El paso del Rubicón
Cuenta la leyenda —y no sé si la historia y viceversa— que Julio César, terminada la campaña de las Galias, regresó a sus lares romanos, previo paso del Rubicón, para enfrentarse con las armas, si fuera necesario, a sus problemas domésticos.
Venga esta imagen, que me ronda estos días, para pensar y analizar algunos cabos sueltos de la campaña electoral en que estamos inmersos en España que el próximo día 28 tiene convocadas elecciones autonómicas y municipales.
Una campaña electoral debiera ser un tiempo en que los diversos partidos dieran a conocer sus programas y los candidatos que desde dentro han elegido para llevarlos a cabo. Y sin embargo, me temo, que es un tiempo de apostura mediática tendente al despilfarro gestual. El que fuera presidente del Principado de Asturias, Pedro de Silva, ha hablado estos días de “esa pomposidad institucional que todo lo vuelve cartón piedra.” Efectivamente, cartón piedra y poco más, porque los candidatos —algunos de dudoso curriculum— no se bajan de la sonrisa en una permanente postura de mercadotecnia.
El programa electoral es —o al menos debiera ser— una especie de carta de presentación, pero me temo que solo sirve para darles yesca a los adversarios políticos. ¿Algún elector ha leído alguna vez el programa del partido al que ha votado? Me temo que no. Es más, me atrevo a decir, muchos de estos electores seguramente desconocen la existencia de dicho programa, catálogo de intenciones que da sentido al contenido de los mítines y de las declaraciones mediáticas.
Así las cosas, las campañas electorales se nutren de grandes palabras, de grandes proyectos, de grandes promesas, de grandes… Todo es grande en una campaña electoral o, por mejor decir, todo se eleva a la enésima potencia. Poco se habla de las pequeñas cosas, de lo que preocupa y ocupa al común de los mortales y de lo que afecta al ciudadano de a pie. Se habla en cambio de eso que apuntaba: las grandes ideas, capaces de movilizar a los indecisos: las infraestructuras transformadoras de un territorio, los planes de empleo capaces de cerrar las oficinas del INEM, la lista de subvenciones que acabarán llenando de ilusión las arcas municipales y hasta de proyector culturales de gran alcance que traerán felicidad a raudales… Todo es grande, todo es mágico, todo es bello oropel en una campaña electoral y uno recuerda aquel episodio de la Odisea de Homero en que las sirenas, con sus cantos asombrosos, eran capaces de arrastrar tras de sí a quienes siguieran su canto Una campaña electoral es un compromiso con la democracia, una fiesta política que a veces se trueca en gresca y, sobre todo, un paso al frente —¿un paso del Rubicón? — de quienes se comprometen a cambiarnos la vida si depositamos nuestro voto con sus siglas. Dentro de este compromiso, las campañas electorales son el terreno perfecto para la floración de las encuestas. “Cocinadas” o no, las encuestas dan la medida del ritmo de la campaña, del rumbo de las ideas de los electores y, aunque tantas veces difieren del resultado final, les sirven a algunos candidatos para sacar pecho y hacerse ilusiones frente a sus adversarios.
Claro que para que las encuestas se vean o no cumplidas es necesario el paso del Rubicón de la campaña y, sobre todo, del recuento de las urnas. Alea iacta est , dijo César el tópico nos lo repite tantas veces que ha perdido sentido el aguerrido grito. Alea iacta est, parece decir cada papeleta que entra en las urnas.
Por eso, personalmente el día 28 iré a votar temprano —el voto es secreto, aunque a veces se adivinan sus perfiles— y a continuación recluiré en casa con el número 135 de Luz y Tin Ta entre manos. Espero que me dé menos trabajo que este 134 de más de 400 páginas. La suerte está echada. Francisco Trinidad
Fotografía de Portada: Jesús Álvarez
PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González
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Francisco Trinidad
Desafío del destino
Ella estaba sentada al fondo del local, en una mesa solitaria, al lado de un ventanal recubierto de un vinilo gris que hacía invisible la parte exterior. Me pareció triste y vi su copa casi vacía, en el mismo momento en que observé que se quitaba su anillo del dedo y lo tiraba, con rabia, con decepción, en el interior de su bolso. Sin pensarlo dos veces, y arriesgándome a un desplante por su parte, le pedí al camarero que me rellenara mi copa y le llevara a la chica lo que estuviera tomando. Me acerqué sin aspavientos, en el mismo momento en que el camarero reponía su bebida, y sin pedir su permiso me senté enfrente. “Buenas noches”, dije, “si te molesta mi compañía…”
Ella abatió la vista, me miró sin comprender qué hacía yo allí y no sé si fue porque no supo qué decir o porque las lágrimas comenzaron a surcarle la mejilla y no era momento de explicaciones, siguió con su silencio. Nunca, de verdad, había visto un rostro tan entristecido. Y sabía que no estaba fingiendo, porque en ningún momento esperaba mi presencia ni imploraba mi consuelo ni le importaba un ardite que yo o cualquier otro estuviera allí, frente a ella, sin que nadie lo hubiera sugerido.
—Me llamo Carlos —dije por decir algo—. Y estoy encantado de invitarte a una copa que me imagino te va a sentar bien.
—Gracias, Carlos —dijo tras una pausa intensa—. Yo me llamo Marián y te acepto la copa, sin conocerte, porque necesito ésta y otras cien más —agregó, rotunda y sentenciosa, como si pensara que nos estaba grabando una cámara oculta.
—¿Tan triste es lo que te pasa?
—Y un poco más. Perdona — dijo mientras apuraba su primera copa de un trago y comenzó con la que yo había pedido que le sirvieran—. No quiero pecar de trágica, ni de melodramática, y menos con un desconocido, pero hay noches en que el mundo se hunde y solo a algunos nos afecta.
Callé, sin saber qué decir ni cómo reconducir aquella situación que yo había buscado por la tristeza de la chica. Bebimos ambos en silencio, aceptando la dureza de aquel silencio insoportable. Ella bebía con ansiedad, yo bebía también, pero más pausadamente, sorbiendo mi incapacidad para decir algo coherente en aquel momento que no lo era.
Cuando estaba a punto de terminar su copa, cerró sin prisas su bolso y me miró, yo creo que agradecida. Tras el último trago, se levantó. “Tengo que irme”, dijo.
Yo me levanté también, dubitativo, inseguro.
—Si te apetece, puedo llamarte otro día y charlamos.
—De acuerdo —respondió—. Te hago una perdida y te queda mi número. ¿Cuál es el tuyo?
Me hizo la llamada perdida y salió de la cafetería. “Gracias por la copa”, dijo, y la vi perderse, acera adelante, en su propia soledad. Me quedé clavado, sin saber qué hacer, hasta que, después de unos minutos, cuando su silueta ya se había desvanecido en las primeras sombras de la noche, di media vuelta y comencé a caminar hacia mi casa.
Aquella noche dormí mal, con el recuerdo de la chica punzándome las sienes; y a la mañana siguiente, sin pensarlo dos veces, la llamé.
—Buenos días, ¿cómo estás hoy?
—Mal, muy mal —me dijo con ronca, como de haber estado llorando mucho tiempo sin alivio—. Últimamente todo me sale mal y todo lo hago mal, no hay término medio. Lo siento, no soy grata compañía para nadie y para nada…
Y colgó. Me acurruqué de nuevo en aquel silencio que me envolvía y me hacía sentirme culpable por mi incapacidad para decir o hacer algo a su favor.
Pasaron dos o tres días, acaso más, y volví a llamarla, pero no cogió el teléfono, dejándome con la duda de si no quería o no podía hablar conmigo. Así que volví a llamarla al día siguiente, con idéntico resultado.
Quise olvidarme de ella, dejarla que se perdiera en su tristeza o que abordara sus problemas desde otra óptica. Pero no podía, sus ojos tristes me perseguían, sus lágrimas me zaherían.
Volví a llamar a los pocos días y me salió el irritante mensaje de que su teléfono estaba apagado fuera de cobertura. Y así durante dos, tres, cuatro o más días en que marcaba su número con esperanza y acababa colgando con desánimo, fruto quizás de mi incapacidad para comprender la situación.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero en ningún momento la he olvidado. Temo que se convierta en una obsesión inabarcable, en un desafío de la fatalidad. De vez en cuando marco su teléfono, con una esperanza que se marchita inmediatamente, cuando oigo al otro lado la cantilena de que ese número no existe. Y sin embargo, puedo jurar que hablé una vez con él y que fue aquella chica triste y misteriosa la que me hizo una llamada perdida para que se me quedara grabado ese número que ahora me dicen una y mil veces que no existe. Como si el destino jugara conmigo al escondite. Hay tardes en que me acerco a aquella cafetería en que la conocí, con la esperanza estéril de verla de nuevo en aquella mesa, siempre solitaria, o en cualquiera otra, arrojando al interior de su bolso aquel anillo que tanta tristeza provocaba. Pero no he vuelto a verla y me pregunto si sigue viva o si toda la amargura de aquella tarde la habrá llevado a desafiar su destino mirándole a los ojos frente a frente. Como si el mundo se acabara entonces mismo.
Callé, sin saber qué decir ni cómo reconducir aquella situación que yo había buscado por la tristeza de la chica. Bebimos ambos en silencio, aceptando la dureza de aquel silencio insoportable. Ella bebía con ansiedad, yo bebía también, pero más pausadamente, sorbiendo mi incapacidad para decir algo coherente en aquel momento que no lo era.
Gloria Soriano
La mudanza del fantasma
El hombre salió de casa y no volvió, pero siempre estuvo presente en un retrato. Se fue porque necesitaba hacer unas gestiones en la oficina de correos, quería dejarlo resuelto antes de ponerse a teletrabajar. Su mujer se quedó colocando al bebé en el Toyota para llevarlo al pediatra. Cuando volvió del médico, el marido aún no había regresado, y no contestaba a las llamadas de teléfono. Antes de que anocheciese denunció su desaparición. De la casa también faltaban sus objetos personales: la ropa, el calzado, la maquinilla de afeitar, el cepillo de dientes, el portátil, la bicicleta… Para la policía aquello no era más que una mudanza voluntaria. O eso, o nunca existió un marido que viviera allí. Los vecinos testificaron: parecían muy enamorados, nunca se les veía discutir, él siempre tan atento. En la empresa lo tenían por un trabajador responsable. Señora, dijo el jefe de policía, continuaremos buscando, pero tendría que ir usted haciéndose a la idea, a veces pasan estas cosas. En pocos meses dieron carpetazo al asunto y el caso quedó sin resolver.
La mujer nunca pensó que él la hubiera abandonado. Incapaz de explicarse lo sucedido, puso su energía en hacer que su hija lo sintiera presente, que él la acompañara en su crecimiento. Redecoró el salón para dar protagonismo a una pared donde había colgado una imagen del padre. Niña, ponte junto a papá con el vestido nuevo que os voy a sacar una foto; enséñale esos pasos que hoy has aprendido en danza; vete, que te pregunte la lección, y si al recitarla tienes dudas, dale otro repaso. La madre estaba convencida de que esta forma de relacionarse encajaba como una tipología más de familia. La niña hacía preguntas:
—¿Por qué nunca cierra los ojos?
—Él siempre está velando por ti.
—¿Por qué no va a buscarme al colegio?
Tiene qué proteger la casa.
—¿Por qué no me abraza?
Lo hace, pero eres muy chiquita y no lo sientes.
A la edad del uso de razón, la niña llegó de la escuela contando que algunas compañeras se estaban preparando para comulgar. Aquello le dio a la mujer una idea. A los pies del retrato había una consola que convirtió en altar. Un paño grande cubr ía todo el mueble, encima un cáliz, un racimo de uvas y un panecillo redondo. La niña a la derecha del padre y la madre frente a ellos con la cámara, enfocándoles como tantas veces. La luz del flash fueron las palabras de consagrar, y el disparo hizo que padre e hija entraran en comunión. Ella sintió que una mano se posaba sobre su hombro y la atrapaba. Mamá, ¿ves cómo me agarra?, le dijo mirando la foto. Pero la madre no veía nada. ¿Y esa llave de qué es? ¿De qué llave hablas? Aquí, en la foto, la llave que está colgada en la pared. En la pared no hay nada. Atenazada por la mano del padre, buscó la llave en el salón. Descolgó irreverente su retrato por si se hubiera ocultado detrás, volcó el cáliz, levantó el manto que cubría la consola. No le quedaba sitio donde mirar. Fue entonces cuando se le reveló su vida hecha de las fantasías de su madre y de la falsa protección de esa mano que la oprimía. Y siguió buscando, tenía que encontrar la llave libertadora.
En el número anterior, 133, no se especificó debidamente que la foto cuya miniatura se publica a la izquierda es propiedad de Gustavo tarGa, a quien presentamos nuestras excusas.
Laudelino Vázquez
El espía que sabía tocar el saxo
San Ginés es un mundo aparte, surrealista, distinto. Allí el realismo mágico no necesita quien le escriba: se vive en cada momento, y seguramente ocultan que el ADN de los habitantes, en lugar de adenina, timina, guanina y citosina encontrarían sueños de Yoruba, tendrán forma de elekes o collares de culto, y sus nombres serán Obatalá, Eleggua, Oshún…
Por si hubiera faltado algo, el Coronel Torcas llegó al poder con un grupo de poco más de cincuenta hombres, capaces de derrotar a un ejército armado y entrenado por el Gran Vecino Yanko, hay quien dice que hace setenta años, pero también quien sospecha que ya llegó con los españoles hace quinientos años y, simplemente, se ha ido disfrazando para no tener que explicar su inmortalidad. Sea como fuere, el aire siempre cálido, las playas inmensas y blancas, y esa gente tan afectuosa, divertida y con ganas de vivir la vida, me deslumbraron desde que aterricé en el puerto de Bana Sombra hace ya treinta años.
La intención era montar una empresa mixta con el gobierno de San Ginés. Una oportunidad para emprendedores, me dijeron. Y lo fue en cierta manera. Casi cualquier cosa que fueras capaz de traer a la isla, era necesaria. La Patria del Soviet se había venido abajo, y salir del presupuesto del segundo imperio del mundo, fue un golpe muy duro para la isla: necesitaron mucha paciencia, miseria y exportar unos miles de habitantes al Gran Vecino Yanko para poder seguir subsistiendo.
El problema, aparte de intentar entender el complejo mundo de la administración torquista, era entender que, bajo las primeras impresiones de amabilidad y cariño, se ocultaba un mundo de relaciones complejas, que había que entender pronto, si no querías que la corriente te llevase. Y cuando te lleva la corriente, es muy fácil que nadie sepa a dónde te lleva.
Pero a los seis meses pasaron dos cosas que cambiaron mi perspectiva y mis planteamientos de pasar una temporada disfrutando del Caribe, dejar la empresa en manos de un socio sanginesino y volverme a España, limitando mi estancia en la isla a los plazos obligados por la ley: apareció Yenisei, y con ella, se fue cualquier plan lógico que hubiera establecido.
La mulata, que treinta años después sigue conmigo, tenía lava en las venas, un movimiento enloquecedor de caderas y, cuando hablaba de cualquier tema, me hacía sentir imbécil. Hoy en día, desgraciadamente, sigue pasando lo mismo, pero como se ha convertido en el objetivo de mi vida, me he limitado a dejar que las cosas ocurran con naturalidad: poco a poco, la empresa se deslizó por la senda estratégica que ella marcó, y un día, de forma natural, le pedí que se hiciera cargo y yo me ocuparía de las importaciones de metal que en realidad eran mi especialidad.
De su mano, fui capaz de entender el intrincado mundo que rige las relaciones en la isla, de no ofrecer cuando parece que un poderoso te pide ayuda, de asegurarte siempre de que los amigos de tus hijos no tienen padres que puedan pretender algo de ti, o que puedan caer en desgracia de un día para otro (algo imprevisible de todas formas). Se puede decir que, en treinta años, soy un sanginesino más, que a veces, cuando vuelvo por España, me siento extraño. Y así y todo, ni Yenisei ni yo podíamos imaginar lo de Chorques. Por más que le doy vueltas y me intento imaginar cuándo, dónde o por qué, soy incapaz de adivinarlo.
Porque ya llevaba más de diez años en la isla. Teníamos tres hijos, solo faltaba por llegar la niña, la que tenía que perpetuar el nombre de Yenisei, y la empresa ya figuraba legalmente como propiedad compartida de los dos. Incluso me había planteado solicitar la nacionalidad sanginesina, ya que podía disponer de doble nacionalidad junto con la española.
Daba por supuesto que en este tiempo la VISG, Verificarora Interna de San Ginés, rama de los servicios secretos presente en todas las facetas de la vida de la isla, y más conocida como la Veri, había escuchado, revisado y analizado hasta el último papel de mi empresa y de mi actividad en la isla. Siguiendo el consejo del responsable de seguridad
de la embajada española, procuraba imaginarme , cada vez que hablaba por teléfono, que al otro lado o en medio, alguien con unos cascos oía la conversación. Y también daba por supuesto que, después de emparentar con una familia de gran prestigio tras mi boda con Yenisei (tuvieron un t ío abuelo que acogió en su casa a tres de los guerrilleros del barco Trébol, en el que desembarcaron los cincuenta guerrilleros de El Inicio), sin ningún antecedente entre los disidentes, ni siquiera un solo familiar que se hubiera largado con los Yanko, se podía decir que era un ciudadano fuera de toda sospecha.
Cuando se permitieron algunas importaciones, pude haber traído un coche de España, pero preferí comprar un viejo Lada de enésima mano, que un buen mecánico, cuya empresa se encontraba junto a la mía, restauró hasta dejarlo en un estado aceptable: bien por dentro y por fuera con aspecto de aguantar el día con suerte. Una o dos veces a la semana, le dedicaba algunas horas a la vieja carraca, para asegurarme de que no me dejara tirado en cualquier momento, cuando un día vi aparecer a un tipo con aire casi de indigente. Vestía una camisa que había sido azul en algún momento, pero a base de raídos, se acercaba al color transparente, unos pantalones bermudas sucios y deshilachados, y unas sandalias que se sostenían apegadas a los pies por algún milagro de la naturaleza, puesto que no había ningún tipo de sujeción a la vista.
—Le puedo lavar el carro —me dijo señalando el coche y un cubo y una esponja que traía con él.
Dudé, porque en San Ginés siempre dudas, pero el aspecto de necesitar una comida urgente, apartó mis primeras aprensiones.
—Espere un momento –le dije–, que iba a merendar. Tengo unos frijoles que quedaron de la comida, y unas arepitas que me salen de vicio. Después puede usted limpiarme el carro.
Nos sentamos en la pequeña mesa del jardín y comimos (se le notaba el hambre atrasada a pesar de sus intentos por parecer educado) con ganas. Me contó que había sido maestro, pero le cayó una desgracia (en San Ginés, nunca se pregunta qué desgracia puede caer, no vaya a ser que acabes dentro de ella) y había venido desde Sagua de Tánamo hasta Capitalbana, buscando una nueva vida, pero sin mucho éxito hasta ahora.
—Mire, mientras encuentra algo, puede venir a limpiarme el carro los martes y jueves, que estoy aquí, y buena falta le hace. No le puedo dar mucho, pero unos pesos para ir tirando…
Al principio se negó, me dijo que no, que era que pasaba por aquí, pero no quería comprometerme.
—Nada, nada –concluí yo–, está usted contratado.
Y así fue como poco a poco, Chorques, que así me dijo que le llamaban todos por el apellido, fue viniendo, primero dos veces a la semana, luego, casi todos los días, y como consecuencia lógica, un día se quedó a comer con la familia. Como su conversación era divertidísima, y además era un hombre afable con soluciones para todo, pronto se convirtió en el amigo entrañable de la familia, y de manera tan natural como ocurría todo con él, un día se quedó a dormir
en una hamaca, lo que aquí llaman columpio. De limpiar el coche, pasó a arreglar todos los aparatos de la casa, a cuidar la instalación eléctrica… comía con nosotros, casi a diario, y se puede decir sin faltar a la verdad que era uno más de la casa.
Así que el día que no apareció, nos extrañó y preocupó mucho: podía no quedarse a dormir, pero cada mañana llegaba con su cubo, su esponja y unas cuantas herramientas que, a lo largo de los tres últimos años, le había ido proporcionando.
—Estará enfermo –Fue la conclusión generalizada.
Pero, al pasar los días y no tener señales de él, la preocupación comenzó a hacerse angustiosa. Preguntas hasta dónde puedes, no vaya a ser que metas la pata donde no debes. Yenisei lo intentó con algunos familiares lejanos que a lo menor tenían relación con la Veri, con el mismo éxito que yo.
A los dos meses, le hicimos una especie de ceremonia de despedida, porque dábamos por hecho que había tenido un accidente, del tipo que fuera, pero probablemente no lo veríamos más.
Sea como fuere, el vacío fue notable y durante mucho tiempo las conversaciones con Yenisei giraban en torno a Chorques, hasta que, teñido con el fatalismo propio de la isla, el tema se había instalado en el rincón de los ¿Te acuerdas? Después de todo, habían pasado dos años, tiempo en el que, de haber sido un familiar, lo podíamos haber dado por muerto legalmente.
Aquella noche, especialmente calurosa, decidimos asistir al Gran Teatro Ana Alfonso, el más antiguo, grande y famoso de Capitalbana, porque nos habían invitado al Gran Concierto de La Conmemoración por primera vez: en el aniversario del desembarco de los Héroes del Trébol, se celebraba en esa fecha el concierto más importante del año, al que asistían todas las autoridades del estado, incluyendo al Coronel Torcas. Que Yenisei y yo fuéramos invitados era señal de que, por fin, habíamos sido aceptado en el Ghota de San Ginés, así que lucimos nuestras mejores galas y nos presentamos dispuestos a disfrutar del espectáculo.
Cualquiera que haya pisado el Ana Alfonso sabe que la calidad técnica de lo que ocurre en el escenario no tiene nada que envidiar a los mejores teatros del mundo. Desde los artistas locales, cuya técnica prodigiosa es conocida en numerosos ámbitos del arte, hasta los mejores intérpretes del mundo de cualquier género cultural que se pueda imaginar, tienen marcado este escenario como uno en los que hay que triunfar para considerarse grande.
Puedo asegurar que estaba en éxtasis cuando entró la orquesta de Simón Márques, considerada la mejor del mundo en los ritmos caribeños. Deslumbrantes con sus bailarinas y sus más de veinte músicos, comenzaron tocando el clásico «Ya llegan los del Trébol» y se prepararon para una nueva canción después de la ovación atronadora con que fueron recibidos.
—Pero antes de tocar esta canción —comentó Simón al micrófono– voy a pedirle a mi amigo Gonzalo Tremes que suba al escenario y toque el saxo con nosotros: nadie lo hace igual en el mundo, y por más
que quiero convencerlo de que se una al grupo, no hay forma de sacarlo de su Capitalbana querida. ¡Por favor, Gonzalo!
Y a su llamada, salió de entre el público un hombre elegantísimo, vestido de traje y guayabera, que se subió al escenario, cogió el saxo que le acercaron, y tras saludar como si siempre hubiera formado parte del espectáculo, comenzó a arrancarle unas notas rápidas, cálidas y con un ritmo infernal, que arrastró a la orquesta a una interpretación fantástica.
¿Tú has visto lo que yo? –musitó Yenisei, cuando el tipo bajó del escenario
—Si, creo que sí. Pero voy a asegurarme.
Me levanté rápidamente y seguí la figura de Gonzalo que se colaba por uno de los vomitorios que llevaba a los palcos. En tres zancadas estaba a su altura.
—¡Chorques! –grité.
Y en ese momento tres tipos inmensos, me sujetaron en vilo como si fuera un mono de juguete.
—Soltadle.
—¿Y esto?
Casi era incapaz de hablar. Intentando explicarle lo mal que lo habíamos pasado estos dos años. Solo acerté a decirle: «éramos amigos».
El sonrió con un poco de tristeza, no mucha a decir verdad y solo me contestó.
—En San Ginés, no hay amigos. Al menos parecías saberlo porque lo dijiste muchas veces.
—Pero tú… tú ¿eres de la Veri?
—¿Qué si no? –me respondió entrando al palco.
—Pero tranquilo –añadió volviendo a asomar la cabeza–. No te encontré nada de nada. Por eso estás aquí.
Después de treinta años en San Ginés, me da un poco de pena tener que irme, pero Yenisei y yo coincidimos en que es muy difícil vivir en un lugar donde no existen los amigos.
Juan Depunto y Marga Candau
Real Fábrica de Tabacos de Sevilla
(Hoy Universidad de Sevilla)
Lo único imposible es aquello que no intentas”. “Si eres capaz de dejar de fumar, eres capaz de cualquier cosa”.
El descubrimiento del tabaco fue simultáneo al descubrimiento de América, reseñándolo el propio Colón en su Diario en diciembre de 1492. Enseguida se interesaron los conquistadores en tan llamativa costumbre, importándola a la península inmediatamente.
Al situarse en Sevilla desde 1503 la Casa de Contratación, y por tanto otorgársele el monopolio comercial con el Nuevo Mundo, es por esta ciudad por donde entra todo el comercio con América, incluido el tabaco, y es en Sevilla donde se inicia el conocimiento de la planta y en seguida su uso terapéutico y placentero. El tabaco procedía fundamentalmente de Cuba, Virginia y Brasil.
La planta del tabaco fue estudiada en el siglo XVI por el médico sevillano Nicolás Monardes, que consigue aclimatarla en su jardín botánico con otras especies americanas. Hoy este jardín lo recuerda una inscripción en la calle Sierpes de Sevilla, donde se ubicaba. Su primer uso fue medicinal, llegándose a considerar un fármaco prodigioso y teniendo un rápido arraigo entre la población
La primera fábrica de tabacos del mundo, y por ello la más antigua, la inicia el armenio Juan Bautista Caraffa en los arranques del siglo XVII. Su primera ubicación fue en la collación de San Pedro, en el centro de Sevilla, sufriendo tres ampliaciones a lo largo de ese siglo y siendo trasladada al poco tiempo al edificio levantado expresamente para este fin, en 1760, extramuros de la ciudad, en el Prado de San Sebastián y más concretamente en el llamado “Lugar de las Calaveras”, antiguo cementerio romano, junto al Palacio
de San Telmo, y al que nos referiremos en este artículo. Hubo un último traslado, en 1954, al otro lado del río, en el barrio de Los Remedios, para cerrar finalmente en años recientes, 2007. Viendo la Corona el gran negocio que suponía, en 1636 el Estado se hace con la propiedad, llamándose a partir de ese momento Real Fábrica de Tabacos. Inicialmente la producción se arrendaba a terceros, pero a finales del siglo XVII la Corona se hizo con el control directo de su fábrica.
Este edificio preindustrial fue el más importante de la España del siglo XVIII. Fue calificado como Bien de interés Cultural en 1959, con la categoría de Monumento Histórico. Desde mediados del siglo XX alberga la sede del rectorado de la Universidad de Sevilla y de algunas de sus facultades. El colosal edificio es el más grande de España después de El Escorial, con 185 x 147 metros (el Monasterio tiene 207 x 162 m.) y fue construido en el s. XVIII por ingenieros militares y arquitectos peninsulares y de los Países Bajos, entre los que merecería destacar a Sebastián Van der Borcht. Sus espacios estaban proyectados para poder disponer en ellos de numerosos molinos movidos por animales para triturar las grandes hojas del tabaco y otros espacios para las labores manuales y de ingenios más reducidos.
Hay que tener en cuenta que las primeras labores de tabaco durante varias décadas del siglo XVII, eran de “tabaco polvo” casi en exclusiva, y consistía básicamente en molturar la planta, sometiéndola a distintos procesos y según la categoría mezclada con determinados olores y aderezos que hicieron de esta manufactura una de las más codiciadas entre las clases altas durante los siglos XVII y XVIII, conocida como “tabaco polvo sevillano”. Conviene aclarar que el tabaco polvo y el rapé eran dos labores nítidamente diferenciadas en cuanto a composición y manufactura, pero consumidas de forma similar, esnifado. El tabaco polvo resultaba ser como un talco procedente sólo de la molturación y cernido de las hojas que luego se aromatizaban, mientras el rapé, que es una labor de origen francés más tardía, se obtenía de las raspaduras (de ahí su nombre) de un tabaco algo más grueso y oscuro. El tabaco “torcido” o cigarro se arraigó inicialmente en el pueblo llano y no es hasta el último tercio del siglo XVII cuando se inicia de manera oficial su producción en la Real Fábrica.
La evolución a lo largo del siglo XIX de las labores de tabaco supuso una disminución en la producción de tabaco polvo y de rapé, hasta su total desaparición y un incremento del cigarro, que llegó a suponer el 90% de lo fabricado, hasta la aparición de la picadura y el cigarrillo de papel. En Real Orden de 6 de noviembre de 1817, se recoge que con los desperdicios que resulten de la elaboración de cigarros se inicie la fabricación de “cigarrillos de papel”. En Sevilla la elaboración de los primeros cigarrillos se encargó a
las monjas de conventos de clausura, así se procuraba ayuda a las religiosas y se contaba con su honestidad y pulcritud. En abril de 1819 eran 18 los conventos de clausura dedicados a labores de tabaco.
En la construcción de la fábrica se utilizó piedra de Morón, robusta, y su cimentación se realizó con arquerías invertidas, finalizándose las obras en 1770. En el exterior, a la fábrica la recorría un foso defensivo, como el de los castillos, a lo largo de tres de sus laterales (este, sur y oeste); el lateral principal, norte, daba al arroyo Tagarete y a la muralla de la ciudad. El arroyo fue canalizado y embovedado, constituyendo la actual calle San Fernando.
La fábrica es de estilo neoclásico, con elementos renacentistas, herrerianos y barrocos, que en una ciudad como Sevilla y en ese siglo no podían faltar. En su interior se diferenciaban dos zonas fundamentales: la destinada a viviendas y oficinas, con dos plantas y entresuelo, que ocupa un tercio del volumen edificado y da a la calle San Fernando, actual rectorado, y las dependencias fabriles, con grandes naves (alguna de 150 m) y elevados arcos. La puerta principal, en la calle S. Fernando, tiene dobles columnas a cada lado y en la planta superior un balcón balaustrado con un tímpano decorado con atributos reales al que remata por encima la estatua de La Fama, con jarrones de azucenas. En 1956 se esculpieron las puertas de los otros tres laterales, que daban entrada desde entonces a las facultades de Derecho (este), Ciencias (sur) y Filosofía y Letras (oeste). El edificio está rematado por cuatro grandes pináculos en sus esquinas.
Dentro del recinto, pero fuera del edificio central y principal, se encuentra, a la izquierda de la fachada principal la capilla, y simétrica a la derecha se situaba el cuerpo
de guardia en la edificación que constituía la “cárcel” de la fábrica, donde se retenía al personal al que sorprendían en algún delito (el más común la sustracción de tabaco para el contrabandeo posterior o para su uso particular; también peleas, comunes en un ambiente con tanto personal…). Es en este cuerpo de guardia donde sitúa Próspero Merimé el encuentro de “la cigarrera Carmen” y su guardián “Don José” en su novela Carmen.
En contra de la tradición popular la totalidad de los empleados, tanto en la fábrica de San Pedro como en la nueva fábrica (hoy universidad) fueron hombres hasta bien entrado el siglo XIX. Cuando se inaugura la Nueva Fábrica en 1760 la producción del tabaco polvo era todavía de un 60% frente a un 40% de cigarros. El tipo de trabajadores que necesitaba el tabaco polvo requería un extra de fuerza para la movilización de sacos, molturación…etc., unido a la creencia de que era el varón quien debía llevar el salario a la casa.
La crisis general provocada por la invasión napoleónica y en concreto la ocupación de Sevilla en 1810, fue lo que definitivamente propició la aparición de mujeres en las Reales Fábricas de Tabacos de Sevilla. La opción femenina fue también la respuesta al extraordinario desarrollo del consumo de cigarros, en detrimento de la producción del tabaco polvo. La elaboración de cigarros estrictamente manual y el menor coste salarial de ellas, redundaba en el beneficio de la Real Hacienda, por lo que mediante disposición de la Regencia del Reino se establece la presencia de cigarreras en Sevilla en 1812.
Los responsables y directores de las labores seguían siendo del sexo masculino y sólo las maestras, capataces y operarias podrían ser mujeres. Para su admisión se requería que tuvieran entre 14 y 30 años, “robustez y disposición” y un “certificado del cura párroco que acredite ser de buena vida y costumbres”. El trabajo de los hombres se pagaba a jornal, mientras que el de las mujeres se hacía a destajo, es decir cobraban en función de lo que producían.
En el funcionamiento de la fábrica las cigarreras tenían cierta flexibilidad laboral a la hora de entrar o pedir permisos por asuntos varios, pero también había importantes controles de entrada y salida. De los 100 cigarreros iniciales se pasó a 700 en el siglo XIX, cuando fueron sustituidos por las cigarreras. Además, había hasta 1200 operarios más en otras labores. La Fábrica llegó a tener 6.000 trabajadores en el s. XIX, produciendo el 29% del total nacional de tabaco, con 1800 millares de cigarrillos. Tras la mecanización industrial, a principios del s. XX los operarios había bajado a poco más de 1800 y la
producción se quedó en un 7% de la nacional, con 412 millares de cigarrillos. Paradojas de la modernidad y de la mala gestión...
A principios del siglo XIX, en la invasión francesa, parte de la fábrica se dedicó a viviendas de militares de alto rango (a pesar de haberlo prohibido expresamente el rey José Napoleón), y luego, tras la Independencia, se instaló en la fábrica un cuartel por temor a tropas carlistas que se acercaron a Sevilla. Finalmente se estableció un regimiento de artillería que a principios del s. XX se trasladó a Pineda.
Tras la guerra civil, en 1945, se creó “Tabacalera S.A.” que se encargó de la fábrica, trasladándose en 1954 a nuevas instalaciones al otro lado del río, en el barrio de los Remedios. En 1999 se fusionó con la compañía francesa Seita (Société d’exploitation industrielle des tabacs et allumettes), creándose “Altadis”. Esta fábrica de los Remedios cerró en 2007. En 1954 con la salida de Tabacalera del edificio se abandonaron los archivos de esta sede, encargándosele posteriormente al Prof. de Historia Dr. José Manuel Rodríguez Gordillo, investigador del tabaco, la recuperación y ordenación, como director de dicho archivo, lo que supuso la salvaguarda de tan valiosos documentos abandonados a su suerte y la elaboración de numerosas publicaciones sobre el tabaco por parte de dicho profesor y sus colaboradores. Curiosamente el Prof. Rguez. Gordillo nunca fue fumador...
Tras el abandono del edificio por Tabacalera, a partir de 1954 se comenzó con la adecuación del edificio para sede de buena parte de la Universidad de Sevilla, culminándose en 1956. La remodelación del gran edificio fue obra de los arquitectos Balbotín de Orta, Delgado Roig y Toro Buiza. Al principio albergó el Rectorado, las Facultades de Ciencias, Derecho y Filosofía y Letras. Actualmente contiene solamente la sede del Rectorado, las Facultades de Geografía e Historia y Filología, una cafetería-comedor universitario y algunas otras dependencias de la Universidad. En la capilla adjunta se venera la imagen del Cristo de la Buena Muerte, de Juan de Mesa, 1620, y es sede de la cofradía de nazarenos y penitentes de la Universidad llamada “Los estudiantes”, muy apreciada en la Semana Santa de la ciudad. En la antigua cárcel hoy se ubica el departamento de Historia Moderna y Contemporánea.
Las cigarreras fueron inmortalizadas por el pintor Gonzalo Bilbao y por la novela de Prospero Merimé, que a su vez inspiró el libreto a la ópera Carmen ya comentada; el fotógrafo Laurent y otros la inmortalizaron igualmente y en el edificio se han rodado diversas películas.
Referencias documentales:
1. José M. Rguez. Gordillo. Historia de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla. Ed. Fundación Focus-Abengoa, Sevilla, 2005, 253 pp.
2. https://es.wikipedia.org/wiki/Real_F%C3%A1brica_de_Tabacos_de_Sevilla
Imágenes históricas
Las fotografías en blanco y negro son copia de las originales de la época de funcionamiento como fábrica de tabacos, pertenecientes al archivo de Dª. Margarita Candau Chacón, que próximamente donará a la Universidad de Sevilla.
Las fotografías en color de las pinturas de las cigarreras están tomadas, parcialmente, del libro de Gerardo Pérez Calero, “Gonzalo Bilbao. El pintor de las cigarreras”, Ed. Tabapress 1989, 203 pp.
Edmundo de Amicis
Edmondo Mario Alberto De Amicis (Oneglia, Italia, 21 de octubre de 1846 - Bordighera, Italia, 11 de marzo de 1908), conocido como Edmondo de Amicis o Edmundo de Amicis, fue un escritor italiano, novelista, periodista y autor de libros de viajes. Es más recordado, sobre todo, por su novela Corazón: Diario de un niño, de 1886, llevada al cine con el título “De los Apeninos a los Andes”.
El pequeño escribiente florentino
Tenía doce años y cursaba la cuarta elemental. Era un simpático niño florentino de cabellos rubios y tez blanca, hijo mayor de cierto empleado de ferrocarriles quien, teniendo una familia numerosa y un escaso sueldo, vivía con suma estrechez. Su padre lo quería mucho, y era bueno e indulgente con él; indulgente en todo menos en lo que se refería a la escuela: en esto era muy exigente y se revestía de bastante severidad, porque el hijo debía estar pronto dispuesto a obtener otro empleo para ayudar a sostener a la familia; y para ello necesitaba trabajar mucho en poco tiempo.
Así, aunque el muchacho era aplicado, el padre lo exhortaba siempre a estudiar. Era éste ya de avanzada edad y el exceso de trabajo lo había también envejecido prematuramente. En efecto, para proveer a las necesidades de la familia, además del mucho trabajo que tenía en su empleo, se buscaba a la vez, aquí y allá, trabajos extraordinarios de copista. Pasaba, entonces, sin descansar, ante su mesa, buena parte de la noche. Últimamente, cierta casa editorial que publicaba libros y periódicos le había hecho el encargo de escribir en las fajas el nombre y la dirección de los suscriptores. Ganaba tres florines por cada quinientas de aquellas tirillas de papel, escritas en caracteres grandes y regulares. Pero esta tarea lo cansaba, y se lamentaba de ello a menudo con la familia a la hora de comer.
—Estoy perdiendo la vista —decía—; esta ocupación de noche acaba conmigo.
El hijo le dijo un día:
—Papá, déjame trabajar en tu lugar; tú sabes que escribo regular, tanto como tú.
Pero el padre le respondió:
—No, hijo, no; tú debes estudiar; tu escuela es mucho más importante que mis fajas: tendría remordimiento si te privara del estudio una hora; lo agradezco; pero no quiero, y no me hables más de ello.
El hijo sabía que con su padre era inútil insistir en aquellas materias, y no insistió. Pero he aquí lo que hizo. Sabía que a las doce en punto dejaba su padre de escribir y salía del despacho para dirigirse a la alcoba. Alguna vez lo había oído: en cuanto el reloj daba las doce, sentía inmediatamente el rumor de la silla que se movía y el lento paso de su padre. Una noche esperó a que estuviese ya en cama; se vistió sin hacer ruido, anduvo a tientas por el cuarto, encendió el quinqué de petróleo, y se sentó en la mesa de despacho, donde había un montón de fajas blancas y la indicación de las direcciones de los suscriptores.
Empezó a escribir, imitando todo lo que pudo la letra de su padre. Y escribía contento, con gusto, aunque con miedo; las fajas escritas aumentaban, y de vez en cuando dejaba la pluma para frotarse las manos; después continuaba con más alegría, atento el oído y sonriente. Escribió ciento sesenta: ¡cerca de un florín! Entonces se detuvo: dejó la pluma donde estaba, apagó la luz y se volvió a la cama de puntillas.
Aquel día, a las doce, el padre se sentó a la mesa de buen humor. No había advertido nada. Hacía aquel trabajo mecánicamente, contando las horas y pensando en otra cosa. No sacaba la cuenta de las fajas escritas hasta el día siguiente. Sentado a la mesa con buen humor, y poniendo la mano en el hombro del hijo:
¡Eh, Julio —le dijo—, mira qué buen trabajador es tu padre! En dos horas he trabajado anoche un tercio más de lo que acostumbro. La mano aún está ágil, y los ojos cumplen todavía con su deber.
Julio, contento, mudo, decía para sí: ¡Pobre padre! Además de la ganancia, le he proporcionado también esta satisfacción: la de creerse rejuvenecido. ¡Ánimo, pues!
Alentado con el éxito, la noche siguiente, en cuanto dieron las doce, se levantó otra vez y se puso a trabajar. Y lo mismo siguió haciendo varias noches. Su padre seguía también sin advertir nada. Sólo una vez, cenando, observó de pronto:
¡Es raro: cuánto petróleo se gasta en esta casa de algún tiempo a esta parte!
Julio se estremeció; pero la conversación no pasó de allí, y el trabajo nocturno siguió adelante.
Lo que ocurrió fue que, interrumpiendo así su sueño todas las noches, Julio no descansaba bastante; por la mañana se levantaba rendido aún, y por la noche al estudiar, le costaba trabajo tener los ojos abiertos. Una noche, por primera vez en su vida, se quedó dormido sobre los apuntes.
¡Vamos, vamos! —le gritó su padre dando una palmada—. ¡Al trabajo!
Se asustó y volvió a ponerse a estudiar. Pero la noche y los días siguientes continuaba igual, y aún peor: daba cabezadas sobre los libros, se despertaba más tarde de lo acostumbrado; estudiaba las lecciones con desgano, y parecía que le disgustaba el estudio. Su padre empezó a observarlo, después se preocupó de ello y, al fin, tuvo que reprenderlo. Nunca lo había tenido que hacer por esta causa.
—Julio —le dijo una mañana—; tú te descuidas mucho; ya no eres el de otras veces. No quiero esto. Todas las esperanzas de la familia se cifraban en ti. Estoy muy descontento. ¿Comprendes?
A este único regaño, el verdaderamente severo que había recibido, el muchacho se turbó.
—Sí, cierto —murmuró entre dientes—; así no se puede continuar; es menester que el engaño concluya.
Pero por la noche de aquel mismo día, durante la comida, su padre exclamó con alegría:
¡Este mes he ganado en las fajas treinta y dos florines más que el mes pasado!
Y diciendo esto, sacó a la mesa un puñado de dulces que había comprado, para celebrar con sus hijos la ganancia extraordinaria que todos acogieron con júbilo.
Entonces Julio cobró ánimo y pensó para sí:
¡No, pobre padre; no cesaré de engañarte; haré mayores esfuerzos para estudiar mucho de día; pero continuaré trabajando de noche para ti y para todos los demás!
Y añadió el padre:
¡Treinta y dos florines!… Estoy contento… Pero hay otra cosa —y señaló a Julio— que me disgusta.
Y Julio recibió la reconvención en silencio, conteniendo dos lágrimas que querían salir, pero sintiendo al mismo tiempo en el corazón cierta dulzura. Y siguió trabajando con ahínco; pero acumulándose un trabajo a otro, le era cada vez más difícil resistir. La situación se prolongó así por dos meses. El padre continuaba reprendiendo al muchacho y mirándolo cada vez más enojado. Un día fue a preguntar por él al maestro, y éste le dijo:
—Sí, cumple, porque tiene buena inteligencia; pero no está tan aplicado como antes. Se duerme, bosteza, está distraído; hace sus apuntes cortos, de prisa, con mala letra. Él podría hacer más, pero mucho más.
Aquella noche el padre llamó al hijo aparte y le hizo reconvenciones más severas que las que hasta entonces le había hecho.
—Julio, tú ves que yo trabajo, que yo gasto mucho mi vida por la familia. Tú no me secundas, tú no tienes lástima de mí, ni de tus hermanos, ni aún de tu madre.
¡Ah, no, no diga usted eso, padre mío! —gritó el hijo ahogado en llanto, y abrió la boca para confesarlo todo.
Pero su padre lo interrumpió diciendo:
—Tú conoces las condiciones de la familia: sabes que hay necesidad de hacer mucho, de sacrificarnos todos. Yo mismo debía doblar mi trabajo. Yo contaba estos meses últimos con una gratificación de cien florines en el ferrocarril, y he sabido esta mañana que ya no la tendré.
Ante esta noticia, Julio retuvo en seguida la confesión que estaba por escaparse de sus labios, y se dijo resueltamente: No, padre mío, no te diré nada; guardaré el secreto para poder trabajar por ti; del dolor que te causo te compenso de este modo: en la escuela estudiaré siempre lo bastante para salir del paso: lo que importa es ayudar para ganar la vida y aligerarte de la ocupación que te mata.
Siguió adelante, transcurrieron otros dos meses de tarea nocturna y de pereza de día, de esfuerzos desesperados del hijo y de amargas reflexiones del padre. Pero lo peor era que éste se iba enfriando poco a poco con el niño, y no le hablaba sino raras veces, como si fuera un hijo desnaturalizado, del que nada hubiese que esperar, y casi huía de encontrar su mirada. Julio lo advertía, sufría en silencio, y cuando su padre volvía la espalda, le mandaba un beso furtivamente, volviendo la cara con sentimiento de ternura compasiva y triste; mientras tanto el dolor y la fatiga lo demacraban y le hacían perder el color, obligándolo a descuidarse cada vez más en sus estudios.
Comprendía perfectamente que todo concluiría en un momento, la noche que dijera: Hoy no me levanto; pero al dar las doce, en el instante en que debía confirmar enérgicamente su propósito, sentía remordimiento; le parecía que, quedándose en la cama, faltaba a su deber, que robaba un florín a su padre y a su familia; y se levantaba pensando que cualquier noche que su padre se despertara y lo sorprendiera, o que por casualidad se enterara contando las fajas dos veces, entonces terminaría naturalmente todo, sin un acto de su voluntad, para lo cual no se sentía con ánimos. Y así continuó la misma situación.
Pero una tarde, durante la comida, el padre pronunció una palabra que fue decisiva para él. Su madre lo miró, y pareciéndole que estaba más echado a perder y más pálido que de costumbre, le dijo:
—Julio, tú estás enfermo. —Y después, volviéndose con ansiedad al padre—: Julio está enfermo, ¡mira qué pálido está!… ¡Julio mío! ¿Qué tienes?
El padre lo miró de reojo y dijo:
—La mala conciencia hace que tenga mala salud. No estaba así cuando era estudiante aplicado e hijo cariñoso.
¡Pero está enfermo! —exclamó la mamá.
¡Ya no me importa! —respondió el padre.
Aquella palabra le hizo el efecto de una puñalada en el corazón al pobre muchacho. ¡Ah! Ya no le importaba su salud a su padre, que en otro tiempo temblaba de oírlo toser solamente. Ya no lo quería, pues; había muerto en el corazón de su padre.
¡Ah, no, padre mío! —dijo entre sí con el corazón angustiado—; ahora acabo esto de veras; no puedo vivir sin tu cariño, lo quiero todo; todo te lo diré, no te engañaré más y estudiaré como antes, suceda lo que suceda, para que tú vuelvas a quererme, padre mío. ¡Oh, estoy decidido en mi resolución!
Aquella noche se levantó todavía, más bien por fuerza de la costumbre que por otra causa; y cuando se levantó quiso volver a ver por algunos minutos, en el silencio de la noche, por última vez, aquel cuarto donde había trabajado tanto secretamente, con el corazón lleno de satisfacción y de ternura.
Sin embargo, cuando se volvió a encontrar en la mesa, con la luz encendida, y vio aquellas fajas blancas sobre las cuales no iba ya a escribir más, aquellos nombres de ciudades y de personas que se sabía de memoria, le entró una gran tristeza e involuntariamente cogió la pluma para reanudar el trabajo acostumbrado. Pero al extender la mano, tocó un libro y éste se cayó. Se quedó helado.
Si su padre se despertaba… Cierto que no lo habría sorprendido cometiendo ninguna mala acción y que él mismo había decidido contárselo todo; sin embargo… el oír acercarse aquellos pasos en la oscuridad, el ser sorprendido a aquella hora, con aquel silencio; el que su madre se hubiese despertado y asustado; el pensar que por lo pronto su padre hubiera experimentado una humillación en su presencia descubriéndolo todo…, todo esto casi lo aterraba.
Aguzó el oído, suspendiendo la respiración… No oyó nada. Escuchó por la cerradura de la puerta que tenía detrás: nada. Toda la casa dormía. Su padre no había oído. Se tranquilizó y volvió a escribir.
Las fajas se amontonaban unas sobre otras. Oyó el paso cadencioso de la guardia municipal en la desierta calle; luego ruido de carruajes que cesó al cabo de un rato; después, pasado algún tiempo, el rumor de una fila de carros que pasaron lentamente; más tarde silencio profundo, interrumpido de vez en cuando por el ladrido de algún perro. Y siguió escribiendo.
Entretanto su padre estaba detrás de él: se había levantado cuando se cayó el libro, y esperó buen rato; el ruido de los carros había cubierto el rumor de sus pasos y el ligero chirrido de las hojas de la puerta; y estaba allí, con su blanca cabeza sobre la negra cabecita de Julio. Había visto correr la pluma sobre las fajas y, en un momento, lo había recordado y comprendido todo. Un arrepentimiento desesperado, una ternura inmensa invadió su alma. De pronto, en un impulso, le tomó la cara entre las manos y Julio lanzó un grito de espanto. Después, al ver a su padre, se echó a llorar y le pidió perdón.
—Hijo querido, tú debes perdonarme —replicó el padre—. Ahora lo comprendo todo. Ven a ver a tu madre.
Y lo llevó casi a la fuerza junto al lecho y allí mismo pidió a su mujer que besara al niño. Después lo tomó en sus brazos y lo llevó hasta la cama, quedándose junto a él hasta que se durmió. Después de tantos meses, Julio tuvo un sueño tranquilo. Cuando el sol entró por la ventana y el niño despertó, vio apoyada en el borde de la cama la cabeza gris de su padre, quien había dormido allí toda la noche, junto a su hijo querido.
Arturo Vigil
Hoy spencer c ox nos ilustra sobre la macrofotografía, y para disfrutar de ella visualmente tenemos el último trabajo con el que nos deleita Arturo Vigil. Casi nada. ***
En la fotografía macro, es importante saber qué tan grande o pequeño aparece el sujeto en el sensor de la cámara. Comparar este número con el tamaño de su sujeto en el mundo real le da un valor conocido como su ampliación
Si esa proporción es simplemente uno a uno, se dice que su sujeto tiene un aumento de “tamaño real”. Por ejemplo, si está fotografiando algo que tiene un centímetro de largo y se proyecta exactamente un centímetro en el sensor de su cámara, tiene un tamaño real (independientemente del tamaño del sensor de su cámara).
Los sensores típicos en las DSLR y las cámaras sin espejo van desde aproximadamente 17 milímetros hasta 36 milímetros de ancho. Por lo tanto, un sujeto de 1 cm es bastante grande en comparación y ocupa una parte importante de la foto. Si termina haciendo una letra grande, ese pequeño objeto parecerá enorme, ¡potencialmente del tamaño de una valla publicitaria!
Para que las cosas sean más fáciles de entender y comparar, los fotógrafos macro utilizan una proporción real en lugar de decir siempre “tamaño real” o “la mitad del tamaño real”. Específicamente, el tamaño real tiene un aumento de 1:1. El tamaño de vida media es un aumento de 1:2. Una vez que llega a aproximadamente una décima parte del tamaño real, podría decirse que ya no está haciendo primeros planos o fotografía macro.
Los buenos lentes macro le permiten disparar con un aumento de 1:1, y algunas opciones especializadas hacen incluso más que eso. (Canon tiene un lente de fotografía macro que llega hasta 5:1, o aumento de 5x, ¡lo cual es una locura!) Sin embargo, otros lentes en el mercado llamados “macro” solo pueden tener un aumento de 1:2 o incluso menos. Personalmente, mi recomendación es obtener una lente que pueda tener un aumento de al menos 1: 2, e idealmente un aumento de 1: 1, si desea la mayor flexibilidad posible.
¿Qué es la distancia de trabajo?
La distancia de trabajo es fácil: es la distancia entre el frente de su lente y su sujeto más cercano. Si su distancia de trabajo es demasiado pequeña, podría terminar asustando a su sujeto o
bloqueando la luz simplemente porque está demasiado cerca. Idealmente, querrá una distancia de trabajo de seis pulgadas (15 centímetros), siendo el mejor de los casos el doble o más.
La distancia de trabajo de una lente es la más pequeña con un aumento de 1:1, ya que obviamente debes estar lo más cerca posible del sujeto para capturar fotos tan extremas. Además, las lentes con una distancia focal más larga tienen una mayor distancia de trabajo que las lentes con una distancia focal más moderada. Por ejemplo, el Nikon 200mm f/4 y el Canon 180mm f/3.5 son dos ejemplos de objetivos de fotografía macro con grandes distancias de trabajo. En comparación, el objetivo macro Nikon 60mm f/2.8 tiene una distancia de trabajo mucho menor.
Siempre es mejor buscar una lente con la mayor distancia de trabajo posible para que sea menos probable que asuste al sujeto o proyecte una sombra sobre él. Sin embargo, los objetivos macro con una distancia focal más larga, como 180 mm o 200 mm, suelen ser más caros. Si desea equilibrar el precio y la distancia de trabajo, considere una lente en el rango de 100 mm a 150 mm. Personalmente, uso una lente macro de 105 mm.
Las mejores cámaras para fotografía macro: DSLR vs Mirrorless Para fotografía macro, tanto las DSLR como las cámaras sin espejo pueden funcionar muy bien. La clave es elegir una cámara que le permita usar una buena lente macro e, idealmente, una que tenga el menor retraso posible entre ver al sujeto, presionar el botón del obturador y grabar la imagen. Tradicionalmente, ambas eran áreas en las que las DSLR tenían una ventaja, debido a los visores electrónicos rezagados y a la menor cantidad de lentes macro nativos en las cámaras sin espejo. Hoy en día, esas diferencias son generalmente insignificantes y, a veces, se inclinan a favor de sin espejo.
Las cámaras sin espejo también suelen tener otros beneficios que pueden resultarle útiles, como el pico de enfoque (una superposición que muestra qué partes del sujeto están enfocadas, útil para la fotografía macro con enfoque manual). Además, la capacidad de revisar sus fotos sin apartar la vista del visor es valiosa si desea juzgar cosas como la nitidez y la exposición del flash rápidamente.
Lo único que advertiría es que, si elige una cámara sin espejo, debe obtener una con un visor electrónico. Intentar componer y mantener estable
una fotografía macro con una pantalla LCD trasera, especialmente con ampliaciones extremas como 1:1, es una pesadilla. Dado que las cámaras sin espejo con visores electrónicos suelen costar más que una DSLR de la competencia, es posible que desee comprar una DSLR (posiblemente una usada) si tiene un presupuesto limitado. Pero todo esto es muy quisquilloso. Independientemente de la cámara, podrá obtener excelentes fotos, ¡y nunca encontrará una cámara que garantice una tasa de mantenimiento perfecta para sujetos tan difíciles!
Las mejores cámaras para macro: fotograma completo frente a sensor de recorte
Si su objetivo es crear fotos con el mayor aumento posible, las cámaras de fotograma completo suelen ser excesivas para la fotografía macro. Incluso la Nikon D850 con 46 megapíxeles no puede igualar el detalle macro potencial de la Nikon D7500 de 20 megapíxeles, simplemente porque la D7500 tiene una densidad de píxeles ligeramente superior.
Con la fotografía macro, la densidad de píxeles más alta (la mayoría de los píxeles por milímetro cuadrado del sensor) es lo que determina el máximo detalle que puede obtener de su sujeto. El sensor grande de la D850 tiene menos píxeles por milímetro que el sensor de recorte D7500, a pesar de tener más píxeles en total. En muchos géneros de fotografía, son preferibles los píxeles más grandes y más píxeles totales. Sin embargo, con la fotografía macro 1: 1, todo se trata de la densidad de píxeles. ¿La razón? Cuando recorta una foto de la D850 para que coincida con las imágenes de la D7500, pierde suficientes píxeles para que la D7500 gane (aunque no por mucho).
Aún así, las cámaras de fotograma completo son excelentes para la fotografía macro. No deberías pensar lo contrario. Si toma fotos que no tienen el máximo aumento, aún tienen todos sus beneficios habituales sobre sensores más pequeños. Por lo tanto, una cámara de fotograma completo (FX) sigue siendo generalmente mejor para fotos macro que una cámara con sensor de recorte (DX o aps-c), pero en una cantidad menor que en otros tipos de fotografía.
Para casi todos los géneros de fotografía, Canon y Nikon (y Sony, y otros) tienen una calidad tan similar que los argumentos sobre cuál es “mejor” son, en el mejor de los casos, extremadamente exigentes. Claro, hay diferencias, pero es raro que algún sistema tenga una falla que sea fatal para el usuario típico.
SPENCER COX para Luz y Tinta
Ali Sahebi Retratos
David du Chemin
Cuéntame una (mejor) historia
Pregunte a los fotógrafos (o a Dios que lo ayude, a Internet) qué es una buena fotografía y no pasará mucho tiempo antes de que alguien diga: “una buena fotografía cuenta una historia”. No creo que eso sea cierto. No siempre. Creo que hay fotografías espectaculares que no cuentan ninguna historia. Dejan una impresión. Provocan una respuesta emocional. Otras proporcionan información. Y si no eres uno de esos fotógrafos con “narrador visual” impreso en tu tarjeta de presentación, debes saber que tu trabajo no es menos importante. Muchos poemas no cuentan historias, pero sería absurdo que todos los poetas sintieran que deberían ser escritores de cuentos o novelistas.
Un artículo de CameraWorld UK afirma: “Las fotografías cuentan una historia cuando provocan una respuesta emocional”. Pero muchas fotografías lo hacen bien sin contar una historia. Resúmenes. Expresionismo. Impresionismo. El artículo continuó diciendo, “las mejores fotos cuentan historias al incitar a los espectadores a preguntarse qué sucede a continuación”. Esto es parcialmente cierto; las fotos que incitan a los espectadores a preguntarse qué sucede a continuación pueden ser poderosas, pero no todas las fotografías tratan sobre un acontecimiento.
Las buenas fotografías no necesariamente cuentan una historia más de lo que una buena escritura siempre debe contar una historia. Pero contar historias es poderoso, y el fotógrafo que comprende lo que hace que las historias sean poderosas puede usar esos mismos
elementos en fotografías que no necesariamente cuentan una historia, pero aprovechan algunos de los mismos elementos poderosos para crear respuestas poderosas en nosotros.
La pregunta que vale la pena hacerse es, “¿cómo experimentamos las historias?” y luego aplicar eso al tipo de fotografías que hacemos. Así que deja de leer y tómate un momento para preguntarte qué hace que una buena historia sea para ti. ¿Qué te engancha?
Es importante porque aunque las mejores fotografías contaran una historia (que, para ser claros, creo que no es cierta), tenemos que recordar que no todas las historias son buenas historias. No todas las historias se conectan o resuenan.
Entonces, ¿qué es una buena historia para ti? Esto es importante porque si no puedes decir lo que hace una buena historia, entonces no hay esperanza de poner esos elementos en una fotografía. Incluso si no haces “fotografías para contar historias”, te debes a ti mismo comprender por qué las historias son tan importantes para los humanos que nos han llamado “el animal que cuenta historias” porque si sabes por qué resonamos con las historias, puedes hacer fotografías que presionan los mismos botones.
No se trata de cómo contar historias con tus fotografías; se trata de cómo hacer fotografías que presionen los mismos botones que las buenas historias. Aunque si entiende estas ideas, probablemente también cuente mejores historias.
Las historias tienen un punto de vista.
Todas las historias se cuentan desde un punto de vista, la mayoría de ellas por un narrador, y hay todo tipo de formas en que un narrador puede contar esa historia. Lo interesante que es la historia puede estar fuertemente influenciado por lo interesante que encuentres al narrador. Claro, te cuentan lo que está sucediendo, pero las elecciones que hacen (lo que dejan dentro, lo que dejan fuera, el orden en que cuentan los eventos y más) ayudan a determinar si te gusta el narrador, si confías en él, si te conectas con él. y, en última instancia, si disfrutas de la historia. Una fotografía con un punto de vista interesante también puede atraernos. Ese punto de vista puede ser transmitido por la posición del fotógrafo, qué lente opta por usar o el momento que elige. Podría ser una elección de la velocidad de obturación o el uso cuidadoso de la profundidad de campo. Pero se tomaron decisiones, y cuanto más interesantes son esas elecciones, más probable es que se presente un punto de vista particular, como en “mira esto y míralo de esta manera” .
Las historias tienen personajes con los que nos conectamos.
No todas las imágenes tienen una persona o un animal, pero muchas sí, y la fotografía se conectará mejor cuando tomes decisiones que permitan que la persona que responde a la imagen se conecte con los personajes. Eso no significa que nos tengan que gustar, pero tienes que decirnos algo sobre ellos. No necesito saber toda la historia de su vida, pero los detalles que elijas importan. ¿Qué me dice la ropa
sobre la vida que llevan y dónde la viven? ¿Qué tienen en sus manos que me dice lo que hacen o lo que podría estar a punto de suceder? ¿Qué me dice la expresión de su rostro sobre quiénes son y qué es importante para ellos? Individualmente, es posible que estos no “cuenten una historia”, pero pueden insinuar una y hacer que me interese o, mejor aún, que me pregunte.
Las historias tienen misterio.
El asombro proviene del misterio, de no saberlo todo. Un buen narrador sabe que si todo está cerrado y nada queda sin resolver, entonces no queda trabajo para la imaginación, y la imaginación es demasiado poderosa para ignorarla.
Déjame algo en lo que pensar, y me quedaré más comprometido que si me lo cuentas todo.
En términos generales, cuanto más incluyes en tu fotografía más allá de lo absolutamente necesario, más se diluye. Más información no significa más impacto. A menudo, es todo lo contrario. Deje que los elementos de su imagen permanezcan en la sombra, permita que una mano entre en el marco sin sugerir a quién pertenece, elija momentos en los que la persona en el marco mire fuera del marco y haga que me pregunte qué está mirando. ¿Contará una historia mejor? No necesariamente, pero la misma técnica que se emplea en un buen storytelling puede funcionar por las mismas razones en unas buenas fotografías: el misterio nos engancha. Involucra la imaginación.
Las historias tienen escenario.
Las historias tienen lugar en algún lugar y, por lo general, en algún momento., para acuñar una palabra; las historias con un fuerte sentido de lugar y tiempo nos atraen. Sí, ayudan a que la historia tenga más sentido de manera informativa, pero también pueden establecer un estado de ánimo. Pueden despertar nuestro interés porque la forma en que el narrador describe el lugar nos hace sentir que estamos allí. Nos sentimos sumergidos en ella o que queremos estar sumergidos en ella. Es posible que una fotografía de Venecia no cuente una historia, pero aun así puede ser poderosa porque resonamos con la forma en que la fotografía nos muestra el lugar. lo sentimos Lo anhelamos. Para aquellos de nosotros que hemos estado allí, estarás aprovechando todos los recuerdos que tenemos del lugar, y los recuerdos, como nos dice la ciencia, son solo las historias que nos contamos sobre eventos de nuestro pasado.
El fotógrafo que puede envolver su mente en la idea de mostrar un sentido de lugar o tiempo de una manera que tenga un estado de ánimo, de una manera que se sienta de cierta manera (que podría ser tan simple como levantarse de la cama un poco antes para fotografiar en luz hermosa o niebla que busca o lluvia) no necesariamente contará una historia completa, pero puede crear una imagen que resuena con el espectador de la misma manera que lo hacen las grandes historias.
Las historias tienen conflicto.
Algo sucede en una historia. Es una de las razones por las que las fotografías fijas son tan limitadas en lo que cuentan en un cuadro, y es por eso que me siento más cómodo diciendo que un solo cuadro probablemente pueda implicar (o sugerir) una historia que contarla realmente. Una historia tiene un principio, un medio y un final, y la mayoría de las fotografías no los tienen. Pero es más que simplemente “algo sucede”. Nadie hace una película de una persona que cruza la calle. Pero haz que a esa persona le resulte difícil cruzar la calle, dale un desafío o un obstáculo, y podría convertirse en una historia. Conviértalo en un desafío con el que nos identifiquemos, haga que las apuestas sean lo suficientemente altas y realmente nos involucraremos.
La mayoría de las fotografías fijas no tienen conflicto de esta manera. Pero tienen contraste. O, mejor dicho, pueden. Y cuando haces que el contraste sea lo suficientemente claro, nos inclinamos hacia la imagen de la misma manera que lo hacemos con el conflicto en una película. Notamos contrastes y yuxtaposiciones. Implican algo. Y si elige opciones que amplifiquen esas yuxtaposiciones, que realmente las aclaren, tal vez con su encuadre o la elección del momento o una lente que haga que los elementos del fondo parezcan tan grandes como los elementos del primer plano con los que los está comparando, entonces captará mi atención.
Los seres humanos notamos las diferencias. Comparamos y contrastamos, así que hazlo bien en tu fotografía y, aunque no cuentes una historia completa, estarás usando una herramienta que los narradores han usado durante miles de años.
Hay una razón por la que tantas historias son sobre opuestos: amor y soledad, rico y pobre, bueno y malo. Sabemos que algo tiene que ceder y uno prevalecerá. ¿Pero cual?
La narración de historias es poderosa, no solo para el fotógrafo que espera “contar historias”, sino también para cualquier creador de imágenes. Si desea que su trabajo se conecte con el ser humano que lo experimentará, entonces debe ser consciente de cómo ese ser humano podría experimentarlo y qué herramientas podría usar para fortalecer esa experiencia. Elija un punto de vista más audaz. Danos personajes más fuertes, mejor aún danos personajes con carácter. No solo nos des un escenario, danos una sensación real de lugar y tiempo. Resiste la tentación de mostrarnos todo, deja algo a la imaginación. Y ser más consciente de los contrastes y yuxtaposiciones. Resonamos con estos elementos de la narración. No son las únicas cosas con las que resonamos, pero son poderosas.
Fabeha Monir
Fabeha Monir es una periodista visual con sede en Dhaka que utiliza imágenes fijas, texto y video para brindar narraciones multifacéticas para clientes editoriales y sin fines de lucro. Sus clientes editoriales incluyen The New York Times, BBC News, NBC News, The Guardian, Stern Magazine, Der Spiegel, Elle Magazine, The Telegraph UK, Al Jazeera News, Tagesspiegel, Kehitys-Utveckling magazine, Sueddeutsche Zeitung, Taz, Zeit, The Chronicle of Philanthropy, The Sydney Morning Herald y muchos otros
Ella regularmente informa y fotografía para Bistandsaktuelt Daily News en Noruega como su corresponsal de Bangladesh, sobre temas de ayuda y desarrollo.
Ha sido comisionada por organizaciones sin fines de lucro como Oxfam, la Cruz Roja Británica, Action Aid, Microsoft, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), Save the Children Global, Traidcraft, Unicef Global, Nobel Women Initiative, Water Aid, Christian Aid, Fundación H&M, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Fundación Bill y Melinda Gates, People of Asia for Climate Solution, Leprosy Mission, Action Against Hunger, Two Worlds Cancer Foundation, Every Mother Counts, etc. Ella es la Co -creador de la realidad virtual y la película documental Immersive Storytelling of Rohingya Refugees financiada por Davis Projects for Peace.
Su trabajo ha sido proyectado y exhibido en varios países, incluidos Grecia, Suiza, Canadá, República Checa, EE. UU., Austria, Alemania, Pakistán, Emiratos Árabes Unidos y Reino Unido. Siendo nativa de Bangladesh, tiene una amplia experiencia laboral en Bangladesh. Y experiencia adicional en informes en Nepal y Grecia. En 2016, trabajó en estrecha colaboración con la comunidad multicultural de refugiados durante la afluencia de refugiados en Grecia. Y más tarde, ha estado cubriendo la afluencia de refugiados rohingya en Bangladesh desde 2017. Tiene experiencia informando sobre emergencias como inundaciones, ciclones, incendios trágicos, terremotos, pandemia de covid-19, etc. Fabeha completó un entrenamiento de seguridad bajo el Departamento de Seguridad de las Naciones Unidas. y seguridad. Completó su curso HEFAT realizado por Silk Road, que ha sido financiado por ACOS Alliance.
Como fotógrafa humanista, cuenta historias centradas en las personas que exploran los temas del desarrollo social, la migración, la violencia de género y el exilio forzado en comunidades marginadas. Además del inglés, habla con fluidez bengalí, hindi y urdu.
Es miembro de Women Photography , Diversity Photo y The Coalition of Women in Journalism Ella sigue el código de ética de NPPA Ella es apoyada por Visura y uno de los narradores de Native Agency .
Obtuvo su diploma de posgrado en periodismo visual en la Universidad Ateneo De Manila, Filipinas, en 2020. Es la ganadora de la subvención de fotoperiodismo Yannis Behrakis 2021 de la Fundación Thomson Reuters. Fabeha completó su programa de certificación de un año en el programa de fotografía documental y fotoperiodismo visual. en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York. Ahora está cursando una maestría en fotografía en la Universidad de Falmouth, Reino Unido.
El circo
Anka Zhuravleva
Anka (nacida como Anna Belova) nació el 4 de diciembre de 1980. Pasó su infancia entre libros de arte y las herramientas de dibujo de su madre, cubriendo acres de papel con sus dibujos. En 1997 ingresó al Instituto de Arquitectura de Moscú decidida a seguir los pasos de su madre. Pero a fines de 1997 a su madre le diagnosticaron cáncer y murió en menos de un año. Luego, su padre murió en 1999. Después de eso, la vida de Anka cambió drásticamente. En un intento por mantenerse cuerda, se sumergió en un estilo de vida alternativo: trabajaba como tatuadora, cantaba en una banda de rock y, a veces, buscaba un escape en el alcohol. Para ganarse la vida mientras estudiaba, Anka trabajó en varias agencias de modelos. Gracias a las lecciones de dibujo no tuvo miedo de posar desnuda, y sus fotos aparecieron en Playboy y Revistas XXL y en la exposición de fotos de Playboy 1999 . Pero ella no estaba buscando una carrera como modelo, era solo una forma de ganar algo de dinero. En 2001 Anka trabajaba en el departamento de postproducción de Mosfilm Studios. Ese mismo invierno uno de sus compañeros la invitó a pasar un fin de semana en San Petersburgo con su amigo, el compositor y músico Alexander Zhuravlev. En menos de un mes, Anka se despidió de Moscú, de sus amigos, de su carrera en Mosfilm y se mudó con Alexander a San Petersburgo. Vivir con su amado sanó su alma y recuperó las ganas de pintar. Realizó varias obras gráficas e incursionó en otras áreas de las artes visuales.
En 2002 Gavriil Lubnin, la famosa pintora y amiga de su marido, le mostró la técnica de la pintura al óleo, con la que experimentó durante los siguientes años. Durante ese período realizó pocas obras porque cada una requería desencadenar una fuerte carga emocional. Todas esas pinturas son diferentes como si fueran creadas por diferentes personas. La primera exposición de Anka tuvo lugar en un canal de televisión local en vivo: el estudio estaba decorado con sus obras. Siguieron varias exposiciones. Colecciones privadas en Rusia y en el extranjero cuentan con sus pinturas y bocetos.
En 2006, Anka notó que su inspiración a menudo provenía de las fotos y decidió dedicarse a la fotografía.
Desde entonces, participó en numerosos proyectos: publicaciones y portadas de revistas, portadas de libros y CD, exposiciones. También se dedica al arte de la fotografía digital y a la fotografía de películas analógicas.
En 2013 se mudó con su marido a vivir a Oporto, Portugal.
Breve entrevista
Todo sobre la fotografía: ¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser fotógrafa?
Anka Zhuravleva: "Siempre me interesaron las artes visuales, así que no puedo nombrar la fecha o el año exactos... Pero me dediqué por completo a la fotografía en 2010".
AAP: ¿Dónde estudiaste fotografía?
AZ: "Soy autodidacta. Tomé algunos talleres individuales dedicados a procesos analógicos, pero eran cosas técnicas".
AAP: ¿Tienes un mentor?
AZ: "No".
AAP: ¿Recuerdas tu primer tiro? ¿Qué era?
AZ: "Tenía 6 años... Fotografié caballos con una lomo-cámara de película pequeña".
AAP: ¿Qué o quién te inspira?
AZ: "La vida, todo lo que tengo a mi alrededor, mis sueños, gente interesante,
AAP: ¿Cómo describirías tu estilo?
AZ: "No tengo un estilo especial. Diferentes series en diferentes estilos".
AAP: ¿Tienes alguna fotografía o serie favorita?
AZ: "¡No, los amo a todos!"
AAP: ¿Qué tipo de equipo usas? ¿Cámara, lente, digital, película?
AZ: "Mucho... Y están cambiando todo el tiempo. Digital de 35 mm, película de formato medio, cámaras antiguas y cámaras hechas por mi esposo. Alrededor de 20 lentes diferentes, modernos y antiguos también".
AAP: ¿Pasas mucho tiempo editando tus imágenes? ¿Con qué propósito?
AZ: "Depende. Siempre edito mucho digital para alcanzar exactamente el tono y el estado de ánimo que necesito. Y también hago procesos analógicos en el cuarto oscuro sin ninguna computadora".
AAP: ¿Fotógrafo(s) favorito(s)?
AZ: "Esta es una pregunta difícil..."
AAP: ¿Qué consejo le darías a un joven fotógrafo?
AZ: "Para mantener los ojos bien abiertos".
AAP: ¿Qué error debe evitar un joven fotógrafo?
AZ: "No sé... Todo el mundo comete errores. Supongo que es importante no "no cometer" errores, sino aprender después de cometer errores".
AAP: ¿El cumplido que más te conmovió?
AZ: "Cuando la gente me dice que mis fotos les traen la mente, la fantasía y el alma a la infancia o les permiten pensar en milagros... o ponerles de buen humor..." AAP
AAP: Si fueras otra persona, ¿quién te gustaría ser?
AZ: "Hum... ¿Quizás un panadero? Solo bromeaba, no sé...
Mike Reifman
Naufragios y dunas interminables del Parque Nacional de la costa de los esqueletos de Namibia, nieblas oceánicas densas de la corriente de Benguela, lobos marinos del cabo y salinas de Walvis Bay. Namibia.
Dos océanos de la costa de los esqueletos
Desde la Costa de los Esqueletos en el norte hasta el río Orange en el sur, Namibia tiene casi mil millas de costa. Durante gran parte de esa distancia, las dunas arrastradas por el viento del desierto de Namibia llegan directamente a las fuertes olas del océano Atlántico, creando un paisaje austero pero hermoso. Formada por los vientos y en gran parte despoblada, la zona costera de Namibia alberga solo un puñado de pueblos y aldeas. Los naufragios yacen en su lugar durante décadas o incluso siglos, desintegrados lentamente por el mar y el desierto. En algunos lugares, los lobos marinos del Cabo se reúnen en grandes cantidades, en su mayoría libres de acoso. Las densas nieblas oceánicas se originan en alta mar por la colisión de la corriente fría de Benguela y el aire cálido del desierto de Namib y, a menudo, cubren las dunas con la niebla fría. En esta colección, puede echar un vistazo a las pintorescas costas y dunas de Namibia, su fauna costera.
Priyo Widdi
"Capturar muchos momentos de la vida nos hace estar más agradecidos con nuestras propias vidas".
Priyo Widdi (Indonesia, 1873)
La fotografía de viajes y calle siempre ha sido mi pasión. Me interesa especialmente el tema de la vida social que me rodea. Me encanta capturar tantos valores esenciales en la vida a través de la fotografía. También he estado trabajando como creador de contenido sobre fotografía.
A los 50 años, que es relativamente joven, quiero seguir trabajando. Y seguir creando.
El mundo de la fotografía me ha enseñado mucho sobre el valor de la sabiduría, además de conocer a mucha gente genial en este país...
En el mundo de la fotografía lo único que se necesita es acción, ser observador en ver oportunidades y trabajos.
No necesitas ser adulador para que a la gente le guste tu trabajo, no necesitas parecer demasiado ocupado trabajando porque nuevamente la presencia de tu trabajo es valorada y sentida.
Oh sí, también puedo hacer conocidos, tomar un café juntos en la acera, picar ketoprak al costado de la carretera con mis amigos fotógrafos que aparentemente también ocupan posiciones como líderes en sus empresas... esto hará que tu mentalidad sea más divertida. ... sigue llevando la fotografía a un nivel positivo.
Nicola Fioravanti
Nacido en 1985, comenzó a fotografiar a los 23 años.
Sus imágenes han sido utilizadas por Alibaba, Canon, City of London, Etihad, European Union, MasterClass, Mozilla Foundation, Oxford University, Pantone entre otros.
Su trabajo ha sido exhibido internacionalmente y ha sido premiado en Canon ‘Come and See’, Le Prix de la Photographie de Paris (PX3), International Photography Awards, Fine Art Photography Awards, Life Framer, ND Awards y Sony World Photography Awards, entre otros. .
Nicola ha aparecido en publicaciones de renombre internacional como The New York Times, The Guardian, Repubblica, El País, Die Zeit, Die Welt, Marie Claire, Grazia, Elle, Vogue y PhotoVogue. Sus imágenes han sido utilizadas por Alibaba, Canon, City of London, Etihad, European Union, Oxford University, Pantone entre otros.
Nicola tiene su sede en París.
PREMIOS
Canon ‘Come and See’, Le Prix de la Photographie de Paris (PX3), International Photography Awards, ND Awards y Sony World Photography Awards, entre otros.
Primeros trabajos en Marruecos
Fotografía de calle
Las primeras obras a menudo se consideran los componentes básicos de la carrera de un artista. Es posible que estas obras no estén tan pulidas o refinadas como las piezas posteriores, pero son valiosas por muchas razones. Pueden proporcionar información sobre el proceso creativo de un artista, mostrar su desarrollo a lo largo del tiempo e incluso servir como una ventana al contexto histórico en el que fueron creados.
Al igual que con muchos fotógrafos, mis primeros trabajos fueron una forma de experimentar con diferentes estilos, técnicas y temas. Eran fotografías influenciadas por los trabajos de otros fotógrafos y reflejaban intentos de encontrar la propia voz y estilo.
Estas son algunas de las fotografías que tomé en mi primer viaje fotográfico en 2010. Acababa de empezar a fotografiar durante muy poco tiempo y estaba tomando fotografías en blanco y negro. Quería aprender a fotografiar en color y elegí Marruecos como destino.
Atlas sentimental de Marruecos
Deslumbrados por la luz, subyugados por la intensidad de los colores, muchos artistas, pintores y escritores han visto nacer, o renacer, su vocación en Marruecos. En el corazón de este prodigioso laboratorio del color, Delacroix, Matisse, Constant y tantos otros admiraron el azul del cielo, los chorros de luz chocando con el blanco de las paredes, la belleza salvaje de los paisajes y sus colores centelleantes. El blanco se vuelve azul o rosa, el ocre se vuelve rojo, el marrón, el gris, el verde se nubla o brilla intensamente,
explotando en mil tonos brillantes.
Mi inesperado encuentro con Marruecos comenzó en 2009, cuando lo elegí como destino para aprender a fotografiar en color, habiendo empezado a fotografiar unos meses antes. Durante mucho tiempo me había mantenido alejado de las costas del Mediterráneo, pero ese viaje lo cambió todo. Aprendí a seguir la corriente y pronto me di cuenta de que las llaves que poseía allí no podían abrir ninguna puerta. Me tomó diez años de viaje antes de regresar allí, en 2019 y luego en 2022.
Esta serie de fotos en curso es un atlas sentimental. Una colección sistemática de todo lo que amo en las calles de las ciudades o pueblos marroquíes. Un tributo a sus fuertes armonías, a sus atrevidas combinaciones, al fervor de su creatividad. En cada esquina de la calle uno se encuentra con escenas que parecen dibujadas o pintadas, pero que en realidad son composiciones espontáneas de la vida cotidiana
“Aquí se come con los ojos”, dice un proverbio marroquí. Os invito a mirar esta serie de fotos para devorar este Marruecos que amo con tanta intensidad.
Público
Luz, sombra, silencio y orden.
La luz es fuente de toda presencia y genera sentido: revela lo esencial. Todo lo que crea la luz proyecta una sombra, y la sombra pertenece a la luz. La sombra se origina para ocultar lo superfluo. El silencio es aspiración a la expresión. El orden promueve este juego continuo de equilibrios inconmensurables.
La fotografía, a través de la luz, la sombra, el silencio y el orden, es un medio extraordinario para ayudar al ser humano a entrar en el Ser. Es un proceso introspectivo que me hizo darme cuenta de la enorme deficiencia espiritual que la humanidad occidental ha infligido al mundo interior.
El último siglo ha estado dominado por una competencia entre dos ideologías: el marxismo y el capitalismo. A pesar de su aparente contradicción, ambos se basaron en la creencia en la ciencia y la razón como herramientas para dominar el mundo exterior. El mundo exterior, material, completamente separado del mundo interior, espiritual, fue objeto de conquista para mejorar las condiciones de vida humana.
¿Y el mundo interior?
Según la Organización Mundial de la Salud, casi mil millones de personas sufren depresión, trastorno bipolar, ansiedad, aislamiento, demencia, consumo de drogas y alcohol, esquizofrenia y trastornos alimentarios. Cada cuarenta segundos, una persona se suicida debido a problemas de salud mental.
Las sombras y siluetas de este proyecto son no-hombres en no-lugares, objetos disonantes forzados a dialogar entre sí, acompañados de un uso vívido y primitivo del color. ¿Nos hemos convertido en meros espectadores de este mundo, sombras en constante búsqueda del otro? El proyecto ‘Espectadores’ fue creado para hacer esta pregunta.
Semana de la moda modesta de Dubái
La moda modesta se ha convertido en un término cada vez más popular en los últimos años, y por una buena razón. Se refiere a la ropa que cubre el cuerpo de una manera que una cultura o religión en particular considera modesta. La moda modesta no significa que la ropa tenga que ser sencilla o poco atractiva. De hecho, hay muchas opciones elegantes y de moda disponibles que son tanto modestas como modernas. La moda modesta no es un concepto nuevo. Muchas culturas y religiones han practicado la modestia durante siglos, y en los últimos años se ha vuelto más frecuente en la industria de la moda. Esta serie de fotos trata sobre el detrás de escena de la Dubai Modest Fashion Week 2019, por encargo.
Entre chien et loup
Fotografía callejera
“Entre chien et loup” es una expresión francesa que se traduce como “entre perro y lobo”. Esta frase se refiere a la hora del día justo antes del anochecer cuando es difícil distinguir
entre un perro y un lobo. Es una expresión metafórica que se refiere a la hora del día en que la luz se desvanece y las cosas se vuelven inciertas y ambiguas.
Puede referirse a un momento del día en que el cielo está cambiando de color, o puede referirse a un momento de la vida en el que uno está pasando por un período de cambio o incertidumbre. Esta frase también se puede usar para describir un sentimiento de inquietud o miedo que surge cuando uno se encuentra en una situación incierta.
El origen de la frase “entre chien et loup” es incierto. Algunas personas creen que la frase proviene de una época en que los lobos vagaban libremente por Francia, y era difícil distinguirlos de los perros domesticados al atardecer. Otros creen que la frase proviene del mundo de la caza, donde era difícil distinguir entre diferentes animales en la penumbra de la tarde.
Independientemente de su origen, la frase “entre chien et loup” se ha convertido en parte de la cultura y el idioma francés, y se usa a menudo en la literatura, la música y el arte.
Álvaro Beamud Cortés
Educado por su familia en el gusto por la arquitectura, la historia y las artes, Álvaro Beamud (Valencia, 1982) optó por la fotografía como medio de expresión, iniciándose en esta disciplina a la edad de 12 años con la cámara de su padre. En 2002 comenzó a estudiar en la escuela EFTI de Valencia, entrando en contacto con fotógrafos como miguel Oriola y Fernando Ramos. De forma paralela, empezó a trabajar para agencias de modelos de Madrid, Valencia y Barcelona. En 2006 se trasladó a Milán, donde colabora con importantes medios y firmas internacionales.
Sus multidisciplinares influencias se han manifestado notablemente en su trabajo, caracterizado por una visión poética y sensual, y donde la elegancia y un cierto toque de erotismo son una constante, así como una estudiada sobriedad. La belleza clásica renacentista y el cine italiano de los años 50 han inspirado muchas de sus fotografías. Ante su cámara han posado personajes del cne y el mundo de la moda como Scarlett Johnasson, Monica Bellucci o Rachel Weisz.
Ha trabajado para publicaciones como Vogue, Glamour, L’Officiel, Marie Claire, Elle o S Moda, además de para firmas internacionales de prestigio. En 2006 colaboró con el crítico de danza Roger Salas en la edición del libro y la exposición itinerante Men in Skirt, proyecto que reunió a 40 diseñadores nacionales y para el cual retrató a personajes relevantes del mundo de la danza.
bailarina, por susana gudiño
campeonato europeo de gimnasia, por ramón suárez pertierra
casas del onyar, por jesús álvarez rodríguez
césped plateado de la mañana, por fran marat
después de la lluvia, por arkadiy
el camino del agua, por ramón suárez pertierra
el camino del agua, por ramón suárez pertierra
el hombre y el oso, por margarita k
essauira marruecos, por ramón suárez pertierra
etiopía, por deven o’toole
fashion, por olga
flowers and other beauties in the dunes, por ilich bczonko
guendy, por j.l.maylín
japón, por daniel
la mujer de vitruvio, por alejandro
moda y glamour en el estudio, por leonidas
niebla y nieva, por anton s
niños, por poli artur
other worlds, por nodia
pensando en abstracto, por isadora del valle
pensando en abstracto, por isadora del valle
reflexes, por kristof browk
también conocida cuernos del paine, por vaio
the naked queen, por eric
to eternity 2, por jesús álvarez rodríguez
un día en la vida del mapache, por isabel
una brisa, por susana gudiño
valle rojo perú, por karol poland
valle rojo perú, por karol poland
well, i’m staying here, por a.zharov