Sierra de Gata Onírica. Historias, leyendas y anécdotas por Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

José es una persona que el destino, a mi entender, le jugó una mala pasada al situarlo en un contexto social en el que no termina de encajar plenamente. De mentalidad avanzada sabe apreciar a la vez las tradiciones y la raigambre de las capas sociales de rancio abolengo de la comarca. Su placer por la lectura, en concreto la poesía, las buenas costumbres y el saber estar; unido todo ello a su formación académica le hubiesen situado en otro trabajo en cualquier otro lugar; pero su pasión por la Tierra y por la familia le ha atado a este sitio del que muchos otros han huido despavoridamente. -¿Qué tal José? He venido lo antes posible como me dijiste para que no nos interrumpiesen.

de la chimenea se atusaba el pelo, hasta que éste quedaba totalmente ennegrecido por el hollín. Un buen día salió como de costumbre a los comercios de la localidad con su pelo recién teñido de manera casera; pero el día, que había amanecido nublado, amenazaba lluvia y cuando se encontraba a medio camino de la panadería un fuerte trueno, seguido de un electrizante relámpago sacudieron a la localidad y la lluvia comenzó a caer a borbotones sin que le diese tiempo a refugiarse. Al instante el tinte casero cubrió toda su cara y las canas plateadas emergieron a uno y otro lado de su cabellera. -¡Vaya relato José! La verdad es que en cada rincón de la Sierra hay infinidad de historias bellas y anecdóticas de tiempos remotos en los que estas tierras estaban pobladas por gentes de poderío y que con los siglos vinieron a menos.

-Buenos días, escritor; te estaba esperando...Pasa para dentro. Entramos en la gasolinera los dos, él pasó detrás del mostrador y sacó de un cajón un viejo álbum con algunas manchas en la tapa principal.

-Es el destino, no hay nada eterno. La decadencia y la senectud más tarde o temprano nos llega a todos, otra cosa es que la sepamos aceptar -sentención un José resiliente con el destino que le había tocado vivir.

-Ya verás, vas a alucinar con lo que te voy a enseñar. Seguro que tú sabes apreciar estas cosas. Mira. Abrió el álbum y comenzaron a aparecer ante mí fotografías que relataban la historia de una de las estirpes más longevas y prestigiosas de una localidad de Sierra de Gata.

EL HOMBRE SERPIENTE41

-¡Joder….! ¿De dónde has sacado esto José? -¿A qué estás flipando? Pues mira, lo encontré tirado en un contenedor de obra, al lado de la casa que están reformando en la plaza del pueblo. Es de la familia que la habitó durante años, y ya sabes que eran, como dicen por aquí, de lo mejorcito del pueblo. Las fotografías retrataban la vida burguesa de esa familia, cuyos descendientes con el tiempo se fueron alejando del pueblo, llevados a otros sitios por sus trabajos de clase media; y los viejos recuerdos conservados en el hogar familiar acabaron abandonados a su suerte, hasta que una mano culta los rescató del olvido y de la destrucción. -Mira a mí la que más me gusta es esta. ¿Has visto que pose tan interesante tiene? -¿Quién es la que aparece en la foto? -Es la hija pequeña del dueño de la casa, que era un militar de aire muy marcial y que perdió a un hijo en la guerra de Marruecos. Mira este es el hijo.

Los chicos habían acudido puntuales al río de San Martín de Trevejo para quitarse los calores del estío. Entre aguadillas y saltos de trapecista desde las orillas del arroyo pasaban el rato; mientras la pesquera que les servía de pozo de baño se iba llenando con otros críos del lugar acompañados de sus padres o familiares más cercanos. A media tarde apareció allí un hombre de mediana edad, solo y con un ropaje un tanto inusual para esas fechas y esos calores; ya que protegía la parte superior de su cuerpo con una camisa de manga larga y la parte inferior con un pantalón de lino blanco hasta los pies. El hombre misterioso se sentó bajo la sombra de un aliso que hundía sus raíces en el cauce del arroyo y comenzó a observar a los allí reunidos, mientras se liaba un cigarro. Los adolescentes del pueblo se salieron del agua, alejándose varios metros de la pesquera y de donde se había sentado el enigmático individuo. Uno de los chicos de la localidad agarró la mano de otro de los que se encontraba a su lado indicándole con un gesto de su cabeza que le siguiese. Una vez todos juntos se arremolinaron entorno a Juan, el más mayor de ellos que le había indicado a su primo llegado de Madrid que le siguiese.

-¡Ah…! Por eso está la placa en la fachada, ya decía yo. Claro es de los que murieron en la batalla en el Monte Arruit. -Debe ser. La hija tiene una anécdota muy interesante. Cuando yo era pequeño coincidí con ella por las calles. Ella era un poco deficiente, pero le gustaba arreglarse mucho; siempre con sus vestidos traídos de Salamanca y sus adornos de aguamarina. Una vez a la semana solía ir a la peluquería. Con el tiempo el bienestar económico del que gozaba la familia fue desapareciendo; pero ella seguía haciendo todo lo posible por mantener la imagen que había tenido tiempo atrás. Las rentas de las fincas desaparecieron y los sueldos de sus familiares mermaron y ella tuvo que recortar gastos superfluos como el peinarse una vez a la semana en la peluquería. Pero se las ingenió para hacer desaparecer las canas que con el tiempo habían aflorado en su cabellera. Con un tizón

-¿Qué es lo que pasa Juan?¿Por qué nos hemos salido del agua y venido hasta aquí? -Escuchad, ese que está ahí es al que llaman el hombre serpiente. -¿Qué…..?¡Venga……!

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Relato inspirado en el libro: Fala e Cultura d´os tres lugaris.

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