miguel vázquez A cielo abierto Desde el principio de mi conversión en manipulador-montador, siempre he buscado un taller, y esa necesidad fue evolucionando pareja a las transformaciones que sufrían las formas que generaba. Esto me llevó a trashumar por distintos talleres de diversas latitudes, buscando satisfacer unas necesidades tanto tecnológicas como espaciales que el mío, en esos momentos, creía que no me aportaba. Y siempre he tenido presente cómo había empezado todo, allá por el neolítico, para los que manipulamos la tierra. Había empezado a «cielo abierto». Y el mismo material, utilizado para generar los volúmenes, servía para hacer los hornos y construir los talleres. Quizás esta reflexión trabajó mi subconsciente haciéndome volver al punto de partida. En este complejo período de confinamiento, al mismo tiempo que reflexionaba sobre nuestro comportamiento para llegar a tal situación y me sentía obligado a realizar tareas poco comunes en mi día a día, decidí que al taller le debería suceder lo mismo y empecé a releerlo como si se tratara de una obra más. Esto no solo me llevó a descubrir propuestas que el tiempo había desechado, sino a reencontrarme con un espacio. 28
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