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Lugares para vivir

Afines de los años 80, se sancionó una ley que pasaba en limpio qué cosas podía hacer alguien que se recibía de arquitecto. Es una lista larga -de 21 puntos- donde la mayoría de las tareas son compartidas con otras carreras; por ejemplo, tasar inmuebles lo puede hacer tanto un arquitecto como un martillero público. Calcular estructuras para edificios es una incumbencia compartida con los ingenieros. Y un punto incorporado posteriormente agregó lo relativo a evaluar la seguridad e higiene en una obra, algo compartido con los técnicos que se dedican a eso.

En 2019, el Ministerio de Educación de la Nación publicó la lista de las tareas que son exclusivamente incumbencia de un arquitecto, y los que obtienen este título no comparten con otras carreras. Es una lista con cuatro puntos, que no significa que a las otras no las siga haciendo, sino que significa que a estas cuatro no las puede hacer otro. Específicamente, son las cuestiones vinculadas a diseñar, proyectar, construir, dirigir y todo lo referente a los espacios donde habitan las personas.

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Un arquitecto puede definirse como ese profesional dedicado a los lugares que van a ocupar los seres humanos para vivir.

Entendiéndolo así, no nos va a llamar la atención que el arquitecto inglés Norman Foster esté dedicado a diseñar el asentamiento donde

van a habitar los enviados por la Nasa a la luna, o que el danés Bjarke Ingels esté proyectando los lugares donde van a vivir los astronautas en Marte.

En Buenos Aires -hace pocos años- en el Instituto de la Espacialidad Humana, el arquitecto Roberto Doberti ya estudiaba cómo deberían ser los espacios para poder vivir en gravedad cero, y en ese momento era algo que parecía una visión del futuro inalcanzable en el mediano plazo; sin embargo, cuando un cosmonauta habla de la estación espacial internacional, hoy la llama su casa.

El hecho de compartir incumbencias no significa restarle protagonismo a una profesión. Por el contrario, hoy todo se hace en equipo y no existe un arquitecto que haga las cosas solo. Si tengo que lotear un campo para hacer un barrio privado, va a ser un ida y vuelta permanente y lo harán multidisciplinariamente arquitectos, paisajistas y agrimensores, y no uno u otro.

Algo así sucedió en 2011, cuando el estudio holandés MVRDV recibió el encargo de una nueva planificación urbana para 43 kilómetros cuadrados de Almere, una ciudad al oeste de Amsterdam. Así como pensamos en las colonias humanas en otro planeta, este equipo de arquitectos se puso a trabajar y a pensar en cómo podría ser nuestra vida en este mundo, si empezáramos de cero.

MVRDV arquitectos siempre se caracterizó por dar respuestas innovadoras, con la visión de un futuro mejor, y de eso se trata su propuesta en Almere.

En primer lugar, los terrenos del loteo no responden a una medida. Cada uno podrá comprar uno de las dimensiones que pueda, lo importante es respetar las proporciones. En otras palabras, cada terreno debe tener el 13% de su superficie destinado a un cinturón verde a su alrededor, que le permitirá tener privacidad y agradables visuales. Y adentro, cada uno puede hacer lo que quiera: una casa, un taller, una sala de

ensayos o una escuela. Lo único que te piden es que no ocupes más del 20% de tu terreno. Sea del tamaño que sea.

El primer principio que organiza Almere dice que “la libertad conlleva responsabilidades” por lo que, para poder mantener su grado de libertad, cada vecino debe ocuparse de colocar sus propios paneles fotovoltaicos, sus molinos de bombeo de agua y sus calderas a leña chipeada o calefactores solares. Y así no depender de terceros.

Lo segundo que manda en Almere es que “mi derecho termina donde empieza el del otro”, por lo que cada vecino es responsable de cuidar el espacio verde, la vereda, la limpieza, la iluminación y hasta el bacheo de la calle en el tramo de su terreno, aunque lo vayan a usar todos. Pero pasa algo curioso cuando no lo hace el Estado, porque nadie ensucia ni rompe lo que el vecino cuida.

Todos producen su propia comida, como granjeros urbanos, y dedican el 60% de sus espacios a la producción. Pero nadie puede producir toda la comida, y los vecinos son necesarios para poder intercambiar algo de lo que producen ellos por un poco de lo que produce uno.

En definitiva, el futuro de los asentamientos humanos, para estos holandeses estudiosos, se parece más al interior de Misiones en 1960 que a una ciudad actual. Es muy probable que el interior de la Tierra Colorada haya sido arada por los primos o los hermanos de los mismos europeos que hoy estos urbanistas toman como ejemplo a seguir cuando piensan el futuro.

Tenemos en el ADN de Misiones eso que hace que lo que unos llaman “mi tierra”, acá hayamos aprendido a llamarla “nuestra tierra”.

Representación de una vivienda en Almere. MVRDV, 2012.

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