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Llamados a la misión
los planes de Dios, que nos está invitando cada vez que pasa por las playas de nuestra vida. Como para aquellos discípulos que no tenían las cosas claras al principio, también nosotros cuando somos llamados, no entendemos del todo el porqué o para qué y por eso somos invitados a estar abiertos a las sorpresas de Dios. Hoy podemos decir que dejar las redes tiene dos sentidos: uno es «dejar» para seguir y el otro es descubrir cuáles son las redes en que estamos atrapados y nos impiden seguir a Jesús. Así, por un lado, encontramos a jóvenes a los que les resulta difícil dejar a sus papás, amigos o el trabajo para responder a su vocación; por el otro, encontramos a muchachos atrapados por las redes sociales, el consumismo, las drogas, la violencia, la desigualdad social, la
prostitución y la pornografía, etcétera. Seguir a Jesús es un constante abandonar lo que nos aprisiona, para dejarse guiar por Él. Lo bonito en este proceso es que Cristo es un maestro que tiene paciencia, que camina a nuestro ritmo y respeta las etapas de nuestro proceso. Para Él es importante no la cantidad, sino la intensidad con que vamos poco a poco creciendo en la libertad personal hacia el proyecto de su Reino. La vocación es, entonces, un llamado que nos lleva a un crecimiento humano y espiritual, y nos hace salir de nosotros mismos, es decir, de una vida individualista y egoísta para un modo abierto y al servicio de los demás. El Evangelio señala que «luego Pedro, Andrés, Juan y Santiago dejaron las redes para seguir a
J h u d q e v l d s c
n p t p e r q d q m p t