Reflexión del Viernes Santo
Vuelvo a contemplarte en la cruz clavado. Muchos han perdido la ESPERANZA y no ven en Ti más que un profeta. Atrás quedaron los días en el que los pies del Mesías salieron al encuentro de enfermos, prostitutas, ciegos y pecadores. No hubo lisonjas ni opulencia. Todo lo contrario: austeridad, sobriedad, sencillez. Tus pasos solo tuvieron una meta: el anuncio del Reino de Dios. Tus pasos hacia nuestro encuentro solo tuvieron una recompensa: la muerte en un madero. No te acomodaste en tu trono. No esperaste los embajadores de las naciones del mundo. No recibiste los emisarios de los países más ricos de la Tierra y a que te agasajaran en tu gran palacio. El Rey del mundo se ciñó su túnica. Con una guardia de doce pescadores salió en busca de su pueblo. Sus pies descalzos se cubrieron de polvo en vez de caros perfumes. Sus pies divinos conocieron la fatiga de largas caminatas y duras jornadas de predicación. En nuestras vidas se ha asentado la AMARGURA, nuestros pasos andan descarriados y sin rumbo, nuestra alma se cubre de SOLEDAD al contemplarte, con el único consuelo de refugiarnos en el regazo de nuestra Madre para que sea, en estos momentos LUZ y ESPERANZA nuestra. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador. En este día en el que Cristo entrega su vida por nosotros, reflexiona y encuentra aquellos momentos en los que tú te has entregado por los demás. Quizá sea una buena oportunidad para pensar en un cambio, en proyectar una renovación en tu vida.