SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
Rosa obedeció y cumplió con el mandato de la sanadora. A la media hora estaba de vuelta en la casa de Jacinta con la planta de torvisco, tal y como le había pedido ésta.
ANTES MUERTA QUE SIN SILLA
Jacinta le indicó que dejase la planta en medio de la habitación y que a continuación ella danzase con el pequeño hasta que ambos cayesen al suelo extenuados. Rosa volvió a obedecer a la curandera, dentro de su desesperación no le quedaba otra. Después de casi una hora ambos se desplomaron al suelo y en ese instante Jacinta se levantó como pudo de la silla y se acercó hasta la planta de torvisco pronunciando muy cerca de ella unas palabras en un idioma ancestral, ininteligibles para Rosa y para los que se encontraban en la habitación. Para finalizar el acto Jacinta colocó sus manos sobre el torvisco y a continuación le ordenó a la planta que cuidase de la fiebre que allí le dejaba. Al poco rato la fiebre y la calentura habían desaparecido del cuerpo del niño, Rosa no sabía cómo agradecerle a la curandera que hubiese salvado a su hijo. Jacinta permanecía sentada en su vieja silla mientras Rosa se deshacía en agradecimientos y elogios; la sanadora por fin sabía que se podía ir dignamente de este mundo, su honra había sido rehabilitada y lo más importante para ella es que había salvado una vez más una vida, tal y como juró hacer cuando sus antepasados le transmitieron sus conocimientos curativos.
Un suceso luctuoso sucedió en la localidad, los vecinos se arremolinaban entorno a la puerta de la vivienda de una de las vecinas más castizas de la localidad. Unos entraban, otros salían; unos lloraban y otros le daban el pésame a familiares y allegados. Mientras, Juan y Tomás tomaban la última ronda de vinos encá La Rosaura. Una vez apurado el último trago los dos se dirigieron a la casa de la fallecida para expresar sus condolencias, tal y como mandaban las normas de buena convivencia y vecindad. A su llegada saludaron a los allí presentes e inmediatamente entraron en la vivienda para dar el pésame al hijo y a algunos familiares de la fallecida. Cuando llegaron a la habitación, en la que tenían el cuerpo de la fallecida, se quedaron lívidos; pensaron que se habían pasado con la ronda de vinos de ese día. No daban crédito a que la muerta se encontrase sentada en una silla con un rigor mortis hierático y que nadie hubiese movido un solo dedo para trasladarla a una cama. Les dieron el pésame a los familiares y salieron todo lo rápido que pudieron. Una vez alejados de la vivienda rompieron en carcajadas, mientras uno de ellos le decía al otro: -¿Has visto…..? Se ha muerto como dice la canción. ¡Antes muerta que sin silla…..!
DE VISITA A LA GIRAFA
IBN MARWÂN43
Dos serragatinas decidieron un buen día hacer un viaje fuera de Extremadura, sentían envidia de que todas sus vecinas contasen maravillas de los lugares que visitaban con sus maridos y familiares por toda la geografía española cuando se iban de vacaciones, y ellas no querían ser menos.
Los Baranis de las tierras de Quriya y de Lâydanyâ acompañaban en su huida desesperada de las tropas emirales al rebelde Ibn Marwân. Esta tribu bereber había ayudado al rebelde ismaelita en la toma y conquista de Mérida; pero la superioridad numérica del ejército del Emir los había desalojado por la fuerza de la antigua metrópolis de los Césares romanos en la actual Ispaniya agarena.
Barajaron varios sitios durante unos cuantos días y por fin se decidieron por una capital de provincias; de la que habían oído hablar de la belleza de sus monumentos y del carácter amable, divertido y extremadamente juerguista de sus gentes. Pasadas las semanas llegó la fecha de su salida, se montaron en el autobús que las llevaría a la estación de tren de Cañaveral y desde allí a la siguiente estación, donde tomarían el ferrocarril que las conduciría hasta su destino. El viaje duró todo un día, con su noche incluida; que transcurrió en un vagón dormitorio de un tren de Renfe ya decadente por aquellas fechas. A las diez en punto de la mañana habían llegado a su esperado destino. En la estación de tren tomaron el primer taxi que encontraron. -Buenos días zeñoras, uztedes dirán a onde quieren que laz lleve. -Pue verá Usted lo primerito que queremus ver es la Jirafa de Sevilla. -¿Cómo dicen uztedes? ¿Será La Giralda de Zevilla? ¿No creo que hayan venió Uztedes hasta Zevilla pa ir a ver la jirafa del Zoo.
Los heridos se contaban por centenares y a duras penas eran capaces de caminar, pero el terror a caer en manos de sus enemigos les hacía sacar fuerzas de lo más profundo de su ser. Habían vivido y escuchado las terribles torturas a las que eran sometidos todos aquellos que caían en las manos del Emir, y eran conscientes de que con ellos y sus familiares no tendrían piedad alguna, y menos después del apoyo prestado a ese cabecilla que les había prometido librarles de la tiranía de esos árabes que se consideraban superiores a ellos. A duras penas consiguieron pasar el río Tajo por el puente de Qantara Es-Saif, buena parte de sus pertenencias quedaron esparcidas por el cauce del río; junto a sus pertrechos militares, caballerías moribundas y todo tipo de joyas y cofres repletos de oro y plata que les impedían avanzar. Después de varias jornadas llegaron a los restos de la población abandonada de Antaniya, la antigua Egitania romana; que aún conservaba sus murallas y los restos de un templo dedicado a los dioses romanos, junto a una gran basílica cristiana; en la que los antepasados de Ibn Mârwan practicaron un primitivo cristianismo ibérico. Todos esos restos de edificaciones, de una ciudad antaño esplendorosa, les servirían a todos ellos de protección para
-Esu jombri, esi edificio que es tan famosu y bonito aquí en Sevilla. Una vez aclarado el mal entendido el taxista emprendió la marcha y las dos serragatinas por fin comenzaron a disfrutar de la magia de la capital hispalense.
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Relato inspirado en el libro de Jesús Meneses Jiménez: Ibn Marwân, El Gallego.
Febrero de 2021
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Chuchi del Azevo
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Chuchi del Azevo