Capítulo 1. Región y regionalización: la trayectoria de un debate
acerca de cómo venían siendo escritos aportes conducidos bajo el signo del realismo. (Gregory, 2001: 675)
Corrientes contemporáneas dentro del posestructuralismo pasaron a valorar el carácter más relativo del conocimiento, llegando más recientemente al colmo de reacciones de autocrítica con el subjetivismo y/o al culturalismo de algunas de sus proposiciones, como hace la llamada “teoría no-representacional”, más realista (o, tal vez, defienden sus partidarios, más allá de la díada realismo-idealismo), acuñada por Nigel Thrift (1996, 2008), ya citada aquí al comentar su propuesta de una “nueva” geografía regional. Según el mismo autor, en resumen escrito para el Diccionario de geografía humana organizado por Johnston et al. (2001), este abordaje propone una “teoría de las prácticas móviles” que cuestiona la sobrevaloración del campo de las representaciones y enfatiza “teorías de la práctica que amplifican el potencial de flujo de los eventos” (Johnston et al., 2001: 556). Sin duda, como se percibe, en el debate sobre el realismo –o, si se quiere, para valorar también una de sus manifestaciones en un sentido más propiamente epistemológico, el empirismo– en geografía y, más específicamente en la geografía regional, aún queda un amplio camino por recorrer. 4.2. ABORDAJES ANALÍTICO-RACIONALISTAS Y/O “CONSTRUCTIVISTAS”: LA REGIÓN/REGIONALIZACIÓN COMO ARTIFICIO O CONSTRUCTO INTELECTUAL
Al contrario de determinadas perspectivas llamadas realistas, para buena parte de los que son conocidos como “constructivistas”, el conocimiento no proviene de lo que “está” en la misma empiria; antes bien, es producto de nuestras prácticas e interpretaciones sociales. Entre sus diversas versiones, muchos sustentan también que como en la expresión del Diccionario Cambridge de filosofía, “el mundo nos es accesible solamente a través de nuestras interpretaciones, y que la idea de una realidad independiente es, en la mejor de las hipótesis, una abstracción irrelevante y, en la peor, incoherente” (Audi, 1999: 855), pues, el estar en el mundo implica al mismo tiempo experimentarlo e interpretarlo. Una de las raíces de este constructivismo social estaría en el idealismo kantiano, cuando afirma que no podemos conocer las cosas en sí mismas, el mundo se hace cognoscible solo a través de la imposición de categorías a priori del pensamiento sobre la experiencia que, de otra forma, sería rudimentaria. Hoy, en lugar de estas categorías a priori, los constructivistas “creen que conceptos relevantes y prácticas asociadas varían de un grupo o período histórico [y de un espacio, podríamos agregar] a otro” (Audi, 1999: 855).
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