ISLA+: CUESTIONAR LA (IR)REALIDAD DE LA PANDEMIA | Dagmara Wyskiel e Iván Ávila El 2020 será recordado como la sepultura de varios espacios culturales en el mundo, especialmente en Latinoamérica, donde ni el sector ni lo que este puede ofrecer a la comunidad son prioridades para los gobiernos actuales. El obligatorio e indefinido cierre en Chile de escuelas, universidades, museos, galerías, centros culturales, teatros, cines y otros, frente al ininterrumpible funcionamiento de supermercados, de la industria y la exportación a escala mayor, dibujan un mapeo de preponderancias poco alentadoras. Quisimos enfrentar este ambiente de luto con un gesto utópico, ya que no hay nada más real que la utopía persistente. Cuando todos cierran, nosotros abrimos. Serruchamos una reja y salimos hacia la vereda con un espacio callejero. ISLA+ busca ser un estímulo a la experimentación en video, a través de una ventana que da a la calle, espacio público donde hoy más que nunca necesitamos arte. El proyecto curatorial del nuevo espacio expositivo ISLA+, ubicado en la sede del Instituto Superior Latinoamericano de Arte (ISLA) en el sector de Playa Blanca, abordará producciones de videoarte, cine experimental, registros de acciones performáticas, la animación y el juego visual y gráfico, persiguiendo nuevas formas y lecturas de la imagen en movimiento con un enfoque pensado en el transeúnte y el vecino del sector, asumiendo que una de las principales misiones del arte es cuestionarlo todo. Por eso, no pudo haber mejor elección para inaugurar este espacio que el cortometraje La última isla del cielo, del antofagastino André Salva. En sus dos minutos de duración, nos sumerge en un mundo de fantasía de la mano de dibujos que a simple vista parecen infantiles, pero que tras su inocencia ocultan el desgarrador paso de un gigante cuyas pisadas derriban la belleza de la última isla del cielo. Su apetito voraz destruye todo rastro de vida. Su sed consume, sin señal de remordimiento, el agua de un pequeño territorio que podría ser cualquier ciudad del orbe, o tal vez el mundo entero esbozado en colores y formas que son arrasadas por este coloso insaciable. ¿Es un sueño o una metáfora de ese futuro carente de vida, matices y alegría? Salva, a través de lúcidos trazos, nos invita a cuestionar la (ir)realidad del momento actual, proponiendo la necesidad de reflexionar sobre cómo nos relacionamos con el medioambiente, cuán (in)humanos somos en un punto de la línea de tiempo que obliga a repensar y replantear, quizás como nunca antes, nuestra relación sistémica con el entorno, logrando tocarnos las fibras más íntimas con un mensaje de carácter urgente que, repentinamente, realiza un rápido viaje en reversa hacia el momento inicial de este sueño, de este “ahora” que nos debe obligar a reaccionar de forma inmediata, antes que se convierta en un desesperanzador “nunca”. 110