Vaquita por el mundo
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ésar Pelli decía que un arquitecto -por su propia condición de servicio- siempre iba a tener a alguien con mayor jerarquía dándole órdenes. Hasta el mejor arquitecto del mundo, hoy por hoy, tiene arriba a un jeque árabe que le dice cuándo hacer o deshacer las cosas, a su gusto. Así nació la figura del mecenas, una entidad que financia tu trabajo porque sabe que lo que producís vale la pena, aunque otros no lo vean así. Esto es algo que le pasó a Miguel Ángel en 1510 trabajando para la familia Medici -los millonarios de la Italia de aquel entonces- o en 1530, donde su mecenas pasó a ser el Papa, encargándole obras para el Vaticano, como las pinturas de la capilla Sixtina. Seguramente, este modelo es el mismo que encontró Pelli, sólo que en la actualidad, los únicos capaces de encargarle un nuevo rascacielos fueron todos banqueros y empresas petroleras. Actualmente ese paradigma está cambiando. Hoy empezamos a darnos cuenta que entre muchos tenemos el mismo peso que un solo mecenas. Colón podría haberle pedido 100 maravedíes a cada una de las 20.000 personas de Génova y hubiera podido hacer su expedición a través del Atlántico sin tener que deberle 2.000.000 de maravedíes a los Reyes Católicos. Seguramente hubiera 19