SINAPSIS 8

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Carta abierta al bienalista Julio Llópiz-Ca sa l Septiembre 22, 2021 (Desde Cuba) Colega: Podría empezar con uno de esos “no tengo corazón para exigirte o exhortarte a…”, pero no lo voy a hacer. No es necesario ser grandilocuente. Nos conocemos hace tiempo y mis palabras no van a ser más oportunas porque las deslice de una determinada manera. Prefiero que este mensaje parezca más una conversación como las que solíamos tener, ya que me decidí finalmente a combinar unas letras y comunicarme contigo, aunque sea por última vez. ¿Recuerdas aquello de que no hace falta definir qué es el arte para hacerlo y hacerlo bien? Esa sigue siendo una verdad enorme y no va a cambiar, aunque nos caigan encima mil pandemias y academias. Pero estamos en tiempos en que vale la pena no perder de vista aquel aforismo habilidoso que nos encanta, aunque te suene ahora mismo como una inoportuna definición: “El buen artista sabe hacer, con gracia, que un tareco no parezca un estorbo en el espacio; que una representación sea siempre sublime; y que sus actitudes políticas sean, al mismo tiempo, sus escudos y credenciales como ciudadano del mundo”. No se trata de hacer lo que sea por engordar el currículo, de competir o de hacer lo posible por llegar “tan lejos” como otros artistones del patio…, eso es asunto personal de cada cual. Se trata de que tampoco se debe perder de vista que vivimos en un contexto en que el Estado lo controla todo y nos desprecia a todos por igual, aunque no lo parezca. Una bienal de arte es una convención de manipulaciones, más o menos controladas, en cualquier contexto. La Bienal de La Habana no es la excepción. La diferencia del evento habanero con los de otros lugares es que en vez de ser un paquetazo de jugadas maestras en función de acumular poder en el contexto del arte, y dinero, se trata de acumular poder desde el punto de vista político, cuidándose siempre de que el dinero generado no sea demasiado. “Los comunistas siempre tienen problemas con el dinero de los demás”. Leí esto hace poco y me encantó. A ti seguro también te encanta. La Bienal de La Habana es un evento que nació condenado a la orfandad, como todo proyecto de gran envergadura impulsado por Fidel. Hace una pila de años ya, estaba con un piquete dando una vuelta, bajando unos alcoholes, por Habana Vieja. En el piquete estaba nuestro querido Hamlet Lavastida. De pronto, estábamos entrándole a la Catedral por la Calle de la Bodeguita del Medio y pasamos por el frente del Lam (Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam) y empezó, por supuesto, la risotada y el cuero que nos hizo terminar hablando de la Bienal de La Habana. Hamlet, que imita al líder histórico como nadie, me pasó el brazo por encima del hombro y me dijo que me hiciera la idea de que era Eusebio Leal. Comenzó a hablar como Fidel y yo no podía parar de reírme. Decía algo, apuntando al Lam, así como: “en este lugar vamos crear la institución que se encargará del arte contemporáneo, más importante de América Latina… Qué digo yo de América, del mundo. Es más… ¿Por qué no hacemos la bienal de arte más importante del hemisferio; para revindicar el arte de los pueblos de Asia, de los pueblos

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