Crónicas y Análisis
Del paro del 14 de septiembre de 1977 a las protestas populares de 9 y 10 de septiembre de 2020 Este artículo hace parte del libro undécimo de mis memorias. Rememora el Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977 y lo enlaza con las jornadas de protesta desencadenadas por el asesinato del señor Javier Humberto Ordóñez Bermúdez en el Centro de Atención Inmediata (CAI) del barrio Villaluz, Localidad de Engativá, en las horas de la madrugada del día 9 de septiembre de 2020, exactamente 43 años después. Por ese tiempo era presidente de la República Alfonso López Michelsen y gerente de la Empresa de Acueductos de Bogotá el doctor Iván Duque Gómez. El año anterior, 1º de agosto de 1977, había nacido un hermoso y mofletudo bebé, bautizado como Iván, quien al momento del Paro recién había cumplido el año de vida extrauterina. Cuarenta y tres años después, el hijo debe vérselas con un movimiento masivo de protestas escalonadas desde el comienzo de su mandato hasta este día de gracia del 31 de octubre de 2020, Noche de Walpurgis.
Escrito por: Carlos Martínez Mendoza
Arturo Alape (Carlos Arturo Ruiz) puso en limpio centenares de testimonios de pobladores de los barrios periféricos, activistas políticos y dirigentes sindicales en los meses siguientes al 14 de septiembre de 1977. Ante mis ojos tengo Un día de septiembre: Testimonios del Paro Cívico, 1977; es un libro humilde, de unas 160 páginas, con algunos registros fotográficos y recortes de prensa referidos al paro. Fue publicado por Editorial Armadillo en 1980. El autor agradece especialmente a los testigos, “quienes con su experiencia y su extraordinaria voluntad de colaboración hicieron posible este libro.” Agradece, naturalmente, a las Centrales Obreras, a la Central Nacional Provivienda, a Faustino Galindo, líder obrero y concejal, a Leónidas Arango y a Ricardo Díaz, autor de la cronología. Como el mismo Alape es quizá probable que la mayoría de quienes aportaron sus testimonios hayan fallecido. Por ello mismo leer este libro es una especie de diálogo con los que no están, pero que lucharon para que este mundo fuera menos peor.
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Quiero comenzar por el final, por citar algunos apartes de la extensa entrevista que los generales Abraham Varón Valencia, ministro de Guerra, y Luis Carlos Camacho Leyva, comandante de las Fuerzas Armadas y meses después ministro de Guerra de Turbay Ayala, concedieron a Caracol en el programa Cinco reporteros y el personaje de la semana, y que publicara el periódico conservador El Siglo el 19 de septiembre de 1977. Me llama la atención esta declaración de Varón Valencia: “Las razones de que se hubieran presentado actos de clásico estilo subversivo son fácilmente determinables, dadas las condiciones mismas de la situación.Enefecto,esbiensabido que elementos de extrema y anarquistas aprovechan toda clase de manifestaciones, así sean pacíficas, para explotarlas en beneficio de sus propósitos y de su malsana intención de destruir la paz y la tranquilidad social. Debe aclararse […] que la ciudadanía estuvo dispuesta en todo momento a cooperar con la fuerza pública, en todo el territorio nacional, y que si en Bogotá se impidió la labor correspondiente de los trabajadores y empleados no fue porque estas gentes estuvieran de acuerdo con el paro, sino, precisamente, porque quienes lo dirigieron, conociendo
el fracaso a que se abocaban, acudieron a la consigna de la tachuela y la grapa para impedir el movimiento del transporte y causar con ello a la ciudadanía tropiezos y forzarla al paro, que las gentes no consideraron ni lógico, ni necesario, ni importante realizar” (página 153). Estas mismas palabras ya se habían dicho y repetido miles de veces antes del 14 de septiembre de 1977 y se seguirían diciendo en el cuatrienio siguiente, signado por la represión y el uso indiscriminado de la tortura para someter a los “subversivos” y obtener confesiones. Se repetirían sin variaciones en los 43 años siguientes hasta este amanecer del 31 de octubre de 2020. Debe tenerse en cuenta que desde dos años antes el Movimiento 19 de Abril (M-19) estaba tomándose la escena urbana y gozaba de fuerte simpatía en los sectores populares; asimismo la militancia de la JUCO (Juventud Comunista) y el Partido Comunista, los emeles y los elenos, amén de una decena de grupos trotskistas y socialistas, desarrollaban trabajo político en los barrios populares escenarios de la protesta más radical. El MOIR vio los toros desde la barrera y los camilistas —Dios y el padre Camilo los perdonen— estuvieron en el bando contrario.