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Vaquita por el mundo

César Pelli decía que un arquitecto -por su propia condición de servicio- siempre iba a tener a alguien con mayor jerarquía dándole órdenes. Hasta el mejor arquitecto del mundo, hoy por hoy, tiene arriba a un jeque árabe que le dice cuándo hacer o deshacer las cosas, a su gusto. Así nació la figura del mecenas, una entidad que financia tu trabajo porque sabe que lo que producís vale la pena, aunque otros no lo vean así.

Esto es algo que le pasó a Miguel Ángel en 1510 trabajando para la familia Medici -los millonarios de la Italia de aquel entonces- o en 1530, donde su mecenas pasó a ser el Papa, encargándole obras para el Vaticano, como las pinturas de la capilla Sixtina.

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Seguramente, este modelo es el mismo que encontró Pelli, sólo que en la actualidad, los únicos capaces de encargarle un nuevo rascacielos fueron todos banqueros y empresas petroleras.

Actualmente ese paradigma está cambiando.

Hoy empezamos a darnos cuenta que entre muchos tenemos el mismo peso que un solo mecenas. Colón podría haberle pedido 100 maravedíes a cada una de las 20.000 personas de Génova y hubiera podido hacer su expedición a través del Atlántico sin tener que deberle 2.000.000 de maravedíes a los Reyes Católicos. Seguramente hubiera

sido difícil convocar a tanta gente que colabore desinteresadamente. En tiempos de internet esto es bien distinto.

En 2014, un americano anónimo y cansado de ir de camping lleno de bártulos, decidió hacer en el garaje de su casa el prototipo de una conservadora que tuviera ruedas, parlantes inalámbricos, un enchufe para cargar el celular, cajoncitos para guardar unas llaves o la billetera y hasta un destapador adosado (porque siempre falta uno). A esta heladerita “frankestein” la puso en la web y pidió que los interesados en comprar un producto así, le adelantaran unos dólares. Ryan Grepper -así se llama- tenía la esperanza de juntar unos 50.000 dólares para poder fabricar en serie su invento. Su heladerita fue un furor, a todos les pareció algo espectacular y que debería habérsenos ocurrido antes. Así fue como, en un solo fin de semana, recaudó 5 millones de dólares. Colón estaría indignado.

De eso se trata el crowd-founding o también llamado micro-mecenazgo: todos aportan un poco para una gran causa. En definitiva, es lo que coloquialmente llamamos una “vaquita”. Todos suman, todos saben que su aporte, por mínimo que sea: suma.

Hoy, 500 años después, el rol del Papa es otro. Ya no encarga obras de arte memorables a grandes artistas, porque entendimos que Dios no sólo está en las catedrales monumentales o en las capillas de los jardines vaticanos. En las últimas décadas se empezó a concebir que cada uno de nosotros tiene un pequeño altar en su propio corazón y Dios está en nuestro interior.

En su escrito Laudato Si, el Papa Francisco propone empezar a sumar voluntades en el cuidado de nuestro ecosistema. En una revolucionaria encíclica, Bergoglio plantea que ya no dependemos de grandes entidades para luchar contra el cambio climático. Así como podemos juntar 5 dólares cada uno para fabricar un invento fantástico, sin depender de banqueros o grandes corporaciones, desde lo valioso que es cada uno de

nosotros, podemos sumar un pequeño aporte en el cuidado de lo que él llama “nuestra casa común”.

El cuidado del medio ambiente depende de nosotros y cada uno puede sumar una pequeña parte a un todo que nos une.

A veces, pensamos que uno sólo no vale por sí mismo, que nuestro gesto no suma, pero tenemos que cambiar esa percepción. Todos los aportes suman y esto puede llevarse a cualquier tema de nuestra realidad, como puede ser cerrar la grieta política de nuestra sociedad o ayudar en el cuidado de los castigados bosques nativos, se encuentren ellos en la cuenca del Amazonas o en la República Argentina.

Material complementario

Encíclica Laudato Si, Papa Francisco. Italia, 2015.

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