SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
hierbas alucinógenas que prometían permitir un viaje a un mundo paralelo, que daría por concluido el proceso de formación de aquellas brujas del norte de Extremadura.
-Sí, esu pareci, que está un poquinu nubrau y se barrunta lluvia. -¡Ahí va la ostia! Esto no es nada pues; si hubieses visto el mes pasado, eso sí que era mal tiempo. ¡Cagón Dios,,,,!, no paraba el puto txirimiri; casi nos salen aletas como a los arrainak.
Tras una pequeña danza ritual entorno al altar, en la que la instructora de estas jóvenes aprendices de brujería recitó una milenaria oración en una lengua ya desaparecida, todas ellas fueron consumiendo poco a poco algunas de las hierbas aportadas. Cada una de ellas eligió aquella que mejor la podía llevar al trance; una vez consumidas unieron sus manos y formando un círculo casi perfecto frente al altar comenzaron a agitar sus cabezas entre espasmos y palabras inconexas.
-¿Y tú de dónde eres, pues? -¿Yo…?, de un puebru de Cazris, cerca de Salamanca. He veniu unus días a ver a la mi hermana, que llevaba muchu tiempu sin verla.
El lugar donde se encontraban estas adoradoras de las fuerzas oscuras se alcanzaba a ver desde la localidad de Torrecilla de los Ángeles y cuando, cada lustro, se producía esta reunión iniciática de brujería los vecinos de la localidad permanecían atrincherados en sus casas con un miedo que algunos no eran capaces de superar el resto de sus vidas. El tiempo transcurría y las brujas, aunque físicamente se encontraban en Torrecilla de los Ángeles; su estado de trance, provocado por el consumo de esos alucinógenos y por el ritual milenario que la encargada del grupo había llevado a cabo, les permitió viajar de manera extracorpórea hasta Barahona, en la provincia de Soria, para juntarse con el resto de las brujas de Castilla y Extremadura. Allí danzaron, gozaron y adoraron a los Dioses de su religión ancestral y allí fueron consagradas como brujas ese grupo de novicias de brujería de Sierra de Gata; pero en su regreso a su cuerpo físico algo salió mal o algún Dios de los que ellas adoraban decidió jugarles una mala pasada o ponerles una difícil prueba para finalizar su consagración. Una fuerte racha de viento huracanado, combinado con una inusual tormenta eléctrica, rompió de manera violenta el círculo formado por las brujas y cada una de ellas fue drásticamente expulsada de la localidad de Torrecilla de los Ángeles; mientras el púlpito era elevado a los cielos por esos vientos huracanados, transportándolo cientos de kilómetros hasta la Dehesa de Arriba de Perales del Puerto. Allí fue hundido en la tierra de tal manera que durante siglos quedó oculto; a la vez que las hechiceras de nuestra serranía lo buscaron con ahínco para continuar con los ritos iniciáticos de las brujas serragatinas y para de esa manera no ser ellas las últimas de una raza, que en otra etapa de la historia de la humanidad dominaba las tierras de nuestra comarca y que ahora corría el peligro de extinguirse.
ACULTURACIÓN El cielo estaba plomizo, tal y como solía amanecer en esta parte de Euskadi, cuando Facundo y su hermana salieron por el portal del edificio de aquella barriada obrera de Andoain. Ambos se dirigieron al parque donde solían reunirse los sábados por la mañana buena parte de aquellos jubilados que en los años sesenta emigraron a esta zona de Euskadi. Ya ociosos acostumbraban a pasar las mañanas contando historias de los lugares de origen o vivencias de la zona de acogida. -¡Buenos días a todos! - saludó la hermana de Facundo a los allí reunidos.
-¡Me cago en San Dios…! Igual que yo, que soy también de Cáceres; de Ibahernando. -¡Pues vaya una casualidad hombri!, por el habra pensaba yo que eras de por aquí, no creía que juesis extremeñu.
EROTISMO33
El hombre y la mujer se acariciaban en la oscuridad de la habitación en la que se encontraban, ella le atusaba el pelo de la cabeza mientras el penetraba por la blusa con sus frías manos hasta rozar con sus dedos los pezones endurecidos de sus senos. Ella cada vez respiraba más aceleradamente, llevaba buscando este encuentro durante meses y él hasta la fecha la había esquivado. Pero ella no se dio por vencida, sabía de otras mujeres, algunas amigas suyas, que habían mantenido relaciones íntimas con él y todas ellas le habían relatado su virtuosismo como amante, y la bella estrella del firmamento serragatino no quería dejar pasar esa oportunidad. No quería ser esa mujer resignada en la que se habían convertido las mujeres de su familia; muchas de las cuales tenían que soportar a unos varones que en el aspecto sexual dejaban bastante que desear, y que sólo servían para presumir de su virilidad en las tabernas y fondas de medio pelo de esta localidad a medio camino de ningún sitio. Por fin él decidió dar el asunto por finiquitado y sabiendo que la única manera de hacerlo era consumar el acto con ella, procedió a arrancarle las enaguas de manera violenta a la vez que ella buscaba su miembro insistentemente. Como si de un saco lleno de plumas se tratase la elevó en sus brazos del suelo hasta tumbarla en la mesa que frente a ellos se encontraba. A los pocos segundos consiguió quitarle las últimas piezas de la ropa interior que la muchacha llevaba, a la vez que ella se incorporaba y le mordisqueaba los lóbulos de las orejas. Los escalofríos corrían una y otra vez por el cuerpo de ambos a medida que las manos de ambos descubrían zonas erógenas de uno y otro con sólo rozarlas. Los movimientos de ambos eran cada vez más acelerados; él lamía su cuerpo como si de un dulce se tratase, a la vez que ella le cogía la cabeza y la dirigía hacia su clítoris. Él se resistió cuanto pudo, pero al final hubo de ceder, sabía que ella era de esas mujeres que querían experimentar, que querían sentir, romper
-Kaiso, egunon -respondieron unos y otros al saludo. -¡Vaya día la ostia!
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-¡Me cago en San Dios!, ¡Todos los días igual!
Diciembre de 2020
Relato inspirado en el libro de Domingo Domené: Historia de Sierra de Gata (Cáceres)
-Es que no cambia el tiempo ni para la ostia. 70
Chuchi del Azevo
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Chuchi del Azevo