CUPRA nos puso tres versiones de su Ateca a la carta para llevarlas al límite en un escenario como el que pocas veces tenemos a mano. Y eso fue exactamente lo que hicimos. Por Héctor torres desde davos, suiza / Fotos: arcHivo
G
eográficamente, Davos es el poblado con mayor altitud de Europa. Sus 1,150 msnm podrían antojarse pocos contra los 2,240 de –por ejemplo– Ciudad de México, pero son más que suficientes para, en su latitud, conservar ese clima subártico donde los meses sin nieve son algo raro. También la hace de sede para el Foro Económico Mundial, que anualmente congrega a los líderes políticos, de negocios y académicos más influyentes del mundo. Así que, en términos de estatus, igualmente goza de buena posición, como una de las ciudades reputadas del Viejo Continente. El sentido de nuestro título no estaría completo, sin embargo, sin un vehículo con capacidades al nivel de este contexto, caso de los crossover españoles que nos acompañaron para dejar en alto el nombre de su tribu deportiva. Ya pasadas las nueve de la mañana, solo un
intenso sol o una fuerte e inoportuna nevada podían perfilarse como los enemigos del día. Por fortuna, las espesas nubes se cerraron lo necesario para difuminar los rayos de luz y mantener los reflejos al mínimo, pero no al grado de apresurar una precipitación. La robusta cuota de kilómetros que acumulamos con el Ateca “regular” en diferentes pruebas (AP 300) y recorridos secundarios en el itinerario, hizo que nos decantáramos aquí por un Limited Edition. Diferencias técnicas como un ancho de vías ligeramente más amplio o los frenos Brembo de serie hacen de este paquete algo más que solo vistas, pero también las tiene. De ahí los insertos en fibra de carbono auténtica –con remates en cobre–, los asientos en alcantara azul o los rines de hasta 20 pulgadas, así a México vengan de 19. De los 1,999 ejemplares producidos, por cierto, 150 nos llegarán a tierras aztecas hacia mediados del año.