Sierra de Gata Onírica. Historias, leyendas y anécdotas por Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

-Pues verá agenti, es qui he extraviaú el carné de identidá y necesitu jacermi unu nuevu porqui el dagal necesita presentarlu en la escuela pá no sé qui asuntu -respondió Venancio al oficial.

-Ahí la tiene doctor, no sabemos qué le sucede. La recogí en el cruce del camino entre Cilleros y Perales, tirada entre unas jaras. Al principio pensé que estaba muerta, pero al girarla respiró y decidí socorrerla trayéndola hasta el pueblo.

-Bien, empecemos pues. Nombre, apellidos, dirección etc....

-Hiciste bien, si la hubieses abandonado es muy probable que ahora estuviese muerta. El doctor la examinó durante un largo rato y después de un silencio inquietante se dirigió al marido y a su mujer explicándoles el estado de la paciente:

-Venancio Sánchez Iglesias, calli......... Sin dejarle terminar de proporcionar los datos que el teniente de la guardia civil le había solicitado, éste le respondió con tono marcial: -Pues va a ser que le voy a tener que detener.

-Esta mujer está bastante grave, pero quizás con los cuidados adecuados pueda sobrevivir. Mi consejo es que la atendáis mientras esté con vida. Le daréis regularmente una poción que os haré para ella e iremos viendo cómo evoluciona.

Venancio se quedó perplejo ya que pensaba que era una broma que le estaba gastando el oficial; pero lo cierto es que sobre él pesaba una denuncia de un vecino del pueblo de la que no tenía conocimiento de su existencia. Aquella noche y varios días más Venancio durmió en el calabozo del cuartel; aunque cuando salió libre lo hizo con el carnet de identidad en vigor.

Ambos asintieron y se entregaron a dicha tarea con gran esmero; ya que en sus manos se encontraba la vida de uno de los seres vivos que el Señor había decidido poner en este mundo.

LA LEYENDA DE LA VIEJA Y LA ALDEA27

La vieja antes de partir para su hogar les quiso agradecer a sus salvadores el que la hubiesen librado de la muerte y para ello reunió en torno a la mesa de la cocina al matrimonio, al médico y a algunos representantes públicos de la población, para a continuación decirles:

El arriero quedó sorprendido con la imagen que tenía ante sí, no daba crédito a lo que acababa de encontrar. Dio vueltas y más vueltas, mientras un escalofrío le recorría el cuerpo; no sabía muy bien qué hacer, si huir de la manera más sigilosa posible o afrontar lo más prudentemente que pudiese la situación. Por fin se armó de valor y penetró entre la espesura de la vegetación hasta que encontró el rostro de la anciana, cuyo cuerpo inanimado permanecía tumbado en el suelo boca abajo. Consiguió incorporar su cabeza entre sus brazos y en ese preciso instante la mujer expiró violentamente, como si quisiese absorber todo el oxígeno de su alrededor. Rápidamente el arriero la levantó y asiéndola entre sus manos la montó en la grupa de su mula. Al atardecer ya se encontraba en su casa de la pequeña aldea de Perales del Puerto. Introdujo a la moribunda en su hogar y encargó a su mujer que la atendiese lo mejor que pudiese, mientras él buscaba un médico que la pudiese salvar. La esposa la aseó y la recostó en el camastro cerca del fuego de la chimenea, sin dejar de observarla detenidamente. La vieja respiraba con dificultad y cada poco expulsaba por la boca, entre vómitos y vómitos, un líquido pardo maloliente. La mujer del arriero lo primero que pensó es que la enferma sufría una intoxicación provocada por el consumo de alguna mala hierba o alguna seta venenosa y que de ser así poco tiempo de vida le quedaría. Al fin, después de un largo rato, llegó el arriero con un médico local.

27

Pasaron los días y las semanas y la anciana fue mejorando hasta que se recuperó totalmente. El médico siguió su evolución de cerca y cuando ya estuvo repuesta totalmente liberó al matrimonio de la ardua tarea encomendada.

-Quiero expresaros mi máxima gratitud porque de no haber sido por vosotros yo ahora estaría muerta. Como sabéis he vivido siempre junto a otros vecinos más en el poblado que se encuentra alrededor de la Ermita de la Virgen de la Peña; los cuales, me he enterado por vosotros, se encuentran todos muertos. Parece ser que el agua con la que cocinamos la cena de aquel día se encontraba en mal estado y ello nos provocó una fuerte intoxicación que ha llevado a la muerte a algunos de mis parientes. Lo triste además de esos fallecimientos ha sido la denegación de auxilio por parte de los paisanos de Hoyos y de Cilleros, a los que les supliqué ayuda. Probablemente si me hubiesen socorrido, como habéis hecho vosotros, mis parientes y vecinos estarían ahora con vida. Yo soy la que menos merecía salvarse de todos los que allí morábamos, soy mayor y me queda poco tiempo en este mundo, pero el destino lo ha querido así y de igual forma yo quiero reconoceros vuestra sensibilidad y amor por el prójimo, porque todos somos criaturas de Dios. Por ello, y teniendo en cuenta que ya la única dueña de todas esas tierras en las que habitábamos, desde que se las cedió a nuestros antepasados el Rey de León, soy ahora yo; dispongo desde este instante que el día que muera pasen a ser propiedad de todos los vecinos de Perales del Puerto y de esa manera os sirvan a vuestros intereses y necesidades. Con el tiempo la anciana falleció en una pequeña casa de Perales y tal y como fue su deseo las tierras alrededor de la Ermita de la Virgen de la Peña pasaron a ser propiedad de los vecinos de Perales del Puerto que las convirtieron en una amplia dehesa.

Relato inspirado en la leyenda anónima de la aldea de la Dehesa de Arriba de Perales.

Noviembre 2020

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