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reflexión

¿CÓMO MANEJO MIS LUCES Y MIS SOMBRAS? A L A N P E R DO M O

Alan Perdomo @alanperdomo4j Es originario de Honduras. Reconocido maestro de Teología e Historia. Por muchos años trabajó como profesor en el Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) en Guatemala. Autor del libro para jóvenes «¿Y tú, qué crees?»

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En toda casa hay habitaciones en las que la luz penetra en todo su esplendor, pero también hay rincones en los que las penumbras extienden su manto todo el día. También en nuestra vida existen algunas áreas de las que nos sentimos orgullosos y otras que procuramos ocultar o disimular; el manejar adecuadamente ambos extremos produce una vida balanceada y segura. Al contrario, cuando no sabemos lidiar con los puntos luminosos o con las sombras, puede aparecer la tensión y la confusión a la vida. En la presente reflexión, se define una «luz» como alguna ventaja, fortaleza o triunfo que nos hace sentir orgullosos o satisfechos. Así, el saber dibujar bien, el tener la capacidad de hacer amigos o el haber crecido en un hogar integrado pueden ser consideradas «luces» de la vida. Por el contrario, una «sombra» puede ser un defecto, un error o una desventaja que tengamos. De esta forma, la tendencia al enojo, el haber perdido un año escolar o que tu familia posea bajos recursos económicos pueden llegar a ser una «sombra». La segunda carta a los Corintios es quizá la carta en la que el apóstol Pablo revela detalles más íntimos acerca de su vida y ministerio, y fue necesario que revelara esos acontecimientos ya que, al menos en parte, la carta fue escrita para defender su ministerio apostólico frente a enemigos que lo menospreciaban y atacaban con crueldad. De hecho, algunos decían que «sus cartas son duras y fuertes, pero él en persona no impresiona a nadie, y como orador es un fracaso» (2 Corintios 10:10). Ante esos ataques, en el capítulo 12 Pablo se defiende presentando algunas de sus luces como muestra del respaldo de Dios a su ministerio. Sin embargo, inesperadamente, también menciona sus sombras para afianzar su autoridad como líder y apóstol. Veamos cómo, desde una vida equilibrada y entregada al Señor, Pablo nos enseña a manejar nuestras propias luces y sombras.

L A S L U C E S D E L A V I DA : D I S F R U TA R L A S S I N D E P E N D E N C I A Después de exponer varios de los riesgos a los que estuvo expuesto por causa del Evangelio, Pablo afirma que, ante los ataques, se ve obligado a jactarse, es decir, a hablar bien de sí mismo, aunque con ello nada se gane. Sin embargo, toma la decisión de hablar de una de las experiencias más extraordinarias que ha tenido en su vida: cuando el Señor le mostró una increíble revelación (2 Corintios 12:1-6). Catorce años atrás, el Señor llevó al apóstol nada más y nada menos que al paraíso, es decir, a la morada misma de Dios. Él no está seguro si el Señor lo llevó en cuerpo o le mostró una visión en su mente, el caso es que lo que escuchó en ese momento fueron palabras tan sublimes y misteriosas que dice que no pueden expresarse en palabras humanas. Por supuesto, todos los lectores estamos ansiosos esperando que Pablo nos comparta qué maravillas o grandezas escuchó durante esa experiencia. ¿Escucharía secretos profundos acerca de los planes de Dios? ¿Le serían explicadas las profundidades de la naturaleza de Dios, su gracia, su reino celestial? ¡Vamos, Pablo! ¡Comparte todo ello con nosotros! Quizá hasta pensaríamos que sería una buena idea crear un seminario sobre lo que él escuchó y publicar libros registrando la experiencia y revelando estos maravillosos secretos. Sin embargo, Pablo guarda silencio; solamente nos dice que, de esa persona –o sea, él mismo– sí puede hablar bien. ¿Conoces a personas que siempre están hablando de la vez que fueron premiados por algo que hicieron? Parece como que si hubiese sido lo único que han logrado en la vida. Estas personas necesitan recordarle a los demás que son importantes por ese triunfo o esa habilidad que mostraron en alguna ocasión o que poseen. Esa es una manera equivocada de manejar las luces o fortalezas de la vida: es que, quienes lo hacen, constantemente necesitan alcanzar otras victorias o alardear de otras fortalezas para sentirse bien y aceptar que son valiosos. Por supuesto, esas luces terminan «deslumbrando» a la persona misma, ya que se vuelve esclava de sus éxitos o fortalezas y esconde

@Lider625


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