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Cine y arquitectura

Las vanguardias del arte suelen contagiarse entre sí, alcanza con que una de ellas empiece a tratar problemas y cuestiones propias del hombre de su tiempo, para que otras disciplinas la sigan en ese abordaje, desde su propia óptica. En realidad, esto se debe en buena parte al hecho de que músicos, pintores, escritores y los artistas en general comparten los mismos espacios, van a las mismas muestras y a las mismas reuniones.

Desde Victoria Ocampo y su Revista Sur, en 1931, donde los intelectuales discutían y se interesaban por la arquitectura moderna y la literatura, pasando por la década del sesenta con los Happening del Instituto Di Tella, similares a esas reuniones de las que nos cuenta Federico Fellini en la Dolce Vita, en las que Marcello Mastroianni se enamoraba de todas las musas. Más acá en el tiempo, también pudimos verlo recreado por el cine en 2011, con esas trasnoches de los bares bohemios de los años veinte, donde un escritor ansioso termina conociendo a Picasso, Buñuel y Hemingway en una Medianoche en París de Woody Allen.

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Hoy, con Instagram y YouTube, todos los que buscamos inspiración vemos las mismas obras y a los mismos artistas. Ya no hace falta ir al MALBA para ver las pinturas arquitectónicas de Guillermo Kuitca y con

solo un Enter podemos ver volar a Sergei Polunin o el ballet La Silphide todas las veces que tengamos ganas.

El caldo de cultivo para las nuevas ideas se nutre de muchas maneras, esculturas, fotografías, danza clásica o contemporánea son favoritas de los arquitectos por su juego de luces, la relación de los cuerpos en el espacio, pero el cine con películas como Metrópolis -obra maestra del cine alemán de 1927- o Blade Runner -con Harrison Ford, de 1982- son luces rojas alertando sobre las ciudades que tendríamos si nos dejamos llevar por los tiempos modernos y han transformado definitivamente la forma de hacer arquitectura y la planificación urbana.

En el caso argentino, el guionista y director Gustavo Taretto es uno de los talentos más influyentes de la última década. Con sus películas ha logrado registrar la complejidad de la vida actual en dos largometrajes que nos recuerdan que entre edificios, asfalto, y sus terrazas: viven personas que aman, que dudan, que tiene sueños. Taretto hace de sus comedias un manifiesto donde le dice a la ciudad que no se olvide de sus habitantes, que por anónimos no son menos protagonistas.

Tal es el caso de Medianeras, de 2011 donde Mariana -una arquitecta que ama las calles de Buenos Aires y sus mitos- y su inseguro vecino Martín, se animan a desafiar los códigos de edificación de una capital a la que solo le preocupa el negocio de los metros cuadrados. Por esta línea también transitan las Insoladas, película de 2014 en la que un grupo de amigas con ansiedad y buen humor se permiten soñar una vida mejor aunque estén rodeadas de chimeneas y cemento.

Un concierto de los tres tenores puede inspirarnos y motivarnos a cambiar el mundo, pero una buena película de tiros o una comedia musical también puede hacerlo. Es importante que nos animemos a explorar en otras disciplinas que no sean la nuestra, para enriquecernos y poder ver las cosas desde perspectivas diferentes.

Buenos Aires le da su espalda al Río de la Plata. Medianeras, 2012.

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