Amador Moya
Capítulo 16
Cuando Campillo vio la carta con el membrete de la comisaría, no le hizo falta abrirla para saber cuál era su contenido. «Menos mal que tengo a José Luis. Él me ayudará con este problema. ¡Dios mío en la que me he metido! Si ya me lo decía Aurelia», pensó. El teléfono sonó sobre la mesa de Basilio. «Sí, sí, son para aquí, ahora bajamos a buscarlos». —Oye, Luis. Está el del perro abajo con Campillo. ¿Puedes bajar a buscarlos, por favor?. No quiero que se pierdan por el edificio. En el grupo, a Basilio todos lo respetaban y, si pedía algo por favor, no se cuestionaba. —Claro —dijo Luis encaminándose a la puerta. —¡Ah!, y avisa a Mari —le gritó ya en el pasillo. No tardaron ni cinco minutos en estar ante su mesa. —Siéntense —dijo indicándoles dos silla, justo en el momento en que Mari entraba por la puerta. —Hola —saludó alegremente a los recién llegados. —Hola, Mari —contestó el señor Alonso—. Siempre es una garantía tener a la presidenta de tu comunidad a tu lado cuando vienes a la comisaría, porque aquí entras, pero igual no sales. 157