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DE ESTO Y DE AQUELLO
DON RAMÓN “Sé breve en tus razonamientos, que a todos cansan si son largos” El Quijote
Pues señor: Mi vecino don Ramón siempre tiene la razón. Quien lo conoce bien, sabe que contradecirle es tamaña temeridad, porque jamás se da por vencido y suelta sobre el osado interlocutor tal batería de razonamientos contundentes e irrefutables, que lo deja cao, sin nada que argumentar contra tan jocunda dialéctica. Si usted le da la razón a la primera para ahorrarse su retórica, hágalo de forma convincente, porque como note cierta vacilación pensará: “¡A mí éste no me da la razón como a los locos!” e igualmente soltará la retahíla de razonamientos hilvanados a su modo y manera… ¡Agotador!
Esto es así porque lo digo yo, y punto
Hay un antiguo chiste - muy malo - en el que se pretende demostrar el parecido de un botijo con El Escorial. Porque “el botijo rezuma. Rezuma Moztezuma. Moztezuma inca. Inca anca. Anca rana. Rana rano. Y yo tengo un amigo que pasa los ve-ranos en El Escorial.” Claro como el agua ¿no? Si no ha entendido algo lo repito con mucho gusto... Así de demoledores son los argumentos esgrimidos por mi vecino don Ramón. ¿Quién se atreve a quitarle la razón? Pues en este nuestro suelo patrio hay muchos Ramones. Seguro que usted conoce alguno y hasta es posible que lo tenga más próximo de lo que quisiera. (Abundan hasta en las mejores familias.) Los hay de varios estilos y con distintas estrategias, pero todos buscan lo mismo: llevar la razón y que todo el mundo lo reconozca. Algunos prefieren la vía rápida: “Esto es así porque lo digo yo, y punto.” Y si además sueltan un puñeta-
zo sobre la mesa, el argumento resulta tan contundente que todo el mundo chitón, no sea que el siguiente puño caiga sobre la nariz del que ose contradecirle.
Y está también aquello de que “el jefe siempre tiene la razón”. Muchos de estos jefes presumen de demócratas y convocan mesas de debate para discutir asuntos de la empresa. Dejan que cada cual exprese su opinión, pero al final - después de sopesar lo dicho por todos - llega a la conclusión de que: “yo, el jefe, tengo la razón porque mi propuesta es la mejor”. Por lo que, impepinablemente, prevalece sobre las demás. Siempre habrá algún pelota que aplauda con entusiasmo. Con los Ramones es mejor no discutir. Con los violentos porque puede salir uno mal parado y con los razonadores porque nos exponemos a entablar un diálogo para besugos de esos que no llevan a ninguna parte, ya que, el que tiene siempre la razón, jamás escucha otros argumentos que los propios y nos volverá locos repitiéndolos una y otra vez. Es mejor decirles “para ti la perra gorda” y salir huyendo. ¿Y si en un grupo se juntan dos o más Ramones? Tenemos algunos ejemplos esclarecedores de lo que puede ocurrir contemplando algunas tertulias de la tele. ¡Alucinante! ¿Ustedes creen que tengo razón en lo que digo? ¡Pues claro que la tengo! ¡Faltaría más! Leonor Morales