Revista Fiesta del Pensamiento

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Creaciones

(Cuentos y otros relatos)

en medio de chillidos aterradores se convirtieron en efigies semejantes a gárgolas, y una a una se fueron solidificando en el lecho del río. La música cesó y los danzantes soltaron sus antorchas y se tomaron de las manos, pues tenían miedo de caer al agua, pero eso no sucedió, los músicos flotaron hasta ellos, sus ropas se rasgaron dando paso a unas enormes alas con las que los abrigaron y ante los ojos incrédulos de los testigos, todos desparecieron del agua sin dejar rastro. El cielo empezó a aclarar, y cuando el primer rayo de sol tocó la tierra, las estatuas otrora monstruosas se hicieron polvareda. El palenque y la nativa aparecieron solos en el monte, ambos con los instrumentos en sus manos, él había recuperado el habla y ella ahora podía caminar sin problema alguno, pese a que sus dialectos no eran los mismos, hallaron en la música el puente para enlazar sus vidas, pues con ella les fue devuelto algo que tenían perdido, y además les hizo encontrar el amor verdadero.

Sueños a medias

Escrito por: » Hernan Pimienta Vásquez

Lo felicito compadre, usted es un excelente maestro de obras. La casa quedo estupenda ¡qué mansión ni qué mansión! Esta casa es una belleza, con su amplia sala, su cocina ordenada y equipada, sus tres enormes cuartos, su impecable baño, su fresco quiosco de palma y el inmenso patio del que disponemos. ¿Qué más pediría mi madre? Recuerdo cómo me narraba con amargura lo que nos sucedió cuando apenas tenía yo siete años y vivíamos arrendados en casa de la señora Gamarra. Nos había dejado solos porque estaba en la Notaría haciendo los trámites para la compra de este lote que el señor Adolfo Vargas estaba vendiendo. Decidió tomar el dinero del arriendo para completar el precio del mismo. Carmen, la mayor de mis hermanas quedó encargada de hacernos el almuerzo; nuestro padre no estaba porque trabajaba de jornalero en la finca de los Vásquez y se iba los lunes y regresaba los sábados; eso nos sucedió un jueves, lo sé porque mi madre siempre nos repetía la historia para que no olvidáramos la afrenta.

Desde aquel día, la gaita de los indígenas y el tambor alegre de los palenques se tocan juntos para ahuyentar los males, para enamorar, para espantar el miedo o el desconsuelo, para alegrar la vida y unir los pueblos. Ahora le llaman cumbia a esa rítmica mezcla de la percusión y el viento, y se baila no solo en las riberas de los ríos, sino también en las calles y las plazas, hasta ha traspasado las fronteras. Los más ancianos dicen, que la cumbia es un regalo del cielo, porque que es capaz de hacer cantar a un mudo, e incluso de devolverle el andar a un renco. Como a las once llegaron los

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cinco hijos de Judith Gamarra y comenzaron a echarnos las cosas para afuera mientras nos gritaban pidiéndonos que se la desalojáramos rápido. Carmen no había comenzado a hacer el almuerzo y no lo haría tampoco. Moisés, el mayor de los hermanos y el más patán, entró al baño en donde me estaba bañando, me cargó y me sacó desnudo para la calle.; no contento con su acción, ya en la calle me arrojó en un charco de aguas negras que se formaba al frente de donde vivíamos. Ningún vecino nos tendió la mano para ayudar, compadre. Nadie hizo ni dijo nada; después preguntan por qué uno es tan resentido. En la calle, hediondo a fango y con hambre me encontró mi madre. Fue la única vez que la vi llorar y Carmen, Julio, Augusto, María, mi hermano menor y yo acabamos llorando también. Ese día juró que nunca más viviríamos arrendados y nos dijo que trabajaría sin descanso para conseguir una casa grande, con un cuarto para cada uno de nosotros —Nunca en su vida le hagan o le pidan un favor a los Gamarra, ustedes no son menos que ellos y además ustedes llevan el apellido de su padre—nos repetía hasta el cansancio. Nos vinimos con nuestras pocas pertenencias para acá. El señor Vargas, quien nos vendió el lote, nos regaló cuatro horcones con los que hicimos un cambuche. Mi agradecimiento a ese viejo será eterno, compadre, por ese viejo hago lo que sea. Era ya casi de noche cuando Carmen improvisó un fogón de leña para hacer la comida. La


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