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trabajo en equipo

Líder Juvenil

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LA FABRICA DE GALLETAS Uno de los planes que más disfruto los fines de semana, cuando me encuentro con mi mamá y mi hermana, es ir a tiendas especializadas en productos para el hogar. Por Pilar Suárez Riaño

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odemos pasar mucho tiempo viendo los artículos en descuento, las últimas ideas creativas y los nuevos diseños de los mismos elementos de uso común. Digo todo esto porque hace algunos días entramos a una de estas tiendas en un centro comercial y me llamó la atención una caja bien decorada y colorida que tenía unos moldes para hacer galletas. Esos moldes tenían diferentes formas, colores y materiales. Además de ser muy bonitos, también me llevaron a pensar en su función como moldes y su efecto en la masa para hacer galletas. Esa reflexión, que vino a mi mente por unos simples moldes, me llevó a pensar acerca de nuestro papel como líderes dentro de un grupo de trabajo. Por lo general, cuando nos proponemos hacer algo en nuestra vida o ministerio, hacemos el mayor esfuerzo para lograrlo, incluso establecer y reproducir con exactitud nuestros propios métodos o modelos. Lo que procuramos es que el grupo de personas quede con la misma “identidad”, es decir, que hagan lo mismo que su “molde” el líder, que se vistan igual a su “molde” el líder, que hablen igual a su “molde” el líder, que canten igual a su “molde” el líder y mucho más. Quiero llamar tu atención en algo particular: estoy hablando del papel difuso que en ocasiones se introduce en el pensamiento del líder cristiano y que lo lleva a pensar que su trabajo consiste en elaborar “réplicas” de sí mismo, como si se tratara de una fábrica de producción de galletas. Ahora, está confusión no sólo radica en la idea que tiene el líder de sí mismo (como fabricante de galletas), sino también en la concepción que él tiene acer-

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ca de su grupo de personas a las cuales sirve. Es decir, si el líder se concibe a sí mismo como un “molde” pues verá a su grupo como la “masa”: el ingrediente que debe obtener la forma del molde. Considerar al grupo de personas de la iglesia o ministerio como una “masa” puede implicar regresarnos a la época de la revolución industrial donde la tendencia era un pensamiento capitalista y de cierto modo igualitario, donde la persona no es individualizada sino considerada un elemento de productividad que genera beneficio. Desde mi punto de vista, el interés y esfuerzo desmedido de la iglesia cristiana y los ministerios juveniles por demostrar y competir intensamente por la alta participación numérica en sus eventos y actividades, puede llevar a aumentar peligrosamente el número de “socios” de la comunidad de la fábrica de galletas, haciendo que se pierda la correcta dimensión y propósito de tres sujetos: del líder, del grupo de personas a cargo y de Cristo mismo. En Efesios 4, encontramos que la correcta y sensata función y responsabilidad del líder, tiene que ver con capacitar con un propósito muy claro a las personas; es la edificación del cuerpo de Cristo (v. 12). Esto no tiene que ver con crear réplicas idénticas al líder mismo; por el contrario, es tomar el rol de facilitadores dentro del pueblo de Dios que ayudan a descubrir y poner al servicio los dones individuales. También nos muestra la correcta misión del líder servidor, la cual consiste en presentarlos perfectos conforme a la plena estatura de Jesús (v. 13). No tiene que ver con un trabajo de masas, sino de corregir, potenciar y exaltar las características singulares de cada persona, por medio del discipulado y las relaciones profundas. Y respecto

a la dimensión correcta de Cristo, este mismo versículo 13 aclara que es Jesús el “estándar”, la medida correcta y el único digno de imitación. Es por esto que pensar que en el ministerio puede funcionar la estrategia de la fábrica de galletas distorsiona y altera el plan perfecto de Dios para su pueblo y ubica al líder en una posición de “molde perfecto”. Lo cual nos lleva a muchas frustraciones. Pensemos entonces en la estrategia de las galletas artesanales. Cada una tiene algo que la hace especial. No todas tienen la misma forma y sabor; son hechas a mano, y si bien están elaboradas con los mismos ingredientes, son moldeadas, una por una, por las manos del artesano. Es un error creer que los integrantes del grupo deben ser una extensión de la personalidad y “molde” del pastor titular o líder de jóvenes. Cada uno ha sido diseñado por el artesano con diferentes características, pero con un “ingrediente” en común: la imagen perfecta de Cristo. Cristo es el artesano divino que busca moldear la vida de cada uno de los jóvenes, buscando en los líderes discipuladores comprometidos con Su Pilar Suárez Riaño propósito; siervos actualmente ejerce que sepan que tiesu carrera profesional en una firma de nen a su cuidado consultoría en Desarrollo lo más amado por Organizacional en Él. Colombia. Es líder de Como líder, ¿estás dispuesto a botar el molde rígido y dejar que las manos de Cristo sean las que guíen las vidas de quienes ha puesto a tu cuidado?

ViBo Youth, grupo de jóvenes de la Iglesia Vida Bogotá.


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