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El pasado abre puertas al futuro

En la actualidad, parece difícil pensar en poder innovar radicalmente en la construcción y el diseño de una casa, pero al igual que sucede con la movilidad urbana, donde el futuro está en volver a usar la bicicleta como antes de la Segunda Guerra Mundial. Muchos aspectos del futuro en nuestros hogares también encuentran su inspiración en las ideas donde no se recurría al derroche de energía y se respetaba el medio ambiente.

Es que en aquellos tiempos, la creatividad estaba aplicada para los mismos problemas de ahora, pero con escasos recursos, se buscaba aprovechar de manera racional las posibilidades con las que se contaba. Si uno quiere hoy lograr un espacio confortable para vivir puede ir por el camino de los arquitectos Mario Soto y Raúl Rivarola o por el camino del ingeniero Willis Carrier. Es más fácil para nosotros pensar en refrigerar una habitación con un buen aire acondicionado, incluso usando tecnologías de menor consumo. O podemos ir por un camino más austero.

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En la hostería que fuera del Automóvil Club en Apóstoles, de 1957, Soto y Rivarola recurrieron a técnicas y estrategias de construcción y

diseño que permitieron lograr habitaciones frescas y confortables sin recurrir al aire acondicionado, pensando con precisión de relojería la orientación de cada ventana, aprovechando el sol de la mañana y con galerías que protegieran del calor de la tarde. Pérgolas pintorescas con abundantes plantas y ansiada sombra.

También utilizaron un sistema de doble techo que -sumado a los blancos muros- frenaba la radiación solar, y estudiaron una correcta alineación con los vientos predominantes para que la brisa permanentemente limpiara el calor. Esta hostería, logra tener espacios amables y cuenta con una muy generosa piscina, todo para que el visitante pueda pasar varios días cómodo, sin usar ni un solo aire acondicionado.

Actualmente la hostería pertenece al Sindicato de Luz y Fuerza, que -con mucha dedicación- logra tenerla mantenida y conservarla respetando mucho cómo era originalmente. Visitarla es realmente comparable a andar en un auto clásico. Mario Roberto Álvarez, un maestro de la arquitectura argentina, decía que el buen diseño no tiene época y manejaba un Fiat Spider rojo de 1959, creado por el mismísimo Sergio Pininfarina.

Soto y Rivarola, sin embargo, lograron su trabajo más destacado en la Escuela Normal de Alem. Esta obra es una de las pocas en el país que fue declarada Monumento Nacional. Por ejemplo, una gran cubierta con forma de embudo, permite recolectar el agua de lluvia, y crea unas pequeñas cascadas que van rociando el aire, lo humidifican y ayudan a refrescar los espacios interiores, de forma natural. La escuela aún hoy en día, no necesita de aire acondicionado para funcionar y sus alumnos aman el edificio.

Estos mismos arquitectos también se ocuparon del Hotel del Turismo en Posadas y de las hosterías en Montecarlo y San Javier, en las cuales integraron las construcciones al paisaje propio de cada lugar, con un profundo respeto. Ellos son parte de un grupo de profesionales que

sembraron obras de gran diseño por todo Misiones junto al Automóvil Club. Marcos Winograd, autor de la primera Terminal de micros de Oberá, diseñó también el hotel del ACA en Eldorado (1958). Y el arquitecto Antonio Vilar hizo una emblemática estación de servicio en el centro de Oberá en 1944.

Hoy -por alguna razón inexplicable- estas joyas de la arquitectura de Oberá, se encuentran en polémicos proyectos de demolición: la terminal ya está en un estado avanzado del proceso, pero esperamos que la inquietud de los vecinos unidos alcance a frenar que se demuela también la estación de servicio. El ACA llegó a crear por las rutas nacionales de nuestro país una red de estaciones de servicio y hosterías cada 150 kms. Esto permitía que cualquier conductor pudiera aventurarse en su vehículo particular y con su familia a recorrer y conocer todo el país. Fue un momento clave de crecimiento en Argentina y del nacimiento de Misiones, Territorio Nacional hasta 1953. Sin dudas, ciudades como Oberá le deben en buena parte al ACA el poder ser conocidas por todos en cualquier lugar de Argentina que se las mencione, o que muchos visitantes hayan podido llegar hasta allí, algunos varios que pasaron para quedarse y ya no volver.

Afortunadamente que cada vez somos más las personas conscientes del gran valor que tienen estas obras para nuestra historia y nuestra cultura. En ellas encontramos el camino a seguir que nos marcaron quienes con inteligencia nos precedieron en el camino. Es fundamental proteger nuestro patrimonio para poder aprender de aquellos que resolvieron -de forma admirable- problemas complejos con soluciones simples.

Corte transversal de la Escuela Normal de Alem, Misiones. Soto-Rivarola Arqs. 1957.

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