Paxton había decidido desafiarse a si mismo y hacer el jardín de invierno más grande que se pudo haber construido jamás, uno de más de quinientos metros de largo por cien de ancho, al que llamó el Palacio de Cristal.

Los jueces quedaron desconcertados y no se expedían en un resultado, entonces el jardinero ansioso por saber qué opinaría el público en general de su propuesta, decidió publicarla en el diario local. El resultado fue que a todos les encantó y empezaron a pedir que se le diera el premio a ese proyecto. Por las presiones, el Jurado se animó a declarar a Paxton como ganador, aunque fuera un proyecto fuera de lo convencional y finalmente se construyó el proyecto en el Hyde Park, el parque principal londinense tenía ahora también su jardín de invierno.

Se considera que allí nació el movimiento moderno de la arquitectura, fue el primer edificio construido con una estructura metálica y revestido en vidrio. Hasta hoy en día, los edificios contemporáneos continúan el legado de aquel sistema constructivo. Todas las capitales del mundo tienen en su centro edificios que parecen enormes cajas de cristal, hechas de acero y vidrio.

Las exposiciones internacionales fueron tan importantes para la época, que aún hoy en día seguimos admirando lo que se exhibía en ellas. Tal es el caso de la Torre Eiffel, diseñada y construida por dos ingenieros como punto clave de la Feria que se celebró -años más tarde- cuando la sede fue en París, en 1889.

Un jardinero cambió el curso de la historia de la arquitectura, sin ego, ni saberes sobre las civilizaciones clásicas. En definitiva, la lección más importante que le dejó a los arquitectos fue comprender la necesidad de la arquitectura por conectarse con la realidad -con la vida actual de las personas- porque si no lo hacen ellos, otra persona lo hará.

Representación del Palacio de Cristal.

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