Asunto público. Aproveché la oportunidad de ir a Medellín para que Javier viera las fotos que le había tomado. Cuando terminó de ver las siete hojas de contacto me dijo: «Esto parece cine».
Crítica a la crítica del arte/la ausencia de una historia del arte colombiano Jaime Ardila
Un artista muerto es un buen artista: «hay la esperanza de resucitarlo», opinan los galeristas internacionales. Es de imaginar que el artista vivo todavía puede pelear en su favor y en el de su obra. Por otra parte, el poder de los muertos es grande entre los vivos y gente hay que mama de los enterrados, que no puede dejarlos en paz merecida, que todavía busca resucitarlos. Vieja práctica de inmortalidad que se une al final del círculo (vicioso, naturalmente) con el gusto por lo escatológico. ¿Qué devengan los vivos por ese acto de resucitar a los muertos? ¿Habrá alguno de los resucitadores que se ocupe de cualquier cadáver, en general? ¿O será que el cadáver todavía posee los intangibles de su vida pasada? Más que primitiva, la actitud es biológica: al apropiarnos de la resurrección de un determinado cadáver estamos comiéndonos
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