TANTAS IMAXES #05 - O OBRADOIRO (II)

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El taller como lugar del juego del arte Alfons Freire

IG: @alfonsfreire

Coordinador de Tantas Imaxes y Espazo CUBO

Para pensar el taller podríamos utilizar una de las muchas imágenes que nos ofrece nuestra tradición cultural. Desde la chora —el espacio originario— donde un demiurgo crea el mundo sensible como imagen de mundo inteligible y que aparece en el Timeo de Platón1, un diálogo abstruso y difícil, escrito en la vejez del filósofo, hasta el parergon —el marco-membrana— que utiliza Derrida para escribir, también de forma abstrusa y difícil, sobre la pintura desde sus márgenes.2 También podríamos utilizar alguna de las mútiples imágenes de un Borges preocupado por alcanzar el infinito con su prosa como es el caso del Aleph3 o, por supuesto, desarrollar la figura del heterotopos de Foucault, que ya se ha mencionado en diversas ocasiones en este mismo cuaderno.4 Sin embargo, la idea de juego siempre me había parecido una imagenmetáfora muy efectiva y rica para entender el quehacer artístico y, por lo tanto, para acercarse a la comprensión del papel del taller, como espacio donde tiene lugar el juego del arte. Recuerdo haber trabajado la cuestión hace ya muchos años. Había leido un par de libros clásicos sobre la noción de juego. Obras que tienen muchos años pero que, curiosamente, con todas sus deficiencias históricas, todavía tienen una cierta vigencia de punto partida en la actualidad. Se trata de Homo Ludens (1939) de Johan Huizinga, reeditado en castellano una y otra vez, y Los juegos y los hombres de Roger Caillois, publicado veinte años después (1958) y que no ha tenido tanta suerte en ese sentido, por lo 1

Platón, Timeo. Gredos, Madrid, 1992.

2

Derrida, Jacques, La verdad en pintura, traducción de María Cecilia González y Dardo Scavino, Paidós, Barcelona, 2001.

3

«Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.» Jorge Luis Borges, El Aleph

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«Ahora bien, entre todos esos lugares que se distinguen los unos de los otros, los hay que son absolutamente diferentes; lugares que se oponen a todos los demás y que de alguna manera están destinados a borrarlos, compensarlos, neutralizarlos o purificarlos. Son, en cierto modo, contraespacios. Los niños conocen perfectamente dichos contra-espacios, esas utopías localizadas: por supuesto, una de ellas es el fondo del jardín; por supuesto, otra de ellas es el granero o, mejor aun, la tienda de apache erguida en medio del mismo; o bien, un jueves por la tarde, la cama de los padres. Pues bien, es sobre esa gran cama que uno descubre el océano, puesto que allí uno nada entre las cobijas; y además, esa gran cama es también el cielo, dado que es posible saltar sobre sus resortes; es el bosque, pues allí uno se esconde; es la noche, dado que uno se convierte en fantasma entre las sábanas; es, en fin, el placer, puesto que cuando nuestros padres regresen seremos castigados.» De la conferencia radiofónica pronunciada por Michel Foucault el 7 de diciembre de 1966 y titulada Utopias y heterotopias.


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