SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)
UNA NOCHE EN EL CINE
Dos de esos galanes competían por el amor de Zelinda, dos galanes que eran hermanos, y que desde pequeños habían sido educados en la rivalidad. Uno de ellos era el señor de la torre Almenara y el otro del castillo de Santibáñez el Alto.
El cinematógrafo por fin había llegado a los pueblos de la sierra. Uno de los empresarios locales, con un instinto comercial que todos los demás envidiaban, decidió reformar una de las tenadas que poseía para adaptarla a una sala de proyecciones. Esa noche todo el pueblo estaba excitado, era una novedad que muy pocos se querían perder, se iba a proyectar una película sobre la vida de uno de los mejores toreros que había existido en el país. La sala de proyecciones se fue llenando y a los pocos minutos todos los bancos se encontraban ocupados. El tío Venancio, como se había colocado el primero en la cola, se pudo sentar en uno de los primeros bancos. Él no se quería perder detalle de aquella película, era un enamorado de la lectura y desde pequeño había leído en los periódicos la infinidad de películas que se proyectaban en las grandes ciudades y como alguno de los libros que había leído habían sido llevados al cine. La película comenzó a la hora señalada por D. Cipriano, que así se llamaba el empresario y emprendedor de esa época. Los asistentes eran incapaces de parpadear ya que no se querían perder detalle alguno, mientras el tío Venancio le comentaba en voz baja a su mujer las escenas que iban saliendo. Ya casi al final de la película el actor principal lidiaba un toro en una plaza de toros, durante varios minutos la película recogió todo el arte y los lances de la tauromaquia; pero en uno de los fotogramas el director del filme decidió jugar con las perspectivas de las cámaras y es en ese instante cuando una de ellas filmó la imagen del toro saltando al tendido. La imagen daba la impresión de que el toro se salía de la pantalla y creyendo que el morlaco les iba a empitonar es cuando el tío Venancio se levantó despavorido y gritándole a su mujer le dijo:
Zelinda se dejaba querer por los dos, manteniendo una discreción total; pero al final se decidió por el señor del castillo de Santibáñez, quien la agasajó y colmó de regalos; todo ello sin que su hermano se enterase. Pero un buen día Zelinda le informó a su amado que aquello ya no podía continuar así; ya que iba a tener un hijo de él. Ambos acordaron irse de la comarca e iniciar una nueva vida en otro lugar donde pudiesen disfrutar plenamente de su amor. Por fin llegó el día de partir, sólo unos pocos sabían de su marcha; pero alguien informó también al otro pretendiente. Éste lleno de ira por la traición de ambos decidió tomarse la justicia por su mano y formando un pequeño ejército se dirigió a Villasbuenas. Cuando llegó a la población una delación envidiosa le informó que los amantes habían huido en dirección a Perales del Puerto. Sin pararse a descansar y darle de beber a los caballos salió en su busca, y cerca del paraje conocido por el nombre de las Potras les dio alcance. Allí después de un duro enfrentamiento el hermano, y padre de su futuro sobrino, cayó al suelo desde el caballo golpeándose la cabeza con una roca, quedando inerte en el acto. Zelinda se salvó y desde entonces muy pocas veces se la vio por la villa; tan sólo se la podía encontrar, a buen seguro, en el lugar y el día en el que murió su amado; cuando depositaba en ese sitio maldito un ramo de rosas rojas, acompañada siempre de la mano del fruto de su amor. LA CENA DE NAVIDAD La familia de Emiliano había estado criando un magnífico gallo para comerlo el día de Navidad. El gallo tenía un plumaje lustroso, fruto de la buena alimentación en la que habían colaborado todos los miembros de la familia.
-¡Felisa corre que ese toro nos va a matar! El tío Venancio no se esperó a que su mujer le siguiese, la carrera que emprendió fue tan rápida que no le dio tiempo a escuchar las carcajadas de los asistentes al acto; y mucho menos los comentarios maledicentes de su mujer, que se consideraba abochornada por el ridículo que le había hecho pasar.
ZELINDA51 En Villasbuenas de Gata vivía una familia de origen mudéjar cuya hija era de las más bellas del lugar. El hogar de todos ellos era la casa de la mujer panzuda, una casa que guardaba infinidad de secretos y que nadie sabía su origen; lo cierto es que la misma siempre había pertenecido a los antepasados de esa familia. La joven deslumbraba con su belleza. Su tez amarronada se iba volviendo cada vez más caoba y brillante con los soles del estío y sus ojos de color verde esmeralda conquistaban los corazones de los galanes más recios de la comarca.
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Por la mañana la mujer de Emiliano se levantó como de costumbre por esas fechas y comenzó a preparar unos dulces; arroz con leche y rosquillas de anís, que era lo que más le gustaba a toda su prole. A la vez que iba cocinando, les fue poniendo el desayuno de leche migá a los hijos que iban apareciendo por la cocina. Como su marido había llegado tarde esa noche, pues al parecer había estado de moraga, y no quería molestarle; ya que sabía del mal genio que gastaba cuando no le dejaban dormir, le encargó al hijo mediano que fuese al corral y trajese el gallo para matarlo e irlo desplumando. Al poco rato el dagal estaba de vuelta en la cocina sin el gallo y sorprendido le espetó a su madre: -¡Madri, pu si el gallu no está!. -¡Cúmu no va estar…! Se habrá escondiu en algún sitiu. -Que no madrí, que no está, que ya he mirau por toos laos y no está. En ese preciso instante el cabeza de familia apareció en la cocina y todos se le quedaron mirando. Algo les rondaba por la cabeza a los allí presentes, pues no era la primera vez que sucedía algo así.
Relato inspirado en el Libro de Jesús Montero Blanco: Villasbuenas de Gata, Señorío de los Fonseca.
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Chuchi del Azevo
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