SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
EL GALLO ÁUREO23
DON COLUMBANO24
Cuentan los más sabios del lugar que allá, en la localidad de Eljas, los moros en su precipitada huida, ante las razzias de los ejércitos cristianos comandados por aquel rey hispano llamado Ordoño I, escondieron un inmenso tesoro de ricas telas tejidas con finos hilos de oro y plata; adornadas, éstas, con exquisita pedrería: rubíes, diamantes, etc…..
D. Columbano era un cillerano de mundo, se había pasado la plenitud de su juventud viajando por todo el globo terráqueo. Conoció el Amazonas; desde allí viajó por los Mares del Sur, donde hizo una gran fortuna con el aceite de copra. Más tarde cansado de su vida de mercader colonial lo abandonó todo y convivió durante mucho tiempo con los temibles piratas Malayos. Hasta que alguien le habló de las maravillas de Persia y Egipto, lugares a los que se dirigió dejando mujer, hijos e infinidad de amigos.
El lugar escogido por los discípulos del Profeta para ocultarlo fue una fuente llamada de los Haberes o Habeleras y como guardián del mismo se ofreció voluntario el príncipe AlHakim. A quien el taumaturgo Abdel Azîm convirtió en un bello gallo de áureos plumajes; adornado todo él con amatistas y zafiros. Alrededor de su cuello le impuso un collar con doce cascabeles cincelados en platino. Bajo esa apariencia, Al-Hakim, debería proteger las grandes riquezas que su pueblo se veía obligado a abandonar en tan precipitada huida. Jamás volverían a buscarlas, pero el ínclito príncipe permaneció fiel a su juramento y en ese estado permanece aún hoy en día como protector de tan codiciado tesoro. Son muchos los que dudan de la existencia, tanto del tesoro, como de tan asombroso gallo; pero la tía Compón, vecina de Sierra de Gata, pudo comprobar que la historia era cierta. Aún hoy en día algunos recuerdan sus lamentos quejándose de su mala suerte. La tía Compón era una de esas viejas sabias que había heredado ese conocimiento milenario, que sólo está disponible para unos pocos elegidos, y que se transmite oralmente desde que el mundo es mundo. Sus manos y el conocimiento de las plantas eran con lo que sanaba a sus convecinos; por ello pasaba largas horas todos los días en el campo, seleccionando aquellas hierbas que le servían para sus remedios caseros.
En Persia visitó los Zigurats y la tumba del Rey Darío, allí aprendió de primera mano la escritura cuneiforme. Un buen día vio una caravana que se dirigía hacia occidente y se unió a ella; pero cuando llegó a Egipto se quedó cautivado de tanta belleza, permaneciendo en la tierra de los Faraones durante diez largos y fructíferos años. Tiempo en el que conoció la tradición egipcia de la momificación y la elaboración de papiros. Cumplido su medio siglo de vida decidió que era hora de volver a la tierra que le vio nacer, Cilleros, un pueblecito en el corazón de Sierra de Gata. Se instaló a las afueras de la villa; haciéndose construir una hermosa casona que llenó de inmediato con todos los recuerdos de sus años de trotamundos. Pero además D. Columbano era un gran bromista y su humor ácido no tenía límites. Había observado desde que llegó a Cilleros que en esa población se contaban infinidad de historias de hallazgos de tesoros ocultos y que la mayor parte de sus vecinos estaban obsesionados con toparse con alguno de ellos. El origen de tanto desatino era un individuo, D. Trifón, de carácter irascible y poseedor de una gran fortuna; que según él procedía de su capacidad de encontrar los tesoros que los moros escondieron hace siglos en estas tierras.
En una de esas salidas campestres, y ya cerca de la fuente de los Haberes, se le apareció el deslumbrante bípedo. La tía Compón en un instante vio resueltos todos sus problemas económicos y como si de una funambulista se tratase saltó de piedra en piedra detrás del gallo; mientras éste hacía lo mismo intentando evitar su captura por aquella vieja enigmática.
Ante tanta ignominia un buen día decidió gastarle una broma a ese sujeto tan pretencioso, que además tenía atemorizado a buena parte del vecindario. Para ello concibió un plan; con sus conocimientos adquiridos en las tierras del lejano Oriente escribió una especie de libro con caracteres árabes, en un papel similar al de los papiros egipcios. El citado incunable, una vez finalizado, lo humedeció y escondió en un arcón de la bodega de su casa, para que cogiese olor a moho. Transcurrido un tiempo lo sacó y secó al calor de las brasas de su chimenea; de tal forma que el libro fue cogiendo un color parduzco y cierto olor a viejo.
A cada intento de la vieja, el plumífero gallo le respondía con un intenso quiquiriquí; hasta que, ya agotada la pobre tía Compón, el escurridizo gallo desapareció como por arte de magia, quedándose la pobre mujer sin el ambicionado tesoro.
Una vez que su aspecto a antigualla era bastante creíble lo escondió cerca de una de las fincas de D. Trifón, dejando una parte del mismo al descubierto para que lo encontrase el incauto arrogante.
Entre sollozos llegó al pueblo, siendo interceptada camino de su casa por dos de sus vecinas, que alarmadas le preguntaron el motivo de sus lloros. A lo que ella les relató lo ocurrido.
Los días fueron pasando hasta que una mañana soleada el soberbio D. Trifón llamó a la puerta de D. Columbano. Éste se dirigió a la misma y mientras abría el pestillo de la entrada supo que su treta había surtido efecto. -¿Qué se le ofrece en esta apacible mañana, D. Trifón?-inquirió el universal cillerano.
Sus vecinas no daban crédito a lo que contaba la desdichada tía Compón; ya que era de dominio público que para capturar a tan áureo gallo tan sólo era necesario echarle un poco de agua sobre su cresta, mientras el animal hacía su característico y onomatopéyico quiquiriquí. De esa manera se conseguía el ambicionado tesoro y además finalizaba el encantamiento del príncipe Al-Hakim.
-Verá Usted –respondió el incívico vecino- esta mañana, cerca de la finca que tengo de la Ermita de Navelonga, en una de las tumbas excavadas en la roca, he encontrado este
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Leyenda basada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas
Leyenda basada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas. Mayo de 2012
Abril de 2012.
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Chuchi del Azevo
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