Nadima (Shibina Nadegda)
Sensación de naufragio Hace ya varias semanas que envié mi colaboración comentando estas fotos de Nadima —como siempre, magníficas— en las que comentaba lo de siempre: la luz, el atrezzo, señalando el tocado de la modelo, y especialmente esta niebla que envueve la escena y que comparaba con el sfumato de Leonardo. Pero no están los tiempos para florituras artísticas. Aunque el arte sea intemporal, actualemnte la guerra en Ucrania nos está trayendo ecos tremendos de injusticias cometidas sobre la población civil y sobre un territorio al que se acosa con un ejército cuyo objetivo último, aparte la conquista económica de un país rico en todo tipo de materias, es la destrucción de material bélico para mantener viva una industria hipócrita y falsaria (no se me oculta que los Estados Unidos miran con el rabillo del ojo interesado todo lo que ocurre y todo el armamento salido de sus fábricas que se consume). En estas circunstancias, mandé un correo electrónico a mi amiga Nadima interesándome por cómo se hallaba en estos tristes momentos. Nadima vive y tiene su estudio en Moscú y, aunque no sea éste el epicentro de la guerra y aunque las noticias les lleguen con sordina o directamente no les lleguen por la censura, una persona como ella no dejará de estar informada de lo que ocurre y no dejará de sufrirlo. No recibí respuesta a mi correo. Pensé que quizás no le llegó, y que la censura, queha bloqueado algunas comunicaciones, habría impedido nuestro contacto. Sea como fuere, estoy preocupado por Nadima y por todos sus compatriotas. Igual que estoy preocupado y aterrado por lo que está pasando en Ucrania, condenable desde todos los puntos de vista. Hace unos día, Marianna Merkulova, modelo ucraniana que en cierta ocasión trajimos para una Master Class de Moldeando, con cierto eco en Luz y Tinta, le comentaba a uno de los colaboradores de esta revista que se encontraba como si viajara en el Titanic después de chocar con el iceberg que acabaría hundiéndolo. Esta sensación de naufragio es la que siento cuando pienso en Nadima, y en sus compañeros de estudio fotográfico. Navegando tranquilo, el transtlántico en el que viajábamos confiados ha chocado con el iceberg de la insensatez y ahora nos entra agua por todas partes. Agua que ni la solidaridad mejor dirigida es capaz de achicar. A nuestras lanchas de salvamento, las pocas que hemos conseguido salvar de la catástrofe, ya no llegan ni los ecos de la orquesta, tan solo los gritos de angustia, los suspiros de inquietud y la zozobra general. Estas fotos de Nadima, envueltas en esa niebla que me recuerda el humo de las bombas, pueden servirnos de reflexión. Respiran una tranquilidad que ahora no tenemos, ni en Rusia ni en Ucrania, ni en Moscú ni en Kiev. Transmiten una sensación de armonía de la modelo con la naturaleza, que es la que desearíamos para Ucrania y para Rusia. Y sobre todo, estás realizadas sobre un camino que en la última de las fotos se abre al infinito; un infinito que quisiéramos que fuera el de la paz. Un camino tranquilo y agradable hacia un lugar sin bombas ni disparos, sin angustia de la población que huye, sin temor al vecino...
Claudio Serrano
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