sentidos Y SIGNIFICADOS
Ese feo “GASEODUCTO”… DE FANTASMAS y duques Arrigo Coen Anitúa (†)
Imagen cortesía de History of Science Collections, University of Oklahoma Libraries; copyright The Board of Regents of the University of Oklahoma.
¡“Gaseoducto”!, ¡vaya voquible!...,
¿de dónde toma esa e? Gas no la lleva; la o es copulativa y en ducto tampoco aparece. ¡Ah! Es una calca de oleoducto, cuya e pertenece al elemento óleo, ‘aceite’: “Claro –se dijeron los que pergeñaron la palabreja–; si el tubo que transporta petróleo –‘aceite de piedra’– es óleo-ducto, ¡ya está!, el tubo que lleve gas ha de ser “gaseo-ducto”. ¡Y así les salió el neologismo, de sonsonete! Pero vayamos por partes: gas es el fluido aeriforme que se trata de transportar; ducto es el vehículo que se va a utilizar. Para evitar la desagradable concurrencia de la s y de la d en la simple yuxtaposición de ambos elementos, ‘gasducto’, se agrega una o eufónica –copulativa, al mismo tiempo–, como obra en otras palabras ya consagradas por la tecnología: gasoscopio y gasómetro. Y así se obtiene gasoducto, término propio, que significa ‘conJuan Bautista van Helmont, 1577-1644. ducto de gas’. La e, pues, sólo es advenediza en ese terminajo hechizo, que repugna al bien hablar. No por nuevas, sino por impropias o por inútiles, se proscriben algunas palabras, y se aceptan como preciosos valores las que enriquecen positivamente el caudal del léxico. Gasoducto es buena, ha reemergido a la moda y, así, en su forma correcta, merece el análisis etimológico: A principios del siglo XVII un joven belga, médico, químico y filósofo, Juan Bautista van Helmont, explicó los fenómenos de la combustión, la incandescencia de la llama y los efectos de la pólvora; descubrió el jugo gástrico y reconoció la existencia de los cuerpos de expansión ilimitada.
CORREO del MAESTRO
núm. 158 julio 2009
55