Creaciones
(Cuentos y otros relatos)
vieja salía con Julio y Augusto para llegar, de tienda en tienda, a pedir cajas de cartón y llegar a las carpinterías del pueblo a pedir retazos de madera. Los vecinos de este barrio nos tendieron una mano y nos ayudaron a cubrir las ´paredes´ de cartón. Serían las ocho de la noche cuando comenzamos a comer, las pocas cosas que poseíamos las acomodamos dentro y tumbados sobre ellas nos dispusimos a dormir.
Entre la sed y la nostalgia —¿Porque el pueblo esta tan solo?, el viejo me miró de pies a cabeza y bostezando me contestó
Escrito por: » Freddy Castro Pérez
No alcanza usted siquiera a imaginar la gran cantidad de A mi pueblo que, en medio del calor hamacas y divisorias que tejió duerme siestas delirantes. mi mamá para lograr su sueño de una casa como la que hoy Moría de sed, miré a mi alrededor, la única compañía en la casa pisan sus pies. era el perrito, que me veía con Han pasado veinte largos años y desespero, su lengua en un aquí estamos, compadre, en este costado del hocico hacía suponer, barrio y con unos vecinos que que también tenía mucha sed, valen oro ¿Y los Gamarra? ¡Qué abrí la nevera, solo encontré dos jarras vacías, me dirigí al patio, importan esos hijueputas! la sed me atormentaba, el perrito ¡Qué tremendos ventanales! me seguía de cerca, abrí el grifo ¡Qué puertas tan resistentes y de del tanque plástico y no salió ni una gota, sudaba a chorros, el buena madera! sol de ese medio día se sentía Está tal cual la soñaba mi madre, muy caliente, hacía un calor y sin embargo mi vieja no está infernal, el suéter empapado en contenta, compadre. ¿Y sabe por sudor se me pegaba al cuerpo, produciéndome una sensación qué? desagradable que me erizaba -Porque todo esto lo mandé la piel, el perrito me miraba a construir con el dinero de implorando por agua, salimos la indemnización por el ‘falso de la casa, el pavimento recién positivo’ en el cual mataron a construido parecía hervir, la incandescente temperatura dos de mis hermanos. hacia ver en su superficie una especie de vapor, un viejo corpulento y calvo dormía en una mecedora bajo un árbol de neem. —Amigo, amigo, lo llamé, se despertó sobresaltado, abriendo sus pequeñísimos ojos rojos, me contestó —¿Qué pasa?, ¿dónde están todos? le pregunté
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—Salieron hace mucho tiempo a buscar agua para beber, pero estoy seguro que no la encontrarán, ya este sol, secó al mundo, el viejo serró nuevamente los ojos, se recostó al espaldar de la silla y se resignó a dormir. La sed devastadora, me hacía extrañar demasiado un fresco vaso de agua, tragué con esfuerzo, la espesa saliva que me quedaba, me dirigí a la única tienda que vi abierta, estaba sola, miré las vitrinas, no había nada, solo un reguero de envases vacíos que, estaban esparcidos por todo el local, revisé los congeladores, no había nada, busqué ansioso por toda la tienda y no encontré una sola gota de agua, me acordé entonces de la lagunita de donde en mi infancia buscaba el líquido, seguía sudando, el sol era inclemente y la sed aumentaba con el paso del tiempo, el perrito me seguía con nobleza e ingenuidad, una espuma espesa salía de su hocico. Llegamos, pero solo encontramos un playón con grietas muy profundas, con amargura comprobé que el acuífero se había secado hacía ya mucho tiempo, el arroyo, pensé esbozando una esperanzadora sonrisa, el perrito parecía entenderme y caminó delante de mí, señalando el camino de nuestro infortunio, lo vi trotar con sus últimas fuerzas, trabando sus paticas traseras, cuando bajaba la pequeña pendiente que conduce