SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
UNOS LINGOTES DE ORO25
manuscrito, que parece ser que está redactado en la lengua de los adoradores del Profeta. -¿Y, por qué me lo cuenta a mí? - le respondió con aire desinteresado D. Columbano. -Acudo a Usted, porque algunos amigos me han confesado los grandes conocimientos que adquirió su Señoría en su largo andar por el Mundo; y por el poco aprecio que tiene Vuecencia por las riquezas terrenales. Por todo ello creo que me puede ayudar a descifrar lo que en este libro dejaron escrito los muslimes. -¿A cambio de qué?- preguntó el bromista serragatino. -¡Bueno!, como sé que Usted no le tiene querencia a las riquezas de este mundo, le ofrezco a cambio mi amistad y mis servicios. -¡Bien, así sea! –exclamó el trotamundos. Venga Usted de aquí en dos días y le diré lo que he conseguido descifrar de este manuscrito. A los dos días exactos D. Trifón se personó en la morada de D. Columbano; aunque éste ya le estaba esperando, y en cuanto le vio le ordenó: -¡Acompáñeme!. D. Trifón, como si de un Ángel que va al Olimpo de los Dioses, le siguió sin preguntar, hasta llegar al lugar exacto en el que había hallado el libro. Allí el heredero del saber arábigo le dijo: -Dice el manuscrito que en este sitio todo hombre bienintencionado y amante de estas tierras que invierta en ellas las riquezas aquí halladas, encontrará un bien muy preciado a pocos metros del suelo. -¡Yo soy el elegido! -exclamó D. Trifón-. Amo estas tierras y llevo mucho tiempo invirtiendo mis dineros en dar trabajo a estas gentes -aseveró el cínico pretencioso de las riquezas de Alá. Allí dejó cavando D. Columbano a tan embustero y obseso de riquezas; hasta que un buen día, transcurrido bastante tiempo, volvió al lugar. En él encontró exhausto al demente D. Trifón, quien entre balbuceos tan sólo le dijo: -No existe tesoro alguno….¡Me has engañado! A lo que el trotamundos replicó: -Nunca los hubo, pero tú se lo hiciste creer a tus paisanos. Tampoco te he engañado y por tanto el trato sigue en pie, tienes mi amistad; el bien más preciado en estas tierras. Y a cambio exijo lo pactado, tus servicios. Así es que en adelante comienzas una nueva vida.
En lo más recóndito de Sierra de Gata, Félix y sus amigos jugaban como el resto de los niños de su edad. Entre travesuras, retos y juegos, que se fraguaban en el inocente mundo de su imaginación, se fueron alejando del casco urbano de la población en la que vivían; hasta llegar al sitio conocido por el nombre de las Cabeceras. Allí se encontraron de repente con la entrada a una cueva de la que jamás habían oído hablar. Parados, cuan estatuas pétreas, frente al acceso a lo que parecía el inframundo, ninguno se atrevió a articular palabra; hasta que Félix, el más temerario de todos los que integraban ese grupo de adolescentes, les propuso averiguar lo que podía existir en el interior de dicha cueva. Sin iluminación y rodeados de una oscuridad misteriosa fueron avanzando durante varios minutos a lo largo de la gruta hasta que se toparon con un pequeño haz de luz que iluminaba un diminuto rincón de la cueva. Ese hilo de luz penetraba por un pequeño hueco del techo de la cavidad y el reflejo en las paredes rocosas de la misma desprendía un color verde esmeralda intenso. En el centro de ese lugar, casi mágico, sobresalía del suelo una inmensa roca que, a modo de púlpito, parecía querer atraerles hasta ella. Félix se fue acercando poco a poco, mientras el resto de sus amigos le observaban con inquietud; temerosos de que en cualquier momento pudiese aparecer algo o sucederles cualquier desgracia eran incapaces de volver por donde habían venido, si no era acompañados por el coraje de su amigo. La luz tenue parecía querer susurrarle algo al chico y con un fuerte magnetismo la gran roca que emergía del suelo le fue atrayendo hasta ella. Una vez frente a la misma la observó respetuosamente y mientras sus amigos tenían clavadas sus miradas en él; éste comenzó a moverse alrededor de la gran mole pétrea, hasta que pasados varios minutos se giró y sosteniendo entre sus manos cinco enormes barras doradas gritó: -¡Chicos somos millonarios! Sus amigos no daban crédito a lo que veían, Félix asía fuertemente entre sus dedos cinco barras de oro. En ese mismo instante y sin que nadie diese instrucciones al respecto todos salieron corriendo de la cueva como almas que lleva el diablo; temían que alguien les hubiese descubierto y que el dueño de ese áureo tesoro saliese tras ellos para recuperar lo que unos intrépidos chicos le habían quitado. La carrera hacia el pueblo fue apoteósica y una vez allí dieron cuenta de su hallazgo a familiares y amigos. La noticia corrió como la pólvora e inmediatamente se presentaron en el domicilio de Félix las fuerzas vivas de Eljas, a cuyo frente se encontraba el alcalde de la localidad; que inmediatamente se encargó de requisar el tesoro y enviarlo al Gobernador Civil de la provincia para que fuese depositado en el Banco de España. Aunque luego fueron muchos los que intentaron localizar dicha cueva, e incluso Félix y sus amigos trataron de indicar la ubicación exacta de la misma, ésta jamás volvió a ser vista y tampoco se volvieron a encontrar más tesoros de este tipo en la milenaria Eljas. Son muchos los que especulan a día de hoy si aquello que les sucedió a Félix y a sus amigos es una leyenda o si
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Relato basado en la noticia aparecida en la prensa regional de la época en el año 1939.
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Chuchi del Azevo
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Chuchi del Azevo