ARTE NEOCLÁSICO
Ante la adversidad, decide pagarse personalmente el viaje a Italia y, en Parma, opta al premio convocado por su academia con el lienzo Aníbal cruzando los Alpes (1771; Fundación Selgas, Cudillero), que tampoco resulta vencedor. De regreso a Zaragoza, trabaja en la bóveda del Coreto de la basílica del Pilar y se casa con Josefa Bayeu, perteneciente a una acreditada familia de pintores aragoneses. Su cuñado y padrino de bodas, Francisco Bayeu, es un artista de éxito que reside en Madrid, y en 1775 reclama a Goya para que se desplace a la Corte. Rondando los treinta años, Goya es contratado por la Real Fábrica de Santa Bárbara para diseñar los cartones que sus artesanos convertirán en tapices. Con ellos se decorarán los comedores y dormitorios de las «casitas» que los Príncipes de Asturias —los futuros Carlos IV y María Luisa de Parma— poseen en El Escorial y en El Pardo. La moda impone lo pintoresco y Goya da un recital de tipos costumbristas: toreros, tonadilleras, actrices y gente del pueblo de Madrid, tales como lavanderas, mozas de cántaro, jugadores de naipes y cacharreros [352]. Son los manolos y manolas, majos y majas, resultado castizo —escribe su contemporáneo, el escritor Mesonero Romanos¬— de la mezcla de madrileños de los barrios de las Ventas y las Vistillas «con buscadores de fortuna llegados de Triana, en Sevilla, la Mantería de Valladolid y de las huertas de Murcia». Otro contemporáneo, el sainetista Ramón de la Cruz, distingue en la crónica literaria de la sociedad de su tiempo entre el «majo de ordinario», que vestía de acuerdo con su condición plebeya, y el distinguido «majo de rumbo» perteneciente a la clase alta, que se mezclaba libremente con la gente llana en sus juegos, bailes y romerías, adoptando hábitos e indumentaria popular. El género pastoril, el petimetre y la damisela rococó de la Corte francesa se han transformado con los borbones españoles en tronío, majismo y manolería, según se adivina en El quitasol. Consecuentemente, la aristocracia madrileña encargará también a Goya cuadros de diversión para decorar sus gabinetes de lectura y salas de conversación. La cucaña y El columpio (1787; colección del duque de Montellano, Madrid), pintados para el palacete de la Alameda, que poseen los duques de Osuna, responden a este gusto garboso y colorista.
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turas representadas en los cartones para tapices de Goya. Elabora un pequeño texto de diez líneas explicando su temática.
353 Francisco de Goya. La multiplicación de los panes y los peces (1796). Óleo sobre lienzo. 147 x 334 cm. Oratorio alto de la Santa Cueva, Cádiz.
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