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~ De esto y aquello ~
Por Leonor Morales
DONDE HAY CONFIANZA… ¿Da gusto, o asco? “¿Para qué me voy a arreglar? Nunca viene nadie de fuera y los de casa están acostumbrados a verme de cualquier manera. No me apetece ahora mismo quitarme la bata, ni ducharme. Lo importante es estar a gusto. Total, como hay confianza…” Y con eso de la confianza a lo peor descuidamos nuestro aspecto y el del entorno que nos rodea. No me refiero solamente al aspecto físico, sino también al mental. Nuestra mente se desentiende de los deseos, de los gustos y necesidades de los demás, porque, como hay confianza, ya tomarán o pedirán ellos lo que necesiten. Descuidamos nuestras expresiones y lanzamos a la cara de quien sea palabras ofensivas porque hay confianza para decir lo que uno piensa, sin andarse con remilgos ni hipocresías. ¡Estaría bueno! El exceso de confianza lleva muchas veces a la grosería que puede derivar fácilmente en discusiones más o menos violentas y a la total ruptura de una relación. Lleva también a que el más egoísta se aproveche del más débil e indefenso con la excusa de que “tú eres la persona con la que tengo más confianza, no podría pedírselo a nadie más” Por mucha confianza que se tenga con alguien, no podemos descuidar nuestra compostura ni nuestros deberes de cortesía para con los otros, más aún si hemos de convivir con ellos. La convivencia diaria, ya sea de pareja, entre amigos, familiar, de comunidad, de trabajo, etc, debe basarse siempre en el respeto mutuo. Eso es lo importante para que funcione. El grado de cariño, de complicidad y de confianza que pueda establecerse entre los miembros de una relación, no exime a nadie de guardar el respeto que la sustenta. Hemos de ser conscientes de cómo influyen en la convivencia diaria los pequeños detalles. Una frase cariñosa, una pregunta oportuna, un tener en cuen-
ta los gustos y preferencias de quienes te rodean, una condescendencia para acompañar a alguien, aunque no te apetezca, un pequeño obsequio en un momento oportuno… Todo cuanto dé a los otros la seguridad de que son tenidos en cuenta, de que pensamos en ellos, de que los queremos, es de gran ayuda para una buena convivencia. Pero muchas veces nos puede la pereza y dejamos de tomarnos estos cuidados recurriendo a la frasecita: “¡Bah, cómo hay confianza…!” Esta actitud es nefasta, sobre todo en la pareja. Donde hay confianza da gusto cuando sientes que estás en tu terreno, que con quien estás puedes expresar tus pensamientos más íntimos sin temor a ser incomprendido o repudiado. Que nunca hay que forzar la conversación para evitar silencios incómodos, que a veces hay un completo entendimiento con una mirada de complicidad, que siempre tendrás una respuesta sincera a tus preguntas, aunque la respuesta implique un reproche, porque sabes que viene del cariño y del respeto. Y digas lo que digas, o hagas lo que hagas, no va a haber malos entendidos ni suspicacias. Ésta es la confianza que da gusto. Leonor Morales