Sierra de Gata Onírica. Historias, leyendas y anécdotas por Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

Rechonchete, con unas gafas de carey redondas, que le aportaban un aire de intelectualidad, y siempre vestido con un traje negro inmaculado; su presencia en los centros educativos imponía una tensión al no siempre fácil mundo del magisterio.

LA LEYENDA DEL HERMAFRODITA DE LA VILLA DE GATA13

En cierta ocasión con motivo de su visita a un centro educativo de reciente creación en Sierra de Gata se encontró la escuela completamente vacía; ni los alumnos, ni el maestro se hallaban en la misma y eso que era media mañana. Miró su reloj de bolsillo y se sentó en una de las sillas del pasillo mientras apoyaba su cabeza contra la pared. El tiempo transcurría más lento de lo habitual y su paciencia se agotaba a medida que el minutero daba vueltas y vueltas en la esfera de su reloj. Por fin decidió levantarse y yendo de una esquina a la otra del pasillo fue pasando el rato, hasta que un enorme griterío se escuchó a la entrada del edificio, eran los alumnos de la escuela que después de un buen rato hacían acto de presencia. Uno a uno fueron pasando delante de él mirándole con cara de extrañeza. El último en aparecer fue D. Serafín, un profesor de escuela rural que había dado tumbos por infinidad de colegios hasta que al final le destinaron a este apartado rincón extremeño. -¡Hombre ya está usted aquí, ya era hora! ¿Qué…., ha salido con los alumnos al campo a darles una clase de botánica, imagino? D. Serafín se quedó pálido al verlo, había oído del mal carácter de dicho individuo; por ello decidió contar la verdad más absoluta a riesgo de una sanción, ya le daba todo igual después de tantas vicisitudes pasadas.

María Miguela llevaba un par de horas sentada a la entrada del Ayuntamiento de Gata esperando que alguien saliese a darle alguna información sobre la revisión médica a la que estaba siendo sometido su novio, el mozo Martín Picado. Cercada por la curiosidad de sus vecinos, intentaba parecer lo más tranquila y serena que sus nervios le permitían; aunque a una persona discreta como ella este tipo de situaciones le generaba tal estado de ansiedad que si no fuese por el profundo amor que sentía hacía Martín habría huido de la localidad a la mínima ocasión que tuvo. El tiempo parecía no pasar en esa mañana calurosa de un verano, el de 1743, que se prometía convertir en un año horribilis para María y Martín. Al fin el chirrido de las bisagras de la puerta principal del Consistorio anunció la salida y la decisión de aquellos que se arrogaron el papel de jueces en las lides del amor. María se incorporó, aunque le costaba mantener el equilibrio de sus piernas, los nervios le recorrían todo el cuerpo. El primero en salir fue el médico cirujano de Acebo quien la miró y con un simple gesto le indicó que el resultado de su exploración médica confirmaba todas las sospechas. María quería que la tierra se la tragase, pero aun así aguantó estoicamente la salida del Provisor y Vicario Capitular, Dº José Marín Palacios, detrás del cual salía su novio Martín.

-No exactamente, venimos de ir al rebusco. El Vicario se giró hacia María y delante de todos los presentes le dijo: -¿Al rebusco? –pregunto extrañado D. Antonio. -El médico ha confirmado con su exploración lo que era vox populi en esta villa de Gata, y es que su novio, aquí presente, adolece de una anomalía sexual que le impide procrear; ya que padece de hermafroditismo. Por tanto, dispongo, a partir de este preciso instante, que ni Usted ni Martín se vuelvan a ver ni en público ni en privado, bajo amenaza de excomunión y de ello se quedará encargado de dejar constancia por escrito el párroco de esta localidad.

-Sí, de las minas a buscar restos de mineral para luego venderlo. -¡Pero….pero….! es Usted un insensato. No sabía que ahora además de profesor Usted se hubiese convertido en minero y encima se lleva a los alumnos, ¿No le da a Usted vergüenza? -Ninguna Señor, si con mi sueldo de maestro me llegase para vivir no me vería en la necesidad de tener que dedicarme a una tarea que no me agrada lo más mínimo. Y por supuesto si me quiere sancionar haga lo que Usted crea conveniente, pues me liberará totalmente de esta profesión y podré dedicarme plenamente a la otra que me es bastante más lucrativa y así al menos tendré que dejar de escuchar que gano menos que un maestro de escuela.

María sólo fue capaz de emitir un pequeño grito de dolor, todos sus planes e ilusiones se iban al traste en pocos minutos. Buscó con su mirada el rostro de su amado para al menos poder despedirse, pero Martín rehuyó ese encuentro visual, se encontraba avergonzado y se sentía culpable. -¡Siempre te querré Martín! -al fin pudo gritar libremente María. Mientras Martín seguía, como si de un cordero degollado se tratase, a aquellos que habían decido cual debería ser su conducta sexual y sentimental a partir de ese momento.

D. Antonio movió su característico bigotito Cifesa y después de un largo silencio sentenció: -Bien las cosas están como están y tampoco quiero perjudicarle a Usted porque una vez haya tenido que simultanear su profesión con otra para poder llenar la perola de su casa; pero que no me vuelva a enterar que este hecho se repite. Y girándose tomó la dirección hacia la salida dejando perplejo a un Serafín que pensaba que su carrera como docente había finalizado.

¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS DE SALVALEÓN?14

13

Octubre de 2012

Relato inspirado en el libro de Marcelino Guerra Hontiveros: Apuntes Históricos Acerca de la Villa de Gata.

Abril de 2012

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Chuchi del Azevo

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