R R¡ES LAE ELEY!G G LL A A M M EN PORTADA
Texto y fotografía: Quim Farrero
En la vida actual, todos solemos aceptar condiciones a ciegas sin leerlas. Las redes sociales son el ejemplo más claro. Damos por sentado que todo estará pensado y redactado en base a lo que consideramos justo o razonable. Otro ejemplo podrían ser los reglamentos de las carreras ¿Alguien los lee? Si no lo hacemos deberíamos. Cuando la honestidad, la empatía, o el sentido común fallan, aparece la ley, el reglamento. La idea básica es ordenar y regular nuestra conducta como sociedad, sobretodo en puntos que tienen que ver con el bienestar colectivo o aquellos que, por opinables, necesitan de un consenso. Podríamos entrar en la absurdidad de muchos reglamentos, cuyo cumplimiento estricto provoca el colapso del mismo sistema que, supuestamente, deben gestionar. Es la base de la llamada “huelga de celo”. Pero la finalidad del artículo no es analizar este punto, si no reflexionar sobre la importancia del regla8
mento en una carrera y la necesidad de saber bajo qué condiciones aceptamos la inscripción, y por tanto la participación, en una prueba deportiva. En el mundo del deporte, la mayor parte de disciplinas suelen tener un reglamento genérico que en primer lugar las define como tal y luego resuelve las características globales de la actividad. En el mundo del todopoderoso y omnipresente fútbol, por ejemplo, un reglamento global, igual para todos los partidos registra, por ejemplo, que no se puede tocar el balón con la mano. Esto es así en la mayor parte de deportes... ¿En todos?