Sierra de Gata Onírica. Historias, leyendas y anécdotas por Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

-¡Por fin ya llegó! ¡Madrita mía, vaya racha!, ya no podíamos más. -Sí, parece que hoy han venido todos los hombres que han estado trabajando en la mina de Jálama. -¡Vamos allá! ¿Dime cuánto es lo que debemos de los panes todos estos meses? La hija tenía en su cabeza contabilizados todos los panes que se habían llevado a crédito durante todos estos meses; porque algunas amigas que habían pasado por la misma situación que ellos le habían contado que en ese comercio te fiaban, pero cuando ibas a liquidar la deuda siempre te cobraban algún pan de más. La mujer del tendero sacó la libreta, pasó las hojas, buscó el mote de los Bujíos en el encabezado de las mismas y por fin la puso sobre el mostrador. Sacó un lápiz del cajón y empezó a sumar, mientras madre e hija la observaban con cierta alegría por poder liquidar su deuda por fin. -Pues en total suman treinta panes; a una peseta cada pan, hace un total de treinta pesetas. -¿Pero………..? Eso no está bien; han sido en total veinticinco, no treinta; señora Encarna. -Te equivocas jovencita. Son treinta, los tengo aquí perfectamente anotados. La madre le dio un pisotón y con una mirada coactiva le ordenó que se callase. Sacó el dinero del bolsillo de la faltriquera y pagó lo que la tendera le exigió, y madre e hija salieron musitadamente del comercio. -Madre nos ha robado, ¿Por qué me ha dicho que me callase? Si parece que ha apuntado los panes con un tenedor y no con un lápiz. -Hija por eso no me gusta a mi llevar fiado nada, porque luego estos buitres se cobran los réditos. Procura siempre tener algo de dinero ahorrado si puedes, para que estos carroñeros no se aprovechen nunca de ti. Las dos subieron la cuesta de la calle en dirección a la carnicería, con la sensación asumida de que volverían a revivir la misma situación en ese otro comercio.

GERALDO SEM PAVOR40 Corría el año 569 de la Hégira cuando las tropas almohades campaban a sus anchas por buena parte del solar hispano. No hacía mucho tiempo que acababan de firmar una frágil tregua con Alfonso VIII de Castilla y con el rey Alonso Henriques de Portugal, lo que les permitió dirigir todos sus esfuerzos contra el reino de León regentado por Fernando II.

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Las tropas almohades llegadas a Sierra de Gata desde Alcántara eran una mezcolanza de personajes de la más diversa índole. Bereberes, árabes y tropas cristianas de los distintos reinos peninsulares, formaban parte de un ejército que acababa de conquistar Cáceres, Alburquerque y Alcántara. Los espías del rey leonés en esta tierra de nadie, en la que se había convertido Extremadura, le avisaron de que un poderoso ejército musulmán se dirigía a la recién fundada Ciudad Rodrigo, devastando todo lo que encontraban a su paso. Fernando II se acantonó en la ciudad con todas las huestes que pudo reunir a la espera de la llegada de esos infieles que pretendían doblegar al poderoso reino que él regía con mano de hierro. El polvo y un sol abrasador de un septiembre maldito castigaba a las tropas almohades que subían por el único paso natural por estas tierras, el puerto de Almazay. Al frente de ellas, y rodeado de los generales agarenos, iba uno de los guerreros cristianos más temidos a ambos lados de la frontera que separaba los reinos cristianos y musulmanes, Geraldo Sem Pavor. Fernando II de León ya se había enfrentado a este mercenario cuando le arrebató buena parte de sus territorios extremeños y que según su opinión siempre estaba dispuesto a ofrecer sus armas a aquellos que mejor pagasen; aunque todos sabían de sobra que era un súbdito leal del rey portugués. Geraldo se entendía bien con los musulmanes, había quien decía que de hecho nació bajo la fe islámica, para luego, en su juventud, convertirse al cristianismo y que incluso hablaba perfectamente la lengua de Mahoma. Su alianza con los almohades era un servicio más al rey luso; ya que tenía un carácter más estratégico que económico, pues la idea era que todas estas tierras quedasen bajo el control definitivo del rey de Portugal una vez derrotado el rey leonés. Poco a poco los caballos, los bueyes, los carros y las tropas de infantería, con su recua de esclavos fue desapareciendo en el horizonte de este puerto natural; que seguía el trazado de los antiguos Césares romanos, que lo diseñaron y lo llamaron Vía Dalmacia. Una vez desdibujada la silueta del último hombre que componía esa columna militar; salió de su escondrijo una familia de aldeanos que moraba cerca de ese camino y cuya estirpe había visto y sufrido el paso de los ejércitos de uno y otro lado cada vez que estos habían decido enfrentarse. No sintiendo ninguna predilección por ninguno de ellos; ya que siempre fueron víctimas de los saqueos, violaciones y destrucción que esas tropas traían consigo. Como si nada hubiese ocurrido sacaron sus cabras del pequeño corral improvisado y el padre les indicó a sus dos hijos varones que las llevasen a pastar por la serranía como de costumbre; mientras él, la madre de éstos y las hermanas rescatarían los pocos alimentos y enseres domésticos de que disponían en el chajurdón que habitaban y que habían escondido en una cavidad cercana para que no se los robasen unos ejércitos cuya práctica habitual era el pillaje.

LA DECADENCIA SERRAGATINA

Hoy he quedado con mi amigo José en la gasolinera de La Fatela. Lugar este último convertido en la puerta de entrada y salida de Sierra de Gata, que ha visto a lo largo de los milenios idas y venidas de las gentes más diversas.

Relato inspirado en el libro de Armando de Sousa Pereira: Geraldo Sem Pavor.

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