Sierra de Gata Onírica. Historias, leyendas y anécdotas por Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

De esta manera el pairi se aseguraba trabaju cada dos o tres añus; ya que la lluvia mohina que caía habtualmenti en el puebru iba disolviendo el barru y la gotera golvía a aparecer al cabo de los añus, pero en otru lao del tejao. Hasta que pasao el tiempu el dagal en una indiscreción se lo chismeó a las sus amistades de juegu y el puebru terminó enterándosi de las artimañas de su pairi y los dos se quearon sin trabaju. Cosa de la que siempri se alegró el dagal, porqui esi oficiu de reparar tejaos era un oficiu mu escravu y peligrosu, según opinaba él.

Al rato apareció "Zaca el de Masa" acompañado de un vigilante de seguridad por uno de los pasillos. -¿Pero ondi te has metiu? llevamus la metá de la tardi buscandoti. -¡Tooó!¿Pues ondi me voy a meter? viendu los relojis, ¿Habéis vistu too los que tienin? -Anda tira palanti que es pa darti de ostias y no parar hasta que llegasemus a casa. -Gracias señorita por su ayuda -le dijo Toni a la encargada de información del centro comercial. Cuando iban saliendo por la puerta a Zacarías todavía le dio tiempo para hacer una brillante reflexión que despertó las risas de todos aquellos que le escuchaban:

SERRAGATINOS EN LOS CENTROS COMERCIALES DE MADRID Corrían los años ochenta cuando llegó una nueva oleada de serragatinos a la provincia de Madrid atraídos por el trabajo en la construcción de un empresario de la Comarca que buscaba nuevas oportunidades para su negocio. En uno de esos descansos de fin de semana un grupo de ellos decidió acercarse a uno de los centros comerciales que acababan de abrir por Colmenar Viejo. Una vez en ese templo del capitalismo cada uno se desperdigó por los diferentes pasillos deslumbrados por la multitud de objetos que se almacenaban en baldas y estanterías. Después de dos largas horas comenzaron a reunirse en una de las salidas del centro comercial para volver a su lugar de alojamiento.

-¡Cagondiola, mira que jay cosas aquí! -le decía uno de los obreros al hijo del dueño de la empresa. -¡Tooó, pu craru! es que estu es el futuru, es comu en América, ¿No lo has vistu en las películas? Al poco ya se encontraban todos en la puerta del centro comercial, menos uno de ellos. -¡Venga…, tos pal cochi! que ya es tardi y mañana nos espera un día duru. -Aguarda un minutu Toni que falta Zacarías. -¿Ondi se ha metiu ese gilipollas? venga que ca unu vaya por un lau a ver si lo encontramus.

-Y mira que son listus los de esti comerciu que hasta sabían mi nombri y me han avisau por la radio que tienin porqui no me encontrabais.

DE VIAJE AL AZEVO En cierta ocasión una familia acebana se decidió a realizar su habitual viaje estival a Acebo contratando los servicios de un particular que se ganaba la vida llevando y trayendo gentes de Sierra de Gata a Madrid. La familia había preparado las maletas y todos los jachiperris el día antes para que no se les olvidase nada y así pasar lo más a gusto posible las vacaciones de verano en su pueblo. A las 7:00 horas, tal y como habían convenido con el conductor, éste se presentó en el domicilio de sus clientes. No tuvo que esperar porque toda la familia se encontraba nerviosa desde hacía media hora en el portal del edificio con todos los tarecos preparados para montarlos en el coche. -¡Buenos días! -saludó el cabeza de familia con efusividad. -¡Buenos días! -contestó el conductor-, vamos a ir cargando las cosas en el coche.

Después de veinte minutos de búsqueda infructuosa se volvieron a reunir en el mismo lugar. - ¡Ná!, ni idea ondi se habrá metiu esti tiu. - Lo peor es que se está haciendo tardi y ya verás mañana. - Amos a buscar a alguien del comerciu que sea capaz de echarnus una manu. Todos se dirigieron al puesto de información y a la chica que se encontraba allí le pidieron ayuda. - Buenas tardes señorita. - Buenas tardes caballero, ¿En qué puedo ayudarles? -Verá Usted es que hemus perdiu a un compañeru que venía con nosotrus y por más que lo buscamus no semos capacis de encontrarlu entri tanta genti. ¿Nos poía ayudar? - Bien, dígame el nombre y le llamo por megafonía. -Él se llama Julio, pero tos nosotrus lo llamamus Zacarías y lo conocemus como “Zaca el de la Masa”. Si Usted le avisa por el moti seguru que apareci. -Bien, vamos allá. ¡Zaca el de la Masa!¡Zaca el de la Masa! sus amigos le esperan en información -se escuchaba en todo el centro comercial una y otra vez por megafonía ante la atenta mirada de los clientes que no entendía lo que ocurría.

Poco a poco las maletas, cajas y enseres fueron acoplándose en el automóvil. Cuando ya parecía que habían acabado, el miembro más pequeño de la familia apareció frente al conductor y a su padre con la jaula del canario. -¡Pero Guillermo! ¿Ondi vas con el pájaro? ya te dije que se lo dejasis a la vecina. -Pero papá es que yo me lo quiero llevar al pueblo y si él no va yo tampoco. -¡Hay que jodersi con el jodio dagal, lo caprichoso que ha salió! -refunfuñó el padre delante del conductor. -¿Y no tienen a nadie a quién dejárselo? -preguntó el conductor con voz preocupada. -¡Qué va….!, la vecina a la que se lo íbamos a dejar se ha ido sin avisar. Y el crío es que ha salido igual de caprichoso que mi suegro. La madre, que se encontraba comiendo una perronilla con su hija pequeña, escuchó el comentario de su marido y casi añusgándose, en un ataque de rabia, le quitó la jaula a su hijo Guillermo de las manos y le espetó a su marido que el pájaro iba con ellos a Acebo. El conductor y el cabeza de familia no se atrevieron a contradecirla y ella roja como un tomate y respirando con dificultad, porque aún no había conseguido masticar del todo la perronilla, puso la jaula en la baca del coche y la ató fuertemente con una cuerda. -¡Ya está solucionao el probrema! ¿Habéis visto que rápido lo he arregrao?

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Chuchi del Azevo

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